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05May/14

… del Punching bag junior (saco de boxeo para niños)

Punching bag junior

Hacía mucho tiempo que no venía a hablaros de un juguete. Aunque éste de hoy no sé si se podría considerar estrictamente como tal… Se trata de un saco de boxeo (punching bag) para niños (junior), de venta en Decathlon (marca Domyos). A los Trastos se lo trajeron los Reyes Magos y, desde entonces, han estado jugando con él.

No se cuelga del techo ni nada parecido. Es de plástico y tiene dos partes, la base, que se rellena de agua e impide que se tumbe en el suelo (en este sentido es como un tentempié o tentetieso), y la parte que recibe los golpes, que se infla. Por lo tanto, es ligero y hasta los niños lo pueden llevar de un sitio a otro de la casa, aunque sea arrastrando la base.

Puede jugar un niño solo o varios. La diversión consiste en darle golpes siempre con alguna parte del cuerpo (con la mano, con el pie, con la cabeza…), el saco de boxeo siempre volverá a levantarse dispuesto a recibir un nuevo golpe. Y eso a los niños les chifla.

Pero no siempre se trata de darle golpes. El Peque se ha tirado sus buenos ratos intentando tumbarlo, es decir, que el punching bag se quedara tumbadito en el suelo, pero como esto es imposible y siempre volvía a levantarse, pues ahí que estaba él para intentar que se quedara “dormidito” en el suelo. Hasta se tumbaba él encima del juguete y ahí se quedaba unos minutos. También le encanta tumbarlo en el suelo y pasar por encima, arrastrándose como un gusano, adelante y hacia atrás. Ver la escena es muy divertido y supongo que hacerlo también, pues él se parte de risa cada vez que lo hace.

CONTRAS:

  1. Hay que inflarlo. Nosotros pasamos nuestros apurillos. Desde aquí, gracias a mis tíos.

  2. Al ser de plástico, hay que tener cuidado de que no pinche. Aunque también os digo que el plástico es resistente porque desde Navidades el punching bag ha sido arrastrado por el suelo muchas veces y ahí sigue, como el primer día.

  3. Para jugar con este juguete, se necesita un espacio alrededor. Tended en cuenta que el punching bag siempre va hacia abajo, así que es mejor que no haya sillas, muebles o juguetes en su camino hacia el suelo.

  4. No os mentiré, en el fragor de tanto golpe, si hay dos o más niños jugando, puede uno le dé tan fuerte al punching bag que éste le dé al otro niño. Dependiendo de la fuerza del primer niño puede hacerle daño al segundo. Si esto pasa, no suele hacer mucho daño (al fin y al cabo es más o menos como una pelota de playa pero en grande), pero cada niño (igual que cada adulto) tiene un distinto umbral de dolor.

PROS:

  1. Los niños hacen mucho ejercicio con el punching bag. Yo misma he probado a jugar alguna vez y he acabado muerta matá. Parece una tontería, un juego de niños, pero ¡leches!, no veáis si cansa…

  2. No sé para qué franja de edad está recomendado este juguete, pero ya os digo que con él juegan desde el Peque (que por Navidades tenía 18 meses) hasta el Mayor (que cumplirá 7 años el mes que viene).

  3. Pueden jugar desde un solo niño hasta muchos más… no hay límite de jugadores 😉

  4. Es un juguete limpio, es decir, ni ensucia ni tiene piezas pequeñas.

  5. Ocupa poco espacio. Al fin y al cabo, una vez inflado, se mantiene en vertical, por lo que se deja ya montado, no hay que estar montándolo y volviéndolo a guardar cada vez que se quiera jugar.

  6. Se puede usar tanto dentro de casa (guardando ese espacio de seguridad que os comenté antes) como en el exterior.

  7. Su precio, en Decathlon no llega a 15 €.

Habrá quien piense que es un juguete violento, por aquello de los golpes. Pero yo creo que desfoga y cansa a los niños y, aunque reciba golpes, lo importante es que estos van para el juguete, no para otros niños. Además, es muy divertido intentar tumbarlo, ya sea de un solo golpe o haciendo el gusano por encima 😉 . A mí desde luego me ha encantado, teniendo niños tan activos (o tan poco tranquilos), cualquier cosa que les canse me chifla 😀 .

¡Ah! Y os recuerdo que mañana a mediodía (hora peninsular española) se acaba el plazo para participar en el sorteo de una lámina de La tienda de dibus (a elegir entre tres). ¿Cuál elegirías si resultases ganadora? Ufff… qué dificil 😉

02May/14

… de beber alcohol de 70º

Alcohol etílico de 96 grados

Cuando el Peque apenas tenía una semana de vida, recuerdo estar postrada en el sofá por aquello de la cesárea. Dormir en la cama era todo un suplicio. Por más cojines que me pusiera o por más vueltas que le daba al cojín de lactancia, no había manera de encontrar una posición en la que no me doliera la cesárea o me tiraran los puntos. La solución fue irme a dormir al sofá.

Acabábamos de estrenarnos como familia de cinco y todo era un poco caos. Yo estaba todo el día en el sofá con el Peque colgado en mi teta. Pero lo peor era no poder moverme y ayudar en el día a día con mis otros hijos. Papá³ se encargaba de bañar al Peque. Se iba a la habitación de los Mayores donde estaba el cambiador (entonces vivíamos en el minipiso). Le secaba bien, le curaba el cordón con el alcohol de 70º (tal como nos dijeron en el hospital), le vestía y me lo daba para que le enganchara al pecho. Y se encargaba de todo lo demás con los Mayores.

Por aquel entonces el Mayor tenía la fea costumbre de meterse cosas en la boca. Una reminiscencia de la fase de bebé que le estaba durando más de lo normal. El caso es que una noche durante la cena, el Mayor nos dijo que le dolía un poco la tripa. Indagando un poco nos confesó que se había ido a la habitación, se había subido en el cambiador y había llegado así a la balda que estaba arriba en la pared. ¿Y qué había cogido? Pues la botella de alcohol de 90º para curar el cordón de su hermano. Ni corto ni perezoso, le había dado un trago.

