Archivos de la categoría: Carnavales de blogs

02Abr/14

… del quásar (maternidad de la A la Z)

AZ de la maternidad

Parafraseando a la RAE, quásar es un pequeño cuerpo celeste con gran luminosidad, se caracteriza, además, por la gran cantidad de radiaciones que emite en todas las frecuencias y es el astro más alejado en el universo.

Bien podríamos estar hablando de los hijos. Porque cuando son concebidos más pequeños no pueden ser. Dos células, una vida. Que vale que hay cosas más pequeñas que las células, pues sí, las hay, pero en mi día a día una célula es ya lo bastante pequeña.

Si hablamos de luminosidad, hay cientos de artículos donde dicen que el embarazo llena de luminosidad la piel, pelo y hasta las uñas de la futura mamá. Pero es que cuando nuestro bebé nace es la cara y hasta el alma lo que se nos llena de esa luz especial que trae consigo la maternidad y que lo irradia todo.

Es el amor que sentimos hacia ellos que se expande a otras áreas de nuestra vida. Yo, desde que soy madre, veo la vida de otra manera. Gracias a mis hijos me he vuelto a parar en el camino a oler las flores y a contar los puntitos de las mariquitas. He vuelto a disfrutar como una niña con la noche de Reyes o la llegada del Ratoncito Pérez.

¿Cómo algo tan pequeño puede inundarlo todo? Pues ahí está, porque cada hijo es un quásar. Cuerpos celestes, mágicos igual que el universo. Un milagro de la vida. Tan ínfimos al principio y a la vez tan grandes en nuestras vidas. Un bebé es algo mágico que, a fuerza de verlo todos los días, nos hemos acostumbrado a su magia. Pero no por ello su llegada y creación no es menos espectacular. Dos células que se unen para crear, nada más y nada menos, que vida.

Y una vez hecho esto, es nuestra propia vida la que cambia, girando alrededor de ellos cual planeta dando vueltas alrededor de su sol, su estrella. Mis hijos son las estrellas que me guían en esta vida, me complementan y me hacen mejor madre, mejor mujer y, sobre todo, mejor persona.

 

CONTRAS:

  1. No hay vuelta atrás. Jamás volveré a ver las cosas como cuando tenía una vida sin hijos.

  2. Mis hijos, ahora pequeños, crecerán y serán hombres hechos y derechos. Pero para mí siempre serán mis pequeños. Cuenta mi padre que mi abuela (su madre) hasta el día en que se murió siempre le llamó “el niño”.

PROS:

  1. Ya lo he dicho varias veces por aquí, pero me encanta que mis hijos me vuelvan a descubrir el mundo a través de sus ojos.

  2. Una madre siempre está ahí para sus hijos. Lo que ellos no saben es que ellos también están siempre ahí para sus madres. Sin proponérselo, mis Trastos me dan fuerza, apoyo, amor y valor.

  3. Por mucho que se alejen de casa (algún día se irán a vivir su propia vida), siempre tendrán un sitio al que volver. Por mucho que sus casa disten de la que ahora es su hogar, siempre estaremos presente los unos en los pensamientos de los otros. No hay amor más fuerte.

Por si aún no visualizáis lo que es un quásar, podéis teclearlo en Google y os aparecerán un montón de imágenes. Y, si no, aquí te dejo una para que te hagas una idea.

Quásar

Quásar

Fuente

 

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.

19Mar/14

… de mi yo (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Si hay algo que ha cambiado desde que soy madre soy yo misma. Por eso la entrada de mi Diccionario de la Maternidad de hoy está dedicada a la Y.

Los cambios físicos saltan a la vista por sí solos a lo largo de los nueve meses de embarazo. Al principio sólo los notaba yo: que si un malestar en el estómago, que si nauseas, que si algún que otro vómito, que ahora se me duerme la mano y me duele, un pinchazo en la espalda, no soportar el olor a aceite caliente (puaj)… Cosas que, como bien decía mi ginecóloga, se pasan cuando se da a luz. Con el paso de las semanas, esos cambios también los notaban la gente: que si se te está poniendo la cara más rechoncha, que si vaya barriguita que tienes (por no decirme barrigota), que vaya canalillo te ha salido… Lo normal, vaya.

