Menudo verano llevamos. Esto de irse solo una semana de vacaciones al principio del verano, hace que el resto del tiempo hasta septiembre se haga especialmente largo. Pero es que a mí se me está haciendo el verano aún más largo porque este año a mis hijos les ha dado por discutir por todo. Y cuando digo «todo» es realmente todo.
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… de saberse el pequeño
Este verano he podido darme cuenta de una cosa que hace el Peque: se le da rematadamente bien saberse el pequeño de la casa. Sí, ya sé que lo es, pero ahora él también lo sabe (parece obvio, pero ojo al resto de lo que te voy a contar) y lo explota cuando más le conviene. En casa Papá³ y yo no podemos sino reírnos cuando lo hace.
… de las peleas de hermanos
Llevamos una época en casa en la que las peleas de hermanos están a la orden del día. Yo ando desesperada. No hay día en el que uno no se queje de su hermano o el otro no me venga llorando porque ha recibido un golpe, aunque sea sin querer.
… de los hermanos que se imitan
Vivo en un continuo dejá vù. Tengo la sensación de haber vivido lo mismo varias ocasiones. Y es que el Peque está pasando por una fase de imitación. Imita todo lo que ve que hacen los demás. Pero, sobre todo, imita todo lo que hace y dice el Mediano. Ya pasé por esta fase de hermanos que se imitan con el Mediano y el Mayor. Y ahora vuelvo a pasarla con el Peque y el Mediano. Como te decía, parece que vivo en un bucle infinito de repetición.
… de tener un hijo preferido
Mi madre dice que los hijos son como los dedos de una mano: todos distintos, sí, pero no podrías prescindir de ninguno. Lo normal cuando eres madre es querer a todos los hijos por igual. Entonces, ¿es posible tener un hijo preferido? Muchas madres y padres dirán que no, que ellos no tienen hijos preferidos… pero yo sí lo tengo.
… de ser madre de uno ¡temporalmente!
La semana pasada he probado las mieles de ser madre de uno, aunque, eso sí, de forma temporal. Para ser sincera, poco he sido yo madre de uno, apenas dos años y medio y hace ya tanto tiempo que ni me acuerdo. Cuando el Mayor empezaba a ser algo autónomo, llegó el Mediano ¡y vuelta a empezar!
… de tener a los hijos seguidos
Últimamente se me acumula todo. Creo que lo llaman Ley de Murphy… y ella es la razón de que esta entrada salga publicada a deshora. Te pido disculpas. Hoy quería hablarte de una de las cosas que parece que llama la atención de mis hijos (a parte de que sean tres y los tres sean niños) porque, al parecer, se llevan muy poco tiempo. ¿En serio es tan raro tener a los hijos seguidos?
… de los hermanos que no se parecen
Dicen que mi hermana y yo nos parecemos un montón. Yo no me encuentro parecido con ella ni ella conmigo, pero la gente, por lo que se ve, nos ve casi iguales. Con mis Trastos la cosa cambia. Aunque el Mayor y el Peque sí que se dan cierto aire, con el Mediano casi no tienen rasgos comunes. Y, por lo visto, a la gente le gusta remarcar este detalle, que hay hermanos que no se parecen.
… del truco³ para diferenciar las tallas rápido
Venga, que hacía tiempo que no os contaba otro truco³ de madre. Hoy voy a dedicarle la entrada a la manera que tengo yo de diferenciar las tallas rápido. Que sí, que mirando la etiqueta es muy fácil, pero no es rápido. Hay camisetas que no sé si dónde la tienen y doy vueltas para encontrarla. Incluso alguna vez le he dado completamente la vuelta. Pero, ¿y si hablamos de calcetines? Esos no tienen etiqueta. Cierto que también está el tamaño, pero a veces es complicado para mí distinguir entre una talla 26 y una 28, o entre una 28 y una 33.
… de compartir habitación
Es por la mañana, una puerta se abre. Con toda seguridad, es el Peque, que ya se ha despertado. Sin atender al reloj, viene a buscarme al grito de “¡Hola, mamá”. No he despegado ni los párpados y ya estoy dando un bote en la cama. Rápido, vámonos a desayunar, no sea que se despierten los otros dos. Un rápido cambio de pañal después, ya estamos esperando el desayuno. Miro el reloj. Las 8 de la mañana.
Ahora son alrededor de las 9 y se oye otra puerta. Seguramente, es el Mediano, que se levanta. En silencio, sale de la habitación que comparte con el Mayor y viene a mi encuentro. Un “buenos días” con su beso y otro que espera su desayuno.
