Archivos de la categoría: Bebés

10Jul/13

… de ser un niño delgado o no

Estamos en verano, época de poca ropa y lorzas al aire. Esto también es válido para los niños. Como ya dije en mis primeras entradas, mis tres Trastos son hijos de su padre y de su madre, aunque sean los mismos. El Mayor ha sido un niño normal, ni gordo ni flaco, normal. El Mediano ha sido y es excesivamente delgado (a pesar de que come bastante y de que está súper sano). El Peque es el más rellenito de los tres (aunque su percentil de peso no sobrepasa el 30).

Con estos datos que os doy hoy, el otro día en la piscina hubo quien insinuó que estaba algo gordito. El comentario no me lo tomé a mal, sobre todo porque quien lo dijo fue una persona que pasaba por allí y con la que no tengo relación ninguna.

El caso es que me hizo gracia que ahora me digan que el Peque está gordo cuando hace tres años me decían que fuera como alma que lleva el diablo corriendo al médico con el Mediano porque tanta delgadez era síntoma de enfermedad grave cuanto menos. Es más, me lo siguen diciendo. De nada sirve que les diga que él está sano o que no les haga caso. Los consejos bien intencionados siguen lloviéndome por doquier.

Una anda ya curada de espanto y les hace poco caso. Sin embargo, no deja de sorprenderme la facilidad de la gente para opinar y aconsejar a los demás. Yo soy incapaz de decirle algo parecido a una madre si ésta no me ha preguntado antes. Mucho menos si es para meterle miedo sobre la salud de su hijo. Yo sé que mis hijos están sanos. Y las palabras clave son “yo” y “sanos”.

CONTRAS:

  1. Si yo no me meto con esos niños, supuestamente sanos, que para merendar se comen la bolsa de gusanitos que tan alegremente le han dado sus padres; lo mínimo que habría de esperar es que no se metiesen con la complexión física de mis hijos.

  2. Llueve sobre mojado. Esto que hoy comento no es más que otro ejemplo de los consejos gratuitos que nos llueven a las madres (y padres, obviamente) dándonos donde más nos duele: la salud de nuestros hijos.

  3. Teniendo un hijo delgado y otro que tiene algunas lorcillas, creo que me va a tocar aguantar estos comentarios bastantes años más.

  4. Ojo, que esas “lorcillas” son las mismas que se os vienen a la mente cuando os imagináis a un bebé. Las mismas que tienen los bebés que salen en los anuncios. Vamos, que de gordo nada.

  5. Si fuera gordo, yo tampoco trataría de ocultarlo. Pero sigo manteniendo que eso sería un asunto familiar que nadie más atañe. Especialmente a un desconocido.

  6. ¿Y si estos comentarios los escuchan mis hijos? El Mediano ya va teniendo una edad en la que entiende lo que se dice. Seguro que muchos complejos estúpidos empiezan así, por un mal comentario.

PROS:

  1. Con el paso de los años y el nacimiento de mis hijos, puedo decir que no me asusto fácilmente ante estos comentarios. He aprendido a que me resbalen y darles credibilidad cero.

  2. Aún no he llegado al punto de contestar con una bordería, pero desde luego muchas veces es lo que tendría que hacer. Con lo tímida que yo era antes de ser madre…

Repito que mis hijos, los tres, están sanos. Y, si no fuera así, ya tendría yo bastante preocupación sin que nadie tuviera que meterme más en el cuerpo y, además, ya estaría yo buscando remedio para su enfermedad sin necesidad de que nadie me dijera qué es lo que tengo que hacer. Insisto en que, cuerpos a parte, la palabra clave es “sano”. Y su madre soy yo.

03Jul/13

… de mirar a los ojos de mis hijos

Ojos

A veces, miro a mis hijos para regañarles, otras veces porque ellos así me lo piden (“¡mírame, mami!”), de vez en cuando porque ni mirándoles me creo lo que están haciendo… Pero en algunas ocasiones, les miro, no ya a los ojos, sino al alma que esconden dentro. Y es entonces cuando me doy cuenta de que…

(CONTRAS:)

  1. No siempre estaré ahí para verles crecer. No les veré llegar a viejos.

  2. No podré controlar lo que sus ávidos ojos hambrientos quieran mirar. No todo será bueno ni recomendable. Habrá cosas que ellos mismos preferirán no haber visto y yo no podré protegerles.

  3. Habrá gente que les mire y se queden sólo en lo superficial, no llegarán jamás a ver lo que yo veo.

  4. Habrá ocasiones en las que me miren con esos ojos y me mentirán, con todo descaro.

Sin embargo, cuando me pierdo en sus miradas, también caigo en la cuenta de que…

(PROS:)

  1. La bondad puede verse si miras fijamente a los ojos de un niño.

  2. Ellos son mi milagro de vida (sin desmerecer al Tripadre). Ellos se crearon, crecieron y salieron de mí. Son mis hijos, para el resto de la vida.