Pero también se sufren cambios emocionales, esos de los que siempre tienen la culpa las hormonas. Yo insisto en que, mientras estaba embarazada, tampoco fue para tanto. Algunas ganas de llorar de vez en cuando, algún ataque de risa más veces de las que quisiera, algo que me sentara especialmente mal… Yo creo que no fue gran cosa. Pero el Tripadre aquí discrepa. Y mucho. Dice que tenía que andarse con pies de plomo. Sigo pensando que exagera, pero obviamente mi punto de vista es de todo menos objetivo.

A parte de estos cambios, he de reconocer que la maternidad ha ocasionado en mí misma cambios que antes ni vislumbraba. Algunos son a mejor (pros) y otros no (contras). Os cuento algunos a ver si a vosotras también os ha pasado…

CONTRAS:

  1. Más miedosa. Los miedos y la maternidad van unidos. Yo creo que empezamos a tener miedos cuando decidimos ponernos manos a la obra e ir a por el embarazo. A nosotros nos costó quedarnos embarazados del Mayor. Yo creo que fue a que dejé de tomar la píldora junto a un complemento de yo do que me mandó mi primer ginecólogo. No lo digo por decir, sino que cambié de profesional y mi ginecóloga (que me ha atendido en mis tres embarazos y partos) así me lo dijo. El caso es que ya antes de estar embarazada tenía miedos sobre mi bebé: que si podríamos concebir con normalidad, que si (una vez embarazada) todo saldría bien, que si seríamos capaces de cuidar a un recién nacido… y así seguimos hasta hoy. Porque lejos de que los miedos se vayan yendo con la experiencia, lo cierto es que algunos dejan paso a otros nuevos y esto es el cuento de nunca acabar.

  2. Más insegura. Muy acorde con lo anterior. El miedo a poder equivocarme en el cuidado y educación de mis hijos hace que dude de absolutamente todo. Por ejemplo, ante un mal comportamiento por parte de mi hijo, ¿qué es mejor, hablar con él, castigarle, dejarle a ver si él solo se da cuenta de que lo está haciendo mal…? Normalmente unas acciones se solapan con otras y, a la siguiente, vuelvo a dudar de qué sería mejor hacer. Otro ejemplo: en el patio del colegio un niño va y pega a mi hijo, yo le tengo dicho que pegar está mal, pero ¿hay que hacer distinción entre pegar y defenderse o es todo lo mismo?

  3. Más sensible o empática. Ya lo he dicho alguna vez. Todo lo malo relacionado con los niños me afecta sobre manera desde que soy madre. Antes me afectaba, cierto, pero es que ahora lo sufro en mis adentros. Llego a tal punto que no me hace falta leer o escuchar la noticia entera, muchas veces sólo con el titular ya empiezo a sufrir y hasta llorar.

PROS:

  1. Más respetuosa. Me he dado cuenta de que mis propios hijos no son iguales. Ya lo he dicho muchas veces, lo que funciona con uno no sirve para el otro. Así que lo que sirve con los míos puede no ser útil con los míos y viceversa. Así que ya no me meto en opinar sobre la manera de criar que tienen otros padres con sus hijos. Doy por sentado que cada padre y madre hacen lo mejor para sus propios hijos.

  2. Más atrevida y menos tímida. Dice mi madre que de pequeña yo era muy extrovertida, pero fue llegar a la pre-adolescencia y me entraron todas las vergüenzas del mundo. Yo creo que tuvo algo que ver con que me desarrollara bastante pronto (tuve mi primera regla a los 11 años). El caso es que por eso siempre me he considerado bastante tímida. Me daba vergüenza hasta levantar la mano en clase para preguntar. Para ser justa, he de reconocer que al cumplir la veintena me propuse echarle más cara a la vida y algo mejoré. Pero de fondo seguía siendo tímida. Y, aunque hoy día sigo siéndolo, cuando se trata de mis hijos se me van todas las vergüenzas. No me corto a la hora de preguntar algo que les afecta a ellos directamente ni de ir dando un paseo y cantando por la calle con ellos. Quién me ha visto y quién me ve…

  3. Más fuerte. Al menos yo me siento así. Y no lo digo sólo por los dolores del parto y el post parto. Me he dado cuenta de que puedo hacer frente a cosas que antes ni me imaginaba. Os pongo como ejemplo las privaciones del Mediano. Yo creo que hasta me pongo enferma menos veces que antes. Y es todo por y gracias a mis Trastos.

