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06Nov/13

… del aburrimiento (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Cuando la gente me ve con tres niños, suele decirme las mismas cosas. Lo primero es un asombro por ser tres, a lo que sigue aún más asombro cuando confirman que los tres son niños. Tras este descubrimiento, suelen hacer mención a “la niña”: que si tengo tres por buscarla (como ya dije por Twitter, parece que ir a por la niña es la única razón para tener tres hijos), que si será la cuarta (que me dan ganas de decir ¿y tú para cuándo el siguiente, que ya te toca, maja?), que si los niños son más apegados a las madres que las niñas o que me veré sola en mi vejez porque a las madres las cuidan las hijas y un largo etcétera. Vaya por donde vaya la conversación, ésta suele acaba con un “¡tú no te aburres!”.

Bueno, pues de eso, del aburrimiento, vengo a hablar hoy dentro del Diccionario de la maternidad de la A a la Z. Cuando estaba embarazada del Mayor, recuerdo haber pasado tardes enteras aburrida en casa esperando que el futuro Tripadre llegara de trabajar. Recuerdo también haber pensado que ya faltaba poco para que naciera mi bebé y, con él, seguramente ya no volvería a aburrirme jamás. Lo que yo no sabía era cuán ciertos eran mis pensamientos.

Da igual el número de hijos. No creo que haya en el mundo una madre con niños pequeños que se aburra. Cuando no es un cambio de pañal, es la hora de comer o la hora del baño. Y, si no, es la hora de jugar. Con ellos, el tiempo pasa volando. Ahora que lo pienso, yo siempre llevaba un reloj en la muñeca… hasta que nació el Mayor. Entonces me lo quité y no me lo he vuelto a poner. No me hace falta. Tenemos un reloj en el salón y otro en la cocina. No necesito ninguno más. Además, recordemos que todos los niños vienen con un reloj interno que me río yo de mi reloj biológico.

Y cuando están dormidos es cuando aprovechamos para adelantar cosas (fregar los cacharros de la comida, doblar la ropita…) o, por qué no reconocerlo, simplemente descansar y coger fuerzas para lo que vendrá después. Yo ya no me aburro. No me aburría con uno ni me da tiempo a aburrirme con tres.

CONTRAS:

  1. He dejado aparcadas varias aficiones (como leer porque es coger un libro y quedarme frita al final de la primera página) que espero retomar en un futuro no muy lejano.

  2. Los días se me pasan volando, igual que los meses. Ayer caí en la cuenta de que faltan sólo dos meses para que acabe el año. Ya hay quien está pensando en los Reyes Magos. Y yo que prácticamente acabo de guardar los bañadores…

PROS:

  1. Aunque pueda parecer que todos mis días son iguales, la verdad es que no lo son en absoluto. Que no tenga tiempo para aburrirme no tiene por qué ser algo malo. Siempre hay risas, siempre hay algo nuevo que da color a los días y, aunque tienda a ir con prisas, intento pararme a disfrutar cada momento. Como he dicho antes, el tiempo pasa muy deprisa y no quiero despertarme un día con Trastos de 15 años y darme cuenta de que no disfruté lo suficiente sus chapoteos en la bañera mientras les bañaba con prisas.

  2. Muchas veces nos amparamos en el tan manido “con los niños es que no puedo, no me da tiempo” y nos olvidamos de que ellos también son nuestro trampolín. Quizás no nos da tiempo a darnos una buena ducha y tenemos que hacerlo a todo correr, pero luego tenemos momentos con nuestros hijos que valen más que todo eso que hemos pospuesto. Hace años que no me doy un buen baño relajante, pero intento disfrutar como una niña mientras veo a mis hijos jugar en el agua y me cuentan (si es que les apetece ese día) lo que han hecho en el colegio.

No, no me aburro. Y si queréis que os diga la verdad, ni quiero. Que una cosa es tener un ratito para mí (cosa que considero muy necesario para mantener mi cordura) y otra muy distinta sería ver pasar los días sin tener nada que hacer, ningún objetivo cumplido al final del día. Os iba a preguntar si vosotras os aburrís… pero creo que ya sé la respuesta ;-).

Entrada dedicada a Pao, cuya entrada «Hielo» fue mi inspiración para escribir ésta.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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23Oct/13

… de convertirse en una zombi

AZ de la maternidad

Venga, me he liado la manta a la cabeza y voy a estrenarme en el AZ de la maternidad con la Z de zombi. Y sí, he incluido en la misma frase las palabras “maternidad” y “zombi”. Habrá algún incrédulo por ahí que piense que esto no es posible. Bueno, veamos los hechos.

Desde el mismo momento en que me quedé embarazada, mi cuerpo empezó a cambiar. Al principio eran cambios tan leves que ni yo misma me daba cuenta. Hasta que llegó la quinta o sexta semana y mi estómago fue el primero en rebelarse. Ese malestar continuo durante todo el día (lo de las náuseas matinales para mí era un cuento chino) era signo inequívoco de lo que se me venía encima. La guinda del pastel fueron los vómitos que aparecieron pocas semanas después y que pasaron de ocasionales con mi primer embarazo a diarios con el tercero. Ese revoltijo estomacal perenne y esa manera de darle los buenos días al wáter (como le gustaba decir al Mayor) fue sólo el principio de mi mutación a zombi.

Lejos de notar el pelo más suave o brillante, lo que yo noté es que se me caía de menos a nada. Lo cual, teniendo en cuenta mi ya abultada melena, creo que no fue acertado. Y la piel, también lejos de adquirir esa luminosidad maravillosa propia del embarazo, se me llenó de granitos especialmente en la cara. Y hablando de la cara, según el embarazo se me llegó a hinchar cual pelota. Y hablando de hinchamientos, se me pusieron al final de todos los embarazos unos pies de hobbit impresionantes.

