Hoy vuelvo con otro cachivache para los niños: la barrera de seguridad para la cama. Porque llega un día en que nuestro bebé crece. Crece a lo alto. Y no cabe en su cuna. Es el momento de pasarle a dormir a otro sitio más grande: la cama de mayores. Mis hijos no han colechado con nosotros tanto tiempo, pero supongo que, en este caso, el niño va en medio de los padres. Así que a todos los efectos, sigue bien protegido de caídas al suelo, ya sea por los barrotes de su cuna o por los cuerpos de sus progenitores.
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… del jarabe del Osito Defensor
Me he pensado mucho si escribir esta entrada o no. Primero porque se trata de un producto (que no me ha pagado ni regalado nada por hablar de él) y segundo porque es un jarabe. Al final me he decidido porque me he dado cuenta de que a veces, cuando hablo con madres sobre lo mucho que se acatarran sus hijos, suelo hablar del jarabe y recomendarlo. Antes de seguir, quiero dejar claro que no es una medicina, es totalmente natural. De hecho, se compra en herbolarios. Su composición está hecha a base de miel, zumo de frambuesa, tomillo, própolis y vitaminas C y B6 (sin gluten).
Nuestra historia con este jarabe viene de la mano del Mediano. Ya os conté cómo, debido a su piel atópica y a los palos de ciego de un determinado pediatra, mi hijo dejó la lactancia materna (ya que, según dicho “profesional”, mi leche le daba alergia, cosa que es imposible). Y estoy convencida de que fue por el poco tiempo que puede amamantarle el que ahora sea él el que más cae malito de mis tres hijos.
Contaba ya con un año cuando pisó la guardería por primera vez. Pisar este centro, con tantos niños y tantos mocos por doquier, y empezar a ponerse malitos es algo que toda madre que haya pasado por ello lo sabe. Yo, a raíz de que el Mayor fue a la guardería, ya me imaginaba que pasaríamos una época algo complicada. Lo que no pensé es que fuera tan complicada. El primer mes mi hijo casi no pisó la guardería. Cogía una cosa cuando apenas empezaba a recuperarse de otra. Sus constipados se tornaban en bronquitis agudas en cuestión de una noche, todo acompañado de fiebres altas.
En una de mis visitas a (otro) pediatra, me preguntó que qué opinaba de la homeopatía. Yo le contesté que si servía para que mi hijo no se pusiera tan malito, a mí no me importaba probar nada. Y me recomendó este jarabe, el Osito Defensor, para ayudar a su sistema inmunológico. Empecé a dárselo a mi hijo según las indicaciones del jarabe. Y aquello cambió radicalmente mis visitas al médico. Mi Mediano dejó de ponerse enfermo cada dos por tres y, cuando lo hacía, no se ponía tan malito. Los constipados quedaban en constipados. Nos ahorramos unas cuantas visitas a urgencias.
Seguimos dándoselo hasta los dos años o dos y medio. Cuando consideramos que ya era más mayor y que se ponía menos malito. Pero ahora llevamos una racha en la que se turnan los tres para compartir virus. Tengo media farmacia en casa. Y comentándolo con mi cuñada, nos dijo que ella les estaba dando el jarabe del osito a mis sobrinos (5 y 3 años) y que aún no se han puesto malos en todo el año. Nos dijo que en Navidades se le olvidó comprar el jarabe y que entonces los dos cayeron malos (fiebres incluidas). Así que ella se lo da a sus hijos durante todo el curso escolar.
Hace tres días que el Peque está malo. Tiene bronquitis leve. Sin fiebre. Y ahora ha empezado el Mayor. Lo del Mediano será cuestión de tiempo. Así que cuando le llevé al médico, le comenté lo del Osito Defensor. Y me dijo que empezara a dárselo ya. Que era muy buen jarabe y que le iba a ayudar mucho. Así que hemos empezado a dárselo a los Trastos. A los tres.
CONTRAS:
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Este jarabe sólo se vende en herbolarios. Y, si os pasa como a mí, encontraréis más farmacias que herbolarios. Así que cada vez que voy a comprarlo tengo que recorrerme un buen trecho porque no tengo ninguno cerca de casa.
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Teniendo tres hijos y calculando la cantidad diaria que se toman entre todos, creo que el jarabe me va a durar poco más de una semana. Voy a tener que comprarlo de dos en dos o de tres en tres.
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En el herbolario donde lo compro yo, cuesta exactamente 11’70 €.
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Aunque pone que lo pueden tomar los bebés menores de un año, como está hecho sobre todo a base de miel, os recomendaría que si vuestro hijo está en esta franja de edad y estáis pensando en dárselo, lo consultéis antes con vuestro pediatra.
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De la misma manera, al estar hecho de miel, hay que evitar por todo los medios que se caiga al suelo y se rompa porque es muy pringoso. A mí me pasó una vez y tuve que fregar la cocina como cinco veces para conseguir no pegarnos al pisar el suelo.
PROS:
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Es completamente natural. No es un medicamento. Simplemente refuerza el sistema inmunológico.
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No lleva gluten.