  3. El amor de una madre hacia sus hijos es infinito.

  4. Puedo intuir sus pensamientos por el brillo de sus ojos. Me añado éste a mi lista de súper poderes.

  5. Espero que conserven siempre la ternura que ahora veo en sus ojos.

  6. Cuando sus ojos se llenan de alegría, mi corazón late más fuerte.

  7. La vida les rebosa por todos lados. ¡Hasta sus ojos están llenos de vida!

Sé que es un tópico, pero ojalá pudiera hacer que el tiempo fuera más despacio, poder pararme más detenidamente a saborear cada instante. Algún día crecerán, se irán de casa, formarán su propia familia y sabrán cuidarse solos. Al menos, eso espero. Sin embargo, me gustaría poder mirarnos a los ojos como nos miramos ahora. Parando el mundo a nuestro alrededor. A salvo de todo lo demás.

01Jul/13

… de ir a por la niña

Cuando era pequeña y luego más joven que ahora, estaba convencida de que tendría hijas. Así, con A. Al menos una. Por eso, cuando el ginecólogo nos dijo en mi primer embarazo que esperábamos un niño, pensé: “la siguiente será la niña”. En el segundo embarazo estaba aún más convencida de que sería niña, pues ya había tenido un niño. De nuevo el ginecólogo nos informó de que sería niño. Ahí sí me puse triste porque, en aquel momento, no contemplábamos la posibilidad de que tener un tercero.

Tras el impacto inicial, empecé a pensar que, siendo los dos niños, podría aprovechar toda la ropa del primero con el segundo, compartirían juegos y juguetes y, posiblemente, se llevaran mejor entre ellos que si fueran niño y niña. Aquí quien no se consuela es porque no quiere.

Cuando el ahora Mediano iba camino de cumplir sus dos añitos, el Tripadre y yo decidimos ponernos manos a la obra para ir a por la niña. He de reconocer que a él le daba un poco igual niño que niña, pero sabía que a mí me haría mucha ilusión tener una niña. Además, a mí me había vuelto a picar el gusanillo tras el nacimiento de mi sobrina… pobrecita, necesitaba una compañera de juegos, pues entre su hermano y sus primos, no había más niñas por aquí.

Así que hace ahora dos veranos, empecé a tomar ácido fólico en previsión de lo que me esperaba. Pero esta vez, decidimos hacer todo lo posible para que fuera niña. Dice la ciencia que en el sexo del bebé influye (aunque nunca se sabe) la frecuencia de las relaciones sexuales. Así, los espermatozoides niños son más rápidos pero mueren antes y los espermatozoides niña son algo más lentos pero aguantan más en el útero. Si es esto es así, para tener una niña hay que mantener relaciones uno o dos días antes del periodo fértil de la mujer (método basal) y ya. No hay que mantenerlas a diario, sino espaciadas. Y así lo hicimos.

Por otro lado, también existe la tabla china de la concepción. Este método relaciona la edad de la madre al quedarse embarazada con el mes del año. Si el resultado es un cuadrado azul, será niño; si es rosa, niña. La tabla china acertó de pleno con mis dos hijos mayores y hasta conmigo. Así que también nos guiamos por ella a la hora de mantener esas esporádicas relaciones sexuales.

Además, hay una especie de juego que se hace a las mujeres con una aguja pendiente de un hilo o un colgante. Consiste en extender la mano y levantar la aguja o colgante en la palma abierta. Si se mueve en círculos, es una niña; si lo hace en línea recta, un niño. Si se queda clavada y no se mueve, no hay más bebés a la vista. Bueno, pues también lo hice y me salió que iba a tener tres hijos: dos niños y una niña.

¡Y una leche! Como veis, lo hicimos todo encaminado a ir a por la niña. ¿Y qué pasó? Pues que no sirvió para nada. Otro niño como otro sol que no cambio por ninguna niña, dicho sea de paso.

CONTRAS:

  1. Como dice la canción, “♬♪ lo que tenga que ser, será ♫♩”. Da igual lo que nos esforcemos, como dice el refrán “el hombre propone y Dios dispone”. Pues eso. Si tiene que ser niño, da igual lo que nos emperremos en que sea niña.

  2. La gente me mira extrañada cuando les digo que tengo tres hijos. Pero aún se asombran más cuando les digo que los tres son niños. Vamos, ni que fuera la única madre en el mundo con tres hijos varones.

  3. Una vez recuperados del susto, la pregunta que suelen hacerme es si voy a ir a por la niña. A ver, que vale que me hubiera hecho ilusión tener una niña a la que peinar y poner vestiditos de vez en cuando, pero no por ello voy a quedarme embarazada por cuarta vez.

  4. Mucha ciencia moderna, mucha ciencia de la abuela y mucha ciencia ancestral y al final no hay manera de saber si estás embarazada de niño o de niña. Si me apuráis, ni las ecografías son fiables al cien por cien.

  5. Sigue habiendo gente que me viene a ¿ayudar? informándome de que existen maneras que funcionan para conseguir que el bebé sea niño o niña. Y me lo dicen como si fuera tonta, en plan, “ay, mira que no saber esto… ahora podrías tener alguna niña…”. Pues mira, ni tonta ni ignorante. Es más, creo que la tonta eres tú por creerte esas chorradas. Si a ti te funcionó, es pura coincidencia.

