Archivos de la categoría: Bebés

12Oct/18

… de las cositas de bebés de las que me da pena deshacerme

10 cositas de bebés de las que me da pena deshacerme

Últimamente me ha entrado la fiebre del orden y de conseguir más espacio en casa. Tiendo a conservar todo tipo de cosas solo por sentimentalismo. Y esto se ha visto agravado desde que soy madre. Si antes ya me costaba desprenderme de una entrada de teatro porque me recordaba algún momento especial de mi vida, ahora ya ni te cuento con las cosas de mis Trastos. Así que yo intento deshacerme de todo lo que mis Trastos ya no usan ni volverán a usar, pero hay algo que es superior a mí. Estas son las 10 cositas de bebés de las que me da pena deshacerme.

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20Jun/14

… de estrenar cama de mayores

cama, mayores, bebé, cuna

El Peque, siguiendo los pasos del Mayor, ha decidido que ya no va a dormir en la cuna. ¿Y cómo nos lo ha hecho saber? Pues encaramándose a la barandilla de la cuna y amenazando con saltar desde ahí al suelo. Ante este ultimátum, nos nos ha quedado otra que salir pitando a buscarle una cama de mayores. Vamos, lo que viene siendo una de 90 cm.

Aunque yo quería litera para aprovechar el espacio de la habitación a lo alto (por si alguien quería quedarse a dormir, que no estoy pensando en más Trastos 😉 ), al final nos decidimos por una cama nido.

El paso a la cama fue relativamente fácil, pues, aunque la cuna sigue en la habitación (encajonada entre el armario y la cama esperando ser desmontada), el Peque no ha hecho en este mes y medio ningún amago de pasarse de la cama a la cuna. Ya no la quiere para nada.

Al principio pasó una semana durante la que lloraba de noche, pero dormido. Descartados otros motivos, llegamos a la conclusión de que lo que le pasaba era que él notaba demasiado espacio. Al Peque le gustaba dormir con los pies para arriba, en los barrotes de la cuna, cosa que en la cama ya no puede hacer. Aunque de vez en cuando se arrima a la pared o a las barreras que le hemos puesto y ahí los sube de nuevo.

Pasada aquella fase, hubo un par de semanas en las que durmió de maravilla. Casi no podía creerme lo fácil que había sido la transición. Para qué diría yo nada… llevamos dos semanas en las que le ha dado por levantarse de la cama. ¿Por qué? Pues simplemente porque puede hacerlo. Ya no hay nada que se lo impida, pues las barreras de la cama no abarcan todo el perímetro.

Y estos levantares que tiene el Peque pueden ser varios seguidos. Y da lo mismo que sean las 9 de la noche, las 3 de la madrugada o las 6 y media de la mañana. Él se despierta y se baja de la cama. Va a la puerta, la abre y entonces dice un sutil “maaaamiiii” que a mí me suena a pitorreo, todo sea dicho.

A esta “costumbre” se le suma ahora que ha descubierto que hay una llave de la luz en la pared a los pies de la cama. Y le da por encenderla. Igual que le da por dormir con la cabeza en los pies de la cama.

No quiero decirlo muy alto, pero llevamos cuatro días en los que se acuesta y no se levanta. Se queda y se duerme en la cama. Lo que sigue manteniendo es el madrugón. Ha pasado de levantarse a las 10 de la mañana a hacerlo sobre las 8. Dos horitas que se levanta antes. Y, claro, llega la hora de la siesta y, si le dejamos, se echa siestas de 3 horas y, cuando vas a por él, el señor se cabrea porque le tenemos que despertar. Es como si quisiera recuperar las dos horas que se fuma por la mañana en la siesta. Y, claro, no puede ser, que luego se levanta para cenar.

Con el Mayor nos pasó algo parecido. Le dio por levantarse porque podía hacerlo. Tenía yo una barrigota enorme del Mediano y me tocaba sentarme en un taburete en la puerta para asegurarme de que no se levantaba. Pasada la novedad inicial, volvió a dormir tan bien en su cama como lo hacía en la cuna. Y seguro que con el Peque nos pasa igual.

CONTRAS:

  1. Ya no habrá más cunas en casa. Se acabó la época de bebé y, aunque esto siempre me ha entristecido, esta vez, sabiendo que no vendrán más detrás, me pone bastante melancólica.

  2. La lámina del cumpleblog (“tengo un trastorno del sueño, los doctores lo llaman niños”) ha estado muy presente en mi cabeza estas últimas semanas. He dormido fatal con tantos despertares nocturnos a los que se les ha unido un insomnio pasajero. Lo que ha provocado que estuviera más cansada durante el día, lo que ha originado que tuviera muy mal humor.

PROS:

  1. Aunque la cama es alta, el Peque ya sabe subirse y bajarse perfectamente de ella. Así que el temor al porrazo ha desaparecido.

  2. Ha sido genial que no echara de menos su cuna en ningún momento.

  3. Ya estoy curada de espanto y sé que todo esto es una fase, lo que me ayuda a sobrellevarlo mejor. Y digo esto porque con el Mayor no veía la luz al final del túnel y me ponía de los nervios. Quizás el embarazo y las hormonas me ayudaron a sacarlo todo un poco de madre…

Respecto a su manía de dormir del revés, supongo que se le pasará en invierno, cuando haga más frío y empiece a arroparse.