Apenas terminó de contarnos eso, vomitó. Salió lo que suponemos que era el alcohol y las pocas salchichas que había cenado. Como os imaginaréis, Papá³ y yo andábamos desquiciados. El Mayor no parecía tener ningún síntoma y decía que la tripa había dejado de molestarle. ¡Normal! Lo había echado todo… o eso quisimos creer. Papá³ acostó al Mediano, vistió al Mayor y se fue derecho al hospital con él. Y yo me quedé plantada en el sofá con el Peque y mis puntos.

De noche, con falta de sueño y sin poder levantarme del sofá, todo se ve muy distinto y la cabeza no para de darle vueltas a las cosas. Recordé que el Mayor había venido el día anterior con unos moratones muy feos en las piernas y con otro en el brazo. Al parecer, jugando al fútbol en el cole le habían dado un empujón y se había caído al suelo. A esto hay que sumarle las patadas dirigidas al balón que suelen acabar en las piernas de los jugadores. ¿Y si en el hospital pensaban que era un niño maltratado?

Seguro que pensaréis que los moratones en los niños son normales, sobre todo en las piernas, y que en principio era todo una paja mental mía. Sí, visto ahora no os falta razón. Pero aquella noche yo estaba recién parida, con las hormonas haciendo de las suyas, con el Mediano acostado y yo esperando que no se despertara en toda la noche, con el Peque en brazos todo el rato y yo incapaz de levantarme sola del sofá. Pasé toda la noche con aquella idea rondándome por la cabeza.

El Mayor pasó toda la noche en observación, le hicieron pruebas y llegaron a la conclusión de que había expulsado todo el alcohol al vomitar. Papá pasó toda la noche con él. Y él, lejos de asustarse, llegó a casa a la mañana siguiente diciéndome que se lo había pasado genial en el hospital y que si podía ir otra noche. Casi me da un soponcio y, si no hubiera seguido sentada en el sofá, me hubiera caído de culo con su ocurrencia.

CONTRAS:

  1. El miedo que pasé aquella noche por todo. Miedo a que se despertara el Mediano, miedo a que el Peque pasara una mala noche, miedo a que al Mayor le pasara algo malo por habérselo bebido… miedo por todo.

  2. Jamás pensamos que ninguno de los Trastos pudiera ser capaz de llegar a la balda donde colocábamos el alcohol de 70º. Está claro que, cuando se trata de niños, no hay que fiarse y contemplar todas las posibilidades que podamos, por remotas que nos parezcan…

  3. Ver que, lejos de asustarse, el Mayor se lo había pasado pipa y quería repetir experiencia. ¿Sería capaz de beberse o tragarse cualquier otra cosa sólo por pasar otra noche en el hospital?

PROS:

  1. Mis peores temores no se hicieron realidad. El Mayor no ha vuelto a meterse nada en la boca que no debiera. Parece ser que aprendió la lección.

  2. Esta lección también le ha servido al Mediano, a quien se la hemos contado y ha aprendido de su hermano lo que no hay que hacer.

  3. Ésta ha sido la única ocasión en que cualquiera de mis hijos se ha tragado algo peligroso en la boca. Afortunadamente, y aunque yo los llame cariñosamente “Trastos”, nunca les ha dado por probar la lejía, pastillas o cualquier otra cosa similar (aunque todo esto esté guardado concienzudamente). Cruzo los dedos para que sigamos así.

El cordón del Peque se cayó a los dos días. Así que guardamos el alcohol en un sitio bien alto y bien escondido donde no había nada que los Trastos pudieran usar para llegar (ni sillas, ni taburetes ni muebles).

Para terminar, os recuerdo que estamos sorteando una lámina de La tienda de dibus. Quien gane podrá personalizarla. Aquí tenéis todos los detalles. Corre a apuntarte si te gusta porque el plazo acaba el próximo martes día 6 ;-).

 

23Abr/14

… de cortar el pelo a mis chicos yo misma

Sin título

Ya pasaron las vacaciones y, no sé a vosotras, pero a mí se me han hecho muy cortas. Siempre pienso en cosas que hacer en familia y con los niños esos días y, al final, por unas cosas u otras, nunca me da tiempo a hacerlas todas. Pero este año, que no me propuse hacer nada en concreto, nos ha dado tiempo a hacer bastantes cosas.

Una de ellas fue que me lié la manta a la cabeza y decidí cortarles el pelo a todo varón que viviera en casa. Vamos, a mis tres Trastos y a Papá³. La culpa de este arrebato la tiene Kenau Rives, o más bien su papel de Neo en Matrix (primera película de la trilogía). Si la habéis visto, recordaréis que en un determinado momento, se sienta en el sillón, le enchufan unos programitas y, muy digno él, dice: “Ya sé kung fu”. Y se queda tan pancho. Pues yo igual, tras estar días debatiéndome entre llevarles a la peluquería o cortarles el pelo yo misma y tras imaginarme la escena peluqueril con dos correteando por la peluquería (y yo detrás) al tiempo que intentaba que el tercero en discordia aguantara quieto mientras le cortaban el pelo; decidí que eso de cortar el pelo no podía ser tan difícil tratándose de niños (si fueran niñas, seguro que no me hubiera atrevido).

Yo, a diferencia de Neo, me pasé por YouTube y miré un par de vídeos sobre cortar el pelo a los niños paso a paso. Cuando terminé de verlos, al igual que Neo, me dije: “Ya sé cortar el pelo”. Bueno, vale que saber, lo que se dice saber como tu peluquera de toda la vida, no sabía; pero pensé que merecía la pena intentarlo. Después de todo, a las chicas de los vídeos se les veía una soltura…

Viernes por la tarde, allá que me voy y me lío la manta a la cabeza. En ese momento, no me importó lo más mínimo que al día siguiente, sábado, fuera a venir toda la familia a celebrar por adelantado el cumpleaños del Peque (dos añazos ya que cumple el señor esta semana). Tan motivada andaba con mi nuevo papel de peluquera en ciernes.

Cogí la máquina de cortar el pelo que uso para Papá³ (siempre se lo he cortado yo con la maquina) y agarré las tijeras que venían en el estuche. Llamé a la cocina-centro-de-operaciones al Mediano. Me convencí a mí misma de que sería el idóneo para empezar en el manejo del corta-que-te-corta porque aquellos rizos que me llevaba el mico bien podrían disimular un trasquilón.