Obviamente, lo que más se me hinchó fue la tripa, que adquirió vida propia (lo siento, no he podido resistirme al juego de palabras, jeje) y dimensiones propias de una gemelar. No exagero, por el séptimo mes de embarazo, ante las desproporcionadas medidas, hubo quien me dijo que si esperaba gemelos.

Respecto a lo que no se ve, las hormonas dieron bastante juego. Aunque es cierto que estaba más sensible que de costumbre, no me dieron ataques de llanto, todo lo contrario. Yo padecía preocupantes ataques de risa, de esa que no puedes parar (parecidos a la escena de Mary Poppins). Y, por supuesto, el Tripade afirma que mis cambios de humor eran más que palpables y que debía ir con pies de plomo. Aunque yo no recuerdo nada de eso.

Llega el parto y es cuando mi cuerpo, que ya estaba a medio camino de convertirse en zombi total realiza el cambio más impresionante. Contracciones, caderas dilatadas, pujos, placenta… en fin, todas esas… ejem… ¿maravillas? cuyo resultado final es darte a conocer a tu bebé. Quien piense que todo acaba ahí se equivoca. Porque el cuerpo femenino no para de sorprenderme y, después de unos nueve meses creando una vida nueva, ésta nace y el cuerpo de la madre sigue cuidándole a través de la leche materna.

Pero la lactancia es el menos de los cambios de un cuerpo que ya está más cerca del zombi que de la mujer que antes era. En mi caso, la tripa disminuyó, pero no demasiado, adquiriendo dimensiones colganderas espeluznantes. Los pechos hinchados de leche (leche que por cierto se escapa como quiere y origina “graciosas” manchas en la ropa imposibles de evitar con la mirada) hicieron su aparición a lo grande. Porque si estás embarazada y crees que no pueden crecerte más, lo siento, pero lo harán.

Además de estos cambios físicos propios del parto, aparecieron otros debidos en exclusiva al bebé que ahora disfrutaba en tus brazos. El no dormir de corrido hizo que aparecieran “hermosas” ojeras y que perdiera la noción del tiempo, por lo que, como no sabía si era de día o de noche, pasé de peinarte. Lo que también pudo deberse a simples olvidos, como el ducharse. Aunque también pasó que, aunque me acordara de que mi piel llevaba tres días sin rozar el agua y, por muchas ganas que tuviera, lo que no tenía era tiempo.

A base de no dormir y de no saber por qué lloraba mi bebé (que ya había comido, tenía el pañal limpio y acababa de despertarse de una buena siesta), mi humor cambió y ahora sí que era una zombi total. Porque así iba por la casa, cual zombi. Me movía sin pensar. Si a eso le añadimos que salir a la calle era una tremenda aventura, no se me ocurre ninguna otra palabra para definirme en aquella época mejor que “zombi”. Además, a los pocos meses se me empezó a caer todo el pelo que había mantenido su puesto durante el embarazo. Y a los tantos meses empezó a crecerme pelo nuevo. Cómo odiaba aquel flequillo obligado que me salió y que era prácticamente indomable.

Respecto al sueño, también es curioso cómo se me acostumbró el oído a los pequeños ruidos. Estoy convencida de que yo me despertaba segundos antes de que lo hicieran mis bebés y pondría la mano en el fuego por aseguraros de que hasta podía oír cómo se le caía al Mayor el chupete.

CONTRAS:

  1. Los cambios empiezan siendo sutiles y acaban como una explosión. Llega un momento en que nos miramos en el espejo y no nos reconocemos.

  2. La ropa de embarazada y de lactancia no ayuda a cambiar esta percepción de nosotras mismas. Yo odiaba las braguitas de embarazada y los sujetadores de lactancia porque creo que no hay ropa íntima más fea.

  3. Si alguien cree que estos cambios que apreciamos nosotras mismas son muchos, siento decirle que no son nada en comparación con los cambios que vuestra gente más cercana nota en vosotras. Si no me creéis, sólo tenéis que preguntarle a cualquier padre sobre cómo cambió la madre de su hijo durante el embarazo y el post parto. Os sorprenderá cómo varía la versión siendo la del padre la que más cambios cuenta.

PROS:

  1. Aunque yo aquí lo he tratado con humor, la verdad es que es una maravilla como todos estos cambios tienen como único fin preparar el cuerpo y a la futura madre para el cuidado óptimo del bebé.

  2. Al estar tan centradas en nuestro bebé, no nos damos cuenta de cómo nos ha cambiado la cara… a peor… Menos mal porque yo alguna que me miré de soslayo en un espejo no me reconocí.

  3. A pesar de todo esto, merece la pena transformarse en zombi. Todo sea por el bebé tan maravilloso que hemos traído al mundo.

  4. Afortunadamente, nuestro cuerpo vuelve a su ser. Deja atrás el disfraz de zombi y se parece algo más a lo que fue antes del embarazo. Vale, no vuelve a ser el mismo, pero tampoco se parece a un zombi. Todo pasa.

Después de leer esto, ¿vosotras también os habéis sentido identificadas? Menos mal que la época de zombi pasa y que, mientras dura, no nos damos cuenta porque nuestra atención está en el bebé y no en nosotras. Y qué merito el bebé, que nos conoce en nuestra época de zombi y aún así nos quiere con todas sus fuerzas… cómo no va a decir después cuando es un poco más mayor que somos la mejor y más guapa mamá del mundo, si después de quitarnos disfraz de zombi sólo podemos ir a mejor ;-).

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09Oct/13

… de mi marido (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Habrá quien se embarque en esto de la maternidad en solitario (que no en soledad). También habrá quien llegue a la maternidad con compañero pero sin papeles de por medio. Y aunque todas estas situaciones son respetables, ninguna de ellas es la mía. Y de eso es de lo que voy a hablaros hoy.