Para solucionar el problemilla de que encienda la luz, he hecho lo mismo que con la litera de los Mayores. He comprado una esponja a medida y una tela para forrarla. Irá entre el colchón y la pared. Así evitamos tentaciones y no podrá encender la luz… a menos que se levante y dé a la llave que está junto a la puerta, claro… Pero, shhhhh, no le digáis que hay otra ahí 😉

10Mar/14

… de la donación de leche materna (entrevista)

Donacion de leche materna

Esta entrada de hoy me hace especial ilusión. Primero por el tema en sí, que considero que es muy importante y que se le da poca difusión, ya que creo que todas las madres hemos oído las virtudes y beneficios que supone dar el pecho a nuestros bebés, pero también pienso que la mayoría no hemos oído hablar o no se nos ha informado correctamente de la donación de nuestra leche materna. La Asociación Española de Pediatría considera que sería muy efectiva la creación de una red de Bancos de Leche Materna en España. Y segundo porque esta entrada es posible gracias a Silvia, una de mis pocas amigas que saben que tengo un blog.

Ella y yo vivíamos en el mismo barrio y, aunque fuimos a clases distintas, compartimos colegio, instituto y universidad. Es una persona maravillosa y desde hace un año es mamá de una niña preciosa con unos ojos increíbles.

Hace bastantes meses, me dijo que ella era donante de leche materna. Y me dejó impactada (en el buen sentido). Yo conozco a gente que es donante de sangre o donante de órganos, incluso donante de médula ósea. Pero nunca había conocido a alguien donante de leche materna. Me puse a recordar y, la verdad, en ninguno de mis tres embarazos, partos o visitas a los pediatras siendo madre lactante se me habló de la posibilidad de donar mi propia leche para el beneficio de otros bebés. Pensé que este tipo de donaciones se merecía mayor difusión. Pero no fue hasta hace poco que se me ocurrió cómo poder ayudar yo a que se conociera más de qué va eso de donar leche materna.

Le mandé un mensaje a Silvia preguntándole si le importaría contestar a una serie de preguntas para hacer una entrada sobre este tema, dudas que creo que se plantea cualquiera que quiera donar leche materna. A ella le pareció una idea estupenda y respondió a mis preguntas rápidamente. Lo que vais a leer a continuación es un texto redactado por mí a partir de sus respuestas. Al final de la entrada, encontraréis una lista de los bancos de leche que existen actualmente en España. Y, por supuesto, los pros y los contras de hoy corren a cargo de Silvia 😉 .

Silvia vive en Andalucía y, tras concertar una cita, empezó a donar su propia leche al mes de nacer su hija porque ésta se quedaba saciada con un solo pecho. Para evitar posibles problemas, tenía que vaciarse el pecho que su hija no tomaba. Curiosamente, fue el vendedor de la habitación del bebé quien les comentó dónde estaba el banco de leche más próximo. Más tarde, en las clases de preparación al parto, le hablaron de Mamilactancia (un grupo de apoyo a la lactancia materna de Granada) y de las donaciones de leche materna.

Silvia podía alimentar a su hija con su propia leche, guardar su leche en casa para el consumo de su hija en el futuro y, además, donarla.

No hay edad para donar, sólo ganas. Aunque, cuando quieres ser donante de leche materna, como en cualquier otra clase de donación, te hacen un test médico para comprobar que tienes unos hábitos de vida saludables (buena alimentación, no fumar, no beber, etc.) y un análisis de sangre.

Una vez que el centro vio que Silvia era apta para donar, le facilitó una nevera portátil, botes para recogerse la leche, un sacaleches, pegatinas para etiquetar las tomas e incluso una tarjeta para el aparcamiento para cuando fuera a llevar la leche. Ésta se la sacaba ella en su casa, la recogía en los botes o biberones, ponía la medida y la fecha de extracción y la congelaba. Esta leche la podía llevar al hospital en un plazo máximo de 15 días (ella iba una vez por semana o cada 10 días).

La leche que Silvia donaba iba destinada principalmente a los neonatos con madres a las que aún no les había subido la leche y también para niños enfermos. Por ejemplo, aunque la donación es anónima y también lo es quien recibe la leche materna donada, Silvia conoció a un bebé prematuro que necesitó leche materna donada.

Le he preguntado a Silvia que qué supuso para ella ser donante de leche materna. Su respuesta según sus propias palabras: La experiencia… muy recomendable. Al fin y al cabo, fue un beneficio para mi bebé. Está demostrado que cuanto más leche sacas, más produces. ¡¡¡Mi niña se «hartaba» de leche de su mami a cualquier hora!!! ¡¡¡Me alegra pensar que algún bebé está sanito gracias a mi leche!!!”.

Silvia cree (y yo también, después de oír lo que ha contado) que todas las madres deberían donar leche. Si os ponéis en el lugar de esas mamás a las que aún no les ha subido la leche y de sus bebés neonatos, entenderéis perfectamente el porqué.

CONTRAS:

  1. Tener que estar todo el día con el sacaleches de un lado para otro.

  2. Tener tiempo para poder sacarte la leche. Lo que es una utopía cuando se tiene un bebé recién nacido.

PROS:

  1. Ha sido muy bueno para su niña. Cuanto más sacas, más produces, por lo que ella tenía toda la leche que quería y necesitaba.