  4. Más niña. Porque, para poder jugar con los niños tengo que ser también un poco niña. Y esto me encanta. Cierto que creo que podría jugar mejor a las casitas que al fútbol, pero cuando hacemos manualidades creo que soy capaz de ponerme a su altura, con un hule en la mesa, eso sí, que luego aparece la madre que hay en mí, ésa a la que le toca limpiar todo el desaguisado y a la que no le gusta nada tener que andar frotando.

Estos son, a grandes rasgos, los cambios que creo que ha sufrido mi yo desde que nacieron mis Trastos. Algunos creo que me benefician y otros creo que me perjudican, pero creo todos me ayudan a ser la mejor madre que podría ser para mis hijos. Y en eso, ellos son los ganadores absolutos.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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06Mar/14

… de la ñamería (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Según la RAE, ñamería es la palabra que en Panamá utilizan para decir locura. Y convendréis conmigo en que esta palabra le viene que ni pintada al Diccionario de la Maternidad de la A a la Z. Porque locura o ñamería es cuando son las 8 de la tarde de un día cualquiera y, en vez de estar mis tres trastos agotados por el día que llevan (en el cole unos y harto de correr por la casa el otro), resulta que están potreando en el sofá. Ojo, que no saltando, sino jugando a peleas de dinosaurios los mayores y el Peque intentando seguirles el juego aunque aún no sepa muy bien de qué va el asunto.

Ñamería también es tirarnos una hora de reloj un sábado por la mañana para poder ir al parque que tenemos a la vuelta de la esquina. Que haya que coger pelotas para los tres, agua para los tres, toallitas por si acaso y pañales por si esperemos que no pase. Y luego que todos lleven bien puestos los abrigos y los gorros, y que se pongan las zapatillas de deporte a ser posible (y en esto incluyo al Tripadre y él sabe por qué 😉 ).

La ñamería también me invade cuando, en un intento de que no se me despendole ninguno mientras estoy ocupada con otro, me lío la manta a la cabeza y los baño a los tres a la vez. Que sí, que tengo a todos en la misma habitación “controlados”, pero los chapoteos se multiplican por diez (eso es, por diez que no por tres como cabría esperar) y las veces que tengo que decir “tú, fuera de la bañera, es tu turno” se repiten hasta casi el infinito.

También es digno de ñamería la hora de la cena, ponga lo que ponga, siempre hay uno al que no le gusta el menú. Ahora, que yo lo tengo bien claro, en esta casa, nada de comidas a la carta. Se come lo que se pone en el plato, que no les gusta, pues que coman menos, ya comerán más mañana. Bueno, pues aún así, entre lo cansados que están (ahora sí que aparece el cansancio de todo el día) y su poco interés hacia lo que hay en el plato, la hora de la comida es una auténtica ñamería.

La ñamería también aparece cuando intento hablar por teléfono, ya sea con la abuela, el Tripadre o el de la compañía del gas, da lo mismo. En ese preciso instante la habitación se llena de mamá, esto y de mamá, lo otro, aunque, eso sí, dicho todo muy bajito, que mamá está hablando por teléfono…

Afortunadamente, la ñamería también es cuando me viene un trasto por detrás a darme un beso porque le apetece. Sin más. O cuando se acurrucan conmigo en el sofá (pocas veces y poco tiempo, que nadie se piense que aguantan más de 5 minutos en esta tesitura) y me susurran un te quiero muy bajito y muy dulce.

Ñamería también es ver cómo el Peque cada día se integra más en los juegos de sus hermanos, quiere ser uno más y poco le falta ya. O cómo los mayores le incluyen en sus juegos como pueden y cuidan de él: me avisan si ven que sube por unas escaleras o si se aleja mucho de nosotros en el parque o si le ven meterse algo en la boca que no debería.

Y, por supuesto, ñamería es entrar en sus habitaciones por la noche para asegurarme que están arropados y verles dormir, quietos y tranquilos al fin, con esa cara de no haber roto un plato en su vida, aunque en el fondo sé que lo que están es recargando las pilas para el día siguiente, un día seguro lleno de ñamerías.