Lo del Tripadre y yo no fue amor a primera vista. No hubo flechazo inmediato como en las películas. Él era amigo del amigo de una amiga. Nos conocimos creo que en primavera. Y ya. Tendríamos unos 15 años. Salíamos en padilla (no sé si se seguirá diciendo así, supongo que no…) y nos veíamos los fines de semana. Luego el grupo de amigos se separó. Él siguió con su vida y yo con la mía. En la veintena, algunos del viejo grupo volvimos a juntarnos. Y el (aún no) Tripadre y yo volvimos a vernos. Como los demás estaban emparejados, empezamos a salir él y yo solos y a vernos más, pero siempre como amigos. Íbamos al teatro, al cine, a tomar a un café…

Llegó la Nochevieja de 2001. Y allí una confesión por su parte entre copas y Estopa me hizo contemplar una posibilidad que yo me negaba a ver. Me dijo que yo le gustaba, pero que entendía que éramos sólo amigos. Y se fue al baño. Y ahí me quedé plantada intentando asimilar lo que acababa de soltarme.

Sólo puedo decir que antes de que acabase enero ya éramos pareja. Y ahora sí, nuestro primer beso fue como en las películas, con mariposas en el estómago. Dos años más tarde, se presentó con un anillo y me dijo que quería pasar el resto de su vida conmigo. Os podéis imaginar que le dije que sí. Nos casábamos una año y medio más tarde. Y esta semana celebramos nuestro aniversario de boda.

Ocho años después y tres niños más en el mundo, he de reconocer que ya no le quiero igual que antes. Reconozco que le amo más que entonces. Que nuestras confidencias son muy nuestras y que nuestro proyecto de vida juntos es más fuerte que nunca.

Hoy le dedico esta entrada porque gracias a él soy madre. Él me ha dado felicidad, estabilidad, comprensión, apoyo, risas, besos, abrazos y, sobre todo, tres hijos maravillosos. No puedo estarle más agradecida.

CONTRAS:

  1. Tuvimos que superar obstáculos. Pero los rebasamos con creces. Hoy estamos más unidos que nunca.
  2. No siempre estamos de acuerdo en todo, pero siempre sabemos encontrar ese punto intermedio que nos beneficia a toda la familia.

PROS:

  1. Mi marido, el Tripadre, es el mejor padre que podrían tener mis hijos.
  2. También es el mejor compañero de viaje que podría acompañarme en el camino de la vida.
  3. No nos aguantamos, nos comprendemos y apoyamos a partes iguales. Y además, nos queremos un montón.

Gracias, mi amor, por estos ocho años de feliz matrimonio y por unos once años compartiendo secretos. Te quiero .

Boda

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25Sep/13

… de los pañales (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Vuelvo a retomar malas costumbres. O lo que es lo mismo, a repetir letra. Hoy repito con la P de pañales. Porque si hay algo que trae la maternidad son cantidades ingentes de pañales. Da igual si son de tela o de un solo uso. Los primeros años de la maternidad están llenos de pañales… y de lo que están llenos los pañales.

No es un camino de rosas. Ojalá. Éstas al menos huelen bien, aunque pinchen. Cambiar un pañal no es tarea fácil… al principio. Recuerdo un día, a pocas semanas de nacer el Mayor, estando el Tripadre y yo solos, rodeados de las cositas para el bebé, sosteniendo un pañal tamaño recién nacido en la mano. Yo lo miraba absorta. Lo abrí, lo cerré, lo miré por delante, lo miré por detrás… y al final le pregunté al padre del bombo si él creía que sería fácil ponerlo y que si lo haríamos bien. Dudas de embarazada. Me contestó que sí, que al tercero lo haríamos perfecto. Lo que ahora no tengo claro es si en aquel momento se estaba refiriendo al tercer pañal o al tercer niño…

Si tú que estás leyendo esto, eres la madre. Felicidades. El primer pañal no es cosa tuya. Es más, intenta por todos tus medios que no sea cosa tuya. Si estás perfecta porque has tenido el parto soñado, no lo digas, cállatelo hasta después del primer cambio de pañal. Y si eres el futuro padre, no has leído nada… yo no he dicho eso… es todo producto de tu imaginación… y felicidades, vas a tener el (dudoso) honor de cambiar por primera vez los pañales a tu querido bebé…

Y es que hay una cosa que se llama meconio que ni es caca ni es nada. Eso es una sustancia entre verde y negra, súper asquerosa y súper pegajosa. Algo que cuesta mucho limpiar y que os prepara, queridos recién estrenados papás, para lo que viene después. Bueno… o eso me han contado porque aquí servidora no ha visto el meconio ni de lejos. Pero preguntadle al Tripadre…

Después de esta clase acelerada para prepararos los estómagos a lo que vendrá después, todos los padres y madres empezamos a cambiar pañales, con más o menos éxito, a un ritmo exagerado. Los primeros meses todo es dormir, comer y cambios de pañal. Y cruza los dedos para que no haya escapes, que a esa edad pises y cacas tienen parecida consistencia y las manchas en la ropa están a la orden del día.

Luego la cosa mejora, toma otra consistencia. Y cuando crees que ya está todo controlado, oh, sorpresa, el bebé que antes se estaba quietecito decide que ya es hora de poner a prueba tus habilidades maternales y empieza a moverse. Elevación de piernas, giro de torso, pataditas… más monos… Vamos, que ni tú en tus mejores años haciendo fitness… Y tú ahí, sudando la gota gorda para poder limpiarle sin mancharle más y abrocharle el pañal en el menor tiempo posible.

Con el tiempo, las cacas se tornan más espesas y más controlables. Al que no puedes controlar es a tu bebé, que ahora mueve las manos y todo su afán es tocarse justo ahí cuando más caca hay. Es la fase que yo he llamado me faltan manos o me sobra niño. El Peque está justo en esa etapa. Así que ahora, además de limpiarle el culo, también me toca limpiar manos y hasta pies. También es posible que todo esto vaya acompañado por intentos constantes de ponerse de pie. Felicidades, acabas de alcanzar el siguiente nivel: poner un pañal en vertical.

