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25Sep/13

… de los pañales (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Vuelvo a retomar malas costumbres. O lo que es lo mismo, a repetir letra. Hoy repito con la P de pañales. Porque si hay algo que trae la maternidad son cantidades ingentes de pañales. Da igual si son de tela o de un solo uso. Los primeros años de la maternidad están llenos de pañales… y de lo que están llenos los pañales.

No es un camino de rosas. Ojalá. Éstas al menos huelen bien, aunque pinchen. Cambiar un pañal no es tarea fácil… al principio. Recuerdo un día, a pocas semanas de nacer el Mayor, estando el Tripadre y yo solos, rodeados de las cositas para el bebé, sosteniendo un pañal tamaño recién nacido en la mano. Yo lo miraba absorta. Lo abrí, lo cerré, lo miré por delante, lo miré por detrás… y al final le pregunté al padre del bombo si él creía que sería fácil ponerlo y que si lo haríamos bien. Dudas de embarazada. Me contestó que sí, que al tercero lo haríamos perfecto. Lo que ahora no tengo claro es si en aquel momento se estaba refiriendo al tercer pañal o al tercer niño…

Si tú que estás leyendo esto, eres la madre. Felicidades. El primer pañal no es cosa tuya. Es más, intenta por todos tus medios que no sea cosa tuya. Si estás perfecta porque has tenido el parto soñado, no lo digas, cállatelo hasta después del primer cambio de pañal. Y si eres el futuro padre, no has leído nada… yo no he dicho eso… es todo producto de tu imaginación… y felicidades, vas a tener el (dudoso) honor de cambiar por primera vez los pañales a tu querido bebé…

Y es que hay una cosa que se llama meconio que ni es caca ni es nada. Eso es una sustancia entre verde y negra, súper asquerosa y súper pegajosa. Algo que cuesta mucho limpiar y que os prepara, queridos recién estrenados papás, para lo que viene después. Bueno… o eso me han contado porque aquí servidora no ha visto el meconio ni de lejos. Pero preguntadle al Tripadre…

Después de esta clase acelerada para prepararos los estómagos a lo que vendrá después, todos los padres y madres empezamos a cambiar pañales, con más o menos éxito, a un ritmo exagerado. Los primeros meses todo es dormir, comer y cambios de pañal. Y cruza los dedos para que no haya escapes, que a esa edad pises y cacas tienen parecida consistencia y las manchas en la ropa están a la orden del día.

Luego la cosa mejora, toma otra consistencia. Y cuando crees que ya está todo controlado, oh, sorpresa, el bebé que antes se estaba quietecito decide que ya es hora de poner a prueba tus habilidades maternales y empieza a moverse. Elevación de piernas, giro de torso, pataditas… más monos… Vamos, que ni tú en tus mejores años haciendo fitness… Y tú ahí, sudando la gota gorda para poder limpiarle sin mancharle más y abrocharle el pañal en el menor tiempo posible.

Con el tiempo, las cacas se tornan más espesas y más controlables. Al que no puedes controlar es a tu bebé, que ahora mueve las manos y todo su afán es tocarse justo ahí cuando más caca hay. Es la fase que yo he llamado me faltan manos o me sobra niño. El Peque está justo en esa etapa. Así que ahora, además de limpiarle el culo, también me toca limpiar manos y hasta pies. También es posible que todo esto vaya acompañado por intentos constantes de ponerse de pie. Felicidades, acabas de alcanzar el siguiente nivel: poner un pañal en vertical.

Para no asustaros, os diré que luego la cosa mejora. Las cacas tienden a quedarse en su sitio, pero hay que darse mucha prisa en cambiar el pañal porque un culetazo mal dado hará que se desparrame por fuera del pañal. A parte de esto, el bebé-ya-no-tan-bebé empieza a entender que ha de estarse quieto. Otra cosa es que le dé la gana hacerlo.

Y así, poco a poco, llegan a la edad en la que el pañal diurno desaparece. Pero os queda el nocturno. Éste parece fácil. Con el Mediano yo me confié aquí y más de un día me lo encontré después de la siesta hurgándose en el pañal porque se había hecho caca y aquello le molestaba en el culete. La imagen de las sábanas, manos y niño cubierto de caca aún me atormenta por las noches. Afortunadamente, sólo fueron un par de veces y aquella fase también pasó.

