Vuelvo al blog con un truco para esos peques ya acaban de pasar a su cama de mayores. A parte de la diferencia obvia que hay entre la cuna y la cama, yo me encontré con un problema cuando mis peques empezaron a dormir en su cama de mayores. Aunque había pegado la cama a la pared por un lado, entre el colchón y la pared había un hueco por donde a mis Trastos les encantaba colar coches, además de que no les gustaba nada. Hoy te cuento mi truco³ para tapar el espacio entre la pared y la cama de los niños.
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… de las avanzadillas noctunas
La semana pasada tuve una noche de esas calificadas como toledanas. Vamos, un no parar. Todo empezó alrededor de las 4 de la madrugada. El Mayor se despertó por una pesadilla. Para que no despertara al Mediano (os recuerdo que duermen en la misma habitación en una litera) y para que no se desvelara (bueno, más bien para que no me desvelara yo…) me lo llevé a mi cama.
Después de tranquilizarle y darle, de nuevo, las buenas noches, nos acurrucamos con Papá³ y nos dispusimos a dormir los tres juntos. Justo cuando estábamos empezando a quedarnos dormidos, apareció el Mediano por la puerta. Se había dado cuenta de que estaba solo en la habitación y no le gustó nada la idea. Ahora ya éramos 4 en la cama.
Papá³ no sabía que teníamos compañía, así que no es que estuviera precisamente echado a un lado, pero entre los tres conseguimos hacernos hueco empujándole un poquito. Pero ni con ésas. Los Mayores ya son bastante mayores como para dormir los cuatro a pierna suelta en nuestra cama. En menos de cinco minutos me vi con el culo fuera de mi propia cama. A esto se le añadían los quejidos de los niños: que si el Mayor me está clavando el codo, que si el Mediano no estira las piernas y me da con las rodillas y demás cosas por el estilo.
Lo único que acerté a decir fue: “os recuerdo que tenéis una cama para vosotros solos en vuestra habitación, quien esté molesto, ya sabe dónde irse”. Y mientras decía esto, con mi medio culo en el aire y haciendo equilibrios para no caerme al suelo, vi la luz. Era yo quien no estaba a gusto ahí, así que sería yo quien me fuera a una de las camas de los Trastos. Y allí que me fui.
De nuevo, justo cuando empezaba a quedarme dormida, apareció el Mediano de nuevo por la puerta. Él con quien quería estar era conmigo. Así que ahí estábamos, los dos juntitos en su cama. Pensé que quizás cuando se durmiera yo podría volver a mi cama. ¿Por qué esta retirada maternal? Pues porque el despertador de Papá³ soy yo. Yo pongo mi despertador y luego le despierto a él porque, si no, el aparato puede estar sonando horas y él ni se inmuta.
El caso es que serían ya las 5:30 h de la madrugada cuando pensé que el Mediano se habría dormido y me levanté sigilosamente hacia la puerta. Justo cuando fui a entornarla para evitarle al Mediano el jaleo de la mañana, la puerta chirrió y mi hijo, que siempre ha tenido el sueño muy ligero, se despertó. No me quedó otra de volver a la cama. De nuevo, la misma maniobra. La siguiente vez, eran las 6:30 h de la mañana cuando conseguí, esta vez sí, llegar a mi cama.
Estaba a punto de coger el sueño de nuevo cuando, ¿os lo imagináis? El Mediano entró a buscarme.Desistí. Cogí el móvil, le puse la alarma y me acurruqué con mi hijo. Pensé que al menos podría disfrutar de un par de horas de sueño ininterrumpido.
Me dormí. Entonces oí un “mamiiiii”. Era el Peque que me llamaba desde su habitación. Miré el reloj… ¡aún faltaba media hora para que sonara la alarma! Rápidamente, fui a por el Peque para que no despertara al resto. Le cambié el pañal y me lo llevé al salón. Le encendí la tele para tenerle entretenido y subí a buscar a Papá³.
A partir de ahí, el día transcurrió de forma normal… con una madre que se caía de sueño por los rincones y con un dolor de cuello tremendo, eso sí.