CONTRAS:

  1. A veces, el tiempo que pasamos junto a nuestros hijos es una locura, una ñamería. Nos gustaría pasar esa patata caliente a otra persona, que se quedara un rato con ellos aunque sólo fuera para poder oír nuestros propios pensamientos.

  2. A veces, maldecimos el momento en el que se nos ocurrió la brillante idea de bañarles a todos juntos, sacar la pintura de dedos que ahora anda entre las paredes y el suelo, o intentar salir al parque a cansarles cuando ya andamos nosotras cansadas antes de poner un pie en la calle.

PROS:

  1. Otras veces, la locura nos saca una sonrisa o una carcajada y nos hace ver que no queremos pasar ni un minuto alejada de esos pequeñajos.

  2. Otras veces, la ñamería es necesaria para mirar las cosas desde otra perspectiva y ver las cosas realmente importantes en la vida.

Porque, ¿qué sería de la vida, de nuestra vida tal como la conocemos, sin la ñamería de esos locos bajitos? 😉

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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20Feb/14

… de la oportunidad (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Ser o no ser oportuno, he ahí la cuestión. Desde que soy madre hay un pensamiento que siempre va conmigo. Es el “mira qué oportuno”. Se me viene a la cabeza cuando, tras conseguir que mi bebé se durmiera, llamaban al timbre (normalmente, algún vendedor o falso empleado del gas). También cuando estaba dando el pecho y se me había olvidado el teléfono en la cocina y, claro, justo en ese momento, el aparato sonaba (solía ser una compañía telefónica que venía a ofrecerme la mejor oferta del mundo mundial…).

También se me pasa el mira qué oportuno por la cabeza cuando estoy con el Mayor en el baño, esperando a que termine de hacer sus cosas (no le gusta ir solo) y aparece el Mediano por la puerta con las mismas ganas de hacer lo mismo. O cuando estamos en la consulta del médico y a alguno de mis hijos le entran ganas de hacer pis justo cuando están a punto de llamarnos, después de una hora esperando… Y, hablando de pises, también grito para mis adentros el mira qué oportuno cuando, volviendo a casa, cuando quedan escasos 20 metros para pasar la puerta, uno me salta con el “mamá, tengo pis” y aquello se convierte en cuestión de ahora o exploto, nada de aguantarse un momento que ya llegamos, no, para qué… aunque nada más entrar por la puerta vean el coche que dejaron tirado en el suelo antes de salir y se dediquen a jugar con él… Ésas son las ganas inaguantables de hacer pis que traían…

También digo el mira qué oportuno, esta vez con algo de resquemor, cuando a la hora de la siesta a alguien le da por coger el taladro. Alborotando a la jauría que tengo por casa. En esta misma línea anda aquella pandilla de amigos que pasa gritando a las cinco de la mañana por la calle en verano y amenaza con interrumpir el sueño de mis retoños o el mío propio.

El mira qué oportuno es el primer pensamiento del día cuando a las 8 de la mañana llaman al teléfono, despertándome, para ver si pueden entregar una lavadora que yo no he pedido porque el anterior dueño de nuestro número de teléfono fijo no se ha acordado de darles el nuevo. Si a esto le sumamos que yo haya pasado una noche toledana con alguno de mis trastos lo pienso con un poco de no te odio, pero espero que esa lavadora se te caiga en el pie, no al que la entrega, sino al que se le olvidó su número nuevo. De éstas tengo unas cuentas, pues llevamos así 8 años.

El mira qué oportuno me asalta cuando, después de que un determinado juguete andara rondando por el salón unos meses sin que ya nadie le hiciera el más mínimo caso, me da por guardarlo, en su sitio, lejos del salón, y justo ese día alguno de mis hijos se da cuenta de su ausencia y le entran unas ganas desmesuradas de jugar con él. Con lo que a los pocos minutos lo tengo de vuelta al salón.

Esto es lo que podríamos llamar el don de la oportunidad, con O. A la que no recuerdo yo con tanta inquina antes de ser madre. Y por ello le dedico a ella, a la oportunidad, esta entrada del Diccionario maternal de la A a la Z.