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Aunque es cierto que no es milagroso (¿algo lo es?), es decir, no por dárselo a un niño este va a dejar de ponerse malo, sí es cierto que si es propenso a ponerse malito va a ponerme menos veces enfermo y no tan grave. Es exactamente esto lo que nos pasó con el Mediano.
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El Osito Defensor es sólo uno de los jarabes que Tongil (marca que lo distribuye) comercializa en la línea infantil del Osito Sanito. Donde también podéis encontrar al Osito Comilón, Mocosete, Dormilón o Fortachón entre otros. Todos ellos sin gluten.
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A diferencia de otras “ayudas para las defensas” que anuncian en la televisión y cuyo uso sólo está indicado en determinadas situaciones, este jarabe se puede administrar de forma continuada. Ya os digo que yo pienso usarlo durante todo el curso escolar, como mi cuñada.
Como he dicho al principio, ésta no es una entrada patrocinada. He decidido hablaros de este jarabe porque yo lo he probado y me ha encantado el resultado. Os lo cuento como se lo contaría a cualquier otra madre o padre si habláramos del tema. E insisto en que, si empecé a dárselo a mis hijos, fue por recomendación de varios pediatras.
¿Conocíais al Osito Sanito, en concreto al Defensor? ¿Usáis otros remedios naturales para evitar que vuestros peques se pongan malitos? Contádmelo en los comentarios ;-).
… de los silencios (maternidad de la A a la Z)
Después de saltarme a la torera la entrada del lunes (no por falta de ganas o de temas, sino por falta de tiempo), hoy venía dispuesta a resarcirme. Pero acabo de darme cuenta de que esta semana hay el Carnaval de la Maternidad de la A a la Z. Y hoy me estreno con la letra S de silencios.
Primero, creo que es necesario hacer una distinción. Para ello, me remonto al análisis morfológico de la palabra, en concreto, a su número. Porque no es lo mismo el silencio que los silencios. El silencio es algo mágico donde no hay ruido o sonido. Yo creo que el silencio absoluto no existe salvo en el espacio exterior. Pero como no he ido a averiguarlo, tampoco os lo puedo asegurar al cien por cien. Pensaréis que exagero. Bueno, pues pensemos en sitios donde haya silencio.
Una biblioteca, lugar por excelencia del silencio. Pues no. Siempre habrá alguien susurrando, pasando páginas, con los auriculares puestos y el volumen más alto de lo que debería o, simplemente, moviendo la pierna insistentemente y a una velocidad que da la impresión que la pierna va a irse sola y dejar al resto del cuerpo pegado a la silla y al libro de Chomsky.
Otro lugar podría ser la cama por la noche. Si convives con alguien, seguro que hay ruiditos que hace al dormir: suspiros, hablar en sueños, respiración algo más fuerte de lo deseable para conciliar el sueño, ronquidos en toda regla, etc. También caben aquí los ruidos de las sábanas. Y, si es verano y la ventana esá abierta, el perro de un vecino ladrando o una panda de chavales caminando por la calle algo más contentos y envalentonados de lo que debieran para ser las cuatro de la mañana. Y, por la mañana, el “agradable” cantar de los pájaros. Si vives sola o solo, me atrevería a decir que, en mitad de lo que tú crees que es el silencio de la noche, se puede oír en tu casa el tic-tac de un reloj o el ruido del frigorífico (¿por qué suenan los frigoríficos? ¿Alguien lo sabe?).
Pero digamos que a todo esto nos hemos acostumbrado y por eso lo obviamos y decimos que hay silencio. Cuando me convertí en madre, empecé a distinguir el silencio de los silencios. El número, singular o plural, importa. ¡Vaya que si importa! Una madre añora, extraña, desea, anhela el silencio; pero desconfía, se pone nerviosa y tiene ansiedad ante los silencios.
Si eres madre y tienes un bebé, los silencios hacen que vayas rauda y veloz a ver si tu mini-nosotros (entiéndase del padre y de la madre) respira. Si no se ha enredado con la sábana o se ha tragado el chupete entero. Sin embargo, buscas el silencio para darle de comer o para dormirle.
Si eres madre y tus hijos ya van por los tres o cinco años y los dejas un momento solos en el salón y de repente de oír un “quítate tú de ahí” o “que ese coche es mío” pasas a oír absolutamente nada, entonces sabes a ciencia cierta que algo traman. Porque de que haya silencio en el espacio exterior no estoy yo muy segura, pero si mis dos Trastos mayores están en silencio en el salón sí que estoy segura de que no se avecina nada bueno. Son los temidos silencios de la maternidad. No confundir con el silencio que dejan tras de sí una vez que duermen plácidamente en sus camas. Ese rato de tranquilidad y paz (si no hay sorpresas de por medio, como un “tengo sed”, “tengo miedo”, “tengo mocos” y similares) que toda madre aprovecha para desconectar un poco y babear en el sofá, a riesgo de desnucarse en el camino.
CONTRAS:
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No estoy muy segura de si seré capaz algún día de volver a disfrutar del silencio en casa si mis hijos están en ella sin preocuparme de que algo terriblemente malo y muy poco probable les ocurra.
