Archivos de la etiqueta: abuelos

12Mar/14

… de los parecidos familiares

20140311-161702.jpg

La típica pregunta cuando nace tu bebé es ¿a quién se parece? Yo siempre he respondido: “eso depende de la abuela a la que se lo preguntes”. Vamos, que cada uno barre para casa. Se dice, se comenta, se rumorea… que los niños recién nacidos tienden a parecerse más a los padres por pura supervivencia de la especie: así los padres no los rechazaban. Pero todos conocemos el caso de un bebé clavadito a su madre. Y si no, ahí está la abuela para sacar el parecido razonable.

Recuerdo cuando el Mayor tenía ya unos meses que empezaron a llegar a casa (analógica y digitalmente) pruebas fotográficas de lo que mi bebé se parecía a su padre o a su madre. Que si es un calco de su padre en esta foto, que si es fotocopia de su madre en esta otra (e incluso de abuelas/os), no me digas que no tiene tu sonrisa, lo que tiene son las piernas de su padre… y así puedo escribir varias entradas. Paro que no es plan.

Lo mismo pasó con el Peque. Al parecer, que el Mediano sea más moreno de piel que sus hermanos (su padre es blanco cual leche de vaca) y que tenga la cabeza llena de rizos le valió al pobre para que hubiera consenso y todos dieran por bueno aquello de que es el que más se me parece. Con él no hubo ni hay discusiones. Basta ver lo renegrío que se pone en verano, los ojazos que tiene y esos rizos mal domados para decir que a su padre no se parece ni de coña.

Pero con el Peque, como decía, pasó lo mismo que con el Mayor. Fotos por aquí, fotos por acá. Y es curioso que siempre aparezca alguna en la que, efectivamente, se da un aire a un progenitor y al otro.

Yo pensaba que eso quedaba relegado a la época de bebé. Pero me equivocaba. Un simple peto o una camiseta vuelve a avivar las ascuas de los parecidos razonables. Respaldado siempre con prueba fotográfica.

Y no me queda más que reírme porque, aunque podamos discutir hasta el infinito si con 8 meses se parece más a su padre o a su madre a la misma edad, aunque aparezcan fotos donde tiene la misma pose o la misma sonrisa que un progenitor u otro, aunque sigamos devanándonos los sesos por ver a quien se parece más, aunque yo también entre en ese juego de vez en cuando; lo cierto es que todos, los tres, son igual de cabezotas que su padre. Y eso no me lo puede discutir nadie.

Que digo yo, que ya podían haber salido más tranquilitos. Dice mi madre que de pequeña yo me pasaba horas con mis muñecas jugando sola. Mi hermana no quería jugar conmigo porque decía que se aburría. Así que sí, he jugado muchas horas sola con un muñeco (ay, mis ponys, ¿os acordáis de ellos?) y nada más. Cualquier cosa servía para montarme “mi película”. Jugaba hasta sin muñecos ni juguetes. No os digo más. Pero mis hijos no. Ellos están cinco minutos con algo (aquí incluyo al Peque porque ya se le ve venir) y lo dejan. El que más aguanta es el Mediano, capaz de estar 20 minutos con su pista de coches, coche p’arriba coche p’abajo. Pero insisto en que nos han salido cabezotas los tres, como su padre, vamos, porque aunque yo también sea cabezota de vez en cuando, no lo soy siempre ni tanto.

CONTRAS:

  1. A veces no queda más remedio que claudicar y decir, quieras o no, que en esa foto es clavadito a su padre. Hago especial hincapié en “esa”.

  2. Dice mi suegra que con la cabezonería de mis Trastos ahora mi marido está probando su propia medicina. Pero yo no he tenido nada que ver en eso. A ver por qué tengo que pagar yo por ello, que al fin y al cabo, para bien o para mal, quien más tiempo pasa con ellos soy yo.

PROS:

  1. Da igual que mi suegra venga cargada con fotos del Tripadre de pequeño diciendo que los niños son iguales que él a esa edad. Siempre tengo a mi madre dispuesta a sacar fotos que confirmen lo mismo de mí 😉

  2. En realidad, es un pasatiempo divertido. Obviamente, da igual a quien se parezcan, la paternidad y la maternidad de los niños está más que demostrada, ¡especialmente en mi caso! 😀

  3. Si es verdad que mi marido está probando su propia medicina, sólo espero que mis nietas (porque estoy convencida de que habrá nietas) sean como sus padres. Y lo siento por mis nueras, ajo y agua, como he hecho yo, juasjuasjuas…

No voy a enseñaros fotos de mis Trastos para que me digáis a quién creéis que se parecen, si a mi menda o a mi costillo, pero creedme, como todo, dependerá de la foto que cada abuela se saque de la manga. Y, por cierto, la de la foto de esta entrada soy yo, de pequeña y en mis mejores tiempos (no iba a ser el Tripadre con esas coletas…). Y el Peque es clavadito a mí 😉 . Dice mi madre que era muy mona… ¿Era? O_o

02Abr/13

… de que su abuela sea mi madre

Me enorgullece decir que mis hijos tienen a su disposición a sus cuatro abuelos. Cuatro personas fantásticas y maravillosas que se desviven por ellos. Les quieren, les adoran y siempre están ahí para echarme una mano (si la necesito) cuando el Tripadre anda en su eterno horario laboral o de viaje. Desde aquí, gracias.

Por otro lado, el Tripadre y yo siempre les decimos a los Trastos que siempre hay que hacer caso a papá y a mamá. El problema viene cuando yo digo una cosa y mi madre, su abuela, les dice otra. Dejaré hoy a un lado el tema de la autoridad pa/materna para centrarme en otra cosa, porque, en mi caso, se merece una entrada a parte.