El primer inconveniente lo encontré en esos mismos rizos. Todo eran tirones. Pero mi Mediano es mucho Mediano y aguantó casi casi hasta el final. Resultado final: un corte de pelo y un incipiente dolor de espalda. A continuación, llamé a la silla de tortura al Mayor. El problema de éste es que tiene un remolino impresionante en la coronilla a la derecha. Lo que hace que parezca que va siempre con peineta de recién levantado si se le corta de más el pelo por esa zona. Para asegurarme de que no se me iba la tijera, cogí de referencia la medida justa para que no se notara la susodicha peineta. A partir de ahí, recorté el pelo según esa medida. Aunque reconozco que le corté más en el flequillo y en la parte de atrás de la cabeza. Resultado final: otro corte de pelo aparente y un dolor de espalda más intenso.

El turno de Papá³ fue el siguiente. Éste me resultó más fácil porque llevo años cortándole el pelo y porque siempre es con máquina. En un pispás estaba con la cabeza algo más ligera. A punto estuve yo de guardar en ese momento las tijeras y la máquina. Pero entonces vi al Peque. Con sus greñas que pedían a gritos un corte de pelo. Tenía dos opciones: o bien se lo encomendaba a Papá³ al día siguiente por la mañana para que lo llevara él a la peluquería (con el riesgo de que me lo trajera peloncete, pues a Papá³ le gusta el pelo muy cortito y a mí me gusta algo más larguito) o bien, ya que estaba con la máquina cortapelo en la mano, me arriesgaba y terminaba la faena con los chicos de mi casa.

Como imaginaréis, opté por lo segundo. Allí estaba Papá³, lleno de los pelos que yo misma le acababa de cortar, con el Peque sentado en sus rodillas y abrazándole para que no se moviera. El Peque, que pareció quedarse quieto el tiempo suficiente para que yo le pasara un par de veces la máquina y llegara a un punto de no-retorno (donde ya sólo quedaba tirar pa’lante), alcanzado el cual, todo fue giros de cabeza inesperados y lloriqueos para irse al suelo.

Acabé la faena, no os vayáis a pensar, que no me gusta dejar las cosas a medias. Algún mechón más largo que otro le quedó al pobrecillo, pero en conjunto daba el pego. Mandé a Papá³ derechito a la ducha junto con los mayores. Barrí la cocina. Una vez. Dos veces. Y hasta tres veces. Llegada a ese punto, yo ya no veía nada más que pelos en todas partes. Agarré al Peque y me fui con él a la bañera. A bañarle a él, aunque más me hubiera valido bañarme yo también porque yo también tenía pelos hasta en el moño.

Cuando llegué a la habitación, los mayores aún andaban quitándose la ropa y Papá³ preparando la ducha. ¿Y dónde creéis que se habían puesto a quitarse la ropa llena de pelos? Pues en la cama de matrimonio, entre salto y salto. No contentos con eso, cuando acabaron, se metieron bajo las sábanas a hacerse los dormidos. ¿Os he dicho ya que había puesto sábanas limpias esa misma mañana? He de reconocer que me cabreé bastante. Pero bañé al Peque y Papá³ se duchó con los mayores. Cuando ya estaban preparados para cenar, por fin, fue mi turno y me pude duchar yo. Nada más salir de la ducha, quité las sábanas limpias pero llenas de pelos y puse, por segunda vez en un día, sábanas limpias en mi cama. Ya no podía más con mi dolor de espalda.

CONTRAS:

  1. El dolor de espalda. Para la próxima tengo que sentarles en una silla más alta.

  2. Jamás de los jamases volveré a poner sábanas limpias ni en mi cama ni en ninguna otra de la casa el mismo día que me decida a cortarles el pelo de nuevo.

  3. Es mala idea bañar al Peque si no me he duchado yo antes. Mientras le daba la crema por todo el cuerpo seguía viendo pelos. A punto estuve de bañarle otra vez.

  4. No es tan sencillo cortar el pelo a un niño como se ve en los vídeos. Esas mujeres tienen más soltura y esos niños están más quietos y se quejan menos que los míos.

PROS:

  1. Al día siguiente, en la fiesta de cumpleaños, nadie se dio cuenta de que había sido yo quien les había cortado el pelo hasta que el Mayor lo confesó.

  2. Creo que seguiré practicando el corte con tijera con los Mayores. Lo que no sé es si continuaré cortándoselo al Peque, que aún se mueve mucho hasta para hacerlo con la máquina.

Aquella noche ya sólo veía pelos por todas partes. Antes de acostarme, me picaba todo el cuerpo y eso que ya me había duchado. Aún hoy, cuando cierro los ojos, a veces veo pelos… 😉

09Abr/14

… de la masilla para colgar folios

Masilla para colgar cosas

Nunca me ha gustado poner títulos a lo que escribo. Es, para mí, una de las cosas más difíciles. Ponerle el título a esta entrada no ha sido fácil. Sé de lo que quiero hablar hoy, pero ¿cómo lo llamo? Bueno, si el título no os aclara de qué va la entrada de hoy, espero sacaros de dudas en unos momentos.

Seguro que por casa tenéis dibujos de los niños. Probablemente tantos que no sepáis qué hacer con ellos. Y yo diría que, entre todos ellos, hay alguno que os gusta (a vosotras o a vuestro hijo) especialmente. O también es probable que tengáis por ahí un calendario rondando por la cocina (si es el menú del colegio) o en la habitación (si se trata de los días que deben llevar chándal a clase o los días que tiene alguna actividad extraescolar). ¿Dónde los tenéis puestos? ¿En la pared con chinchetas? ¿En el armario con celo? ¿En el frigorífico con imanes?

Así es como los tenía yo puestos hace unos años, hasta que un día, al ir a recoger al Mayor (entonces era el único) a la guardería me di cuenta que, en el pasillo de la entrada tenían un montón de papeles en la pared (plazos de matrículas, anuncios de cosas para bebés y cosas así) y no habían usado ni celo ni chinchetas. ¿Cómo entonces? Pregunté y me dijeron que con una masilla pensada para el papel.

Me fui a una papelería y le expliqué al buen hombre como pude lo que iba buscando: algo como plastilina para pegar folios en la pared. El papelero (¿se dice así?) no tardó ni 5 segundos en saber lo que yo iba buscando.