CONTRAS:
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No estoy ni a favor ni en contra del colecho. Pienso que cada uno en su casa hará lo que mejor le convenga a sus hijos y a la familia entera. Yo misma lo he practicado con mis hijos, aunque no de forma constante, sino por rachas (por ejemplo, cuando daba el pecho a demanda). Lo que pasa en mi caso ahora mismo es que ya no cabemos todos en la misma cama. Así que si hay que colechar, se colecha, pero ¡por turnos, por favor!
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No me preguntéis ni cómo ni por qué, pero para haber dormido más o menos lo mismo tanto el Mediano como yo, quedó claro a lo largo del día que él estaba menos cansado que yo. ¿Cómo lo hace?
PROS:
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Mi ego de madre estuvo bien alimentado esa noche, cuando el Mediano se paseó por media casa sólo porque quería dormir conmigo, con nadie más.
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Lo bueno de dormir con mis hijos es poder besarles, abrazarles y hasta olerles mientras duermen… único momento en el que están quietecitos. ¡Parecen otros!
… de estrenar cama de mayores
El Peque, siguiendo los pasos del Mayor, ha decidido que ya no va a dormir en la cuna. ¿Y cómo nos lo ha hecho saber? Pues encaramándose a la barandilla de la cuna y amenazando con saltar desde ahí al suelo. Ante este ultimátum, nos nos ha quedado otra que salir pitando a buscarle una cama de mayores. Vamos, lo que viene siendo una de 90 cm.
Aunque yo quería litera para aprovechar el espacio de la habitación a lo alto (por si alguien quería quedarse a dormir, que no estoy pensando en más Trastos 😉 ), al final nos decidimos por una cama nido.
El paso a la cama fue relativamente fácil, pues, aunque la cuna sigue en la habitación (encajonada entre el armario y la cama esperando ser desmontada), el Peque no ha hecho en este mes y medio ningún amago de pasarse de la cama a la cuna. Ya no la quiere para nada.
Al principio pasó una semana durante la que lloraba de noche, pero dormido. Descartados otros motivos, llegamos a la conclusión de que lo que le pasaba era que él notaba demasiado espacio. Al Peque le gustaba dormir con los pies para arriba, en los barrotes de la cuna, cosa que en la cama ya no puede hacer. Aunque de vez en cuando se arrima a la pared o a las barreras que le hemos puesto y ahí los sube de nuevo.
Pasada aquella fase, hubo un par de semanas en las que durmió de maravilla. Casi no podía creerme lo fácil que había sido la transición. Para qué diría yo nada… llevamos dos semanas en las que le ha dado por levantarse de la cama. ¿Por qué? Pues simplemente porque puede hacerlo. Ya no hay nada que se lo impida, pues las barreras de la cama no abarcan todo el perímetro.
Y estos levantares que tiene el Peque pueden ser varios seguidos. Y da lo mismo que sean las 9 de la noche, las 3 de la madrugada o las 6 y media de la mañana. Él se despierta y se baja de la cama. Va a la puerta, la abre y entonces dice un sutil “maaaamiiii” que a mí me suena a pitorreo, todo sea dicho.
A esta “costumbre” se le suma ahora que ha descubierto que hay una llave de la luz en la pared a los pies de la cama. Y le da por encenderla. Igual que le da por dormir con la cabeza en los pies de la cama.
No quiero decirlo muy alto, pero llevamos cuatro días en los que se acuesta y no se levanta. Se queda y se duerme en la cama. Lo que sigue manteniendo es el madrugón. Ha pasado de levantarse a las 10 de la mañana a hacerlo sobre las 8. Dos horitas que se levanta antes. Y, claro, llega la hora de la siesta y, si le dejamos, se echa siestas de 3 horas y, cuando vas a por él, el señor se cabrea porque le tenemos que despertar. Es como si quisiera recuperar las dos horas que se fuma por la mañana en la siesta. Y, claro, no puede ser, que luego se levanta para cenar.