Luego están los escapes inoportunos, pero como ya le dediqué otra entrada, no me repito aquí hoy. En fin, y así es como os convertís en padres expertos en cambios de pañal. Felicidades, aquí tiene usted su diploma su niño para que le cambie el pañal, que ya huele 😉

CONTRAS:

  1. Insisto en lo del meconio, futuras madres. Si hace falta, desmayaos, llorad o alegad locura transitoria. No cambiéis el primer pañal. Y si lo hacéis (valientes), recordad que yo os avisé.

  2. Cuando el bebé empiece a moverse, vais a tener que echar mano de todo tipo de argucias para manternerle en su sitio: canciones, juegos, juguetes… Esto ayuda a desarrollar la imaginación que no veas.

  3. Mis hijos se ríen cuando lo digo, pero “un culete limpio es un culete feliz”. Bromas a parte, no dejéis pasar mucho tiempo entre las cacas y el cambio de pañal, que luego el culete se irrita y es mucho peor.

  4. Si por alguna razón alguien se ofrece a cambiar el pañal a vuestro hijo, dejadle. Por muchos pañales que cambien, vosotros siempre cambiaréis más.

PROS:

  1. Aunque os pueda poner de los nervios, es increíble ver las destrezas que van adquiriendo vuestro bebé con el paso de los meses. Tomáoslo así y no desesperéis si tardáis en cambiar un simple pañal un cuarto de hora.

  2. Haced del cambio de pañal un momento divertido. Vale que huele fatal, pero eso no es impedimento para echarse unas risas. Y ya sabéis que ♫♪con un poco de azúcar esa píldora que os dan, pasará mejor…♫♪

  3. Siempre podéis hacer fotos del momento, guardarlas y sacarlas cuando sean mayores y vengan con el novio o novia de turno a casa. La venganza es un plato que se sirve frío, frío… muajajajajaja… 😉

Puede que mis neuronas anden un poco remolonas por tanto cambio de pañal y se me haya olvidado alguna fase o algún contra o pro. No te cortes y dímelo en los comentarios.

Y para terminar, os recuerdo que el blog está de sorteo y estos gatitos pueden ser vuestros 😉

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

16Ago/13

… de un escape inoportuno

A veces pasan cosas que te ponen a prueba como persona, como madre y como ente corpóreo. Hay veces en las que deseas con todo tu alma no ser tú misma, hacer mutis por el foro, ponerte en los zapatos de otro y salir por pies rauda y veloz sin mirar atrás. Son situaciones en las que se te vienen a la cabeza expresiones como “tierra, trágame”, “¿eso no puede hacerlo otro?” o “ése no es mi hijo, soy soltera y sin compromiso. Pasaba por aquí y ya me voy”.

Si te lo cuentan, te ríes mientras por dentro tienes todo cruzado mientras deseas que eso nunca te pase a ti. O quizás creas que quien te lo cuenta está exagerando. Es más, esperas que esas cosas no ocurran y que todo sea una mera invención de tu interlocutor porque la mera posibilidad de que sean ciertas, de que pasen de verdad y, lo que es peor, que puedan pasarte a ti te pone los pelos de punta.

Pues bien, todo lo que a continuación paso a contar ocurrió de verdad. No exagero ni un ápice. No hay ni una triste coma de más. Ojalá pudiera decir que lo he soñado, que ha sido una pesadilla de la que me he despertado. Pero no.

Acababa de empezar julio y estábamos disfrutando de unos días en la playa con la familia del Tripadre. Después de las carreras de rigor, conseguimos vestirnos a tiempo para salir a cenar. Conociendo a mis Trastos, no les puse muy elegantes, pero vamos, iban conjuntados, duchados y sin manchas en la ropa. Quizá desentonaba algún moco, pero vamos, poca cosa, lo normal.

Nos sentamos a comer. Mesa para once más una trona para el Peque. Comen los mayores. Come el Peque. Comen todos. Empiezo a comer yo. A pesar de la hora (más bien tarde), parece que el Peque se entretiene con las cucharas. Yo le dejo e intento mantener una conversación con el Tripadre, quien por escasos minutos deja de ser Tripadre y se convierte en Marido. Disfruto de mi única charla adulta del día. El Peque se pone serio. El Tripadre y yo le miramos. Nos miramos. Volvemos a mirarle. No pasa nada. Sigue intentando comerse la cuchara. Seguimos a lo nuestro.