Para no asustaros, os diré que luego la cosa mejora. Las cacas tienden a quedarse en su sitio, pero hay que darse mucha prisa en cambiar el pañal porque un culetazo mal dado hará que se desparrame por fuera del pañal. A parte de esto, el bebé-ya-no-tan-bebé empieza a entender que ha de estarse quieto. Otra cosa es que le dé la gana hacerlo.

Y así, poco a poco, llegan a la edad en la que el pañal diurno desaparece. Pero os queda el nocturno. Éste parece fácil. Con el Mediano yo me confié aquí y más de un día me lo encontré después de la siesta hurgándose en el pañal porque se había hecho caca y aquello le molestaba en el culete. La imagen de las sábanas, manos y niño cubierto de caca aún me atormenta por las noches. Afortunadamente, sólo fueron un par de veces y aquella fase también pasó.

Luego están los escapes inoportunos, pero como ya le dediqué otra entrada, no me repito aquí hoy. En fin, y así es como os convertís en padres expertos en cambios de pañal. Felicidades, aquí tiene usted su diploma su niño para que le cambie el pañal, que ya huele 😉

CONTRAS:

  1. Insisto en lo del meconio, futuras madres. Si hace falta, desmayaos, llorad o alegad locura transitoria. No cambiéis el primer pañal. Y si lo hacéis (valientes), recordad que yo os avisé.

  2. Cuando el bebé empiece a moverse, vais a tener que echar mano de todo tipo de argucias para manternerle en su sitio: canciones, juegos, juguetes… Esto ayuda a desarrollar la imaginación que no veas.

  3. Mis hijos se ríen cuando lo digo, pero “un culete limpio es un culete feliz”. Bromas a parte, no dejéis pasar mucho tiempo entre las cacas y el cambio de pañal, que luego el culete se irrita y es mucho peor.

  4. Si por alguna razón alguien se ofrece a cambiar el pañal a vuestro hijo, dejadle. Por muchos pañales que cambien, vosotros siempre cambiaréis más.

PROS:

  1. Aunque os pueda poner de los nervios, es increíble ver las destrezas que van adquiriendo vuestro bebé con el paso de los meses. Tomáoslo así y no desesperéis si tardáis en cambiar un simple pañal un cuarto de hora.

  2. Haced del cambio de pañal un momento divertido. Vale que huele fatal, pero eso no es impedimento para echarse unas risas. Y ya sabéis que ♫♪con un poco de azúcar esa píldora que os dan, pasará mejor…♫♪

  3. Siempre podéis hacer fotos del momento, guardarlas y sacarlas cuando sean mayores y vengan con el novio o novia de turno a casa. La venganza es un plato que se sirve frío, frío… muajajajajaja… 😉

Puede que mis neuronas anden un poco remolonas por tanto cambio de pañal y se me haya olvidado alguna fase o algún contra o pro. No te cortes y dímelo en los comentarios.

Y para terminar, os recuerdo que el blog está de sorteo y estos gatitos pueden ser vuestros 😉

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18Sep/13

… del inglés (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Para variar, hoy me estreno con la letra I, de inglés. ¿Inglés has dicho? Sí, he dicho inglés. ¿Que qué tiene que ver eso con la maternidad? Pues nada… o mucho. Según se mire 😉

Veréis, cuando nacen nuestros hijos, los primeros meses son un auténtico caos. Una mezcla entre pañales sucios, lavadoras a porrón, mucho sueño y cantidades abrumadoras de amor. Luego empiezan a crecer y empezamos con los “noes”, los suyos (¿quieres jugar a la pelota? No. ¿Quieres una galleta? No) y los nuestros (no te subas en el sofá, no digas palabrotas, no grites). Ahí empieza la educación de ellos como hijos y la nuestra como padres.

Pero hay otra educación, la académica. Quizás con dos años sea demasiado pronto para pensar en su futuro laboral, pero ya empezamos a pensar en los colegios. Buscamos y rebuscamos uno que se adapte a la educación que tenemos en casa, que respete ciertas cosas, que comparta la mayoría de nuestros valores. Y llegamos a la reunión de principio de curso y nos sueltan aquello de que el inglés es importante (y nos lo ejemplifican con varias muestras bochornosas de nuestra soltura internacional con el idioma). Es más, nos aseguran que la edad ideal para empezar con el idioma extranjero abarca desde los cero años hasta los tres. En ese momento, es cuando visualizamos a nuestros hijos siendo rechazados en futuras entrevistas de trabajo por no hablar el inglés correctamente o con soltura. Sudores fríos recorren nuestra espalda.

Y ahí, justo en ese momento, la educación académica de tu hijo se convierte en otro tema de debate en casa. ¿Dónde hará los deberes? ¿Deberíamos apuntarle a clases de inglés? Si yo sé algo en inglés, ¿debería hablarle en ese idioma? ¿Cuándo aprenden a leer? ¿Tengo que ir pidiendo ya la matrícula para la universidad? Y puedo seguir así hasta el infinito y más allá.

Estoy convencida de que la mayoría de quienes me estáis leyendo os sentasteis a hablar con vuestras parejas sobre cómo ibais a educar a vuestros retoños: no pegarles, no gritar, dormir o no todos juntos… Pero ¿cuántos habéis tenido la conversación sobre la educación académica? He de reconocer que nosotros no la tuvimos hasta que el Mayor empezó el colegio y aún nos dura. Y es un tema para darle de comer a parte.

CONTRAS:

  1. Cuando parece que ya más o menos tienes todos los aspectos de la vida de tu hijo y de la tuya controlados, aparece el colegio con sus asignaturas, fichas y deberes. Tu mundo se vuelve a poner de nuevo patas arribas.

  2. Tras el chino, los idiomas más hablados en el mundo son el inglés y el español. Bueno, uno de ellos lo tenemos dominado. Vamos a por el otro, pues es obvio que el inglés es el idioma que mueve el mundo.

  3. Nunca es tarde para aprender un idioma nuevo. Yo tuve mis primeros escarceos con el francés a los veinte años y mi padre con el inglés a los cincuenta. No os dejéis asustar si os aseguran que vuestro hijo tenía que haber empezado a tocar el inglés antes de ir al colegio.