Como veis en la foto, es como una masa aplastada. Se coge lo que se necesite, me amasa un poquito con la mano (con los dedos más bien) y se pone en la parte de atrás del papel. Se coloca el papel en el sitio elegido y se aprieta un poco para que la masilla se adhiera bien a la pared o a la superficie elegida.

CONTRAS:

  1. Deja manchas en la pared. Aunque se supone que no la mancha, os puedo asegurar que no es así. Cuando nos mudamos de casa, al despegar algunas cosas que había puesto por la habitación de mis hijos, vi que había dejado una mancha. Como nos mudábamos, no pude intentar borrar esas marcas, así que no sé si salen bien o no.

PROS:

  1. Aunque seguramente su mayor uso sea el de pegar papel, yo también la usé para pegar cartulinas, folios plastificados (cogí algunas fotos graciosas de mis hijos, les puse un marco chulo con un programa de edición de imágenes, las imprimí y las plastifiqué; quedaron geniales), letras de madera (aparecen en la imagen) y hasta una lámina de plástico más o menos grueso y de gran tamaño (algo más que un A3) de Rayo McQueen en la habitación de los niños y aguantó sin problemas. La despegamos a los dos años por la mudanza, pero la lámina jamás se cayó.

  2. Yo la he usado para pegar cosas en la pared (pero ya os digo que aquí deja mancha), en las puertas de maderas de los armarios (sin mancha) y hasta en los azulejos de la cocina (sin mancha también).

  3. La masilla que compré hace ya unos tres años aún me dura porque se necesita muy poca cantidad para pegar un folio (que casi no pesa nada). Aún no he llegado a la mitad.

  4. No se pone dura ni se reseca. Yo la tengo tal cual la compré, metida en su funda de cartón.

  5. Al moldearla se va poniendo más blandita, lo que nos permite darle la forma que necesitemos. Por ejemplo, a la masilla que voy a poner en las esquinas le doy forma redondeada, de pelotita; pero en el lado más largo del folio me gusta poner una tirita no muy larga (hago rulos pequeños con la masilla).

  6. No recuerdo ya el precio (hace varios años que la compré), pero sí recuerdo que no era cara. Además, como ya os digo, la que yo tengo cunde mucho (no he llegado a usar ni la mitad).

  7. También se puede reutilizar porque se despega sin problemas del papel. Cada nuevo curso, utilizo la masilla del calendario del año anterior para pegar el del año que empieza.

Quizás muchas ya la conocíais, pero recuerdo que para mí fue todo un descubrimiento en su momento y por eso quería compartirlo aquí.

Para terminar, quisiera deciros que ésta de hoy será la última entrada hasta después de las vacaciones escolares de Semana Santa. Voy a tener a los tres Trastos todo el día conmigo y tengo también que preparar el cumple del Peque (2 añazos ya) que será muy pronto. Por lo que no voy a tener tiempo de sentarme tranquilamente a escribir durante estos días. Retomaré el blog cuando ellos retomen las clases. Mientras tantos, os recuerdo que la semana pasada publiqué 10 entradas para terminar a tiempo mi Diccionario de la Maternidad de la A a la Z, con lo que material de lectura os dejo bastante 😉 . Y si no queréis perderos ninguna de mis entradas, sólo tenéis que suscribiros al blog (columna de la derecha 😀 ). ¡Nos vemos a la vuelta!

04Abr/14

… de los ruidos (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

El otro día hablé de los silencios, tan ambiguos, en esto de la maternidad. Hoy creo que me toca hablar de su opuesto: los ruidos. Puede parecer que el tema es el mismo desde dos lados de vista contrarios. Pero dejadme que os lo explique.

¿Recordáis vuestros primeros días con vuestro bebé recién nacido? ¿Recordáis esos ruiditos que os parecían tan monos? Cuando bostezaba, cuando se estiraba, cuando comía… Pues a ver, que alguien me explique cómo esos ruiditos tan adorables, con el paso de los años (y mira que han pasado pocos), han ido metarmofoseándose en eructos, pedos, gruñidos y demás sonidos asquerosos.

Esta misma tarde, después del cole camino a casa, un trayecto que yo sola recorro en 5 minutos y que con mis Trastos tardo unos 20 (pero eso es tema a parte), el Mayor ha soltado tres eructos. Se dice pronto. Y puestos a decir, tras mi “¡pero hijo!”, al menos se ha dignado a soltar un “lo sieeeennnto”. El Mediano, fiel imitador de su predecesor, ha tenido a bien tirarse otro eructo. Consecuencia inmediata: el Peque riéndose a carcajadas, lo que ayudaba a que la guasa de los otros dos continuase. Y como el Peque no sabe aún cómo tirarse un eructo a propósito (tiempo al tiempo, que buenos maestros tiene), ha pasado el resto del camino haciendo pedorretas.

Otro ruido habitual en mi casa son los gruñidos. La culpa la tienen los dinosaurios. ¿Os acordáis cuando hablé de Dinópolis? Bueno, pues aún les dura. Mi casa se ha llenado desde entonces de dinosaurios (muñecos, pistas de coche, dibujos y demás). ¿Y qué hacen los dinosaurios? Pues básicamente gruñen. Así que mis hijos se pasan una parte considerable del tiempo gruñendo cuales reptiles prehistóricos. Incluso el Peque, cuando ve un dinosaurio, tras decir “dino” (os lo traduzco un poco, que he mejorado en esto de la koiné) suelta un gruñido.

Lo de los pedos es también sonido recurrente. Yo soy incapaz de tirarme un pedo sólo porque sí. Si no hay gas, no hay expulsión del mismo. Sin embargo, el Mayor empieza a tener cierta habilidad para tirarse pedos cuando a él le da la real gana.

Todo esto me hace pensar… ¿a las niñas también les da por estas cosas o es sólo “cosas de niños”? ¿El caca, culo, pedo, pis es inherente a la infancia o está reñido con el sexo femenino? Porque las (pocas) niñas que he conocido siendo adulta han sido siempre más recatadas en este aspecto… ¿casualidad o generalidad?

CONTRAS:

  1. Es curioso que me haya pasado más o menos un año con cada uno de mis hijos preocupándome de que echaran bien los gases, por aquello de los cólicos del lactante y demás; y, sin embargo, ahora esté aquí quejándome de los eructos que se tiran. A veces me cuesta creer que esos sonidos salgan de esos cuerpecillos. Creedme, que no exagero (aunque lo pueda parecer).