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La desconfianza que me producen esos silencios y el asombro (para mal) al descubrir que mis sospechas estaban bien fundadas. Como bien demuestra algún que otro monigote en la pared o el golpe de la tele o la sorpresa con mi ordenador, dos veces (aquí y aquí, por si tenéis curiosidad), o las tendencias escapistas del Peque.
PROS:
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Ahora valoro mucho más el silencio. Así, en singular.
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Voy a decir que en esos momentos desarrollan la imaginación, pero que conste que luego quien tiene que arreglar o recoger o barrer ese brillante momento de expresión artística es servidora. Y que conste que a servidora esta última parte no le hace nada de gracia.
¿Qué me decís? ¿Soy la única que, desde que es madre, distingue entre el silencio y los silencios? ¿Verdad que no? 😉
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.
… de tener un escapista en casa
Ya lo dije ayer en Twitter, ni muerta ni de parranda, lo que estoy es muy liada. Se me acumula todo. Cualquier cosa, por poco tiempo que lleve hacerla, va directa a mi lista de tareas pendientes. Y lo peor de todo es que ya por Navidad me imaginaba que hoy por hoy iba a estar así.
Y la razón de todo esto es pequeñita. Tan pequeñita que quienes os pasáis a menudo por aquí la conocéis como Peque. Ese bichejo que apenas llega al metro de altura me tiene en jaque todo el día. Ese mico de poco más de 21 meses se me ha pegado a las faldas (como dice mi abuela) y me persigue allá donde vaya. Dentro de casa, eso sí, porque luego ni llora ni me echa de menos si tiene que pasar una tarde con su prima (la de la Peppa tarta) pero sin su madre.
Y es que el Peque ha decidido que pasa del parque, que las puertas cerradas se la refanfinflan y que las escaleras y el sofá son lo más divertido del mundo. Para quebradero de cabeza de su sufrida madre. O sea, yo. Así que lo único que lo mantiene en un lugar seguro algo más de 5 minutos seguidos es la trona. Pero claro, tampoco es plan de tenerle ahí sentado todo el día.
Ya os conté lo que pensaba del parque aquí. Me ayudaba mucho a la hora de poner orden en esta leonera que a los de aquí nos gusta llamar “hogar”. Podía recoger y limpiar la casa, poner la lavadora y tender la ropa e incluso hacer las camas aunque fuera a ratitos. Ahí le dejaba tan feliz jugando con sus juguetes mientras yo iba rauda y veloz haciendo cosas aquí y allá para sacarle a la mañana otro ratito que dedicarle al Peque en exclusiva.
Pero, ay, ese chollo ha pasado a mejor vida. Ya poco antes de las vacaciones de Navidad, el Peque descubrió cómo salirse del parque. Y ahí me lo encontraba yo a mis espaldas cuando menos me lo esperaba. Aparecía de repente con el “mamáaaa” en la boca. Al principio yo me asustaba pensando en el porrazo que se podría haber dado al salir de aquel espacio seguro. Pero a la quinta vez ya me quedó claro que él sabía muy bien cómo hacerlo sin estamparse en el camino.
Yo me consolaba pensando que al menos aún no llegaba al pomo de las puertas. Pero al niño le ha dado por crecer. Y la consecuencia inmediata de todo esto es que ha llegado a la altura suficiente para abrir la puerta. Con un poco de observación a sus hermanos, ha conseguido descifrar él solito el mecanismo de abrir la susodicha e incluso salir y cerrarla dejando a la madre que lo parió dentro de la habitación de la que él acaba de escaparse.
A esto hay que sumarle su afán por subirse y bajarse del sofá (nueva habilidad que adquirió en Navidades) y su obsesión por escalar las escaleras. Respecto a bajarlas, está en ello. Así que si un día veis que no aparezco por Twitter o Facebook, que abandono una conversación en el punto álgido, que tardo más en publicar una entrada o que, directamente, no la publico; no os asustéis. Sigo aquí. En concreto apalancada en la puerta, haciéndole placajes al Peque para que no cotilleé donde no debe.
CONTRAS:
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Antes aprovechaba la hora de la siesta del Peque para desconectar del día a día, escribir entradas para el blog o ponerme al día en las redes sociales. Ahora me toca hacer en ese ratito todo lo que puedo para tener las cosas a punto antes de que ir a buscar a los Mayores al cole.
PROS:
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Si antes estaba deseando tener a todos mis hijos conmigo, ahora lo estoy más. La razón es bien sencilla. Puedo dejar a los Mayores vigilando al Peque a ratos. Me avisan si intenta salirse del parque o si intenta abrir la puerta a mis espaldas. Además, cuando está con sus hermanos parece que se desengancha algo de mí. Se conforma con estar con ellos y disminuyen sus ganas de perseguirme.
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La trona ha pasado de ser un sitio exclusivo para comer a ser también un sitio donde jugar. En concreto, donde cantar o pintar. ¡Le encanta! Cantamos un montón de canciones, que él sólo entona a la vez que yo le canto. Y hace un montón de garabatos, pero también le gusta que yo le pinte cosas (sencillas) como el sol, un coche, una caracol, un pez, el uno, el dos, el tres, la luna, un pato… Lo que le sirve también para ir cogiendo más vocabulario. La última palabra ha sido “verde” o, como dice el Peque, “veddddd-de”.