PROS:

  1. Es cierto que los docentes se ponen muy pesados con esto del inglés. Por mi parte, agradezco el toque de atención.

  2. Aquello de que la letra con sangre entra está obsoleto para mí. Es mucho más eficaz aprender divirtiéndose. Así es como mis hijos han aprendido tanto sobre dinosaurios. ¿Por qué no iba a funcionar igual con el inglés o cualquier otra asignatura? Siguiendo ese camino, nosotros tendemos a ponerles películas en inglés casi todas las semanas. Para ayudarles a aguantar, hacemos un gran cuenco de palomitas. Y a comer. No os engañaré, no aguantan toda la película sentados, pero algo es algo. Su padre y yo nos ponemos con ellos y les llamamos la atención sobre determinadas expresiones (hola, gracias, de nada, buenos días, buen trabajo, los colores, animales…). También funciona con dibujos animados o canciones infantiles en inglés. Y qué decir de las aplicaciones para móviles que hay hoy en día para que empiecen a identificar letras y números.

  3. Si durante el embarazo os sentasteis a hablar sobre el tipo de educación que le ibais a dar a vuestro hijo, qué valores le ibais a inculcar, qué líneas ibais a seguir para lograrlo; entonces creo que no está de más que volváis a tener una conversación sobre qué tipo de educación académica os gustaría para vuestro hijo. Parece una tontería, pero no lo es. Sin daros casi cuenta, el colegio y sus deberes y trabajos va a ocupar gran parte del tiempo de vuestro hijo y, quizás, del vuestro también.

He cogido el inglés como hilo conductor de esta entrada. Si no os gusta, cambiarlo por otra asignatura: lectoescritura, matemáticas, etc. Lo que quería plasmar (espero haberlo logrado) es que la educación académica es parte importante de la pa/maternidad. No debemos dejar esta labor sólo en manos de los profesores, es importante involucrarse en casa tanto como podamos. Nosotros también podemos sentar las bases, junto con el colegio, para que nuestros hijos tengan más herramientas para poder desarrollar en casa lo aprendido en las clases.

Gracias, Faly, por tu idea cuando me faltaba la inspiración.

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12Sep/13

… de las cosquillas (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

– Mamá, hazme cosquillas…

– ¿Ahora?

– Sí, ahora…

– ¿Puedes esperar un momento? Estoy terminado de…

– Vengaaa… porfi… hazme cosquillas…

Y ahí estoy yo, con un mico de 6 años haciéndole cosquillas como si no hubiera un mañana. Y se ríe. Y su risa es pura. Es diversión en grado máximo. Puro placer de reír por reír. Él se estira, se retuerce, a ratos no puede respirar. Paro. Coge aire. Creo que le he agotado. Un “mamá, ahora hazme cosquillas por aquí” me deja claro cristalino que tiene ganas de más.

El Peque nos mira y se ríe. Se ríe con ganas. La risa es contagiosa, está claro. Con su lengua de trapo me dice “má, má”, lo que con el pequediccionario en la mano viene a significar que siga cosquilleando a su hermano y que, por supuesto, él también quiere. Alargo la mano que me sobra y le hago cosquillas a él también. Más risas.

Con el rabillo del ojo miro al Mediano. Le veo con los ojos como platos. Con una sonrisa de oreja a oreja. Se acerca cauteloso. El Mayor sigue revolviéndose y dando carcajadas. Espera paciente dos o tres nanosegundos. Después me suelta el “¡ahora a mí, mamá!”.

Cuento a los Trastos… uno… dos… tres… Cuento mis manos… una… y dos… Vaya, esto es un problema… Dejo de cosquillear al Peque y empiezo con el pipiolo de en medio. Ahora las risas suenan más altas, pero igual de puras. Me sorprendo a mí misma riéndome también. Alterno entre mis hijos para dar a basto con todas mis manos. Nos reímos los cuatro. Creo que si alguien pudiera vernos en ese instante por un agujerito, se convencería de que estamos algo chiflados en esta casa. Quizá no le falte razón. Pero aquí nos seguimos riendo.

CONTRAS:

  1. Hacer cosquillas es cansado para quien las hace. Qué dolor de manos se me pone algunas veces.

  2. En ocasiones, los adultos llegamos a la conclusión de que ese momento no es buen momento para hacer cosquillas a los niños. Creo que deberíamos pararnos a sopesarlo un poco más. ¿En serio no hay buenos momentos para hacer cosquillas? Yo estoy empezando a creer que cualquier momento es bueno para sacarle una risa a un niño.

  3. Se forma mucho alboroto. Bueno, para quienes estáis con el reto del rinoceronte naranja, ¿esto no cuenta como grito, verdad? 😉

PROS:

  1. Quien recibe las cosquillas acaba cansado. Y todos sabemos que después de la tempestad viene la calma… ¿Queréis cansar a un niño? ¿Pero de verdad? Hacedle cosquillas. Muchas. Por todo el cuerpo.

  2. La risa es contagiosa. Raro es que empecéis a hacerles cosquillas a vuestros hijos y no acabéis riéndoos vosotros también.

  3. Las cosquillas traen risas, las risas traen felicidad. Si habéis tenido un mal día, hacedles cosquillas a vuestros retoños. A los treinta segundos se os habrán olvidado todas las penas.

  4. Las cosquillas también son un juego. Jugad con vuestros hijos. Todos lo agradeceréis.

¿Que por qué incluyo las cosquillas en el Diccionario de la Maternidad de la A a la Z? Pues porque yo sólo hago cosquillas a mis hijos. El Tripadre no tiene y, además, prefiero no buscárselas ;-). Las cosquillas significan un rato en familia, un rato de juegos, un rato de diversión pura y dura. Las cosquillas implican prestar atención a las demandas de mis hijos, es dedicarles toda mi atención en ese preciso instante, buscar ese recoveco por dónde meter la mano y cosquillearles a gusto.