  2. También recuerdo con dulzura aquellos primeros pedetes que se tiraban cuando eran bebés. Inocentes e inodoros. No como ahora, que tienen cuerpo de niños pero aquello huele a hombre.

  3. De los ruidos que oigo con las piernas temblando cuando están solos y sé, aunque no les vea, que la están liando en la habitación de al lado, no he dicho nada para no extenderme en esta entrada. Pero también son para darles un post entero.

PROS:

  1. Si estoy hablando de ruiditos que hacen mis hijos, es justo que también diga que me encanta cuando, al entrar en su habitación estando ellos ya acostados para asegurarme de que están arropados o cuando duermen a mi lado, les oigo suspirar en sus sueños. Algún que otro ronquidito se les escapa (por favor, que no acaben como su padre), pero básicamente son suspiros.

  2. También he de confesar que me encanta cuando nos acurrucamos juntos en el sofá y ponen sus cabecitas sobre mí (esto lo hace mucho el Mediano) y suelta un “mmmmmmm…”, normalmente acompañado por un “te quiero, mami”. Me tienen ganada. Y lo saben.

  3. Y hablando de ruidos que me encantan, aunque no sé si catalogarlas como ruidos, también están las risas y las carcajadas, esas contagiosas que echan por tierra cualquier intento de regañina, de ponerme seria o de intentar mantener la compostura.

 

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

04Abr/14

… de la galantería (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

El otro día, estaba yo regañándole al Mediano por haberse puesto a saltar en el sofá. Se había caído y, tras el susto inicial, volvió a la carga. “¿No has aprendido que te puedes caer y que si te caes te haces daño?” le preguntaba yo. “Sí, mami” me contestaba él. “¿Y, entonces, por qué sigues saltado?” le pregunté de nuevo, está claro que los niños tienen que tropezar varias veces en la misma piedra para aprender algo… “Es que… es que… ¡te quiero mucho, mami!” me soltó el pieza. Acompañando tan bonita frase con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando esos dientes tan sumamente blancos que tiene y haciéndome hasta una caidita de ojos. El Gato de Shrek a su lado es un simple aficionado.

Ayer le estaba cambiando el pañal al Peque. Iba yo en manga corta por casa, que eso de perseguir a mi escapista por toda la casa cansa un rato. Supongo que mientras le limpiaba el pañal, al niño le llamó la atención aquellos brazos descuidados de su madre. Quizás los vio algo endebles y quiso probar a ver si eran de gelatina o de acero para los barcos, qué sé yo. El caso es que empezó a darme con su manita. Como no me hacía daño, le dejé. Él a lo suyo y yo a lo mío. No contento con eso, pasó al siguiente nivel y me pellizcó.

Me salió del alma y le solté un enérgico “¡no! Que duele y me haces pupa”. Este otro pieza se sorprendió, pues este tono suele ir para sus hermanos. Tras la sorpresa inicial, debió pensar, no que aquello no se hacía, sino que no había que enfadar a mamá. Sea como fuere, al instante siguiente, ya con su pañal puesto y él de pie en el cambiador, se acercó a mí, me soltó un beso como pocos le he visto dar en toda su vida, lo acompañó de un abrazo (que pocas veces da) y me dijo muy bajito al oído con su lengua de trapo: “ya ta, mamá, ya ta”. Por si aquello no había colado, la guinda la puso con una sonrisa y una carcajada de esas contagiosas qué él tiene. Éste sabe latín. A zalamero tampoco le gana nadie.

Sábado por la mañana. Tengo a los tres despiertos y el Papá³ está durmiendo a sus anchas. Hago los desayunos, desayunan (unos más rápidos que otros). El Mayor se acerca a mí y me dice que ya ha llevado la taza del colacao al fregadero, le felicito por ello y entonces, en vez de irse al sofá a ver la tele, sigue de pie a mi lado y me pregunta: “¿qué tal has dormido, mamá?”. En esta ocasión, la sorprendida soy yo. Le contesto que he dormido bien. Mientras, me ayuda a recoger lo que ya hay tirado en el suelo del salón (y eso que recogí lo que pude la noche anterior antes de irme a la cama). Pienso que se está haciendo mayor, que ya es todo un hombrecito y se empieza a dar cuenta de las cosas… y entonces me pregunta: “Mamá, si no estás muy cansada, podrías, si quieres, claro, hacer churros para desayunar… ¿Quieres que yo vaya sacando los churros del congelador?”. La expresión de su cara es todo un poema: ojos abiertos, sonrisita de niño que no ha roto un plato, manos a la espalda… y para rematar, va el mico y me suelta un “porfiiiiiiiiiiiiii” seguido de un gran beso con abrazo incluido. Un truhán de mucho cuidado. Ya os lo digo yo. Vamos, que acabé sacando los churros (sí, congelados), encendiendo la freidora y haciendo una tanda para todos. Bueno, todos no, que Papá³ seguía su particular charla con Morfeo.

Así que hoy dedico esta entrada de mi Diccionario maternal a la letra G, de galantería, porque después de lo que he contado, no cabe duda de que cada uno de los tres es galante a su manera, saben usar sus armas. Y, como ya he dicho en alguna ocasión, me tienen ganada. Y lo peor es que lo saben.

CONTRAS:

  1. Cuando se ponen en plan galantes, a menos que hayan hecho algo realmente grave, me es muy difícil decirles que no o seguir con la regañina o lo que sea que esté haciendo en ese momento. Lo único que me sale es comérmelos a besos.

  2. Como he dicho, lo malo de esto no es que me tengan ganada (ya me tenían desde las primeras pataditas dentro de mi tripa de embarazada). No, lo peor es que ellos lo saben y no dudan en aprovecharse de ello para su propio beneficio. ¡Menudos son!

PROS:

  1. Aunque sé que sus intenciones van más allá de lo que pueda aparecer a simple vista (especialmente en el caso del Mayor), la verdad es que me encanta que me camelen. Los besos, los te quiero, los abrazos, las caiditas de ojos y esas sonrisillas pícaras.

  2. Me encanta verles hacer todas esas cosas. Disfruto como una niña. Son momentos divertidos en los que ellos saben que es un juego y yo juego con ellos.