  6. Hay gente que, en su afán de ayudarme a pasar este mal trago que tengo con tres niños (léase con ironía), no duda en decirme que, cuando sea vieja, no voy a tener quien me cuide y se preocupe por mí si falta mi marido porque, aunque los hijos quieren mucho a sus madres, la realidad es que son las hijas quienes se hacen cargo de ellas cuando son mayores. Visto lo visto, creo que voy a tener que empezar a ahorrar ya para la residencia y cruzar los dedos para que no me falte mi marido.

PROS:

  1. Como siempre que se busca un embarazo, es divertido mientras se intenta. Hay que aprovechar, que luego llegan las náuseas y los vómitos y no está el horno para bollos.

  2. Como lo he probado, creo que tengo la suficiente credibilidad para afirmar que esos métodos no son fiables. Hay que pensar en si se quiere tener un hijo o no, en lugar de pensar si queremos tener un niño o una niña. ¿O es que acaso no se le va a querer igual si no es del sexo que esperábamos?

  3. Tengo tres hijos maravillosos como tres soles. No los cambio por ninguna niña, por muy tranquilita que sea ésta.

Esta entrada ha sido un poco para desahogarme, que últimamente, no sé que hay en el aire, no paran de preguntarme si voy a ir a por la niña. ¿Será que ya ven al Peque con cierta edad para convertirse en hermano mayor también él? Bueno, pues lo repito. Tengo tres niños como tres soles que no cambio por ninguna niña. Y, a estas alturas, me conformo con mi sobrina y quedo a la espera de nueras y nietas. Porque nietas sí tendré… ¿o no?

29May/13

… de los primeros pasos

zapatillas bebé

Cada uno de mis Trastos empezaron a dar sus primeros pasos a una edad distinta. A saber: el primero a los 10 meses, el segundo a los 11 meses y el tercero a los 12 meses. Exactamente cuando les ha dado la gana a ellos, pues ni el Tripadre ni yo les hemos forzado ni insistido. El Mayor y el Mediano no gatearon, simplemente empezaron a dar pasos. El Peque alterna sus primeros pasos con el gateo. Y yo estoy por comérmelo a besos un día de éstos, igual que estuve tentada de hacerlo con sus hermanos.

Recuerdo que el Mayor cogió un día un par de pinzas de la ropa y, sujetándolas bien fuerte, se lanzó a la aventura de andar. Un mes después, con 11 meses andaba y correteaba que era un primor. El Mediano daba pasitos de vez en cuando, sobre todo, en el parque, de lado a lado. Y en el suelo, del sofá a la mesita y al revés. Pero fue el día de su cumpleaños (también un mes después) cuando, en presencia de toda la familia, decidió que la distancia mesa-sofá se le había quedado pequeña y empezó la tarde andando por todo el salón (que no era muy grande, pero para él debió de ser inmenso). Para cuando acabó su fiesta, ya se había aventurado a ir desde el salón hasta su habitación a lo largo de todo el pasillo. Está claro que había decidido estrenar su primer año dando sus primeras carreritas por toda la casa.

El Peque ha empezado a dar sus primeros pasos a los 11 meses también, pero un mes después, no corretea como sus hermanos. ¿Preocupada? En absoluto. Después de tres hijos, me ha quedado claro que cada niño tiene un ritmo que hay que respetar. Aunque, si me preguntáis mi opinión, estoy convencida de que, aunque da pasitos, no se ha lanzado a explorar el mundo del andar porque ha descubierto otro: el mundo del gateo. Mundo que, por otro lado, no conocieron sus hermanos. ¿Por qué? Ni idea. No sé por qué unos niños gatean y otros no. y, la verdad, tampoco es algo que me quite el sueño.

Empezó poniéndose de pie en el parque, agarrándose a la malla primero y al agarrador que tiene el parque después. Y, una vez de pie, se soltaba y se aplaudía solo. ¡Bien por mi niño! Y se reía, contento por el logro que acababa de alcanzar. Si le pongo en el suelo, él solo gatea hasta una pared, el sofá o cualquier cosas que él vea que puede servirle para ponerse de pie. Se levanta y anda un poquito. Más aplausos. Más risas. En cuando deja de sentirse seguro, hace una sentadilla y planta el culete en el suelo. Entonces decide que quiere ser invadido por la velocidad y empieza a gatear. Llega hasta otra cosa que le sirva de apoyo y, otra vez, se pone de pie. De nuevo, aplausos y risas, con esos poquitos dientes que ya le asoman. Vamos, que está para comérselo a besitos (nota: en este momento, me retiro del ordenador para no llenarlo con mis babas de madre. Me limpio. Vuelvo. Continúo el relato).

Si le doy la mano, la velocidad la coge andando. Un paso, una risa, otro paso, otra risa… y así por media casa. Está más salao :-D. Es imposible no reírse también y aplaudirle los logros. Él me mira y se ríe aún más. Aunque al Tripadre le escueza un poco, he de confesaros que suele venir a buscarme si está con otra persona o, si está conmigo, hay un momento en que se da la vuelta y se me tira encima, como dándome un abracito. Supongo que os imagináis lo orgullosa que estoy de mi Peque y de sus primeros pasos y de sus primeros gateos :-).