Y, si os animáis, después de hacerles cosquillas a ellos, que ellos os hagan cosquillas a vosotros. ¿Recordáis la última vez que alguien os hizo cosquillas de verdad y os reísteis a placer? ¿No es un rato genial?

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05Sep/13

… del sentimiento de Comunidad (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Escribo esta entrada en agosto aún a sabiendas que no verá la luz hasta septiembre. Quizá para entonces la historia se haya olvidado. O quizá haya sentado precedentes. Ojalá.

Por si acaso, pongo en antecedentes: una tienda de ropa invitó a una madre a que saliera de sus instalaciones para darle el pecho a su hijo. Podría decirse que esa es la noticia objetiva o, al menos, neutral. Mucho se ha tecleado sobre el asunto. Pero, por si eres ese alguien que se fue de vacaciones, desconectó y volvió cuando las aguas reanudaron su cauce habitual; te recomiendo que leas lo que al respecto escribieron ¡Mamá qué sabe!, La nave del bebé y La Madre Tigre (aquí y aquí).

Yo he sido madre lactante y también he dado el biberón. Nunca me han echado de ningún sitio por hacer ninguna de las dos cosas. Tampoco por dar potitos o purés a mis hijos. Ahora bien, no sé si he despertado miradas de asco o de felicidad porque, en aquellos momentos, toda mi atención era para mis hijos. También confieso que, antes de ser madre, no me daba asco ni repugnancia ver a una mujer amamantar a su bebé. Lo veía como algo natural. Después de ser madre, ya ni os cuento.

Como ya he dicho en su momento, la lactancia materna me parece la mejor opción para alimentar a un bebé. Sin embargo, entiendo que haya casos en los que se opte por la lactancia artificial. A mí me pasó. Así que respeto cualquiera de las dos opciones mientras el niño esté bien alimentado y tanto él como su madre sean felices haciendo lo que hacen. Y creo que así debería ser. Palabras clave: respeto y tolerancia. Lo importante, para mí, es el bebé. Su derecho a calmar su hambre o su sed debería, bajo mi punto de vista, estar por encima de todo lo demás. Porque, frente a esto, todo lo demás son pamplinas.

Bien, pues ésta es la historia. Pero esta entrada no va de eso. Esta entrada va de que una madre se sintió ofendida y lo denunció públicamente a través de las redes sociales. Y entonces apareció la máxima según la cual “si te metes con una madre, te metes con todas”. Yo no me quedo sólo con la defensa de dar de comer a mi hijo cuando y donde se requiera. Yo también me quedo con que todas las madres (y padres por extensión) formamos parte de una Comunidad (así, con mayúsculas). No estamos solas. No sé a vosotras, pero yo me siento arropada. Sé que si alguien se mete conmigo o con mis hijos y hay otra madre presente, ésta saldrá a la palestra a prestarme su apoyo cuando menos. Y yo creo que, independientemente de si se está a favor de un tipo de lactancia u otra, deberíamos quedarnos con este sentimiento de comunidad maternal.

CONTRAS:

  1. Soy consciente de que muchas veces las personas más críticas con una madre son otras madres. Pero creo que hay que saber levantar la mirada y ver más allá. Es decir, todas vamos en el mismo barco. Podemos defender unas posturas u otras, el diálogo es necesario. Pero sin ofender a nadie, sin juzgar, respetando a la persona que tenemos enfrente.

  2. Siempre habrá quien ponga en tela de juicio nuestra forma de hacer las cosas, nuestra forma de educar o alimentar a nuestros hijos. Pero esto pasa en todas las facetas de la vida. Hay que aprender a no escuchar las críticas que, lejos de ayudarnos, nos obstaculizan el camino que hemos elegido.

PROS:

  1. El sentimiento de comunidad es algo maravilloso. Es como cuando llegas a un sitio y te sientes fuera de lugar. Haces un esfuerzo y entablas conversación con alguien. Entonces, os dais cuenta de que fuisteis al mismo instituto, la misma universidad, vivisteis en el mismo pueblo… y, aunque no os conocíais de antes, en ese momento sientes que hay algo especial que os une.

  2. Esta comunidad maternal no hace que las injusticias acaben. Sin embargo, sientes que hay alguien detrás que puede acudir en tu ayuda si la pides. Suena genial, ¿verdad?

  3. Para muestra un botón. Primero está la historia con la que empecé esta entrada. Luego está la entrada en sí, que escribo participando en un Carnaval de blogs puesto en marcha por Trimadre a los 30. Para que veáis que esta comunidad reacciona tanto para las cosas buenas como las malas.

Ahora os toca a vosotras. Contadme, ¿también tenéis esta sensación de pertenecer a una comunidad maternal?

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

30May/13

… de las dudas (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Este fin de semana quedé con unas amigas mías y nos fuimos al parque con niños incluidos. Valientes que somos, jejeje… A parte de mis tres Trastos, también estaba el hijo de una de ellas, de casi 2 años. Y otra nos dijo ese mismo día que estaba embarazada. “Alegría desbordada” creo que fue lo que nos inundó a todas en aquel instante. Porque la noticia de un embarazo rara vez no es motivo de alegría.

Mi amiga embarazada acaba de superar el primer trimestre y todo es nuevo para ella. Estuvimos un buen rato hablando de embarazos y bebés mientras los peques jugaban en el césped con la pelota y con cualquier otra cosa que se les pusiera delante ;-).

De vuelta a casa, ya más tranquila con todos los Trastos rendidos y acostados, me puse a pensar. Es cierto que el embarazo, sobre todo si se trata del primero, es una época de ilusión y esperanza. Pero también es la época de dudas por excelencia. ¿Podré ocuparme bien de mi bebé? ¿Cómo sabré qué hacer cuando se ponga malo? ¿Sabré darle el pecho? ¿Sabré preparar un biberón? ¿Podré cambiarle el pañal sin que me dé asco? ¿Parir duele tanto como dicen? Y podría seguir así dos entradas más.