CONTRAS:

  1. Todos. La oportunidad entendida así como la he explicado yo hoy, siempre viene mal.

  2. Quizás hubiera sido más acertado hablar del oportunismo o la inoportunidad, pero ya había hablado de otra palabra con la I y, además, mi pensamiento no es mirá qué inoportuno, sino mira qué oportuno.

PROS:

  1. Hay cosas que se pueden controlar, como intentar no olvidarse lejos el teléfono, o comprar uno que tenga modo noche y programarlo para evitar llamadas antes de una hora o después de otra.

  2. Hay otras cosas que no se pueden controlar. En este caso, hay que aprender a vivir con ello.

Por cierto, oportuno también es quien acaba de llamar justo ahora al telefonillo, cuando me faltaban pocas palabras para terminar esta entrada…

Y, para terminar, os recuerdo que andamos de sorteo. Uno muy especial de cumpleblog. Nos hemos juntado 4 blogueras y hemos tirado la casa por la ventana, con mucho cariño, eso sí. Si quieres saber más sobre el sorteo, pincha aquí.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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05Feb/14

… de los silencios (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Después de saltarme a la torera la entrada del lunes (no por falta de ganas o de temas, sino por falta de tiempo), hoy venía dispuesta a resarcirme. Pero acabo de darme cuenta de que esta semana hay el Carnaval de la Maternidad de la A a la Z. Y hoy me estreno con la letra S de silencios.

Primero, creo que es necesario hacer una distinción. Para ello, me remonto al análisis morfológico de la palabra, en concreto, a su número. Porque no es lo mismo el silencio que los silencios. El silencio es algo mágico donde no hay ruido o sonido. Yo creo que el silencio absoluto no existe salvo en el espacio exterior. Pero como no he ido a averiguarlo, tampoco os lo puedo asegurar al cien por cien. Pensaréis que exagero. Bueno, pues pensemos en sitios donde haya silencio.

Una biblioteca, lugar por excelencia del silencio. Pues no. Siempre habrá alguien susurrando, pasando páginas, con los auriculares puestos y el volumen más alto de lo que debería o, simplemente, moviendo la pierna insistentemente y a una velocidad que da la impresión que la pierna va a irse sola y dejar al resto del cuerpo pegado a la silla y al libro de Chomsky.

Otro lugar podría ser la cama por la noche. Si convives con alguien, seguro que hay ruiditos que hace al dormir: suspiros, hablar en sueños, respiración algo más fuerte de lo deseable para conciliar el sueño, ronquidos en toda regla, etc. También caben aquí los ruidos de las sábanas. Y, si es verano y la ventana esá abierta, el perro de un vecino ladrando o una panda de chavales caminando por la calle algo más contentos y envalentonados de lo que debieran para ser las cuatro de la mañana. Y, por la mañana, el “agradable” cantar de los pájaros. Si vives sola o solo, me atrevería a decir que, en mitad de lo que tú crees que es el silencio de la noche, se puede oír en tu casa el tic-tac de un reloj o el ruido del frigorífico (¿por qué suenan los frigoríficos? ¿Alguien lo sabe?).

Pero digamos que a todo esto nos hemos acostumbrado y por eso lo obviamos y decimos que hay silencio. Cuando me convertí en madre, empecé a distinguir el silencio de los silencios. El número, singular o plural, importa. ¡Vaya que si importa! Una madre añora, extraña, desea, anhela el silencio; pero desconfía, se pone nerviosa y tiene ansiedad ante los silencios.

Si eres madre y tienes un bebé, los silencios hacen que vayas rauda y veloz a ver si tu mini-nosotros (entiéndase del padre y de la madre) respira. Si no se ha enredado con la sábana o se ha tragado el chupete entero. Sin embargo, buscas el silencio para darle de comer o para dormirle.

Si eres madre y tus hijos ya van por los tres o cinco años y los dejas un momento solos en el salón y de repente de oír un “quítate tú de ahí” o “que ese coche es mío” pasas a oír absolutamente nada, entonces sabes a ciencia cierta que algo traman. Porque de que haya silencio en el espacio exterior no estoy yo muy segura, pero si mis dos Trastos mayores están en silencio en el salón sí que estoy segura de que no se avecina nada bueno. Son los temidos silencios de la maternidad. No confundir con el silencio que dejan tras de sí una vez que duermen plácidamente en sus camas. Ese rato de tranquilidad y paz (si no hay sorpresas de por medio, como un “tengo sed”, “tengo miedo”, “tengo mocos” y similares) que toda madre aprovecha para desconectar un poco y babear en el sofá, a riesgo de desnucarse en el camino.