CONTRAS:

  1. Teniendo en cuenta que ya ha cumplido el año y que sus hermanos mayores ya andaban solos a esa edad, hay mucha gente que, cuando ve al Peque, se pregunta que cuándo va a andar de una vez por todas. Sé que es un decir, que no es en serio, pero a mí me molesta un poco. Si no me importa a mí que soy su madre, menos debería importarle a ellos.

  2. El Peque ve a sus hermanos jugando, corriendo y andando y se nota que ya quiere irse con ellos. Le llama mucho la atención verles moverse y, cuando está en el suelo, todo su afán es ir hacia dónde están los otros dos. Ya veréis cuando sea un poco más mayor y pueda unírseles al juego. Me lo voy a pasar pipa.

  3. En cuanto empiece a andar (y no me refiero a los pasitos que ya da, sino a andar en condiciones) tendré que volver a establecer un perímetro de seguridad a un metro del suelo por lo menos. Cosas valiosas o susceptibles de ser rotas, cuanto más altas mejor.

PROS:

  1. A pesar de todos los contras, estoy deseando verle corretear y sumarse a sus hermanos en el juego, a quienes, por otro lado, les encanta jugar con su hermano. Muchas veces les tengo que decir (sobre todo al Mediano, pues el Mayor ya pasó por esto) que determinados juegos no son para el Peque y, que si quieren jugar con él, tienen que cambiar el juego o la manera de jugar. A veces lo hacen y otras siguen a lo suyo bajo la atenta mirada del Peque.

  2. El Peque está dejando de ser un bebé. Ahora está a medio camino entre un bebé grande y un niño pequeño. Es mi bebé-no-tan-bebé-ya.

  3. Me encanta ver cómo consigue sus logros. Disfruto viéndole dar sus primeros pasos, de la misma manera que me quedo absorta observándole cómo mueve sus dedidos para tocar algo, como un botón, para explorarlo. Está empezando a querer saber qué son las cosas. Su curiosidad no tiene límites y el poder andar le va a ayudar mucho.

  4. Dentro de nada vendrán los paseítos y sus primeras carreras. Va a ser digno de verle. ¿Se seguirá aplaudiendo sólo? De hacerlo, ¿lo hará mientras corra? De lo que no me cabe duda es de que seguirá riéndose porque a risueño no le gana nadie. ¡Menudo es mi niño!

Ésta es una época preciosa. Es la época de sus primeras veces. Soy consciente de que durará poco, al igual que la de sus hermanos, que se me pasó en un suspiro. En ocasiones, miro a los otros dos Trastos y se me hace mentira que sean capaces de correr, de saltar o de darle a la pelota cuando, hace nada, estaban empezando a andar cogiéndome de la mano. Sé que esta época se pasará pronto y, a parte de alegrarme por verle crecer sano y feliz, no puedo evitar sentir también un poco de nostalgia porque no se repetirá y también alegría al ver de lo que es capaz.

28May/13

… del parque de juegos

parque de juegos

Odiado por unos y amado por otros, el parque de juegos es otro motivo más de controversia dentro de la maternidad. Vaya, que ya llevamos unos cuantos… El caso es que yo he usado el parque con cada uno de los tres Trastos. Y he tenido que escuchar de todo.

Con el Mayor lo usaba para, entre otras cosas, poder ducharme a gusto o recoger la cocina o prepararle la papilla sabiendo que dejaba a mi bebé en un espacio a salvo de golpes. Con el Mediano y el Pequeño fue más por poder atender al hermano mayor. Si tenía que bañar al Mayor o acompañarle al baño en plena operación pañal, con el Mediano aún empezando a andar, el parque era el lugar ideal para dejarle. Lo mismo le ocurre ahora al Peque, que aún no está para dejarle solo mientras los Mayores acaparan toda mi atención.

Esta utilidad creo que no se la puede quitar nadie a este cachivache. Sin embargo, utilidades a parte, hay quien lo llama “cárcel para niños”. Bueno… a ver… maticemos… Yo no sé qué harán demás padres y madres, pero para mí, el parque de juegos no es un sitio donde soltar al niño cuando se levanta de la cuna y de donde sacarlo para acostarle otra vez. Como he dicho, para mí es un espacio seguro donde poder dejar al bebé jugando mientras yo no puedo atenderle en ese momento. Ojalá no tuviera más obligaciones que estar con él tirada en el suelo todo el día. Pero no es así, hay otras cosas que reclaman mi atención y también otros hijos a los tampoco puedo desatender.

De la misma manera que a mí no se me ocurre crucificar a nadie que decida no usarlo, me gustaría que nadie juzgara la manera en la que educo a mis hijos o el amor que les profeso. Pero volvemos a lo de siempre. Esos comentarios tan bienintencionados que suelta la gente sin medir (o sin importarles) el daño que hacen sus palabras. Más cicatrices para la madre o padre que tiene que escuchar esas críticas constructivas. Quizás algún día aprendamos a medir las palabras. O al menos a no imponer nuestro punto de vista.

CONTRAS:

  1. Según va creciendo el bebé, el parque se les queda pequeño y en cuanto empiezan a andar sólo quieren suelo.

  2. Si tenéis hijas, cuidado con los pendientes. Pueden engancharse fácilmente en la malla. Obviamente, con tres niños, yo esto no lo he vivido, pero conozco a quien sí.