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Teniendo en cuenta que el Mayor y el Mediano no han tenido ese afán persecutorio por su madre, en el fondo me gusta que el Peque me busque y se ría en cuanto le miro. A pillo no le gana nadie.
Y dicho esto, os dejo que voy a perseguir a mi pequeño Houdini. A ver si llega ya la hora de salir del cole para que lleguen los guardianes del Peque y yo pueda, al menos, fregar las tazas del desayuno o barrer el suelo para que luego puedan corretear a gusto mis tres mosqueteros.
… de escribir una carta a un personaje Disney
Me encanta Pinterest. Es como un gran bazar donde encontrar de todo. Absolutamente de todo. Ya sabéis (y si no es que no me leéis lo suficiente, jeje…) que soy lo que podríamos llamar pinterest-adicta. Y lo digo sin taparme los ojos 😉
Bueno, pues fue allí donde encontré esta genialidad. Resulta que ponía que, si le mandabas una carta a un personaje de Disney, éste te respondía con una fotografía firmada por él mismo. ¡Un autógrafo! ¿En serio? ¿Será verdad? Seguro que acabáis de pensarlo. Yo también lo pensé. Y, puesta a pensar, pensé que merecía la pena probar. Mira que si un día abro el buzón y me encuentro la carta de Mickey Mouse… Tenía que ponerlo en práctica.
Escribimos la carta los Mayores y yo. En inglés y con la supervisión del Tripadre, quien domina perfectamente este idioma extranjero. Algo cortito y muy básico. Lo metimos en un sobre y escribimos la dirección. Una mañana me fui a correos y mandé las tres cartas (una por cada uno de mis hijos). Crucé los dedos. En Internet ponía que la respuesta llegaba en unas cuatro o seis semanas, pero claro, eso es para cartas mandadas desde los mismos Estados Unidos. Así que no tenía muy claro cuánto tardaría mi carta en cruzar el charco, ser contestada y cruzarlo de vuelta hasta nuestra casa.
He de reconocer que, tras cumplirse el primer mes desde que las envié, miraba ilusionada el buzón cada día. Vamos, que yo parecía más niña que mis Trastos. Pero al ver que los días pasaban y después las semanas también, fui perdiendo la esperanza. A lo mejor la dirección no estaba bien. Quizás fuera que no era verdad lo que había visto en Pinterest. Quizás es que no mandaban cartas fuera del país.
Llegó Navidad y no negaré que pensé que era la época precisa para recibir una carta así. Pero los Reyes Magos regresaron a Oriente y aquí las cartas brillaban por su ausencia. Así que, definitivamente, me hice a la idea de que las cartas no llegarían jamás.
Y, como suele pasar en estos casos, fue cuando ya pensaba que no habría carta cuando una tarde de la semana pasada abrí el buzón y ahí estaban. Me costó reconocerlas porque pensaba que eran publicidad y casi las tiro. Menos mal que eran tres porque fue eso lo que me hizo pararme a mirarlas más detenidamente.
Y ahí estaban, tres postales. Cada una con el nombre de cada uno de mis hijos. La verdad es que sólo ponía una frase y que todas eran iguales, de Mickey, a pesar de que sólo la del Peque estaba dirigida al ratón (el Mayor optó por Rayo y el Mediano por Mate, doy por sentado que habéis visto Cars). Pero les hizo muchísima ilusión a todos (el Peque aún no sabía lo que era, pero teniendo a Mickey ya le encanta lo que sea). No sé si fue porque se liaron o porque ya sólo las envían así. No tengo ni idea. Pero los niños las reciben encantados.
CONTRAS:
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Desde luego, el tiempo que tardan en llegar. Yo envié las nuestras el 10 de octubre y recibimos la respuesta el 10 de enero. Justo 3 meses.
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El que envíes la carta a un personaje y te responda Mickey y compañía, no al que le has dirigido la misiva.
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Enviar la carta a EE.UU. (por correo normal y sin florituras) cuesta casi 1 €.
PROS:
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L
a emoción al recibir la carta-respuesta. Se ilusionaron mis hijos y me ilusioné hasta yo.
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Aunque la carta es una postal, viene escrita a mano por detrás. Sólo un par de líneas y en inglés, eso sí.
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Sirve para practicar la escritura de cartas (fecha, encabezado, lugar del destinatario y remitente en el sobre, etc.).
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Al estar escrita en inglés, es una manera de que los niños vean que efectivamente aprender este idioma sirve para algo más que para aprobar la asignatura del cole.
Abajo os dejo la dirección a la que tenéis que mandar vuestra carta. ¿Os animaréis a probar? Y si las enviáis, ya me contaréis si os contesta Mickey (como a nosotros) u otro personaje de Disney.
Attn.: (Personaje elegido)
Walt Disney World Communications
P.O. Box 10040
Lake Buena Vista, FL 32830-0040
EE.UU.