  2. La satisfacción personal por ayudar a otros bebés y a sus mamás, para que puedan salir pronto del hospital.

Si quieres saber más sobre los bancos de leche materna en España, puedes visitar la web de la Asociación española de bancos de leche humana. Es ahí donde he encontrado los siguientes centros de donación de leche materna:

Palma de Mallorca

Banc de Llet Materna de les Illes Balears de la Fundació Banc de Sang i Teixits de les Illes Balears

C/ Rosselló i Cazador, 20 (Palma)

infotejidos@fbstib.org

www.fbstib.org

Tlf: 800 401 301

Folleto informativo

Madrid

Banco de leche del Hospital 12 de octubre

Avda. Córdoba, s/n – 28041 (Madrid)

bancodeleche.hdoc@salud.madrid.org

Tlf.: 913 908 811

Folleto informativo

Valencia

Banco de leche del Hospital Universitari i Politècnic la Fe

Bulevar Sur, s/n – 46026 (Valencia)

bancoleche_dslafe@gva.es

Tlf.: 961 245 680

Más información

Granada

Banco de leche humana del Hospital Virgen de las Nieves

Avda. Fuerzas Armadas, s/n – 18012 (Granada)

bancodeleche.hvn.sspa@juntadeandalucia.es

www.hvn.es/bancodeleche

Tlf.: 958 020 083

Zaragoza

Banco de leche de Aragón

C/ Ramón Salanova, 1 – 50017 (Zaragoza)

areatejidos@aragon.es

Tlf.: 876 764 300

Barcelona

MAMA, Banc de llet materna

Edificio Dr. Frederic Duran i Jordá, Passeig Taulat, 106-116 – 08005 (Barcelona)

mamabancdelletmaterna@bstcat.net

www.bancsang.net/donants

Tlf.: 935 573 500

Folleto informativo

Badajoz

Banco de sangre de Extremadura

Carretera de Valverde, s/n – 06800 (Mérida)

bancodesangre@ses.juntaextremadura.net

Tlf.: 924 314 686

Folleto informativo

Fuente.

Si tienes una historia que crees que deber ser conocida y te apetece contarla, puedes ponerte en contacto conmigo. Juntos le daremos difusión a través del blog.

29Ene/14

… de tener un escapista en casa

Escapismo

Ya lo dije ayer en Twitter, ni muerta ni de parranda, lo que estoy es muy liada. Se me acumula todo. Cualquier cosa, por poco tiempo que lleve hacerla, va directa a mi lista de tareas pendientes. Y lo peor de todo es que ya por Navidad me imaginaba que hoy por hoy iba a estar así.

Y la razón de todo esto es pequeñita. Tan pequeñita que quienes os pasáis a menudo por aquí la conocéis como Peque. Ese bichejo que apenas llega al metro de altura me tiene en jaque todo el día. Ese mico de poco más de 21 meses se me ha pegado a las faldas (como dice mi abuela) y me persigue allá donde vaya. Dentro de casa, eso sí, porque luego ni llora ni me echa de menos si tiene que pasar una tarde con su prima (la de la Peppa tarta) pero sin su madre.

Y es que el Peque ha decidido que pasa del parque, que las puertas cerradas se la refanfinflan y que las escaleras y el sofá son lo más divertido del mundo. Para quebradero de cabeza de su sufrida madre. O sea, yo. Así que lo único que lo mantiene en un lugar seguro algo más de 5 minutos seguidos es la trona. Pero claro, tampoco es plan de tenerle ahí sentado todo el día.

Ya os conté lo que pensaba del parque aquí. Me ayudaba mucho a la hora de poner orden en esta leonera que a los de aquí nos gusta llamar “hogar”. Podía recoger y limpiar la casa, poner la lavadora y tender la ropa e incluso hacer las camas aunque fuera a ratitos. Ahí le dejaba tan feliz jugando con sus juguetes mientras yo iba rauda y veloz haciendo cosas aquí y allá para sacarle a la mañana otro ratito que dedicarle al Peque en exclusiva.

Pero, ay, ese chollo ha pasado a mejor vida. Ya poco antes de las vacaciones de Navidad, el Peque descubrió cómo salirse del parque. Y ahí me lo encontraba yo a mis espaldas cuando menos me lo esperaba. Aparecía de repente con el “mamáaaa” en la boca. Al principio yo me asustaba pensando en el porrazo que se podría haber dado al salir de aquel espacio seguro. Pero a la quinta vez ya me quedó claro que él sabía muy bien cómo hacerlo sin estamparse en el camino.

Yo me consolaba pensando que al menos aún no llegaba al pomo de las puertas. Pero al niño le ha dado por crecer. Y la consecuencia inmediata de todo esto es que ha llegado a la altura suficiente para abrir la puerta. Con un poco de observación a sus hermanos, ha conseguido descifrar él solito el mecanismo de abrir la susodicha e incluso salir y cerrarla dejando a la madre que lo parió dentro de la habitación de la que él acaba de escaparse.

A esto hay que sumarle su afán por subirse y bajarse del sofá (nueva habilidad que adquirió en Navidades) y su obsesión por escalar las escaleras. Respecto a bajarlas, está en ello. Así que si un día veis que no aparezco por Twitter o Facebook, que abandono una conversación en el punto álgido, que tardo más en publicar una entrada o que, directamente, no la publico; no os asustéis. Sigo aquí. En concreto apalancada en la puerta, haciéndole placajes al Peque para que no cotilleé donde no debe.

 

CONTRAS:

  1. Antes aprovechaba la hora de la siesta del Peque para desconectar del día a día, escribir entradas para el blog o ponerme al día en las redes sociales. Ahora me toca hacer en ese ratito todo lo que puedo para tener las cosas a punto antes de que ir a buscar a los Mayores al cole.