  3. Ojo también a los juguetes que se colocan dentro del parque para que juegue el bebé. Los mejores son los blanditos, sin partes duras, por si el bebé se cae que no se haga daño.

  4. Si hay hermanos mayores, éstos pueden querer meterse dentro del parque para jugar con el hermano pequeño. Esto sí que nos pasa continuamente en casa. Y hay que hacerles comprender a los Mayores que el parque no aguanta el peso de los niños más mayores y que se puede romper. Os deseo suerte, yo aún estoy en ello.

PROS:

  1. Si no hay muñecos duros ni pendientes en las orejas, el parque es un espacio seguro para los bebés. Les gustará más o menos estar dentro, pero a salvo sí están.

  2. Los parques suelen traer anillas, lo que ayuda a los ya no tan bebés a ponerse de pie e ir practicando su equilibrio. Perfecto para cuando decidan andar.

  3. Cuando empiezan a salirle los dientes, suelen tomarla con el borde de arriba, que suele estar blandito. Lo único malo es que empiecen a romperlo con esos dientecitos incipientes.

  4. Pueden dar sus primeros pasitos dentro del parque, de nuevo, sin riesgo de hacerse daño.

  5. El hecho de utilizar el parque no implica que el niño vaya a andar antes ni que no pueda gatear. Como digo, mis tres hijos han usado el parque. Los dos primeros pasaron de gatear y se pusieron a andar directamente. Y es el Peque el que, empezando ya a dar sus primeros pasos, se ha decidido a gatear. Así que puedo decir que, según mi experiencia, el uso o no uso del parque no influye para nada en sus primeros pasos o gateos.

Como decía al principio, el uso del parque es motivo de controversia. Al igual que dar el pecho, dar biberón, usar mochila, usar carrito, usar chupete… En fin, que yo creo que hay que respetar más las decisiones de los padres y no criticar a quienes actúan de forma distinta a nosotros, pues a veces las palabras hacen más daño que las espadas. Y ojo, todo esto partiendo de la base de que creo que nadie puede negar la utilidad del parque. Otra cosa es que decidáis usarlo o no, según sean vuestras preferencias, vuestras circunstancias en casa y, sobre todo, vuestros hijos.

Y vosotros, ¿habéis usado parques?

15May/13

… de portear

Boba Air

El otro día, La orquídea dichosa sorteó, gracias a Kangarunga, una mochila Boba Air. Yo no he porteado a ninguno de mis Trastos. Con el Mayor, dejé caer estando embarazada que me gustaría una mochila. Pero no llegó nunca. Con el Mediano no me hice ilusiones. Y con el Peque ni lo mencioné. ¿Por qué no me la compré yo? Pues en parte por desinformación y en parte porque no sabía el uso real que podría darle, ya que teníamos carrito de bebé, y gastarnos el dinero para no aprovecharla mucho nos echaba para atrás.

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08May/13

… del sacaleches

Sacaleches

He tenido tres hijos y un solo sacaleches que he usado apenas una semana (si junto las horas totales que lo usé). No trabajo fuera de casa desde antes del Mayor, así que no había tenido necesidad de uno. Mis razones para usarlo fueron otras. Y, a pesar del poco tiempo que lo usé, le cogí un inmenso cariño.

Ya os conté cómo fue el nacimiento del Pequeño, una cesárea violenta en la que mi bebé tuvo que hacer un esfuerzo para salir al mundo. Como nos dijeron en el hospital, “había nacido cansado”. Al principio no entendía qué repercusiones podría tener esta afirmación, pero no tardé en averiguarlo. Dormía mucho y le costaba mamar y no precisamente porque no supiera. Dormía y al Tripadre y a mí (y también a las enfermeras de noche del hospital) nos costaba horrores despertarlo, horas interminables haciéndole todo tipo de perrerías para que abriera los ojos (quitarle ropa, tocarle los pies, menearle, cogerle, dejarle…). Ya sabéis que, sobre todo durante los primeros quince días, los bebés deben comer más o menos cada 4 horas para evitar la hipoglucemia. Pues nada, mi Peque prefería dormir a comer. Cuando por fin se espabilaba un poco, le ponía corriendo a la teta. Empezaba a comer y ¡otra vez dormido! Apenas habían pasado 5 minutos y ya estábamos igual que hace un par de horas. Era un auténtico suplicio.

A los 10 días fuimos a una revisión con su pediatra y aún no había recuperado su peso al nacer. Yo le dije a la pediatra que quería seguir con la lactancia materna, que con el Mediano la había perdido, pero que estaba decidida a hacer lo que fuera por no recurrir al biberón si no era estrictamente necesario. Y aquella pediatra me entendió a la perfección. Me propuso utilizar un sacaleches para darle mi propia leche con una jeringuilla. Así evitábamos el biberón y nos asegurábamos que comía aunque tuviera un sueño profundo.