Estamos rodeados por más mesas familiares. Con más niños. Con más bebés. Bebés en carritos, bebés en tronas, bebés en brazos. Hay bebés que ríen, hay bebés que lloran, hay bebés que duermen. Los miro y doy gracias porque el Peque me da un momento de tranquilidad durante el cual puedo comer en vez de engullir la comida.

De repente, un olor conocido, aunque no por ello agradable, llega a mi nariz. Algún bebé ha hecho caca. Vaya peste, por cierto, qué habrá comido la criatura. Miro al Peque y pienso que él no ha podido ser. Sus horas son después del desayuno y después de la merienda. Él ya ha cenado y, en cuanto terminemos de cenar nosotros, me lo llevo derechito a la cama. Seguro que él no ha sido. Me compadezco de la madre o padre al que le toque el cambio de pañal.

Pasan unos minutos y me levanto a coger la cuchara que el Peque ha tenido a bien tirar al suelo, por el simple placer de verla caer y oírla sonar. Por el rabillo del ojo veo un color en el Peque que no me cuadra. Hoy va de azul y blanco. Estoy por jurar que no había nada marrón en el conjunto. Otra vez ese olor… Entonces se me activa la neurona y se me enciende un chip. En mi interior oigo una voz que me dice “apriétate los machos que vienen curvas”. Miro casi obligada. Me obliga mi parte de buena madre. Porque mi parte de mala madre me dice que salga corriendo, que diga que se me ha olvidado algo en la habitación (el monedero, el móvil, la cordura, ¡lo que sea!) y salga pitando de allí sin mirar atrás.

Me asomo a la espalda del Peque y lo veo. Ahí, en tonos marrones y con una textura ni sólida ni líquida (es lo que tiene estar fuera de casa y haber tenido que darle potitos comprados durante cuatro días) asoma eso que yo no deseaba a ninguna madre. Pienso que, con suerte, sea sólo ese poquito que veo y que, si lo limpio con una toallita, aún pueda llegar a la habitación para hacer el cambio de pañal en la intimidad.

Pero le levanto la camiseta y veo, horrorizada, que la expulsión ha trepado por la espalda, llegando casi a la altura de las axilas. Es lo que tiene apretar sentado en una trona. Si alguna vez he echado de menos mi juventud ha sido en ese preciso instante. Ante tal visión, noto cómo se me escapan años de vida.

Tengo que cambiar al Peque allí mismo. Con eso chorreándole por la espalda no llegamos a la habitación ni de coña. Qué digo habitación, no llego ni al baño. Me doy un nanosegundo para festejar la suerte que tengo. Ni uno más. Aquello exige intervención inmediata. Hago un llamamiento a la neurona de las soluciones infantiles rápidas. Después de tres hijos, ésta no tarda en aparecer.

Pienso qué necesito. Lo primero, sacarle de la trona. Segundo, limpiarle lo que sobresale del pañal, aunque sea en volandas. Tercero, echarle en el carro y correr como alma que lleva el diablo a la habitación. No hay dolor. El olor ya es otra cosa.

Saco las toallitas. Doy gracias porque el paquete está recién abierto y no a punto de terminarse, como es habitual. Lo pongo encima de la mesa. Me remango (aunque llevo manga corta). De repente hace más calor allí… ¿es una ola de calor noctura o soy yo? Da igual. No ha dolor.

Levanto al Peque. Con una mano tengo al niño en volandas. Con la otra saco toallitas y limpio lo que puedo. Desde la otra punta de la mesa, la abuela intuye que algo pasa y viene a auxiliarme. Le doy más toallitas con las que limpia la trona. No quiero ni mirar. He conseguido quitar, más o menos, los residuos de la espalda. Cojo servilletas que pongo en el carrito. Limpio piernas. Siento al niño. Abrocho al niño. Joder, hoy estrenaba modelito. Cojo las toallitas. Doy las buenas noches, hasta mañana, el Peque y su madre se van ya a la cama.