Con el Mayor nos pasó algo parecido. Le dio por levantarse porque podía hacerlo. Tenía yo una barrigota enorme del Mediano y me tocaba sentarme en un taburete en la puerta para asegurarme de que no se levantaba. Pasada la novedad inicial, volvió a dormir tan bien en su cama como lo hacía en la cuna. Y seguro que con el Peque nos pasa igual.
CONTRAS:
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Ya no habrá más cunas en casa. Se acabó la época de bebé y, aunque esto siempre me ha entristecido, esta vez, sabiendo que no vendrán más detrás, me pone bastante melancólica.
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La lámina del cumpleblog (“tengo un trastorno del sueño, los doctores lo llaman niños”) ha estado muy presente en mi cabeza estas últimas semanas. He dormido fatal con tantos despertares nocturnos a los que se les ha unido un insomnio pasajero. Lo que ha provocado que estuviera más cansada durante el día, lo que ha originado que tuviera muy mal humor.
PROS:
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Aunque la cama es alta, el Peque ya sabe subirse y bajarse perfectamente de ella. Así que el temor al porrazo ha desaparecido.
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Ha sido genial que no echara de menos su cuna en ningún momento.
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Ya estoy curada de espanto y sé que todo esto es una fase, lo que me ayuda a sobrellevarlo mejor. Y digo esto porque con el Mayor no veía la luz al final del túnel y me ponía de los nervios. Quizás el embarazo y las hormonas me ayudaron a sacarlo todo un poco de madre…
Respecto a su manía de dormir del revés, supongo que se le pasará en invierno, cuando haga más frío y empiece a arroparse.
Para solucionar el problemilla de que encienda la luz, he hecho lo mismo que con la litera de los Mayores. He comprado una esponja a medida y una tela para forrarla. Irá entre el colchón y la pared. Así evitamos tentaciones y no podrá encender la luz… a menos que se levante y dé a la llave que está junto a la puerta, claro… Pero, shhhhh, no le digáis que hay otra ahí 😉
… de la barrera para la cama de los niños
Hoy vuelvo con otro cachivache para los niños: la barrera de seguridad para la cama. Porque llega un día en que nuestro bebé crece. Crece a lo alto. Y no cabe en su cuna. Es el momento de pasarle a dormir a otro sitio más grande: la cama de mayores. Mis hijos no han colechado con nosotros tanto tiempo, pero supongo que, en este caso, el niño va en medio de los padres. Así que a todos los efectos, sigue bien protegido de caídas al suelo, ya sea por los barrotes de su cuna o por los cuerpos de sus progenitores.
… de las literas
Hoy tocaba cambiar las sábanas de la cama de los Trastos mayores. No sabéis cómo lo detesto. Cuando vivíamos en el minipiso, con dos hijos, la mejor solución fue comprar una litera porque tenían que ir los dos en la misma habitación por falta de espacio y porque si poníamos dos camas había que acostarles saltándolas por encima.
Supimos que el Mayor debía dejar su cuna cuando empezó a echar la pierna por encima de los barrotes para llegar al suelo (a la tierna edad de dos años). Con el consiguiente porrazo inminente de por medio. Pensamos si una cama simple o una litera y, en vista de que no queríamos un hijo único, nos convenció la litera. A él le gustó, pero estuvimos un mes pasando lo que no está escrito para conseguir que no se levantara de la cama. Que ni barrera ni nada para que no se cayera al suelo. El Mayor aprendió pronto que podía levantarse por los pies de la cama. Y antes de dormirse, le gustaba salir al pasillo una media de 6 veces, muy orgullo de sí mismo, eso sí, porque sabía levantarse. Al final, aquella fase pasó y empezó a dormir igual que en la cuna.
El pistoletazo de salida del Mediano nos lo dio el mismo momento en que, siguiendo los pasos de su antecesor, decidió escalar la cuna, aunque en su caso fue a los dos años y medio bien pasados. Éste también se levantaba durante un tiempo. Afortunadamente, la costumbre le duró menos.