Recuerdo haber pensado durante mi primer embarazo que todas esas dudas, todos mis miedos, desaparecerían cuando naciera mi bebé. Ingenua que es una. Porque cuando nace tu bebé, muchas dudas se disipan, sí, pero surgen otras nuevas. ¿Por qué llora ahora si acaba de comer? ¿Por qué se ha despertado si dormía tan plácidamente? ¿Le pongo body o hará mucho calor en la calle? ¿Qué juguete le estimulará más? Está durmiendo pero es la hora de comer, ¿le dejo dormir más o le despierto ya?

Cuando crecen, la situación no mejora. De nuevo, viejas dudas son reemplazadas por otras nuevas. ¿Cómo hago para que no diga palabrotas? ¿Cómo contesto a sus preguntas sobre la muerte de la abuela? ¿Realmente se lo pasa bien en el colegio? ¿Es el momento de retirarle el pañal? En fin, creo que os hacéis una idea.

La maternidad también es una época de dudas que empiezan durante el embarazo, si no antes, y que ya no acaba nunca. Las madres especialmente (aunque los padres también) nos preocupamos, muchas veces en exceso, es verdad, pero es que no podemos evitarlo.

CONTRAS:

  1. Cuando somos hijas, nos agobia que nuestros padres estén todo el día haciéndonos preguntas (¿con quién vas? ¿A que hora vas a volver? ¿Dónde has estado?), pero cuando somos nosotras quienes tenemos hijos, esas mismas preguntas se nos vienen a la boca de forma natural, sin comerlo ni beberlo nos encontramos haciéndoles a nuestros hijos las mismas preguntas con las que nos agobiaban nuestros padres. Supongo que es ley de vida.

  2. En relación con el punto anterior, está muy bien preocuparse, pero hay que evitar agobiar a nuestros hijos. El Mayor me lo deja claro con sólo 5 añitos… ya veréis cuando tenga dieciséis.

  3. A veces son nuestras propias dudas las que nos agobian e, incluso, pueden quitarnos el sueño. Hay que saber pedir ayuda o preguntar.

  4. Una cosa es pedir ayuda o preguntar lo que no se sabe y otra muy distinta, que nos lleguen comentarios magistrales que sólo consiguen liarnos más y añadir más dudas a las que ya teníamos antes.

PROS:

  1. Las dudas implican que nos preocupamos por nuestros hijos. Y nos preocupamos porque los queremos con toda el alma.

  2. A veces, una vez solucionada la duda en cuestión, ya no vuelve a atormentarnos.

  3. Otras veces, si ante una duda hemos tomado la decisión equivocada, siempre podemos aprender de nuestros errores y hacerlo mejor la próxima vez.

A lo largo de esta entrada, os he ido dejando una pequeña muestra de algunas de las dudas que me han surgido (y me siguen surgiendo) a mí. Ahora me encantaría leer alguna de vuestras dudas, a ver en cuántas coincidimos ;-).

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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23May/13

… del sentido del Humor (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Otra semana más estoy por aquí sumándome al carnaval Maternidad de la A a la Z iniciado por Trimadre a los 30 hace unas semanas y que ha sido todo un exitazo. ¡Felicidades!

Llevo pensando todo el fin de semana sobre qué escribir y cómo plantearlo (ya sabéis, con sus pros y sus contras). Y me he dado cuenta de que, en sobre este tema, me sale la vena sensible o reivindicativa y mis entradas se tornan muy serias. Y me puse a pensar que sí, que la maternidad es algo serio, pues te haces cargo de una personita que depende totalmente de sus padres para vivir, pero también de su educación, de las bases sobre las que se levantará la persona que será mañana. Y esto es algo muy serio. Pero también hay otras cosas.

Así que hoy voy a hablaros del sentido del Humor. Que no todo va a ser ponernos serios y místicos. A mí la maternidad me cambió el sentido del humor. Porque si no, a ver de qué te va a dar por reírte con la primera caca que tienes que cambiar a tu retoño recién nacido, o te va a hacer gracia cuando llame “vieja” a la hermana de tu abuela “porque está muy arrugada” (esto pasó de verdad tal cual lo escribo), o te vas a partir de risa mientras ves la pompa verde que acaba de salirle de la nariz… Pues eso, que cuando te dan a tu bebé en brazos por primera vez, ahí, metido entre el primer pañal, te dan también una ración de humor surrealista.

Y luego están las contestaciones, ésas que sólo se le pueden ocurrir a un niño porque son tan obvias y tan de verdad que sólo puedes reírte, aunque estéis en mitad de una regañina o una rabieta. Hace poco el Mayor vino corriendo a buscarme a la cocina para que le acompañara al baño a hacer caca. Dejé lo que estaba haciendo y me dispuse a acompañarle, pero viendo lo despacito que iba, le pregunté por qué no se daba prisa y su contestación fue: “mamá, es que la caca pesa”. Y yo sólo pude reírme. Vamos, que a mí eso me lo dicen con 16 años y mando a quien me lo dijera al quinto pino a la voz de “serás guarro”.

Y a quién no le ha pasado, cambiando un pañal, que justo en ese instante ha habido un escape, más o menos líquido, que nos ha dado de lleno y, lejos de tirar al niño al suelo y salir pitando para darnos una ducha de 20 minutos como poco, no hemos tenido más remedio que reírnos junto a la otra parte (entiéndase el padre o madre de la criatura que seguro que estaba mirando). Anda, que si alguien te mea encima antes de ser madre o padre, vas a reírle tú la gracia…

Por supuesto, también están las risas que nos sacan los de fuera de casa con sus comentarios. Esos que llegan y empiezan a hacerle las palmitas al bebé (algo que llevas tú haciéndole una semana) y que, precisamente esa vez, tu hijo decide hacerlas también por primera vez y entonces esa persona ajena a tu hogar dice llena de orgullo: “mira, le he enseñado a dar palmitas” y entonces tú piensas para tus adentros “claro, que todas las veces que se lo he hecho yo no tienen nada que ver” mientras que sueltas una carcajada (también para adentro, no vaya a ser que se ofendan los de fuera).