Llego a la habitación. Le quito la ropa como buenamente puedo para no mancharle más los brazos, piernas, cabeza y pelo. La camiseta está para lavarla. O tirarla. El pantalón apenas ha sufrido. Me dispongo a quitarle el pañal. Para mi sorpresa, está sorprendentemente limpio. Normal, no ha cumplido su función y la caca se ha desparramado por la espalda de mi niño. Le meto en la ducha y termino de limpiarle. Pañal nuevo. El pijama y a dormir.

Yo vuelvo al baño. Le doy con jabón a la ropa en un intento de salvarla. Está recién estrenada. Ni una hora le ha durado. Froto y froto. No hay dolor. Cuando termino y vuelvo a la habitación, el Peque duerme ya plácidamente. Me tiro yo también en la cama y pienso: “por favor, que no pase nunca más”.

CONTRAS:

  1. El bloqueo. Es una situación en las que, aun sabiendo qué hay que hacer, te bloqueas porque estás en sitio extraño. No es tu casa. No es tu territorio.

  2. El olor. Si no te bloquea el sitio, te bloquea el olor. Sabes que quizás la gente no te esté mirando y no se hayan enterado de lo que tienes entre manos. Pero sí sabes que el olor les hará mirarte.

  3. Hay que salir por patas. A tu casa, a un baño, donde sea. Hay que limpiar bien al niño.

  4. Situaciones así son las que te recuerdan porqué llevas toallitas o tres mudas en la bolsa del carro.

  5. En contra de lo que pueda parecer, la cosa no termina cambiando y limpiando al niño, hay que lavar y frotar después su ropa. O tirarla a la basura. Eso ya va a gustos.

PROS:

  1. Sobrevivir a una experiencia así te da tablas como madre. Después de esto ya puedes con todo lo que venga. ¿Escapes futuros en la operación retirada del pañal? ¡Ja! Tras lo ocurrido esta noche puedes afrontarlos con los ojos cerrados.

  2. Sientes que has llegado a otro nivel. Esto es como las pantallas de los videojuegos, ¿no? Porque espero que el premio sean vidas extras, para compensar las que acabo de perder, más que nada…

Moraleja: llevad siempre, siempre, siempre, un paquete de toallitas a estrenar y ropa de cambio suficiente, un botecito de colonia y una pastillita de tirar pa’lante. No hay dolor. Mañana será otro día.

17May/13

… de dejar el pañal

Pañales y calzoncillos logo

Nada más nacer tu bebé, empiezas a oír aquello de que “cada niño tiene su propio ritmo”, “no compares a tu hijo con los de tu vecina” y sucedáneos. Y te lo crees. Si tu hijo tiene año y medio y no anda, no pasa nada, ya andará, no hay por qué preocuparse y, sobre todo, no le fuerces. Que va a la guardería y todos los de su clase hablan por los codos y el tuyo apenas dice “mamá”, no compares que es peor, ya hablará, seguro que cuando empiece no hay quien le calle. ¿Os suena?

Bueno, pues todo esto es válido… hasta los 3 años. ¿Qué pasa entonces? Pues pasa que tiene que empezar el colegio y tiene que ir con los deberes hechos. A saber: se acabaron los purés, el niño tiene que comer sólidos, y se acabó el pañal, debe saber ir al baño solo o, en su defecto, pedirlo a la profesora (con tiempo, a poder ser). Da igual que haya nacido en enero o en diciembre. Bueno, pues hoy vengo a hablar del adiós al pañal.

Con el Mayor tuvimos suerte. En la guardería se dieron cuenta de que podría estar preparado para quitarse el pañal con dos años y poco. Nos lo propusieron y nosotros accedimos a probar. Y no nos fue del todo mal. Fue un verano marcado por la fregona y montones de calzoncillos de la talla mini, pero consiguió no usar pañal durante el día. Su mayor problema era que aguantaba demasiado y, para cuando quería ir al baño, ya era tarde. Algo normal y habitual en esta etapa. Sin embargo, hubo, como siempre, voces que “nos aconsejaban” volver a ponerle el pañal porque era mucho trabajo ir limpiando escapes. Pero nosotros confiamos en nuestro hijo, le dimos tiempo y comprensión. Enfados cero.

En este caso, nos ayudó bastante un orinal que emitía una musiquilla cada vez que caía algo, sólido o líquido. Mi hijo se ponía muy contento y le encantaba hacer sus necesidades allí. También ayudó el que le permitiéramos acompañarnos al baño si quería para ver cómo se hacía aquello.