CONTRAS:

  1. No estoy muy segura de si seré capaz algún día de volver a disfrutar del silencio en casa si mis hijos están en ella sin preocuparme de que algo terriblemente malo y muy poco probable les ocurra.

  2. La desconfianza que me producen esos silencios y el asombro (para mal) al descubrir que mis sospechas estaban bien fundadas. Como bien demuestra algún que otro monigote en la pared o el golpe de la tele o la sorpresa con mi ordenador, dos veces (aquí y aquí, por si tenéis curiosidad), o las tendencias escapistas del Peque.

PROS:

  1. Ahora valoro mucho más el silencio. Así, en singular.

  2. Voy a decir que en esos momentos desarrollan la imaginación, pero que conste que luego quien tiene que arreglar o recoger o barrer ese brillante momento de expresión artística es servidora. Y que conste que a servidora esta última parte no le hace nada de gracia.

¿Qué me decís? ¿Soy la única que, desde que es madre, distingue entre el silencio y los silencios? ¿Verdad que no? 😉

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22Ene/14

… de educar (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Cuando vamos al colegio, nuestra seño (suelen ser mujeres) es alguien especial. La mamá del cole. Luego pasamos a la profe. Esa ya nos cae mejor o peor según el día que nos abraza o que nos corrige al leer en voz alta. Pero la seguimos queriendo mucho.

Pasamos al instituto, ahí los profesores se convierten en objeto de todas nuestras críticas y son la causa de gran parte de nuestros males (pobrecitos ellos). Porque, vamos a ver, poner un examen de latín el lunes cuando este sábado teníamos que salir, sí o sí, para ver si nos encontrábamos “por casualidad” con Fulanito porque, al parecer, éste le ha dicho a Mengano, quien se lo ha dicho a Puri, que se lo ha dicho a Pepita, nuestra amiga del alma, que le gustamos un poco; eso, queridas mías, no es más que una putada por parte del profesor.

Llegamos a la universidad y aquí los profesores son admirados (hay que ver cuánto sabe éste de lo que está hablando) o no saben explicar porque son de los que les encanta oírse a ellos mismos. La relación con estos profesores suele ser más distante y ya no nos recuerdan a mamá ni a papá.

Vamos, que pasamos gran parte de nuestra vida viendo a los profesores como el enemigo. Pero nuestros padres no corren mejor suerte. Pasamos de admirarlos en nuestra niñez para despreciarles en nuestra adolescencia. Y todo porque quieren enseñarnos a ser buenas personas, personas de provecho. ¡Habráse visto semejante despropósito!

Pero la vida, que da muchas vueltas y tiene un sentido del humor un tanto peculiar, decide un día que te pique el gusanillo de la maternidad y que quieras tener un bebé en brazos. Tuyo a poder ser. De esos que te los puedas llevar a casa sin que nadie los reclame. Lo que vienen siendo tus hijos. Y otro día, un lunes o un miércoles cualquiera, por decir alguno, nace ese ser que te llenará de amor y al que querrás más que a nada en este mundo.

Al principio es fácil. Comer, dormir, bañarle, pañal por aquí, cólico por allá. Pero, ay, luego empiezan a crecer, sin pedirte permiso ni nada (eso ya debería hacernos sospechar por dónde van a ir los tiros el resto de nuestra vida). Y otro día, un jueves o un domingo cualquiera, por decir algo, te descubres diciéndole “¡no!”. Que si eso no se toca, que si lo otro no se lleva a la boca, que si no se tira del pelo, etc.

Y entonces, otro día, esta vez podría ser un sábado o un miércoles cualquiera, te encuentras a tu mico haciéndote preguntas incómodas, como por ejemplo, si no se debe mentir, ¿por qué hacemos bromas, si son como mentiras? Y te ves buscando una respuesta apta para niños que satisfaga su curiosidad. O mejor aún, va tu mico y te pregunta que por qué helado se escribe con la letra H si no se pronuncia.