CONTRAS:

  1. Puede que te rías después, pero a veces esas contestaciones tan inocentes o esos comportamientos propios de los niños pueden sacarte los colores más de una vez.

  2. Como dice el refrán, quien con niños se acuesta, meado se levanta. Puede que te haya hecho gracia que tu hijo juegue en la bañera y haya chapoteado a gusto, pero al final tú has acabado como si también te hubieras duchado.

PROS:

  1. La maternidad (o paternidad) te da una perspectiva distintas de las cosas. Esto es posible porque también te da un sentido del humor más puro si cabe porque es el humor de los niños.

  2. Con este nuevo sentido del humor, vuelves a descubrir la gracia de las cosas. Porque a ver, antes de ser madre o padre, ¿cuánto jugabas a las cosquillas…? Pero a las de verdad, no a encontrarle las cosquillas al padre o madre de tu criatura… ay, golosones… 😉

  3. Cuando pensamos en la maternidad, se nos pueden venir a la cabeza rabietas, falta de sueño, estrés, cansancio… pero no debemos olvidarnos de las cosas buenas y divertidas. Que también las hay y muchas.

Ahora os toca a vosotros, venga, contadme cuál fue la última ocurrencia de vuestros peques que os hizo reír a carcajadas y que si os llega a pasar antes de la maternidad no os hubiera hecho ni pizca de gracia 😉

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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16May/13

… de las cicatrices (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Hay dos tipos de cicatrices, las de la piel y las del alma. Las de la piel puedes llevarlas con más o menos alegría, si te has cortado con un cuchillo cortando cebolla no te hará gracia, pero si se trata de una cesárea que sirvió para salvaros la vida a tu bebé y a ti, lo llevarás como un honor. Las cicatrices del alma, por el contrario, duelen siempre, por mucho tiempo que haya pasado desde la herida.

Antes de ser madre, las cicatrices del alma son básicamente por cosas que te habían hecho a ti directamente. Puede que te duela que insulten a tu amiga o que te engañe tu novio, pero eso son arañazos en comparación con las que tienes por ser madre o padre. Es entonces cuando se producen las heridas más profundas porque el daño va dirigido a tu hijo y cada desprecio o cada feo los sientes aún más que si te lo hubieran hecho a ti.

Algunas de estas heridas se producen por un comentario malintencionado hacia tu hijo: “qué maleducado”, “qué egoísta”, “parece un delincuente”, etc. Otras se originan por comentarios hacia ti como madre (o padre): “no lo cojas tanto”, “tiene que acostumbrarse”, “déjale llorar”, “tu leche le deja con hambre”, “deberías volver a ponerle el pañal”, “no le des tantas explicaciones”, “abrígale”, “¿por qué le consientes eso?”, “yo le castigaba ahora mismo” y demás perlas por el estilo que quizás, a parte de ti, puede que también las escuche tu hijo.

Y te duelen porque unas le duelen a tu hijo y otras te hacen dudar de ti misma y de tu capacidad como madre. Puede que perdones a quien “opinó” de esa manera, pero no lo olvidas, da igual que lo hayas dejado pasar o que te hayas enfrentado al autor de esa “crítica constructiva”, siempre recordarás ese comentario. Estas cicatrices no se curan nunca.

CONTRAS:

  1. Puede que olvides determinados comentarios hirientes, pero el daño está hecho. Es posible que vuelvas a sentir el dolor inicial sin previo aviso, ante una situación parecida. Y siempre duele como la primera vez.

  2. Si os pasa como a mí, le daréis mil vueltas en la cabeza (tenía que haber hecho esto, tenía que haber dicho lo otro…).

  3. Puede que tú, como persona adulta que eres, puedas entender que algunos comentarios los hace gente de otra generación, que antes era normal pensar así, que es por puro desconocimiento… Peor tu hijo no tiene esa capacidad de comprensión. Si alguien le dice “malo” o “desobediente”, le va a afectar. Y ya sabemos todos lo erróneo que es poner etiquetas a la gente, especialmente a los niños.

  4. Las cicatrices del alma no se ven, pero la herida está ahí. Si la tocas, duele.

PROS:

  1. Puedes aprender de tus errores: enfrentarte a quien hizo el comentario para que no lo vuelva a repetir o aprender a ignorar esas “críticas constructivas”.

  2. Según pasa el tiempo, aprendes a confiar más en tu capacidad como madre, esas opiniones ya no te hacen dudar… al menos, no tanto como al principio.

  3. Tú, como madre o padre, eres quien mejor conoce a tu hijo. Sabes hasta dónde puedes llegar con él, lo que estás dispuesta a dejar pasar, donde tienes que ponerle el límite. Un ejemplo, estáis en una comida familiar y tu hijo, que normalmente come estupendamente, ese día no prueba bocado. Seguro que alguna abuela o tía o prima se aventura a decir “qué mal come”, “es que tiene que comer sí o sí”, “qué malo es para comer”. Esto, primero lo oye tu hijo y seguro que le afecta. Y lo segundo, lo oyes tú y puedes pensar que tienen razón. O puedes entender a tu hijo, que ha dormido mal, que hace calor y está más intranquilo, que está rodeado de gente que normalmente no ve… y dejarle que coma lo que quiera. Aunque también habrá entonces quien te diga que le dejas hacer lo que le da la gana. Ahí tienes otra cicatriz más.

No se puede controlar a la gente, siempre dirá lo que quiera, por mucho que le ruegues que se abstenga de emitir determinados juicios de valor que no te ayudan en nada y que sólo consiguen perjudicar a tu hijo y a ti. Sin embargo, siempre puedes intentar que no te afecten demasiado. Si alguna lo conseguís, por favor, volved a contarme cómo lo habéis logrado. No sabes lo que es sufrir hasta que tienes un hijo por el que sufrir.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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