PROS:

  1. Si antes estaba deseando tener a todos mis hijos conmigo, ahora lo estoy más. La razón es bien sencilla. Puedo dejar a los Mayores vigilando al Peque a ratos. Me avisan si intenta salirse del parque o si intenta abrir la puerta a mis espaldas. Además, cuando está con sus hermanos parece que se desengancha algo de mí. Se conforma con estar con ellos y disminuyen sus ganas de perseguirme.

  2. La trona ha pasado de ser un sitio exclusivo para comer a ser también un sitio donde jugar. En concreto, donde cantar o pintar. ¡Le encanta! Cantamos un montón de canciones, que él sólo entona a la vez que yo le canto. Y hace un montón de garabatos, pero también le gusta que yo le pinte cosas (sencillas) como el sol, un coche, una caracol, un pez, el uno, el dos, el tres, la luna, un pato… Lo que le sirve también para ir cogiendo más vocabulario. La última palabra ha sido “verde” o, como dice el Peque, “veddddd-de”.

  3. Teniendo en cuenta que el Mayor y el Mediano no han tenido ese afán persecutorio por su madre, en el fondo me gusta que el Peque me busque y se ría en cuanto le miro. A pillo no le gana nadie.

Y dicho esto, os dejo que voy a perseguir a mi pequeño Houdini. A ver si llega ya la hora de salir del cole para que lleguen los guardianes del Peque y yo pueda, al menos, fregar las tazas del desayuno o barrer el suelo para que luego puedan corretear a gusto mis tres mosqueteros.

 

08Ene/14

… de la fascinación (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

¡Feliz año a todos! Espero que hayáis disfrutado de las Navidades o que, al menos, os hayan servido para desconectar y recargar pilas. Tenía pensado empezar el año contando cómo han sido este año las Navidades en casa. Algo atípicas, pero muy familiares. Sin embargo, me he dado cuenta de que esta semana hay edición del Diccionario maternal de la A a la Z, así que dejo mi entrada post navideña para otro día.

Hoy he elegido la palabra fascinación para la letra F. De todos es sabido la capacidad de asombro de los niños. Según se van haciendo mayores, van descubriendo cosas y se dejan fascinar por ellas. Y lo más curioso de todo es que contagian dicha fascinación a los adultos. Especialmente a los padres, por ser nosotros quienes más tiempo pasamos con ellos.

No deja de ser fascinante cómo hacen aquello del cucú tras, se tapan los ojos y, ya les puedes estar poniendo los calcetines que ellos están convencidísimos de que están ocultos y de que no podemos verles… hasta que llega el ¡tras! Pero ellos también se fascinan cuando consiguen ponerse de pie y dar sus primeros pasos o cuando consiguen decir “mamá” y entonces mamá acude rauda y veloz a su llamada.

¿Y qué me decís de cuando empiezan a descubrirse partes de su cuerpecillo? Ahora mismo, el Peque con sus 21 meses está súper fascinado con aquella cosita pequeña que le cuelga entre las piernas y con ese agujerillo travieso que tiene en medio de la tripita ávida de pedorretas.

También es curioso la fascinación que tienen los niños con cosas tan asombrosas como los aviones. Porque, seamos sinceras, que un cacharro hecho de metal que pesa lo suyo consiga, no sólo elevarse, sino cruzar mares y océanos o dar la vuelta al mundo no deja de ser fascinante. Sólo que los adultos ya nos hemos acostumbrado…

Y luego está lo de siempre: los pájaros, las mariposas, las flores, los caracolestodo les fascina. Incluso descubrir que un día, muy lejano para ellos, sus padres también fueron niños como ellos o incluso bebés.

Y ya que acabamos de pasar la Navidad, a ver, ¿cuántos de vosotros no se han dejado contagiar del espíritu navideño que emanaba de los niños? Porque en casa ponemos el árbol y el belén con ilusión. Y vivimos la noche de Reyes de forma mágica.

Lo mejor de todo es que nos contagian esa fascinación y nos recuerdan a la niña que fuimos. Nos hacen ver que no hay que dar tantas cosas por sentadas, como en el caso de los aviones.

CONTRAS:

  1. Poder mirar el mundo de una manera ya olvidada es genial. Que puedas compartir esa experiencia con un mico de un metro de altura (centímetro arriba o abajo) es maravilloso.

  2. Ser espectadora de lujo en ese proceso tan maravilloso de descubrimiento no tiene precio.

CONTRAS:

  1. Aunque no lo parezca, esa fascinación tiene sus días contados. Cuando dejen de ser niños y empiecen a ser pre-adolescentes (como creo que los llaman ahora) me temo que su fascinación caerá en picado y, por tanto, la nuestra también.

  2. También me temo que muchas veces los adultos, inmersos en la vorágine del día a día, no tenemos tiempo para participar en esta fascinación tan asombrosa de los peques de la casa.

Ahora, contadme, ¿qué es lo último que tiene fascinados a vuestro peques? Y también, ¿qué cosa es la que os ha fascinado últimamente a vosotros? Aunque no me contéis en los comentarios, pensadlo. Ya veréis qué curiosas son las respuestas ;-).

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

25Sep/13

… de los pañales (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Vuelvo a retomar malas costumbres. O lo que es lo mismo, a repetir letra. Hoy repito con la P de pañales. Porque si hay algo que trae la maternidad son cantidades ingentes de pañales. Da igual si son de tela o de un solo uso. Los primeros años de la maternidad están llenos de pañales… y de lo que están llenos los pañales.