Un ejemplo. La abuela les dice que, después del baño, pueden ver una película. Ellos corren raudos y veloces a decirme qué peli quieren ver. Yo miro el reloj y les digo que peli no hay, hay dibujos normales en la tele, si quieren. ¿Por qué? Pues porque la película dura hora y media larga y, después del baño, sólo les queda una hora antes de irse a la cama. Sé que no van a consentir en dejar la película a medias, pero si les dejo verla entera, al día siguiente cuesta horrores que se levanten de la cama para ir al cole. Pues bien, ya está servido el drama.

Les explico que no les da tiempo a verla entera. Ellos me regatean, están dispuestos a renunciar al baño para que les dé tiempo. Por un momento dudo, total, porque no se bañen un día no pasa nada, ¿no? Entonces caigo en que el Mediano trae el pelo lleno de arena, fruto del recreo, y en que el Mayor ha tenido fútbol. Hoy toca baño sí o sí. Les digo que no, que mejor mañana, se bañan antes y les pongo la película que quieran (que no se confunda nadie, tardan media hora en ponerse de acuerdo porque, por lo general, la peli que quiere ver uno, no quiere verla el otro… y así un buen rato). El Mayor me ha visto dudar, sabe que puede insistir un poco más. Lo hace. Vuelvo a acordarme de la arena. Digo que no. Ven que están perdiendo la batalla contra mí y recurren al último cartucho que les queda.

– Mamá- me dice el Mayor muy serio-, tú siempre nos dices que hay que hacer caso a mamá y a papá, ¿verdad?

– Sí. Es que siempre hay que hacer caso a mamá y a papá.

– Pues la abuela ha dicho que podíamos ver una peli.

– ¿Y?

– Pues que la abuela es tu madre y tú deberías hacerle caso. Así que tienes que ponernos una peli.

Mi cara es un poema. ¿En qué momento de su vida, ese pequeñajo, ese pipiolo, ese mico de cinco años ha sido capaz de hacer tal asociación de ideas y ponerme en jaque a mí? Me doy cuenta de que está a punto de ganarme con mis propios argumentos. Esto puede asentar unas bases terribles para el futuro. Ya me veo llamando a mi madre para preguntarle si hoy pueden ir en manga corta porque ellos quieren, pero yo no veo que el día esté para ir así de frescos. ¿Va a mandar la abuela más que yo, que soy su madre? Por ahí no paso. Ya le veo la cara de satisfacción. Dudo un segundo. Me recompongo y muy digna le digo:

– Ya, pero tu madre soy yo, no la abuela. Y ésta es la casa de mamá y de papá, no de la abuela, así que aquí se hace lo que digan papá y mamá, nadie más.

– Joooo…

Y se va, resignado al salón. Yo sonrío, he ganado. He conseguido salir de una situación delicada. Me siento orgullosa de mí misma. Creo que he dado con el quid de la cuestión. Si pudiera, me daba un beso. Qué diantres, palmaditas en la espalda, que ahí sí llego. Yo también me voy al salón, dispuesta a negociar qué dibujos ponemos después del baño.

– ¿No les vas a poner una peli? – pregunta mi madre.

– No les da tiempo después del baño.

– Pues no les bañes hoy. No les va a pasar nada.

– Tienen arena en el pelo. Tengo que bañarles.

– Pues les peinas y ya está.

– Pero es que el Mayor ha tenido fútbol y habrá sudado.

– Ya ves tú lo que puede sudar un niño de esta edad.

– Bueno, voy a bañarles, que me quedo yo más a gusto sabiendo que se acuestan limpitos.

– Tú verás, que eres su madre. Pero mira que dejarles sin peli…

– Voy a prepararles el baño.

Está claro que no todas las batallas se ganan a la primera.

CONTRAS:

  1. Es cierto, las abuelas y los abuelos son los padres y madres de mamá y papá. Pero eso no significa que manden más que nosotros, que al fin y al cabo somos los padres de nuestros hijos.

  2. Se dice que los padres crían y los abuelos malcrían. ¿Y dónde está el límite de malcríar?

  3. Cuando era pequeña, siempre oí a mi padre decir aquello de “yo soy tu padre y harás lo que yo diga”. Pues bien, ahora la madre soy yo. Exijo respeto sobre mis decisiones.

PROS:

  1. Prefiero tener esa discusión con mi madre cien veces a que no estén presentes en la vida de mis hijos. Son sus abuelos y les quieren con locura.

  2. Siempre estaré eternamente agradecida con la ayuda que me prestan los abuelos. Hay veces en que no puedo hacerlo sola… a menos hasta que se invente la máquina de la ubicuidad. ¿Alguien sabe dónde la venden?

Cuando mis hijos eran bebés, no se enteraban de la mitad de las cosas. Ahora han crecido y, aunque a mis ojos, sigan siendo pequeños, ya son personitas con capacidad de asimilación y comprensión. Tienen sus propios gustos y saben qué quieren y qué no. Ante dos respuestas contradictorias, escogerán siempre la que más les convenga a ellos. Los adultos también lo hacemos. Es algo normal. Por eso es importante mantener una cierta coherencia en lo que se les dice. Da lo mismo que se trate de papá y mamá o de papá y la abuela, si se dan discursos contradictorios, los niños no sabrán a qué atenerse. Para mí, la palabra clave es coherencia. Y dejarles bien claro a quién deben hacer caso siempre.

¿Os ha pasado algo similar alguna vez? ¿Cómo lo habéis resuelto?