Ahora que comparten horario, también comparten habitación y siguen con su litera, aunque en esta nueva casa sí cabrían dos camas en su habitació. Pero ellos ya se han acostumbrado a dormirse así y nosotros no vemos razón para no dejarles. El Mayor se está ganando el cielo, pues tiene que aguantar las canciones de su hermano al irse a dormir (sí, le gusta cantar incluso a esas horas) y los gritos llamándole en cuanto se despierta. Y el Mayor, aún así, quiere dormir en la litera con su hermano, los dos en la misma habitación.
Además, he de decir que, de la misma forma que no paran durante el día, tenemos la suerte de que, en cuanto se meten en la cama (y salvo contadas ocasiones donde entran enfermedades o siestas excesivamente largas), se duermen al poco de rozar la almohada y así hasta la mañana siguiente.
Y todo esto que os cuento, que a priori parece tan bonito, pierde todo su encanto en el momento de cambiar las sábanas. Porque la de arriba acaba con mis brazos, suerte que soy de estatura tirando a alta. Y la de abajo acaba con mi espalda, o con mi cabeza si la levanto antes de tiempo porque el golpe que me doy me deja atontada para el resto del día. Cuando termino de hacer ambas camas, estoy que ni que me hubiera ido al gimansio.
CONTRAS:
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Los dos se acuestan a la vez y se levantan a la vez. Da igual quién se duerma o se despierte primero. Si uno quiere terminar la peli antes de acostarse, el otro le espera. Primero porque así lo quieren y segundo porque si no, corremos el riesgo de que el segundo al acostarse despierte al primero. Y a la hora de levantarse pasa igual. El primero en abrir el ojo empieza a llamar al que aún sigue durmiendo y, sólo entonces, cuando ambos están despiertos, empiezan a llamarnos a gritos. Normalmente a mí. Porque ahora que son más mayores ya no quieren levantarse solos de la cama, prefieren despertar a mamá y que yo vaya rauda y veloz a levantarles.
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Han cogido la costumbre de que los días que hay cole, va el Tripadre a levantarles. Y si es fin de semana o festivo, voy yo. Y tenemos que respetarlo porque si voy yo un martes, convénceles después de que hay que ir al cole… Menuda nos montan con la frase “hoy ha venido mamá, así que no hay cole” por bandera.
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Si uno tiene pesadillas o le duele algo, siempre se corre el riesgo de que, en mitad del llanto nocturno, se despierte el otro. Si se vuelve a dormir, no hay problema. Pero si le da por decir que ya es de día o que ya no quiere dormir más, hay que echar mano de la imaginación para intentar convencerle de que hay que volver a la cama… y todo esto con el menor ruido posible, que aún queda otro durmiendo en la cuna.
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La noche que tienen ganas de cachondeo aquí se entera hasta el último mono. Todo son risas, chistes, canciones y demás. El Peque se acuesta primero en la habitación de al lado, muchas veces no sé cómo no se despierta. Lo que más te apetece después de un día agotador es acostarles tranquilamente… pero como pilles una noche de las que tienen ganas de juerga, es difícil no desesperarse.
PROS:
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Hacer las camas equivale a una clase de gimnasio (aeróbic por lo menos). Pero cambiar las sábanas vale por unas cuantas más (y de zumba ;-). No sé como no he perdido ya los kilos que me sobran.
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Da gusto ver que, por mucho que trasteen durante el día o por mucho que se chinchen el uno al otro, les gusta dormir juntos y se echan de menos si uno no está.
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A veces, las noches de juerga pueden sacarme de quicio. Sin embargo, otras es para estar escuchando fuera de la habitación sin que me vean… me parto de risa. Se hacen unas preguntas y se dan unas explicaciones el uno al otro y el otro al uno que son dignas de grabarlas. Engordo don kilos sólo de ver lo bien que se llevan… aunque a veces no lo parezca :-). Ahhhh… a lo mejor es por esto que me cuesta tanto perder peso…
No sé si cuando el Peque crezca tendrá cama o litera, si seguirá durmiendo solo o compartirá habitación con sus dos hermanos o sólo con uno. Lo que sí está claro es que tengo muchas ganas de verle en confidencias con los otros dos. Va a ser la repera :-D.