Sin mirar, sé que no ha cerrado la puerta de la habitación. Tiene dos motivos. El primero es que la cierra de golpe, aunque él quiera hacerlo despacito, le sale así. Y, claro, el Mayor se despierta. El segundo motivo es que al Mayor no le gusta despertarse a oscuras, le hace pensar que es de noche. La puerta abierta le indica que puede levantarse porque ya es de día. Con lo valiente que parece y, sin embargo, ha salido algo miedoso. No puedo decirle nada. Tiene a quien parecerse.
Al rato, aparece el Mayor en el salón, donde estamos todos los demás. Dice que sus hermanos le han despertado con tanto gritito y tanta risa. “Si quieres, mañana te cierro la puerta cuando se levante el Mediano”, no lo duda ni un momento y responde: “no, déjalo, prefiero la puerta abierta… pero diles que mañana tengan más cuidado para no despertarme”. Hoy eran las 11 de la mañana y, mientras tengo con él esta conversación, pienso que ojalá yo pudiera quedarme en la cama remoloneando hasta las 10.
Otras veces el cuento es al revés, los mayores se despiertan y, tras la puerta, oigo cómo se llaman el uno al otro. “Psss, psss… ¿estás despierto?” es el comienzo de una conversación que suele acabar en grititos y risas. Qué ironía. Es entonces cuando me toca abrir la puerta y levantarles a los dos ante el riesgo de que se despierte el Peque, que duerme al otro lado de la pared.
Cuando llega la hora de acostarse por la noche, el único que se va a la cama casi sin replicar es el Peque. Con esto del verano, hay noches que hasta lo pide él: “cama, a domí” me dice mientras se frota los ojillos cansados de tanto descubrir cosas. Le acuesto y cierro la puerta, no vaya a ser que los mayores le despierten cuando se vayan a acostar.
El Mediano está muertecito de sueño, pero insiste en no irse a la cama hasta que no se vaya el Mayor. Dormir juntos en una litera es lo que tiene, jamás se va uno a la cama sin el otro, por muy cansado que esté. El Mayor aún tiene ganas de fiesta. Pide ver una peli de mayores y acabamos viendo Regreso al futuro o alguna de las Crónicas de Narnia. A los 10 minutos el Mediano ha caído rendido en el sofá. Yo me pienso si acompañarle dormida en el sofá o llevarle a la cama y, de paso, acostarme yo también.
Acabada la película, los dos se van a la cama. Se acuestan y a dormir. Algunas veces, la conversación mañanera se traslada a este momento. Sobre todo cuando Papá³ está de viaje. Saben que estoy en minoría. Aparece la risa nerviosa. Calmados los ánimos, todos duermen. Paz.
Son las cuatro de la mañana y aparece un mico a los pies de mi cama. Se mete dentro. Acaban de empezar las avanzadillas nocturnas. A la hora aparece el otro, que se ha encontrado solo en su habitación y no le ha gustado nada.
Amanece y el Peque vuelve a asomarse a los pies de mi cama. Vuelvo a dar un bote y me lo llevo a desayunar para que no despierte al resto de la tropa. Mientras le caliento la leche me doy cuenta de que me duele el cuello…
Llevo siete años andando de puntillas por la casa. Intentando no hacer ruido. Martirizando a Papá³ con la tele al mínimo. En cuanto empiece el nuevo curso y me quede sola, pienso poner la música a toda pastilla 😉
CONTRAS:
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Hay veces en que las ganas de dormir son mínimas. Entonces, en vez del sueño, quien hace acto de presencia en la habitación son las charlas y confidencias: que si cómo se pronuncia león en inglés, que si quién marcó el gol en el último partido, que si de qué color es el casco de Fernando Alonso… Y, claro, se dan conversación el uno al otro y de dormir nada.
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Otras veces, sólo uno tiene sueño e intenta dormir por todos los medios mientras el otro canta o tararea o empieza su sesión de preguntas y risas.
PROS:
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Se sienten acompañados. Saben que no están solos en la habitación. No es lo mismo que si papá o mamá estuvieran con ellos, pero se parece bastante.
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Poner a dos hermanos juntos en una sola habitación hace que haya más espacio en casa. Se puede destinar la otra habitación a un despacho o estudio, a una habitación de juegos o, incluso, a otro hermano 😉
¿Vuestros hijos comparten habitación? ¿Cuáles son vuestros pros y contras de que duerman juntos?
Esta entrada va dedicada a Mamá desde un tercero (@Mamadesdeun3ero), que me la pidió un día.
Se complementa con esta otra entrada. Siento la tardanza.
Si me lees y quieres que trate algún tema en particular, pídemelo y veré qué puedo hacer 😉