El Mediano fue otra cosa. Estando a punto de cumplir los 3 años, estuvimos casi obligados a quitarle el pañal porque tras el verano empezaba el colegio. Si hubiera dependido de nosotros, hubiéramos esperado a verle más preparado, pero no pudo ser. Y poco a poco fuimos retirando el pañal, al principio a ratitos cortos y, después, más largos.

Esta vez, el orinal no ayudó mucho. Fue más el hecho de ver a su hermano mayor ir al baño. Es más, como el Mayor ya hacía pis de pie, el Mediano se empeñaba en hacerlo así también, pero aún no llegaba, ¡pobre! A mí me hacía gracia, pero él no entendía por qué no podía y mojaba el suelo. Menos mal que fue cuestión de tiempo y que está en pleno crecimiento :-).

CONTRAS:

  1. Hay que estar muy pendiente para evitar los escapes o minimizarlos al máximo. Después de un tiempo, aprendes a diferenciar la cara que pone cuando se le está escapando algo.

  2. En casa, hay que tener preparada la fregona. Y la paciencia también. Lo que hacía yo era sentarle a esperar que se secara el suelo, para que fuera consciente de lo que había pasado. Y nada de enfados. Están aprendiendo.

  3. En la calle, hay que llevar siempre ropa de cambio suficiente como para varios escapes. Y yo os diría que algún pañal también por si le entran ganas de hacer caca.

  4. Hay que comprar muchos calzoncillos (o bragas). Si son de dibujos que le gusten mucho mejor. Da igual que sea verano y que la ropa se seque más rápido. Ten en cuenta que, después de limpiar los escapes, es probable que no tengas ganas de lavar también la ropa. Yo me esperaba al tercer escape para lavar una tanda de ropa porque, si no, me tenía que pasar el día lavando. Y a mano, porque no vas a poner una lavadora para un calzoncillo y un pantalón.

  5. En cuanto pidan ir al baño, tendrás apenas unos segundos para reaccionar. Entrarás en los sitios y lo primero que buscarán tus ojos será el baño, por si tienes que salir corriendo. Bienvenidas al mundo de los baños públicos.

  6. Los consejos sobre este tema también te llegarán sin pedirlos. Algunos, incluso, te harán dudar. Habla con el padre (o la madre) y decidid qué vais a hacer, cuándo y cómo y haced oídos sordos a todo lo que no os ayude a lograrlo.

  7. Como todo lo relacionado con los niños, vas a poner a prueba tu paciencia. Respira.

PROS:

  1. El pis de un niño de esa edad aún no es como de un niño mayor. No huele tan fuerte ni es mucha cantidad, aunque a veces lo parezca.

  2. Si la operación pañal se realiza en verano, siempre habrá menos ropa que lavar porque puede ir sin pantalones por la casa.

  3. Cuando pases dos días sin escapes, sentirás una alegría inmensa.

  4. Cuando llevéis cuatro escapes en una hora, antes de tirarte de los pelos, piensa en todo el dinero que te vas a ahorrar en pañales. Quizás al principio pienses que el dinero de los pañales lo gastas en agua y detergentes, pero eso es sólo al principio. Antes o después, todos los niños acaban sin pañal.

  5. En cuanto tu hijo consiga controlar sus necesidades, va a coger muchísima confianza en sí mismo. Aplaúdele sus logros. Le va a encantar ir sin pañal.

Para lograr decir adiós al pañal sin traumas, es necesario que el niño esté preparado y que vosotros, los padres, estéis convencidos. No vale echarse atrás al tercer escape. Hay que ser constante, sobre todo, para que el niño no se haga un lío (puede darse el caso de que ya no sepa si lleva o no pañal). Y, como dije antes, todo lo que no os ayude en vuestra decisión, ignorarlo. Nadie mejor que vosotros conocéis a vuestro hijo, sabéis si está o no preparado o si es mejor volver al pañal o perseverar en su retirada. ¡Suerte!