No es un camino de rosas. Ojalá. Éstas al menos huelen bien, aunque pinchen. Cambiar un pañal no es tarea fácil… al principio. Recuerdo un día, a pocas semanas de nacer el Mayor, estando el Tripadre y yo solos, rodeados de las cositas para el bebé, sosteniendo un pañal tamaño recién nacido en la mano. Yo lo miraba absorta. Lo abrí, lo cerré, lo miré por delante, lo miré por detrás… y al final le pregunté al padre del bombo si él creía que sería fácil ponerlo y que si lo haríamos bien. Dudas de embarazada. Me contestó que sí, que al tercero lo haríamos perfecto. Lo que ahora no tengo claro es si en aquel momento se estaba refiriendo al tercer pañal o al tercer niño…

Si tú que estás leyendo esto, eres la madre. Felicidades. El primer pañal no es cosa tuya. Es más, intenta por todos tus medios que no sea cosa tuya. Si estás perfecta porque has tenido el parto soñado, no lo digas, cállatelo hasta después del primer cambio de pañal. Y si eres el futuro padre, no has leído nada… yo no he dicho eso… es todo producto de tu imaginación… y felicidades, vas a tener el (dudoso) honor de cambiar por primera vez los pañales a tu querido bebé…

Y es que hay una cosa que se llama meconio que ni es caca ni es nada. Eso es una sustancia entre verde y negra, súper asquerosa y súper pegajosa. Algo que cuesta mucho limpiar y que os prepara, queridos recién estrenados papás, para lo que viene después. Bueno… o eso me han contado porque aquí servidora no ha visto el meconio ni de lejos. Pero preguntadle al Tripadre…

Después de esta clase acelerada para prepararos los estómagos a lo que vendrá después, todos los padres y madres empezamos a cambiar pañales, con más o menos éxito, a un ritmo exagerado. Los primeros meses todo es dormir, comer y cambios de pañal. Y cruza los dedos para que no haya escapes, que a esa edad pises y cacas tienen parecida consistencia y las manchas en la ropa están a la orden del día.

Luego la cosa mejora, toma otra consistencia. Y cuando crees que ya está todo controlado, oh, sorpresa, el bebé que antes se estaba quietecito decide que ya es hora de poner a prueba tus habilidades maternales y empieza a moverse. Elevación de piernas, giro de torso, pataditas… más monos… Vamos, que ni tú en tus mejores años haciendo fitness… Y tú ahí, sudando la gota gorda para poder limpiarle sin mancharle más y abrocharle el pañal en el menor tiempo posible.

Con el tiempo, las cacas se tornan más espesas y más controlables. Al que no puedes controlar es a tu bebé, que ahora mueve las manos y todo su afán es tocarse justo ahí cuando más caca hay. Es la fase que yo he llamado me faltan manos o me sobra niño. El Peque está justo en esa etapa. Así que ahora, además de limpiarle el culo, también me toca limpiar manos y hasta pies. También es posible que todo esto vaya acompañado por intentos constantes de ponerse de pie. Felicidades, acabas de alcanzar el siguiente nivel: poner un pañal en vertical.

Para no asustaros, os diré que luego la cosa mejora. Las cacas tienden a quedarse en su sitio, pero hay que darse mucha prisa en cambiar el pañal porque un culetazo mal dado hará que se desparrame por fuera del pañal. A parte de esto, el bebé-ya-no-tan-bebé empieza a entender que ha de estarse quieto. Otra cosa es que le dé la gana hacerlo.

Y así, poco a poco, llegan a la edad en la que el pañal diurno desaparece. Pero os queda el nocturno. Éste parece fácil. Con el Mediano yo me confié aquí y más de un día me lo encontré después de la siesta hurgándose en el pañal porque se había hecho caca y aquello le molestaba en el culete. La imagen de las sábanas, manos y niño cubierto de caca aún me atormenta por las noches. Afortunadamente, sólo fueron un par de veces y aquella fase también pasó.

Luego están los escapes inoportunos, pero como ya le dediqué otra entrada, no me repito aquí hoy. En fin, y así es como os convertís en padres expertos en cambios de pañal. Felicidades, aquí tiene usted su diploma su niño para que le cambie el pañal, que ya huele 😉

CONTRAS:

  1. Insisto en lo del meconio, futuras madres. Si hace falta, desmayaos, llorad o alegad locura transitoria. No cambiéis el primer pañal. Y si lo hacéis (valientes), recordad que yo os avisé.

  2. Cuando el bebé empiece a moverse, vais a tener que echar mano de todo tipo de argucias para manternerle en su sitio: canciones, juegos, juguetes… Esto ayuda a desarrollar la imaginación que no veas.

  3. Mis hijos se ríen cuando lo digo, pero “un culete limpio es un culete feliz”. Bromas a parte, no dejéis pasar mucho tiempo entre las cacas y el cambio de pañal, que luego el culete se irrita y es mucho peor.

  4. Si por alguna razón alguien se ofrece a cambiar el pañal a vuestro hijo, dejadle. Por muchos pañales que cambien, vosotros siempre cambiaréis más.

PROS:

  1. Aunque os pueda poner de los nervios, es increíble ver las destrezas que van adquiriendo vuestro bebé con el paso de los meses. Tomáoslo así y no desesperéis si tardáis en cambiar un simple pañal un cuarto de hora.

  2. Haced del cambio de pañal un momento divertido. Vale que huele fatal, pero eso no es impedimento para echarse unas risas. Y ya sabéis que ♫♪con un poco de azúcar esa píldora que os dan, pasará mejor…♫♪

  3. Siempre podéis hacer fotos del momento, guardarlas y sacarlas cuando sean mayores y vengan con el novio o novia de turno a casa. La venganza es un plato que se sirve frío, frío… muajajajajaja… 😉

Puede que mis neuronas anden un poco remolonas por tanto cambio de pañal y se me haya olvidado alguna fase o algún contra o pro. No te cortes y dímelo en los comentarios.