Nos hicimos con uno simple, aunque automático. Cuando se quedaba dormido, el Tripadre me traía el aparato y, mientras él intentaba despertar al Peque, yo me sacaba la leche. Después, con la jeringuilla, le dábamos la leche, mi leche. Y así estuvimos una semana. A la siguiente cita con la pediatra, mi bebé había recuperado el peso al nacer e incluso había puesto unos gramos más. ¡Estupendo!

Nunca le agradeceré lo suficiente a aquella pediatra que me echara una mano para salvar la lactancia en vez de tomar el camino fácil y “recetarme” el biberón. Gracias a su comprensión y sus consejos, mi bebé estuvo con lactancia materna exclusiva los seis meses recomendados. Poco a poco, logramos despertarle para comer y él conseguía quedarse más o menos despierto… porque se enganchaba, se dormía, volvía a mamar, otra vez se quedaba frito, ahora lactaba un poco más, otro rato dormido con la teta en la boca… y así hora y media, a veces más.

De manera que, teniendo en cuenta esta particularidad, aquí van mis pros y contras del sacaleches.

CONTRAS:

  1. Tiene muchas partes, casi hay que hacer un máster para entenderlo. Vale, a lo mejor no son tantas y yo exagero un pelín, pero sí son más partes que un biberón normal, que era lo más complejo que había tenido que montar y desmontar hasta la fecha.

  2. Hay que esterilizar todas las pares y todas las veces tras su uso. Esto implica desmontarlo y montarlo varias veces al día, en mi caso, prácticamente en todas las tomas. Si tenemos en cuenta que los bebés maman muy a menudo nada más nacer, para mí eran demasiadas esterilizaciones y se me hacía muy cuesta arriba.

  3. Con la calculadora en la mano, me salió muy caro teniendo en cuenta el poco tiempo que lo usé.

  4. Las primeras veces me molestaba un montón. Era como un vacío en el pecho que me costaba soportar.

  5. Viendo salir la leche, no podía evitar sentirme como una vaca lechera a la que estaban ordeñando. Al Mayor le hacía mucha gracia el aparatejo y, cuando me veía con él, me preguntaba si ya iba a ordeñarme otra vez… muy majo como véis 😛

PROS:

  1. Por mucho que costara el cachivache en cuestión, doy por bien empleado ese dinero pues permitió que mi hijo siguiera alimentándose de leche materna de forma exclusiva, sin tener que recurrir al biberón.

  2. Como era automático, una vez enchufado y establecida la frecuencia de succión, el trabajo lo hacía todo el sacaleches.

  3. Con la práctica, conseguí ajustármelo de manera que ese vacío que me hacía en el pecho no me molestara.

  4. El complejo de vaca lechera ordeñada pasaba con el simple pensamiento de que así ayudaba a mi bebé sin recurrir al biberón.

  5. Viene muy bien para aquellas madres que tienen que separase de sus bebés durante algunas tomas pero quieren seguir dándoles leche materna, pues ésta se puede refrigerar o congelar. ¿Alguien lo duda?

  6. El mío era simple, para sacar leche de los dos pechos, éstos tenían que turnarse. Sin embargo, los hay dobles, de esta manera, se puede sacar leche de los dos pechos a la vez.

Esta entrada está dedicada al sacaleches, pero en realidad es un agradecimiento a aquella pediatra que apostó por la lactancia materna. Una pena que tuviera que irse por motivos personales y no poder contar con ella para otras cosas, pues pensábamos igual en muchos aspectos de la maternidad, los bebés y los niños en general.

Una profesional como la copa de un pino que, cuando le dije evitaba tomar cualquier medicamento durante la lactancia, por muy seguro que se suponiera que era, por el temor a que afectara a mi leche, en lugar de hacerme sentir como una tonta por tal decisión, me dijo que me entendía perfectamente, sin juzgarme. Una pediatra que prácticamente me rogó que no dejara llorar a mi bebé si podía evitarlo (recordemos que mi bebé no era hijo único y que su madre no tiene el don de la ubicuidad, aunque lo intenta). Una pediatra que, además de preguntarme cómo estaba mi bebé, también me preguntaba cómo estaba yo. No todos los pediatras son así. Espero de todo corazón que haya conseguido hacer realidad su sueño.

02May/13

… del cojín de lactancia

Cojin de lactancia

Cuando nació el Mayor, le di el pecho. Para ello, solía ponerme en la cama o el sofá rodeada de cojines. Uno me lo ponía en la espalda, para mantenerla recta, y otros dos iban debajo del brazo que sujetara la cabeza de mi bebé (teta derecha-brazo derecho, teta izquierda-brazo izquierdo, era obvio, ¿verdad?). En casa ya sabía qué cojines debía utilizar, no tenían que ser ni muy blandos, pues entonces no sujetaban nada, ni muy duros, pues no se alineaban bien a mi brazo, la cabeza de mi bebé y el pecho. Y así pasamos los meses que duró su lactancia.

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26Abr/13

… del peluche de algodón

Peluche natural.

Peluche natural.

Mi hijo Mediano tiene piel atópica. Esto significa que toda la ropa ha de ser de algodón para evitar los dichosos granos. Pero no sólo la ropa, también están incluidos los juguetes. Con todos los peluches que tenía el Mayor, no le sirvió ni uno porque todos eran, en mayor o menor medida, de poliéster. Y, de la misma forma que encontrar prendas sólo de algodón es relativamente fácil, encontrar un muñeco de este material puede convertirse en una ardua cruzada.