 

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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03Abr/14

… de los juegos (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Supongo que no seré la única madre que juega con sus hijos. Afortunadamente. En cuanto vi que mis bebés podían interactuar conmigo (a su manera) empecé a jugar con ellos. Empecé por las palmitas y los cinco lobitos. Muy a la par iba el cucutrás. Me encantaba verles reír y soltar aquellas carcajadas tan grandes que apenas podía creer que salieran de unos cuerpos tan pequeñitos.

Como imaginaréis, según han ido creciendo ellos, los juegos se han ido haciéndose más complejos. Ahora los mayores juegan al fútbol, al parchís, a la oca y a algún otro juego de mesa. Con el Mayor se puede jugar al veo, veo y a las damas. Ya me ha pedido que le enseñe a jugar al ajedrez.

El verano pasado, con un dado grande de juguete, se me ocurrió decirles que tenían que hacer una casa según el número que saliera. Por ejemplo, si salía el 1 había que agacharse, con el 2 había que saltar a la pata coja, con el 3 tenían que quedarse quietos como estatuas… y así hasta el 6.

De nuevo, vuelvo a fijarme en los juegos que están en el mercado. Hay muchos nuevos que no conocía, pero para mi asombro, sigue habiendo otros que salieron en mi propia infancia. Ahí está la Bola loca, aunque creo que ahora le han cambiado el nombre, sigue el Twist, el Quién es quién y el Conecta 4 (donde soy la reina absoluta, aunque esté mal que yo lo diga, jejeje).

El Mayor se sorprende que yo sepa jugar a Piedra, papel o tijera, que conozca las reglas de Fuga o Látigo y sepa jugar a las palmas con la canción de En la calle 24. Y él me sorprende a mí con juegos como Pistolero o Torito bravo.

Está claro que la maternidad nos llena la vida de muchas cosas. Los juegos son una de ellas, por eso quería incluirlos en mi particular Diccionario de la maternidad de la A a la Z.

CONTRAS:

  1. A veces me cuesta recordar cómo se jugaba a algo, aunque conozca el juego.

  2. Otras veces, las reglas con las que yo jugaba de pequeña a algún juego no coinciden con las que han aprendido mis hijos.

  3. Con el Peque trasteando a todas horas por casa y con su afición a coger todo lo que tienen sus hermanos entre manos, es difícil sacar un juego de mesa y que no coja las piezas. Estoy deseando que sea algo más mayor para poder jugar con los tres al parchís, por ejemplo.

PROS:

  1. A mí siempre me ha encantado inventarme juegos. Ahora con mis hijos tengo la excusa perfecta. El reto está en encontrar uno al que puedan jugar los tres a la vez.

  2. Los juegos de mesa me chiflan. Espero que mis hijos saquen la misma afición. De momento, creo que van por ese camino. ¡Sólo hace falta sacar el Monopoli de Rayo McQueen para comprobarlo!

  3. Creo que algunos juegos, además de divertidos, enseñan muchas cosas, como esperar cada uno su turno, saber ganar, aprender a perder, etc.

  4. Inventarse un juego es ser creativo. El buen tiempo propicia los juegos al aire libre, que son los que requieren más imaginación.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

12Mar/14

… de los parecidos familiares

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La típica pregunta cuando nace tu bebé es ¿a quién se parece? Yo siempre he respondido: “eso depende de la abuela a la que se lo preguntes”. Vamos, que cada uno barre para casa. Se dice, se comenta, se rumorea… que los niños recién nacidos tienden a parecerse más a los padres por pura supervivencia de la especie: así los padres no los rechazaban. Pero todos conocemos el caso de un bebé clavadito a su madre. Y si no, ahí está la abuela para sacar el parecido razonable.

Recuerdo cuando el Mayor tenía ya unos meses que empezaron a llegar a casa (analógica y digitalmente) pruebas fotográficas de lo que mi bebé se parecía a su padre o a su madre. Que si es un calco de su padre en esta foto, que si es fotocopia de su madre en esta otra (e incluso de abuelas/os), no me digas que no tiene tu sonrisa, lo que tiene son las piernas de su padre… y así puedo escribir varias entradas. Paro que no es plan.

Lo mismo pasó con el Peque. Al parecer, que el Mediano sea más moreno de piel que sus hermanos (su padre es blanco cual leche de vaca) y que tenga la cabeza llena de rizos le valió al pobre para que hubiera consenso y todos dieran por bueno aquello de que es el que más se me parece. Con él no hubo ni hay discusiones. Basta ver lo renegrío que se pone en verano, los ojazos que tiene y esos rizos mal domados para decir que a su padre no se parece ni de coña.

Pero con el Peque, como decía, pasó lo mismo que con el Mayor. Fotos por aquí, fotos por acá. Y es curioso que siempre aparezca alguna en la que, efectivamente, se da un aire a un progenitor y al otro.

Yo pensaba que eso quedaba relegado a la época de bebé. Pero me equivocaba. Un simple peto o una camiseta vuelve a avivar las ascuas de los parecidos razonables. Respaldado siempre con prueba fotográfica.

Y no me queda más que reírme porque, aunque podamos discutir hasta el infinito si con 8 meses se parece más a su padre o a su madre a la misma edad, aunque aparezcan fotos donde tiene la misma pose o la misma sonrisa que un progenitor u otro, aunque sigamos devanándonos los sesos por ver a quien se parece más, aunque yo también entre en ese juego de vez en cuando; lo cierto es que todos, los tres, son igual de cabezotas que su padre. Y eso no me lo puede discutir nadie.

Que digo yo, que ya podían haber salido más tranquilitos. Dice mi madre que de pequeña yo me pasaba horas con mis muñecas jugando sola. Mi hermana no quería jugar conmigo porque decía que se aburría. Así que sí, he jugado muchas horas sola con un muñeco (ay, mis ponys, ¿os acordáis de ellos?) y nada más. Cualquier cosa servía para montarme “mi película”. Jugaba hasta sin muñecos ni juguetes. No os digo más. Pero mis hijos no. Ellos están cinco minutos con algo (aquí incluyo al Peque porque ya se le ve venir) y lo dejan. El que más aguanta es el Mediano, capaz de estar 20 minutos con su pista de coches, coche p’arriba coche p’abajo. Pero insisto en que nos han salido cabezotas los tres, como su padre, vamos, porque aunque yo también sea cabezota de vez en cuando, no lo soy siempre ni tanto.