Mirando el enlace, acabo de darme cuenta de que aparece otra dirección. Lo mismo me animo y mando otra serie de cartas a ésta otra. Si lo hago, prometo volver a contaros qué nos llega. Y si lo hacéis vosotras, por favor, volved y contadme qué os llega a casa, ¿vale? 😀
PD.: Al escribir estas líneas, he de confesaros que hace dos días mi padre (abuelo de los Trastos) tiró a la basura la postal dirigida al Peque porque la vio muy arrugada y pensó que era un papelucho sin importancia. Digo yo que al menos podría haberme preguntado, que cuando encuentra al Peque con un envoltorio de los caramelos bien que me lo da para que vea lo que le ha quitado al Peque de las manos… En fin… 🙁
… de la enuresis nocturna infantil
Esto que tiene un nombre tan raro, aunque seguro que familiar para aquellos que tenéis niños pequeños, no es más que lo que se conoce de toda la vida como “hacerse pis por la noche” o “mojar la cama”. Llevo tiempo dándole vueltas a si hablaros de ello o no. Al final me he decidido porque creo que nuestro caso concreto puede serle de utilidad y ayuda a otras familias.
El Mayor tiene ahora algo más de 6 años y medio. A eso de los 2 años empezó a controlar el pis durante el día. Fue un verano marcado por los calzoncillos, lavar a todas horas y la fregona. Y fue por iniciativa propia de mi hijo, que llegó un día y dijo que ya no quería usar el pañal. Tanto es así que aprendió a desabrochárselo él solito, por lo que no había forma de que lo llevara puesto si él no quería. He de confesar que, tras el verano, ya controlaba bien el tema y apenas tuvimos escapes.
La consecuencia siguiente fue que quiso dormir sin pañal. De nuevo, por su propia iniciativa y sin que nadie le obligara o presionara para ello. Empezamos por dejarle sin el pañal a la hora de la siesta. Le hice un calendario mensual donde íbamos poniendo pegatinas los días que se levantaba seco. Esas tres horas de siesta las controlaba perfectamente.
Así que pasamos al siguiente nivel: la noche. Sin embargo, el tema fue muy distinto. Cuando el Mayor decidió que dormía sin pañal, dormía sin pañal. Como ya digo, sabía quitárselo perfectamente. Y como siempre te dicen que hay que aprovechar la iniciativa del niño, ahí que nos embarcamos en noches sin pañales. La noche le costó más. Bastante más. Es cierto que era capaz de tirarse semanas o meses enteros sin mojar la cama, pero de repente, se le escapaba el pis una noche y podía estar fácilmente una semana entera con escapes a diario. Luego estos cesaban y volvíamos a la rutina sin pis para, de nuevo, un día, volver a los escapes. Y esto ha durado varios años.
Probamos (o mejor dicho, probé, porque siempre era yo quien se levantaba y se ocupaba de esto) varias cosas. Al principio, empezamos con el calendario con las pegatinas que tan buen resultado nos había dado con las siestas, pero no funcionó. A él se le escapaba con calendario y sin él. Después pasamos al cambio de sábanas y pijama y vuelta a su cama. Y esto incluso embarazada del tercero, con un pedazo tripón que apenas podía moverme. Y os recuerdo que mis hijos, para entonces, ya dormían en literas, los dos juntos, y el Mayor iba en la de arriba. Tampoco funcionó. Sólo conseguí despertarme fatal físicamente a la mañana siguiente.
A esto le sumamos una ducha rápida mañanera si se había hecho pis durante la noche. Pero lo único que conseguíamos era que cogiera frío y no compensaba. También probamos a llevarle al baño de noche para que vaciara su vejiga, lo que nos costaba horrores porque él iba dormido y apenas se tenía en pie. Pero esto tampoco tuvo éxito. Daba igual a qué hora le lleváramos al baño, si estaba por escapársele el pis, se le escapaba.
De ahí pasamos a cambiarle sólo el pijama y llevárnoslo a nuestra cama y después por la mañana (si era fin de semana) cambiar las sábanas con él delante para que se diera cuenta de lo que suponía un escape nocturno de pis. También me lo llevaba a tender para que tomara conciencia. Pero tampoco funcionó. Vamos, él sabía lo que suponía, pero no podía hacer nada para evitarlo porque, en sus propias palabras, estaba dormido y no se daba cuenta del escape hasta que se notaba mojado.
He de reconocer, aunque no me jacto de ello, que ante nuestra (mi) desesperación por este tema, alguna vez le regañé. Por experiencia, os digo que no lo hagáis. La consecuencia primera de todo esto fue que mi hijo se quedaba mojado en la cama y no me llamaba para cambiarle. Lo que implicaba que cogía frío durante la noche.
También probamos a no darle importancia al asunto, al menos delante de él. Y, ya para terminar, lo último fue darle premios si conseguía no hacerse pis de noche durante una semana, después dos, después un mes entero, después dos meses, después tres.
Y un día, así porque sí, nos dimos cuenta de que ya no se hacía pis por la noche. Ni un escape. Ni aunque bebiera más o menos agua antes de acostarse. Aunque no le lleváramos al baño en mitad de la noche. Aunque no le diéramos un premio. Simplemente, su cuerpo maduró. Entonces tenía unos 5 años y medio.