Fue en su primer cumpleaños cuando se encontró, al fin, con dos peluches de algodón. Un perro azul y su osito polar, con el que aún hoy se va a la cama todas las noches. Al ser de algodón, ya no hay problema de que lo abrace y se lo arrime porque no provocará alergias en su piel. Encontrarlos fue toda una odisea porque cuando preguntabas por ellos te miraban con cara rara. Como si estuvieras pidiendo peras al olmo. Pero bueno, esto fue hace tres años y medio.

Según dicen los médicos, cada año se incrementa el número de niños atópicos, aunque siguen sin saber a qué es debido. Con el Peque, tengo la mosca tras la oreja. Ningún pediatra ni enfermera nos ha sabido decir a ciencia cierta si es o no atópico. Le salen algunos granitos de vez en cuando que se van como vienen, nada que ver con las ronchas que tuvo el Mediano. Puede ser, simplemente, dermatitis, muy común entre los bebés.

Pero, ante la duda, y teniendo ya un niño atópico en la familia, por el cumpleaños del Peque, también decidimos regalarle un muñeco de algodón al que pudiera aferrarse sin temor en sus ratos de juego o sueño. La tienda donde encontramos los de su hermano no nos valía, pues no queríamos que fueran dos muñecos iguales. Algunos pensaréis que podríamos haberlos comprado de otro color. Nosotros también barajamos esa idea… hasta que vimos que no había oferta de colores para esos muñecos.

Pregunté a amigos, a familia, lancé la pregunta en Twitter y Facebook e investigué por internet. Pero nada. Nadie sabía dónde vendían esos seres extraños que yo me empeñaba en llamar “peluches de algodón”. Y en internet, lo único que encontré fueron muñecos hechos a mano que se nos escapaban del presupuesto.

Al final, tras mucho buscar y estando ya a punto de tirar la toalla, dimos con éste simpático amiguito. ¿De algodón? Pues no lo sé. La ardilla venía en una súper caja en la que se podía leer, en letras bien grandotas, “100% natural”. Me acerqué, cogí la caja y empecé a buscar la composición del muñeco porque ¿qué significaba exactamente cien por cien natural? Tras cinco vuelta a la caja sin encontrar lo que buscaba, una dependienta tuvo a bien apiadarse de mí y vino a ayudarme. Miró la caja, miró la etiqueta del muñeco e incluso miró el papelito con las ¿instrucciones? que venía dentro. Y nada, a parte de que era muy natural todo, no encontramos los materiales concretos de los que estaba hecho el peluche.

Al final, lo compramos y se lo regalamos. Ahora le va un poco grande, pero mi niño crecerá y podrá manejarlo sin problema. Sin embargo, si un día le salen granitos, no me va a quedar más remedio que sospechar del muñeco.

CONTRAS:

  1. No entiendo cómo es tan difícil encontrar peluches de algodón. Sobre todo, teniendo en cuenta que el número de niños atópicos crece cada año.

  2. La desinformación que existe al respecto. Tener la piel atópica es una alergia equiparable a ser celíaco o no tolerar el huevo. Cuando digo “atópico” no estoy hablando en un idioma extranjero.

  3. La desidia de algunas tiendas. Entro y pregunto si tienen muñecos de algodón, se entiende que si los hay, al menos uno me voy a llevar, pagando, que no busco que me lo regales. Y la respuesta de la/el dependiente es: “ahí están los peluches, mírales la etiqueta”, señalando a un armario entero lleno de muñecos. Cariño, acabas de perder una clienta. Es más, acabas de perder bastantes porque entiendo que no soy la única madre que está buscando este producto. Vale que tiene una características especiales, pero si eres un poco avispado, puedes explotar ese mercado. Ley de la oferta y la demanda, ¿te suena?

  4. Igualmente, me parece fatal que no ponga exactamente de qué material está fabricado un producto. Por muy natural que sea, eso a mí no me vale. Quiero saber el material y la proporción que se usó para fabricarlo. ¿Qué pasa si mi hijo es alérgico al algodón? Sí, ya sé que suena muy raro, pero ¿alguien puede asegurarme al cien por cien que no hay nadie en todo el planeta que sea alérgico al algodón? Alergias más extrañas hay por ahí.

  5. Es un rollo tener que andando siempre la etiqueta. Primero de la ropa y después de los peluches.

PROS:

  1. Al final encontré el peluche. Espero que se rompa porque como tenga que salir a buscar otro me van a dar los siete males.

  2. Al igual que pasó con la tarta, mi Peque aún es pequeño para enterarse de qué va esto. También le pasó al Mediano. Pero, al igual que el Mediano se fue encariñando con su osito a medida que crecía, espero que el Peque se encariñe de su ardilla con el tiempo.

Cuando nace un niño, comprarle ropa de algodón parece lo más lógico. La composición de los muñecos es igual de importante. Creo que algunos fabricantes deberían tomar nota. Como ya he dicho, es un mercado aún por explotar.