CONTRAS:

  1. A veces no queda más remedio que claudicar y decir, quieras o no, que en esa foto es clavadito a su padre. Hago especial hincapié en “esa”.

  2. Dice mi suegra que con la cabezonería de mis Trastos ahora mi marido está probando su propia medicina. Pero yo no he tenido nada que ver en eso. A ver por qué tengo que pagar yo por ello, que al fin y al cabo, para bien o para mal, quien más tiempo pasa con ellos soy yo.

PROS:

  1. Da igual que mi suegra venga cargada con fotos del Tripadre de pequeño diciendo que los niños son iguales que él a esa edad. Siempre tengo a mi madre dispuesta a sacar fotos que confirmen lo mismo de mí 😉

  2. En realidad, es un pasatiempo divertido. Obviamente, da igual a quien se parezcan, la paternidad y la maternidad de los niños está más que demostrada, ¡especialmente en mi caso! 😀

  3. Si es verdad que mi marido está probando su propia medicina, sólo espero que mis nietas (porque estoy convencida de que habrá nietas) sean como sus padres. Y lo siento por mis nueras, ajo y agua, como he hecho yo, juasjuasjuas…

No voy a enseñaros fotos de mis Trastos para que me digáis a quién creéis que se parecen, si a mi menda o a mi costillo, pero creedme, como todo, dependerá de la foto que cada abuela se saque de la manga. Y, por cierto, la de la foto de esta entrada soy yo, de pequeña y en mis mejores tiempos (no iba a ser el Tripadre con esas coletas…). Y el Peque es clavadito a mí 😉 . Dice mi madre que era muy mona… ¿Era? O_o

07Mar/14

… de hacer manualidades con masa de sal

Huellas de manos con masa de sal

Hacía tiempo que no publicaba alguna manualidad para hacer con los niños. Llevo mucho tiempo queriendo hacer ésta de hoy. La idea me la dio el Mayor, quien fue el año pasado a una excursión a la granja y vino con unos imanes para la nevera hechos por él mismo con masa de sal. Pues hace casi un año que tenía en mente hacer algo parecido con esa masa. Pasó el tiempo y pensé que la Navidad sería estupenda para hacer adornos con esta masa para el árbol. Pero al final, las vacaciones se nos complicaron un poco por culpa de unos virus y no tuvimos oportunidad de hacer gran cosa.

El sábado pasado llovió. Hacía mal tiempo para salir. Me remangué las mangas y me dije que de ese día no pasaba. Me llevé al Mayor y al Mediano a la cocina y empezamos a hacer la masa. Ellos encantados de pringarse. Y yo estaba concienciada. Así que pasamos una mañana estupenda entre harina, delantales y cortapastas.

Para hacer la masa, sólo necesitáis algo que os sirva de medida (una taza, un vaso, un recipiente al fin y al cabo). Una vez que lo tengáis, la masa se hace mezclando bien:

  • una medida de harina (yo usé la blanca normal)

  • una medida de sal fina (no sal gorda)

  • media medida de agua (la del grifo, no la templamos ni nada)

La masa resultante es algo pringosa al principio, luego va cogiendo más consistencia, aunque no os mentiré, si la espachurráis mucho, sigue pringando un poco. Cuando ya tenga aspecto de masa, se estira con un rodillo. Para evitar que se pegue a la mesa o encimera podéis echar más harina o poner debajo un papel vegetal de los que se suelen poner en la bandeja del horno.

Figuritas con masa de salYa sólo os queda cortar figuras, los cortapastas de hacer galletas son geniales, pero también podéis usar vasos. Incluso podéis hacer como nosotros, que estiramos una parte de la masa y cada uno de mis trastos plantó una mano para dejar la huella. Una vez hecho todo esto, hay que esperar a que se seque, puede tardar entre uno o dos días, según el calor que haga. También podéis hornear la masa. Yo leí que 10 minutos a 100 ºC bastaba, pero no. Metí la masa en el horno hasta tres veces y aún así tuve que dejarla secar por la noche. Quizás media hora a esa temperatura hubiera bastado.

 

Al día siguiente fue día de pinceles y rotuladores. Tocaba pintar las formas. Nosotros hicimos medallas, gatos y dinosaurios para los amigos de los mayores. Para casa me aventuré a hacer lo de las huellas de las manos y también un tres en raya. Sólo las piezas con círculo y cruces. Pienso guardarlas en una bolsita y llevármelas siempre conmigo cuando salga de casa con mis Trastos, van a ir derechas al kit de supervivencia (nota mental: hablaros un día de este kit).

CONTRAS:

  1. La masa es algo pegajosa. Lo mejor es mezclarla bien y luego amasarla tocándola lo menos posible.

  2. En nuestro caso, que no dimos con el tiempo adecuado de horneado y metimos la masa varias veces en el horno, tuvimos que esperar hasta el día siguiente para asegurarnos de que la masa estaba seca para poder pintarla.

  3. Aun así, no se me ocurrió darle la vuelta a la masa ni en el horno ni por la noche, así que la parte de atrás aún estaba algo húmeda para poder escribir o pintar en ella.

  4. Fichas de 3 en raya con masa de salComo los dinosaurios, gatos, medallas, fichas del tres en raya y las huellas de las manos me salió algo fino (vamos, que estiré la masa hasta dejarla del grosor de una galleta), al secarse se ha curvado un poco. La próxima vez dejaré la masa algo más gruesa.

 

PROS:

  1. Si dais con el tiempo preciso de horneado (yo calculo que a 100 ºC entre 30-40 minutos), creo que podréis pintar lo que hayáis hecho con la masa el mismo día.

  2. Para pintarla, se pueden usar tanto rotuladores como pinturas (nosotros usamos témperas).

  3. He leído en Internet que la masa también admite colorante. De esa manera, se puede dividir la masa resultante en varios trozos y darle a cada uno un color. Después, sólo hay que combinarlos, por ejemplo y siguiendo nuestro caso, un dinosaurio verde con lunares rojos. O si tenéis cortapasas de flores, flores azules con el centro amarillo.

  4. La masa es muy manejable. Podéis usar cortapastas o darle forma con las manos. En cualquier caso, para los niños es como jugar con plastilina.