Bueno, pues así, sin darnos apenas cuentas, resulta que nos hemos convertido en maestras y profesores improvisados. Ahora somos nosotros, como madres (y padres) quien tenemos que enseñar a nuestros hijos a ser personas de bien, inculcarles ciertos valores que creemos que les ayudarán en su vida adulta. Y lo peor de todo, como he dicho antes, es que esto lo hacemos de manera improvisada. Cruzando los dedos mientras intentamos que nuestros hijos comprendan lo que les estamos diciendo. Confiando en que capten la sutileza de nuestras palabras.

CONTRAS:

  1. No hay libro de instrucciones. Habrá manuales o algún libro de algún gurú de turno con sus prácticas y consejos. Pero a la hora de la verdad, sólo estamos nosotros como padres y nuestros hijos. Y, como lo que vale para un niño no vale para otro, aunque ambos sean hermanos, no nos queda nada más que la prueba y error.

  2. Asumidlo, dentro de unos años, nosotros seremos los malos. Nos lo cuestionarán todo, cosa que no es de por sí mala, pero nos sacarán de los nervios. Me temo que los desafíos que nos lanzan con 4 años se van a quedar en peccata minuta cuando tengan 16.

PROS:

  1. Como todo en esto de la maternidad, hay que confiar en nosotras mismas y pensar que estos valores que hoy les transmitimos, cuando sean adultos de verdad les serán de gran utilidad. Hay que darles las herramientas para que puedan salir al mundo y volar libres.

  2. Como nadie nos obliga a nada, podemos enseñar a nuestros hijos de la manera que más adecuada consideremos. Un ejemplo de ello, es el reto del rinoceronte naranja, que tan buenos resultados les ha dado a algunas madres.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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08Ene/14

… de la fascinación (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

¡Feliz año a todos! Espero que hayáis disfrutado de las Navidades o que, al menos, os hayan servido para desconectar y recargar pilas. Tenía pensado empezar el año contando cómo han sido este año las Navidades en casa. Algo atípicas, pero muy familiares. Sin embargo, me he dado cuenta de que esta semana hay edición del Diccionario maternal de la A a la Z, así que dejo mi entrada post navideña para otro día.

Hoy he elegido la palabra fascinación para la letra F. De todos es sabido la capacidad de asombro de los niños. Según se van haciendo mayores, van descubriendo cosas y se dejan fascinar por ellas. Y lo más curioso de todo es que contagian dicha fascinación a los adultos. Especialmente a los padres, por ser nosotros quienes más tiempo pasamos con ellos.

No deja de ser fascinante cómo hacen aquello del cucú tras, se tapan los ojos y, ya les puedes estar poniendo los calcetines que ellos están convencidísimos de que están ocultos y de que no podemos verles… hasta que llega el ¡tras! Pero ellos también se fascinan cuando consiguen ponerse de pie y dar sus primeros pasos o cuando consiguen decir “mamá” y entonces mamá acude rauda y veloz a su llamada.

¿Y qué me decís de cuando empiezan a descubrirse partes de su cuerpecillo? Ahora mismo, el Peque con sus 21 meses está súper fascinado con aquella cosita pequeña que le cuelga entre las piernas y con ese agujerillo travieso que tiene en medio de la tripita ávida de pedorretas.

También es curioso la fascinación que tienen los niños con cosas tan asombrosas como los aviones. Porque, seamos sinceras, que un cacharro hecho de metal que pesa lo suyo consiga, no sólo elevarse, sino cruzar mares y océanos o dar la vuelta al mundo no deja de ser fascinante. Sólo que los adultos ya nos hemos acostumbrado…

Y luego está lo de siempre: los pájaros, las mariposas, las flores, los caracolestodo les fascina. Incluso descubrir que un día, muy lejano para ellos, sus padres también fueron niños como ellos o incluso bebés.

Y ya que acabamos de pasar la Navidad, a ver, ¿cuántos de vosotros no se han dejado contagiar del espíritu navideño que emanaba de los niños? Porque en casa ponemos el árbol y el belén con ilusión. Y vivimos la noche de Reyes de forma mágica.