17Abr/13

… de un parto natural

Ayer contaba las particularidades de mi cesárea (de urgencia, no programada). Hoy os cuento un poco cómo fueron mis dos parto anteriores de manera natural. Recuerdo perfectamente cada uno… a grandes rasgos, que ya sabemos el baile que se traen las hormonas tras el parto.

Mis embarazos no se los deseo ni a mi peor enemigo. Náuseas constantes mañana, tarde ¡y noche! Creedme, es horrible despertarse a las 4 de la mañana con ganas de vomitar. Y dar vueltas en la cama sin poder dormir por las dichosas náuseas. Y así hasta bien entrado en el quinto mes. Luego no desaparecen, no. Luego se queda en un malestar, pero como cualquier cosa es mejor que las náuseas y los vómitos, pues yo lo agradezco y ya casi puedo hacer vida de persona normal. Y también están los vómitos. Con cada embarazo, vomito más. En el tercero, era levantarme de la cama y vomitar. Mis hijos aseguraban que “mamá, le está dando los buenos días al wáter”. Más majos ellos…

Así que, digo que para compensar, mis partos (naturales) son casi dignos de envidia. Nada de horas interminables dilatando. Nada de empujar y empujar y nada. Todo lo contrario. En unas cuatro horas tengo a mis bebés en brazos. No es que no me duelan, que las contracciones duelen siempre. No es que no me entere, que vaya si me entero. Pero todo ocurre en una mañana. Y después ya tengo a mi bebé en brazos.

Para que os hagáis una idea, os cuento cómo fue con el primero. Aunque con el segundo fue bastante parecido… La fecha probable de parto del Mayor era un día como hoy (por ejemplo) y, como mi hijo tuvo a bien no nacer cuando me dijeron, tuve consulta con mi ginecóloga. Después de hacerme la revisión pertinente, la conversación fue más o menos así:

– ¿Te has notado algo raro estos últimos días?

– No, nada… ¿Debería?

– ¿Ni una contracción o el estómago algo pesado ni nada?

– No, nada de nada… ¿Por…?

– No, es que veo que ya estás de 3 centímetros…

– ¿¿De dilatación!!

– Sí, estás dilatada 3 centímetros.

– ¿Y qué hago?

– Nada, vida normal. Pero mañana a primera hora vete al hospital… a menos que tengas que salir corriendo esta noche para allá…

Bueno, pues con cara de cómo es que estoy de 3 cm y no me he dado cuenta me fui para casa… a esperar… Y esperé. Y pasó el resto del día y nada. Y me fui a dormir y nada. Y me desperté por la mañana y nada de nada. Así que me fui para el hospital. Otra vez revisión. Otra vez las mismas preguntas. Otra vez “que no, que no me noto nada raro”.

– Pues hoy estás de 4 centímetros. Así que espero que te hayas traído las cosas porque ya no te dejamos irte a casa. Tu bebé nacerá hoy.

Y así fue. Un rato en la sala de dilatación y después al paritoro. Tres pujos y mi bebé estaba fuera. El Mayor vino con una vuelta de cordón. Y totalmente morado. Tardó en llorar, pero luego se arrancó que daba gusto. Episotomía al canto. El bebé podría haberse ahogado con el cordón, así que me doy por satisfecha. En el caso del Mediano, la epidural dejó de hacerme efecto poco antes de que entrara en paritorio. Así que lo parí con dolor. Mucho dolor. Las palabras de mi ginecóloga fueron: “¿te duele? Pues empuja, que esto sólo se cura empujando”. Y empujé. Y al tercer pujo salió mi bebé.

Y para quienes dicen que el alumbramiento de la placenta es igual o peor que el mismo parto, he de decir que, en mi caso, ni me enteré. Cuando quise darme cuenta, mi placenta ya estaba fuera. Esta vez, completamente entera ;-).

En los dos casos, entré en el hospital por la mañana y a la hora de comer mis bebés ya estaban en este mundo. Así que, comparando mis partos naturales con mi cesárea, he aquí mis pros y mis contras.

CONTRAS:

  1. Duele. Las contracciones duelen. Si te ponen oxitocina, más. En la cesárea, a pesar de la sangre, yo no sentía dolor, sino miedo.

  2. La episotomía es peor que la cesárea. Entre otras cosas por el sitio en el que está. Cada vez que vas al baño duele. La cesárea también, pero no tanto.

  3. Mis puerperios fueron bastante molestos y, sobre todo el primero, duró más de la cuarentena. Con la cesárea manché bastante menos, quizá fuera porque, al abrirme, los mismo médico sacaron parte de lo que luego se va expulsando…

PROS:

  1. La epidural. Si me tomo paracetamol cuando me duele la cabeza… ¿por qué habría de renunciar a la epidural si el dolor es mayor? Si se administra bien, no se pierde sensibilidad.

  2. La cama del hospital. Adoro esa cama con la que, con sólo darle a un botón, ya estás incorporada. Cuando regresé a mi casa, no echaba de menos a la enfermera, yo echaba de menos la cama… qué dolor al incorporarme, tanto con la episotomía como con la cesárea…

Como veis, estoy bastante contenta con mis partos naturales. Por eso sigo sin entender lo de las cesáreas programadas por cuestiones de agenda…