  5. Antes de poner la masa a secar, se puede dibujar sobre ella distintas formas. Para hacer nuestras medallas, recortamos círculos de la masa y después presionamos con un cortapastas en forma de estrella. El agujero para pasar la cuerda lo hicimos con un palillo.

  6. Si conseguís imanes para pegarlos detrás, podéis ponerlos en la nevera para admiración de todos 😉 .

  7. Lo de siempre, se fomenta la imaginación y creatividad de los niños a la vez que pasáis un rato divertido con ellos.

Medalla con masa de salSé que ahora llega el buen tiempo y quizás penséis que no es buen momento para esta manualidad. Bueno, pues tened en cuenta que cuanto más calor, antes se seca la masa. Nosotros haremos otra tanda de medallas en breve, que al parecer han causado sensación en el cole y especialmente el Mayor ya me está pidiendo más para más amigos.

 

03Mar/14

… de recoger lo sembrado

Flor de calabaza

Aunque bien pudiera ser que fuera a hablaros hoy en forma figurada (quien siembra vientos recoge tempestades o similar), lo cierto es que esta entrada va a ser muy literal. Hace tiempo os conté que había plantado semillas de calabaza, pero no os conté qué tal nos fue. Bueno, pues esta entrada va de eso, aunque tiene moraleja final 😉

Siguiendo las indicaciones de San Google, las semillas de calabaza las plantamos en primavera, después de Semana Santa, cuando se supone que ya han pasado definitivamente las heladas. A principios de verano, aquellas semillitas ya eran plantas de verdad, vistosas, de grandes hojas y muy verdes. En pleno verano, además tenía unas flores amarillas bastante grandes y muy vistosas. Me encantaban.

Bulbo de calabaza

Se suponía que las primeras flores no daban frutos y que su función era polinizar a las que vendrían después (si hay algún entendido en la sala, tiene la libertad de corregirme si lo considera oportuno 🙂 ). La flor se abre y después se marchita. De ahí sale una especie de capullo que en realidad es como una pelotita verde al principio y amarilla después que, al crecer, se supone, se convertirá en una calabaza. Y digo “se supone” porque ahí nos quedamos nosotros. Ese bulbo se ponía mustio y acababa por morir. Así que nos pasamos todo el verano con grandes hojas verdes y flores amarillas, pero el otoño no nos trajo las ansiadas calabazas.

TomatesSin embargo, lo que sí hemos tenido todo el verano y parte del otoño han sido tomates y pimientos. Mi padre guardó unas semillas de tomates y pimientos que habían usado para hacer de comer, vamos, de los comprados en supermercados o fruterías. Las plantó sin mucho convencimiento de que aquello saliera adelante, pero para su sorpresa, salieron unos brotes. Cuando levantaban un par de palmos del suelo, nos trajo la mitad de los de tomates y la mitad de los de pimientos.

PimientosLas trasplantamos en casa y empezaron a crecer. Y dieron frutos. Y nos comimos aquellos pimientos y tomates y estaban riquísimos. A mí me encantan los tomates sólo con un poquito de sal. Y ha resultado que al Mediano le pirran los pimientos crudos. Nos pasamos todo el verano comiendo tomates y pimientos recién cogidos. ¿Y los de mi padre? Pues muy a su pesar, las matas que se quedó él no prosperaron. ¡Y eso que todas habían salido del mismo sitio!

AjeteAdemás, me dio por comprar una tomatera de tomates cherry que me encantaba recoger y echar a las ensaladas. Aunque he de confesar que me gustaba más el sabor de los tomates de mi padre. Y, ya puestos a plantar, también planté unos ajos que se nos estaban pasando. Cabezas de ajo no hemos sacado, pero hemos recogido unos ajetes que, echados a la tortilla francesa o a un revuelto de verduras, estaban riquísimos. Ay, madre, qué hambre me está entrado, jajajaja…

CONTRAS:

  1. Hay que saber cuándo plantar cada cosa. Yo aún estoy en ello. Me hubiera encantado poder plantar brócoli, que al Mediano y a mí nos encanta, para comérnoslo ahora en invierno, pero se nos pasó el tiempo y ahora tendremos que esperar otra temporada.

  2. Lo de las calabazas fue una gran decepción, he de confesarlo. Planté las semillas de las calabazas de Halloween y me pasé todo el verano esperando que alguna cuajara y pudiéramos usar las nuestras propias este año. Y todos nos quedamos con las ganas.

  3. Aunque a nosotros no nos pasó (cruzaremos los dedos), hay que vigilar las plagas: que si hormigas, bichos en las hojas, hongos y demás. ¡Menos mal que nosotros plantamos por gusto!

PROS:

  1. Nosotros no tenemos espacio para un huerto. Pero eso no es excusa para no plantar. Hoy en día existen cajones estupendos para plantar que pueden colocarse en patios o terrazas. Plantas como las lechugas se pueden colocar perfectamente en macetas o jardineras corrientes y las de tomates cherry quedan estupendas en latas.

  2. Es fantástico enseñarles a los niños de dónde vienen algunas verduras y hortalizas. Los míos alucinaron al ver que el pimiento salía de una flor. Pero es más genial para mí ver cómo iban cada día a mirar si los pimientos estaban ya lo bastante grandes o si los tomates comenzaban ya a ponerse rojos para poder comérselos.

  3. Como veis, no hace falta comprar determinadas semillas a menos que estemos buscando una variedad concreta. Las de las verduras y hortalizas que compramos a diario nos pueden servir perfectamente.

Esto de plantar semillas es curioso y muy parecido a la vida. Hay veces que pones todas tus ilusiones en algo que no termina por prosperar y nos entristecemos. Sin embargo, algo que te llegó por casualidad y que mantienes sin mucha esperanza resulta ser lo que te sorprende y te da mejores frutos. De todo se aprende. Y que sepáis que yo, este año, pienso volver a probar suerte con las calabazas. Igual que en la vida, que no se diga que no obtuvimos calabazas por no intentarlo 😉 .

Y para terminar esta entrada, os recuerdo que hoy es el último día del súper sorteo de cumpleblog que pusimos en marcha hace un par de semanas. Tenéis hasta esta medianoche para participar si no lo habéis hecho ya 😉