Hasta aquí he llegado. No aguanto ni un madrugrón más. De lunes a viernes porque hay colegio y los sábados, domingos y fiestas de guardar porque no lo hay. Al final, me toca madrugar todos los días. Por favor, por el Día de la madre que alguien me regale una noche sin toque de queda al despertar. Pero basta de quejarme, he tomado cartas en el asunto y he puesto un reloj en la habitación de los niños.