Y para terminar, os recuerdo que el blog está de sorteo y estos gatitos pueden ser vuestros 😉

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

23Ago/13

… del cinturón de seguridad para embarazadas en el coche

Cinturón de embarazadas para el coche

Una de las cosas que me compré cuando estaba embarazada del Mayor fue un cinturón que se amoldaba al cinturón del coche para proteger la tripa y al bebé. Pocas cosas he amortizado más. Lo usé, como digo, con el embarazo del Mayor. Lo usó mi cuñada con el de mi sobrino. Lo volví a usar yo con el del Mediano. De nuevo lo usó mi cuñada con el embarazo de mi sobrina. Otra vez lo usé yo con el embarazo del Peque. Y en breve lo usará una amiga mía para su embarazo.

El aparatejo es el de la fotografía que ilustra esta entrada. Se coloca en el asiento donde vaya a ir la embarazada. Ésta se pone el cinturón de seguridad del coche de forma normal. Una vez que éste está abrochado, se coge la tira que cruza la barriga de lado a lado (no la que viene del hombro) y se engancha entre las dos piernas a los automáticos que tiene el cinturón para embarazadas.

De esta manera, en caso de frenazo brusco, el cinturón de seguridad del coche se tensa y tira, pero no aprieta la tripa, por lo que el bebé permanece a salvo. Lo que es muy importante. A mí me dijeron que hay que usarlo cuando la tripa empieza a sobresalir. Lo que significa que en mi primer embarazo no lo usé hasta el quinto mes aproximadamente; con el segundo sobre el cuarto mes y, con el tercer embarazo, sobre el tercer mes (o quizás un poco antes).

CONTRAS:

  1. Aunque tiene enganches para sujertarlo al asiento, la verdad es que se mueve. Con los dos últimos embarazos, simplemente me lo ponía debajo del culo y abrochaba el cinturón del coche. Entre esto y mi más que considerable peso, no se movía.

  2. Hace ya seis años, el cinturón que yo tengo costó unos 40 €. En su momento me pareció caro para el tiempo de uso que le iba a dar. Afortunadamente, como ya he dicho, está más que amortiguado.

PROS:

  1. Se puede lavar. Yo lo meto en la lavadora y sale limpito.

  2. Con gusto hubiera pagado más dinero teniendo en cuenta que es un accesorio para la seguridad del bebé dentro del coche. Que mucha publicidad con usar la silla del coche adecuada para cada edad, pero antes de nacer también se pueden hacer cosas para viajar seguros con el bebé en la tripa.

  3. Es resistente. Ya digo que este cachivache ha pasado por cinco embarazos y aún está listo para el sexto.

  4. Lo puede usar la embarazada, tanto si conduce como si va de copiloto o en los asientos traseros.

Ahora os toca a vosotras. ¿Conocíais el artilugio en cuestión? ¿Lo habéis usado? Y, si es así, ¿os resultó tan útil como a mí? Contadme vuestra opinión, experiencias o dudas en los comentarios ;).

16Ago/13

… de un escape inoportuno

A veces pasan cosas que te ponen a prueba como persona, como madre y como ente corpóreo. Hay veces en las que deseas con todo tu alma no ser tú misma, hacer mutis por el foro, ponerte en los zapatos de otro y salir por pies rauda y veloz sin mirar atrás. Son situaciones en las que se te vienen a la cabeza expresiones como “tierra, trágame”, “¿eso no puede hacerlo otro?” o “ése no es mi hijo, soy soltera y sin compromiso. Pasaba por aquí y ya me voy”.

Si te lo cuentan, te ríes mientras por dentro tienes todo cruzado mientras deseas que eso nunca te pase a ti. O quizás creas que quien te lo cuenta está exagerando. Es más, esperas que esas cosas no ocurran y que todo sea una mera invención de tu interlocutor porque la mera posibilidad de que sean ciertas, de que pasen de verdad y, lo que es peor, que puedan pasarte a ti te pone los pelos de punta.

Pues bien, todo lo que a continuación paso a contar ocurrió de verdad. No exagero ni un ápice. No hay ni una triste coma de más. Ojalá pudiera decir que lo he soñado, que ha sido una pesadilla de la que me he despertado. Pero no.

Acababa de empezar julio y estábamos disfrutando de unos días en la playa con la familia del Tripadre. Después de las carreras de rigor, conseguimos vestirnos a tiempo para salir a cenar. Conociendo a mis Trastos, no les puse muy elegantes, pero vamos, iban conjuntados, duchados y sin manchas en la ropa. Quizá desentonaba algún moco, pero vamos, poca cosa, lo normal.

Nos sentamos a comer. Mesa para once más una trona para el Peque. Comen los mayores. Come el Peque. Comen todos. Empiezo a comer yo. A pesar de la hora (más bien tarde), parece que el Peque se entretiene con las cucharas. Yo le dejo e intento mantener una conversación con el Tripadre, quien por escasos minutos deja de ser Tripadre y se convierte en Marido. Disfruto de mi única charla adulta del día. El Peque se pone serio. El Tripadre y yo le miramos. Nos miramos. Volvemos a mirarle. No pasa nada. Sigue intentando comerse la cuchara. Seguimos a lo nuestro.