Ahora estamos con el Mediano. Él controla perfectamente el pis durante el día. Empezaba el colegio y no le quedó más remedio. Sobre mi opinión al respecto, ya os la conté en esta otra entrada, así que no me repito. La diferencia entre mis dos hijos es que el Mediano no ha pedido que le quitemos el pañal por la noche. Bueno, sí lo ha hecho, pero le hemos dicho que lo haremos cuando esté una semana sin hacerse pis por la noche. Y se ha conformado. Tiene 4 años y medio e intenta no tener escapes. Se pone muy contento cuando se despierta y tiene seco el pañal, pero no es un trauma ni un fracaso cuando lo saca mojado. Y creo que así tiene que ser. Me da igual que siga usando pañal de noche con la edad que tiene. Después de la experiencia con el Mayor, creo que es lo mejor, me parece que es menos traumático para el niño que despertarse mojado por la noche. Aunque, también es cierto que el Mayor fue más cabezota y, a pesar de los escapes, no consintió en ponerse pañales para ir a dormir.
CONTRAS:
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Es desesperante. Lo es para los padres y seguro que también para el niño. Pero hay que echarle paciencia y comprensión. Debemos tener muy en cuenta que, por lo general, los niños no son conscientes de que se están haciendo pis hasta que se descubren mojados.
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Hay veces que los padres no sabemos cómo actuar. Aquí hablo por experiencia propia. Yo creo que, salvo la alarma que pita cuando el niño se hace pis y le despierta, lo hemos probado todo. Y nada funcionaba. Yo llegué a un punto en el que no sabía qué hacer. Y lo único que debía hacer era dejar pasar el tiempo. Dejar que madurara el cuerpo de mi hijo.
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Hubo quien me aconsejó volver a ponerle un pañal, aunque fuera en contra de su voluntad. Yo opté por el diálogo. Le preguntaba a mi hijo si quería volver a ponerse uno de noche, pero él siempre me decía que no. Y yo respeté su decisión. Creo que si le hubiera obligado a ello podría haberle perjudicado emocionalmente.
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Había veces, sobre todo en invierno, en que no daba a basto para poner lavadoras. Con lo que tardan en secarse. Si esos días encima llovía, mejor ni os cuento los apuros que pasaba. Lo peor de todo era cuando en invierno, con los escapes, también se mojaban las mantas.
PROS:
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Creo que no deberíamos tener prisa, ni las madres ni los niños, en dejar el pañal de noche. Creo que hay que hacerlo cuando ellos estén preparados, cuando se den cuenta de que el pañal sale seco y ya no hace falta.
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No obstante, si vuestro hijo resulta ser tan cabezota en este tema como lo fue el Mayor, sólo os queda la paciencia. No os agobiéis ni les agobiéis a ellos. Es como si a un adulto que ronca le castigamos por ello. Dicho adulto se sentirá impotente y frustrado porque es algo que hace dormido, sin conciencia de ello. Bueno, pues con los escapes nocturnos pasa algo parecido.
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Salvo en contadas ocasiones, la enuresis nocturna desaparece por sí sola. Puede que ahora estéis inmersas en esa vorágine de sábanas y lavadoras y no veáis la salida, pero creedme, la hay.
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Habrá quien piense que seguir poniéndole el pañal de noche al Mediano es un gasto de dinero. Bueno, sólo puedo decir que el detergente y el hecho de poner la lavadora también cuestan dinero. Y eso si no hay que comprar otro tendedero para las sábanas.
Sólo os puedo decir, por si le sirve de ayuda a alguien, que cada niño tiene su ritmo y que, igual que no hay que forzarles a andar, tampoco hay que forzarles a no hacerse pis por la noche. Es algo que vendrá solo con el tiempo, antes o después. De nada sirven los castigos ni las regañinas. Ellos lo hacen de forma inconsciente. Y cuando tengan 15 años seguro que ninguno mojará la cama. Así que el Mediano seguirá poniéndose el pañal de noche hasta que me deje ponérselo o, mejor aún, hasta que empiece a salir seco. Sin prisas y con mucho amor y comprensión.
Por si queréis saber más sobre el tema, os dejo este documento de la Asociación Española de Pediatría (AEPED) escrito por Luis Miguel Rodríguez Fernández (Unidad de Nefrología Pediátrica Servicio de Pediatría del Hospital de León) y Salvador Gracia Manzano (Nefrología Pediátrica del Hospital Universitario Virgen de la Arrixac, Murcia).
… de la fascinación (maternidad de la A a la Z)
¡Feliz año a todos! Espero que hayáis disfrutado de las Navidades o que, al menos, os hayan servido para desconectar y recargar pilas. Tenía pensado empezar el año contando cómo han sido este año las Navidades en casa. Algo atípicas, pero muy familiares. Sin embargo, me he dado cuenta de que esta semana hay edición del Diccionario maternal de la A a la Z, así que dejo mi entrada post navideña para otro día.
Hoy he elegido la palabra fascinación para la letra F. De todos es sabido la capacidad de asombro de los niños. Según se van haciendo mayores, van descubriendo cosas y se dejan fascinar por ellas. Y lo más curioso de todo es que contagian dicha fascinación a los adultos. Especialmente a los padres, por ser nosotros quienes más tiempo pasamos con ellos.