29Abr/13

… de las pegatinas para el baño

Pegatinas WC

Hace tiempo (no mucho, que el blog tampoco tiene tanto tiempo ;-)), escribí una entrada sobre mear de pie o cómo se ponía el baño teniendo 2 niños en casa (salpicaduras, charquitos, etc.). Para tranquilidad de todo, os diré que el Tripadre se lo tomó con humor, como no podía ser de otra manera (gracias, solete).

El caso es que si vais a la entrada y os leéis los comentarios, hubo quien, bromas a parte, me recomendó probar unas pegatinas para el inodoro. ¿Quién fue? Pues Annabel, de La nave del bebé :-). Me picó tanto la curiosidad por aquello que, harta como estaba ese día de cómo estaba el baño día sí y día también, encargué dos, por 5’95 € cada una, más 4’80 € de los gastos de envío. A los pocos días, tenía las pegatinas en casa. Las probé y me gustaron.

¿Y qué son exactamente? Pues pegatinas que se pegan en la taza, en un lado u otro (según si quien va a hacer pis es un niño o una niña). Cuando la orina roza el dibujo, éste reacciona. La finalidad es que así, jugando a apuntar, no hay escapes no deseados fuera del inodoro. Al menos no tantos como antes.

Después de un mes probándolas, aquí os dejo mi opinión:

CONTRAS:

  1. Según las indicaciones, una vez pegadas, hay que esperar 10 minutos antes de su primer uso para que se adhieran bien. Con una esperé 20 minutos y no fueron suficientes. Empezó a despegarse con la primera tirada de cadena. Creo que es mejor ponerlas por la noche y esperar toda la noche o ponerlas por la mañana y esperar a la tarde. A mí me coincidió con el viaje a Teruel, así que la volví a poner antes de irnos y, al volver, ya se había pegado como debía.

  2. Los dos modelos que yo elegí fue un Rayo McQueen que se vuelve rojo y una nube en la que aparece un sol. El coche sí lo hemos visto rojo, pero el sol sólo se intuye. No es un problema de la pegatina, sino que mis hijos no tienen la cantidad suficiente en sus pequeñas vejigas para que aparezca el sol. Si pensáis en comprarlas para vuestros peques, os aconsejo que escojáis pegatinas que cambien de color.

  3. Cuando dejen de funcionar, no sé si podré despegarlas sin problemas. De momento, si es verdad, lo que pone en la bolsa, duran muchísimo. Ya os contaré.

  4. Como no han sido capaces de hacer salir el sol de debajo de la nube, no se creen que esté ahí. La de cosas que me vienen diciendo que hay debajo de la nube… Supongo que cuando sean más mayores podrán ver el sol.

PROS:

  1. Pegatinas WC guanteLas indicaciones de cómo ponerlas correctamente están muy bien explicadas. Además, junto con la pegatina, viene un guante de látex para cuando se coloque. A mí me pareció un detalle, pues podían haber metido sólo la pegatina con las instrucciones.

  2. Una vez que se ha pegado bien, la pegatina resiste al agua de la cisterna.

  3. Hoy he vuelto a limpiar los baños. Uso un limpiador específico para el baño, como el que cualquiera pueda tener en su casa. Y limpio como si la pegatina no existiera. Después de un mes, las pegatinas siguen en su sitio y funcionando bien.

  4. No os voy a mentir, sigue habiendo escapes en el suelo. Ahora bien, se han reducido considerablemente.

  5. Mis hijos se pusieron súper contentos cuando las vieron, sobre todo la de Rayo. Estuvieron una semana enseñándosela a todos los que se pasaron por casa. También se alegran mucho cuando consiguen que el coche se vuelva rojo.

  6. Desde hace semanas, en mi casa ya no se dice “voy a hacer pis”. Ahora se dice “voy a poner el coche rojo” :-D.

Quiero aclarar que esta entrada no está patrocinada ni nada. Una amiga me recomendó un producto, lo probé y os cuento mi experiencia. Para mí, está cumpliendo su cometido. Por ello, intenté sortear las pegatinas proponiéndoselo a la empresa que las fabrica (Nosalpiques.com), pero me dijeron, muy amablemente, que no hacían sorteos con blogs. Una lástima, pues creo que pueden venir muy bien a todos quienes vais a aprovechar la primavera para empezar la operación pañal de vuestros peques y, además, me hacía ilusión sortearlas. Otra vez será :-).

Para más información, podéis ir directamente a la web de las pegatinas.