Estamos rodeados por más mesas familiares. Con más niños. Con más bebés. Bebés en carritos, bebés en tronas, bebés en brazos. Hay bebés que ríen, hay bebés que lloran, hay bebés que duermen. Los miro y doy gracias porque el Peque me da un momento de tranquilidad durante el cual puedo comer en vez de engullir la comida.

De repente, un olor conocido, aunque no por ello agradable, llega a mi nariz. Algún bebé ha hecho caca. Vaya peste, por cierto, qué habrá comido la criatura. Miro al Peque y pienso que él no ha podido ser. Sus horas son después del desayuno y después de la merienda. Él ya ha cenado y, en cuanto terminemos de cenar nosotros, me lo llevo derechito a la cama. Seguro que él no ha sido. Me compadezco de la madre o padre al que le toque el cambio de pañal.

Pasan unos minutos y me levanto a coger la cuchara que el Peque ha tenido a bien tirar al suelo, por el simple placer de verla caer y oírla sonar. Por el rabillo del ojo veo un color en el Peque que no me cuadra. Hoy va de azul y blanco. Estoy por jurar que no había nada marrón en el conjunto. Otra vez ese olor… Entonces se me activa la neurona y se me enciende un chip. En mi interior oigo una voz que me dice “apriétate los machos que vienen curvas”. Miro casi obligada. Me obliga mi parte de buena madre. Porque mi parte de mala madre me dice que salga corriendo, que diga que se me ha olvidado algo en la habitación (el monedero, el móvil, la cordura, ¡lo que sea!) y salga pitando de allí sin mirar atrás.

Me asomo a la espalda del Peque y lo veo. Ahí, en tonos marrones y con una textura ni sólida ni líquida (es lo que tiene estar fuera de casa y haber tenido que darle potitos comprados durante cuatro días) asoma eso que yo no deseaba a ninguna madre. Pienso que, con suerte, sea sólo ese poquito que veo y que, si lo limpio con una toallita, aún pueda llegar a la habitación para hacer el cambio de pañal en la intimidad.

Pero le levanto la camiseta y veo, horrorizada, que la expulsión ha trepado por la espalda, llegando casi a la altura de las axilas. Es lo que tiene apretar sentado en una trona. Si alguna vez he echado de menos mi juventud ha sido en ese preciso instante. Ante tal visión, noto cómo se me escapan años de vida.

Tengo que cambiar al Peque allí mismo. Con eso chorreándole por la espalda no llegamos a la habitación ni de coña. Qué digo habitación, no llego ni al baño. Me doy un nanosegundo para festejar la suerte que tengo. Ni uno más. Aquello exige intervención inmediata. Hago un llamamiento a la neurona de las soluciones infantiles rápidas. Después de tres hijos, ésta no tarda en aparecer.

Pienso qué necesito. Lo primero, sacarle de la trona. Segundo, limpiarle lo que sobresale del pañal, aunque sea en volandas. Tercero, echarle en el carro y correr como alma que lleva el diablo a la habitación. No hay dolor. El olor ya es otra cosa.

Saco las toallitas. Doy gracias porque el paquete está recién abierto y no a punto de terminarse, como es habitual. Lo pongo encima de la mesa. Me remango (aunque llevo manga corta). De repente hace más calor allí… ¿es una ola de calor noctura o soy yo? Da igual. No ha dolor.

Levanto al Peque. Con una mano tengo al niño en volandas. Con la otra saco toallitas y limpio lo que puedo. Desde la otra punta de la mesa, la abuela intuye que algo pasa y viene a auxiliarme. Le doy más toallitas con las que limpia la trona. No quiero ni mirar. He conseguido quitar, más o menos, los residuos de la espalda. Cojo servilletas que pongo en el carrito. Limpio piernas. Siento al niño. Abrocho al niño. Joder, hoy estrenaba modelito. Cojo las toallitas. Doy las buenas noches, hasta mañana, el Peque y su madre se van ya a la cama.

Llego a la habitación. Le quito la ropa como buenamente puedo para no mancharle más los brazos, piernas, cabeza y pelo. La camiseta está para lavarla. O tirarla. El pantalón apenas ha sufrido. Me dispongo a quitarle el pañal. Para mi sorpresa, está sorprendentemente limpio. Normal, no ha cumplido su función y la caca se ha desparramado por la espalda de mi niño. Le meto en la ducha y termino de limpiarle. Pañal nuevo. El pijama y a dormir.

Yo vuelvo al baño. Le doy con jabón a la ropa en un intento de salvarla. Está recién estrenada. Ni una hora le ha durado. Froto y froto. No hay dolor. Cuando termino y vuelvo a la habitación, el Peque duerme ya plácidamente. Me tiro yo también en la cama y pienso: “por favor, que no pase nunca más”.

CONTRAS:

  1. El bloqueo. Es una situación en las que, aun sabiendo qué hay que hacer, te bloqueas porque estás en sitio extraño. No es tu casa. No es tu territorio.

  2. El olor. Si no te bloquea el sitio, te bloquea el olor. Sabes que quizás la gente no te esté mirando y no se hayan enterado de lo que tienes entre manos. Pero sí sabes que el olor les hará mirarte.

  3. Hay que salir por patas. A tu casa, a un baño, donde sea. Hay que limpiar bien al niño.

  4. Situaciones así son las que te recuerdan porqué llevas toallitas o tres mudas en la bolsa del carro.

  5. En contra de lo que pueda parecer, la cosa no termina cambiando y limpiando al niño, hay que lavar y frotar después su ropa. O tirarla a la basura. Eso ya va a gustos.