No deja de ser fascinante cómo hacen aquello del cucú tras, se tapan los ojos y, ya les puedes estar poniendo los calcetines que ellos están convencidísimos de que están ocultos y de que no podemos verles… hasta que llega el ¡tras! Pero ellos también se fascinan cuando consiguen ponerse de pie y dar sus primeros pasos o cuando consiguen decir “mamá” y entonces mamá acude rauda y veloz a su llamada.
¿Y qué me decís de cuando empiezan a descubrirse partes de su cuerpecillo? Ahora mismo, el Peque con sus 21 meses está súper fascinado con aquella cosita pequeña que le cuelga entre las piernas y con ese agujerillo travieso que tiene en medio de la tripita ávida de pedorretas.
También es curioso la fascinación que tienen los niños con cosas tan asombrosas como los aviones. Porque, seamos sinceras, que un cacharro hecho de metal que pesa lo suyo consiga, no sólo elevarse, sino cruzar mares y océanos o dar la vuelta al mundo no deja de ser fascinante. Sólo que los adultos ya nos hemos acostumbrado…
Y luego está lo de siempre: los pájaros, las mariposas, las flores, los caracoles… todo les fascina. Incluso descubrir que un día, muy lejano para ellos, sus padres también fueron niños como ellos o incluso bebés.
Y ya que acabamos de pasar la Navidad, a ver, ¿cuántos de vosotros no se han dejado contagiar del espíritu navideño que emanaba de los niños? Porque en casa ponemos el árbol y el belén con ilusión. Y vivimos la noche de Reyes de forma mágica.
Lo mejor de todo es que nos contagian esa fascinación y nos recuerdan a la niña que fuimos. Nos hacen ver que no hay que dar tantas cosas por sentadas, como en el caso de los aviones.
CONTRAS:
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Poder mirar el mundo de una manera ya olvidada es genial. Que puedas compartir esa experiencia con un mico de un metro de altura (centímetro arriba o abajo) es maravilloso.
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Ser espectadora de lujo en ese proceso tan maravilloso de descubrimiento no tiene precio.
CONTRAS:
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Aunque no lo parezca, esa fascinación tiene sus días contados. Cuando dejen de ser niños y empiecen a ser pre-adolescentes (como creo que los llaman ahora) me temo que su fascinación caerá en picado y, por tanto, la nuestra también.
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También me temo que muchas veces los adultos, inmersos en la vorágine del día a día, no tenemos tiempo para participar en esta fascinación tan asombrosa de los peques de la casa.
Ahora, contadme, ¿qué es lo último que tiene fascinados a vuestro peques? Y también, ¿qué cosa es la que os ha fascinado últimamente a vosotros? Aunque no me contéis en los comentarios, pensadlo. Ya veréis qué curiosas son las respuestas ;-).
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.
… de las vacunas (maternidad de la A a la Z)
Aquí en España, las vacunas no son obligatorias. Aunque yo creía que sí porque nadie, ni siquiera el personal médico, me había dicho lo contrario. Sin embargo, Mother Killer me ha pasado este enlace donde lo dice claramente. Ya no recuerdo la última vez que me vacuné yo. Creo que fue la recordatoria del tétanos, pero puede que me equivoque. El caso es que esto de la vacunación es algo lejano, recuerdos vagos de la infancia que tienes en alguna parte del cerebro. Hasta que nace tu bebé y decides vacunarle, como fue nuestro caso.
La maternidad trae un calendario de vacunas que hay que cumplir. De ahí que me haya dado por hablar de ellas dentro del Carnaval de la Maternidad de la A a la Z. Por ejemplo, en muchas guarderías no admiten niños que no estén correctamente vacunados. Lo que significa que deben tener puestas las vacunas acorde a su edad. Y dicho así, parece algo fácil de llevar a cabo. En las revisiones del primer año, te van informando de cuándo hay que volver con el niño, cuándo le toca revisión y cuándo le tocan vacunas.
Hasta que llegas a los 18 meses, creo. Que ya no tienes que volver hasta los 4 años. Y luego ya tengo un lío… no sé si hay que volver a los 11 años o a los 6 para volver a vacunar al niño. ¿Y por qué, a cuento de qué tanto lío? Pues porque los calendarios de vacunación cambian con los años. Quitan y ponen vacunas. Otras simplemente las cambian de edad.
De esta manera, el Mayor a la tierna edad de 4 años se llevó dos pinchazos en sus bracitos y la siguiente vacuna es a los 11 o 12 años. Sin embargo, el Mediano sólo ha recibido uno a los 4 años y me parece que tiene que volver a los 6 años para el segundo. Por otra parte, la vacuna de la varicela, que el Mayor y el Mediano tienen puesta, la han quitado y al Peque no se la van a poner. Cosa que no entiendo y que, dado que yo pasé dicha enfermedad con 16 años y siendo mujer, me parece que eliminar esta vacuna es un error muy peligroso (en el caso de las mujeres, sobre todo).