PROS:

  1. Sobrevivir a una experiencia así te da tablas como madre. Después de esto ya puedes con todo lo que venga. ¿Escapes futuros en la operación retirada del pañal? ¡Ja! Tras lo ocurrido esta noche puedes afrontarlos con los ojos cerrados.

  2. Sientes que has llegado a otro nivel. Esto es como las pantallas de los videojuegos, ¿no? Porque espero que el premio sean vidas extras, para compensar las que acabo de perder, más que nada…

Moraleja: llevad siempre, siempre, siempre, un paquete de toallitas a estrenar y ropa de cambio suficiente, un botecito de colonia y una pastillita de tirar pa’lante. No hay dolor. Mañana será otro día.

12Ago/13

… del intercomunicador para bebés

Intercomunicador para bebés

Si eres madre o padre primerizo seguro que tienes uno de estos cachivaches rondando por casa en alguna de sus versiones (audio solo o vídeo y audio). Yo tengo uno. El de la foto, es el tercer intercomunicador para bebés desde que nos convertimos en padres.

Se trata de una aparatejo que bien podría ser un walkytalky moderno. Para quien no lo conozca, dispone de dos partes. Una es la que recoge el audio o imagen y que se coloca cerca del bebé. La otra es la que, en la mayoría de las veces, la madre lleva pegada a su cuerpo para controlar en todo momento que el bebé está bien.

El primero de la serie fue un regalo por el nacimiento del Mayor. Aunque por aquel entonces vivíamos en el mini piso, yo estaba convencida de que necesitábamos uno. Tenía que ver si se daba la vuelta, si le se caía el chupete, oírle si lloraba. Vamos, como si las dos puertas que separaban la habitación donde dormía del salón fueran insonorizadas cual paredes de discoteca. Al poco se nos rompió y compramos otro. Bueno, el Tripadre no lo tenía muy claro, pero yo sí. Y le convencí. Aprovechando las Navidades, nos vino otro de regalo.

Éste segundo lo usaron el Mayor y el Mediano. Pero también acabó rompiéndose. Bueno, más bien lo que se escacharró fue la parte que traía la pantalla, que le dio por no recibir imagen alguna. Al final, otra vez por cabezonería mía, compramos el tercero. Que, se nos estropeó antes de la llegada del Peque. De nuevo, me emperejilé en comprar otro, el que sería el cuarto. Pero esta vez el Tripadre me pidió que esperara. Yo esperé. Y, fíjate tú por dónde, al final no lo compramos ni se lo pedimos a los Reyes Magos. Y eso a pesar de que nos mudamos de casa y ahora la distancia entre el Peque y el salón es un poco más grande que en el mini piso.

Lo tengo bien guardadito en un armario. Por si me da por usarlo… aunque después de casi un año y medio que tiene el Peque, si no lo he usado antes, a estas alturas ya lo dudo.

CONTRAS:

  1. Creo que para lo que valen los de imágenes, duran muy poco.

  2. La cámara que recoge las imágenes. No sé quién lo ha diseñado, pero desde luego no tiene hijos. Da igual donde duerma el bebé, si en vuestra cama o en cuna aparte, es complicada de ajustar para que recoja bien la imagen del niño. Hay que buscarse las vueltas porque, por mucho que vendan que gira y se mueve que da gusto, la verdad es que a nosotros nos resultaba difícil. Incluso pusimos en la pared una balda para poner el cachivache, pero claro, en cuanto el bebé crece y puede ponerse de pie y alargar la manita, va directo a por el cacharro. Si lo pones más lejos, ya no le ves porque no tienen zoom.

  3. Suele coger interferencias. A nosotros siempre nos las cogía con el microondas. A veces con los móviles también.

  4. A nosotros no nos ha pasado nunca jamás, pero una prima de mi marido asegura que a ella se le cruzó la imagen con la de otra casa y a ratos veía al niño del vecino en vez de al suyo.

PROS:

  1. Sea como fuere, es cierto que, sobre todo con el primero, es una tranquilidad poder verle y oírle. Quizá sea algo más psicológico que lógico, pero yo me quedaba mucho más tranquila con el aparatito.

  2. Hay niños que se despiertan de la siesta y lloran. No es el caso de los míos, de ninguno de los tres. Ellos han sido y son bebés de despertarse y quedarse en la cuna (jugando, dando palmas, cantando…). El intercomunicador me ayudaba a saber cuándo se habían despertado de verdad.

  3. Los que nosotros tuvimos no había que dejarlos encendidos todo el tiempo. Tenían una opción en la que la imagen aparecía si registraba un sonido, para que los padres puedan ver qué pasa en la habitación. He de reconocer que yo apenas usaba esta opción. Lo tenía siempre encendido… ahora que lo pienso… quizá ésta sea la razón de por qué se nos estropeaban tan a menudo…

Decidir usarlo o no es cosa de los padres. Habrá quienes no puedan vivir sin el intercomunicador y habrá quien lo considere innecesario. A pesar de no usarlo actualmente, no le voy a quitar valor. Además, es un buen regalo para unos padres primerizos, aunque algo caro, esto tampoco puedo negarlo. Pero los que vienen sin imagen son más asequibles para el bolsillo.

12Jul/13

… del biberón cuchara

Biberón cuchara

El mundo de los bebés tiene cosas que no te esperas. Cuando nace el bebé te suelen regalar un montón de cosas que, si es el primero, es probable que no sepas para qué sirvan. Luego llegan otras que no tenías ni idea de que existían, pero que están ahí. Y hasta puede que, por muy estúpidas que las consideras al principio, resulta que andan por tu casa.

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