Así que, con tres niños y con un calendario de vacunas que va y viene y por el camino se entretiene (o se modifica), entenderéis que me cuesta mucho saber cuándo y a quién le toca la próxima vacuna. Es todo un lío. Yo llevo seis años hecha un lío. Los mismos que llevo siendo madre.
CONTRAS:
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Entiendo que se modifique el calendario. Pero para mí es mucho lío porque, con tres niños en casa, me es casi imposible memorizar las vacunas de cada uno con sus modificaciones.
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Aunque en España las vacunas son obligatorias, la administración de dichas vacunas también depende de cada Comunidad Autónoma. Para rizar más el rizo.
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La vacuna en sí. No sé si os pasa a vosotras, pero ir con el niño a que le pongan la vacuna para mí es horrible. Verle llorar, sobre todo si es un bebé, buscar que le cojas y no poder hacer nada más que sujetarle para que no se rompa la aguja o puedan ponerle bien la vacuna. Y lo peor de todo, esa mirada de “mamá, ¿por qué dejas que me hagan esto?” que me atormenta el resto de la semana. Y luego a cruzar los dedos para que no le dé fiebre.
PROS:
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A pesar de los cambios, siempre puedes preguntar a la enfermera cuándo hay que ponerle al niño la próxima vacuna. Además, hay sitios como la Asociación Española de Pediatría que publican el calendario oficial de vacunas.
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Creo que las vacunas son útiles, evitan males mayores.
¿Vosotras os hacéis tanto lío como yo con las vacunas? ¿Tenéis claro cuándo tenéis que llevar a vuestros hijos a que les pongan la siguiente? ¿Dónde consultáis cuándo es la próxima vacuna?
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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… del brownie de chocolate
Sé que es domingo y que nunca (creo) he publicado una entrada el último día de la semana. Pero he preguntado por Twitter si alguien se animaría a hacer este brownie de chocolate y Mami a tope me ha dicho que ella sí, es más, si tenía los ingredientes, lo hacía esta misma tarde. Así que va por ti, cielo ;-).
… del juguete de las bolas
Hoy es viernes y “me toca” hablar de juguetes. Hasta ahora he hablado de algunos que nos han gustado mucho en casa, pero no todo es así. Hoy os presento a mi examigo el juguete de las bolas voladoras, traído a casa por los Reyes Magos la primera Navidad del Mayor por expresa petición de los padres de la criatura.
El juguete, visto en la tienda, parecía de lo más divertido. Un motor impulsa las bolas hacia arriba, vuelan en el aire para luego caer en la bandeja amarilla y, después, introducirse por el agujero volviendo al juguete en cuestión y repitiendo el ciclo entero. Tan curioso nos pareció, especialmente que las bolas cayeran de nuevo en el artilugio, que se lo pedimos a sus Majestades de Oriente en nombre de nuestro bebé de 7 meses.
Llegó la mañana de Reyes y, aunque el Mayor aún no se había enterado de lo que era aquello, el Tripadre puso manos a la obra y lo montó y le puso las pilas necesarias para que aquel cacharro funcionase. Y funcionó, vaya si lo hizo. Y las bolas, lejos de caer en vertical en la bandeja pensada expresamente para recogerlas, llenaron el suelo. Venían unas cuatro o cinco, pero aquello parecía una de esas máquinas que dispara pelotas de tenis.
Eso sí, nuestro bebé estaba encantado con su juguete nuevo. No sé qué le gustó más, si el ruido del motor (las bolas salen hacia arriba por un chorro de aire), las bolas subiendo y bajando, verlas caer al suelo o contemplar cómo sus padres buscaban y recogían las bolas que rodaban por el suelo (a turnos, eso sí).
CONTRAS:
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Es un juguete algo grande, pero se guarda fácilmente porque la bandeja recoge-pelotas es desmontable.
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El motor hace ruido. Yo a los cinco minutos acabo con él metido en los oídos para un buen rato.
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Como he dicho, las bolas tienden a no caer en la bandeja la gran mayoría de veces. Lo que implica, como ya he dicho, tirarse al suelo a buscarlas.
PROS:
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A pesar de los contras, es un juguete que a los niños les encanta. Para hacer honor a la verdad, es entretenido ver subir y bajar las bolas. Además, tanto dichas bolas como el juguete tienen colores bastante llamativos.
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El tubo por donde entran y salen disparadas las bolas es transparente, lo que le permite al niño ver lo que ocurre dentro del cacharro.
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Es mejor que sea el propio niño quien se encargue de recoger y meter las bolas dentro del juguete.
Como veis, yo no le tengo mucho aprecio a este juguete en concreto, pero mis hijos sí. Pero creo que os he dado una visión bastante completa de lo que debéis esperar de él si decidís pedírselo a los Reyes o regalarlo en un cumpleaños.
El de la foto es de la marca Playskool y supongo que, por cuando se lo regalaron al Mayor, debe estar catalogado para niños a partir de 6 meses. Siento no poneros la ficha técnica del juguete, pero no la he encontrado. No sé si es que ya está retirado o ha sido sustituido por otros afines. En cualquier caso, que lo dicho aquí podría aplicarse a cualquier otro juguete lanza bolas.