Lo mejor de todo es que nos contagian esa fascinación y nos recuerdan a la niña que fuimos. Nos hacen ver que no hay que dar tantas cosas por sentadas, como en el caso de los aviones.

CONTRAS:

  1. Poder mirar el mundo de una manera ya olvidada es genial. Que puedas compartir esa experiencia con un mico de un metro de altura (centímetro arriba o abajo) es maravilloso.

  2. Ser espectadora de lujo en ese proceso tan maravilloso de descubrimiento no tiene precio.

CONTRAS:

  1. Aunque no lo parezca, esa fascinación tiene sus días contados. Cuando dejen de ser niños y empiecen a ser pre-adolescentes (como creo que los llaman ahora) me temo que su fascinación caerá en picado y, por tanto, la nuestra también.

  2. También me temo que muchas veces los adultos, inmersos en la vorágine del día a día, no tenemos tiempo para participar en esta fascinación tan asombrosa de los peques de la casa.

Ahora, contadme, ¿qué es lo último que tiene fascinados a vuestro peques? Y también, ¿qué cosa es la que os ha fascinado últimamente a vosotros? Aunque no me contéis en los comentarios, pensadlo. Ya veréis qué curiosas son las respuestas ;-).

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
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18Dic/13

… de las vacunas (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Aquí en España, las vacunas no son obligatorias. Aunque yo creía que sí porque nadie, ni siquiera el personal médico, me había dicho lo contrario. Sin embargo, Mother Killer me ha pasado este enlace donde lo dice claramente. Ya no recuerdo la última vez que me vacuné yo. Creo que fue la recordatoria del tétanos, pero puede que me equivoque. El caso es que esto de la vacunación es algo lejano, recuerdos vagos de la infancia que tienes en alguna parte del cerebro. Hasta que nace tu bebé y decides vacunarle, como fue nuestro caso.

La maternidad trae un calendario de vacunas que hay que cumplir. De ahí que me haya dado por hablar de ellas dentro del Carnaval de la Maternidad de la A a la Z. Por ejemplo, en muchas guarderías no admiten niños que no estén correctamente vacunados. Lo que significa que deben tener puestas las vacunas acorde a su edad. Y dicho así, parece algo fácil de llevar a cabo. En las revisiones del primer año, te van informando de cuándo hay que volver con el niño, cuándo le toca revisión y cuándo le tocan vacunas.

Hasta que llegas a los 18 meses, creo. Que ya no tienes que volver hasta los 4 años. Y luego ya tengo un lío… no sé si hay que volver a los 11 años o a los 6 para volver a vacunar al niño. ¿Y por qué, a cuento de qué tanto lío? Pues porque los calendarios de vacunación cambian con los años. Quitan y ponen vacunas. Otras simplemente las cambian de edad.

De esta manera, el Mayor a la tierna edad de 4 años se llevó dos pinchazos en sus bracitos y la siguiente vacuna es a los 11 o 12 años. Sin embargo, el Mediano sólo ha recibido uno a los 4 años y me parece que tiene que volver a los 6 años para el segundo. Por otra parte, la vacuna de la varicela, que el Mayor y el Mediano tienen puesta, la han quitado y al Peque no se la van a poner. Cosa que no entiendo y que, dado que yo pasé dicha enfermedad con 16 años y siendo mujer, me parece que eliminar esta vacuna es un error muy peligroso (en el caso de las mujeres, sobre todo).

Así que, con tres niños y con un calendario de vacunas que va y viene y por el camino se entretiene (o se modifica), entenderéis que me cuesta mucho saber cuándo y a quién le toca la próxima vacuna. Es todo un lío. Yo llevo seis años hecha un lío. Los mismos que llevo siendo madre.

CONTRAS:

  1. Entiendo que se modifique el calendario. Pero para mí es mucho lío porque, con tres niños en casa, me es casi imposible memorizar las vacunas de cada uno con sus modificaciones.

  2. Aunque en España las vacunas son obligatorias, la administración de dichas vacunas también depende de cada Comunidad Autónoma. Para rizar más el rizo.

  3. La vacuna en sí. No sé si os pasa a vosotras, pero ir con el niño a que le pongan la vacuna para mí es horrible. Verle llorar, sobre todo si es un bebé, buscar que le cojas y no poder hacer nada más que sujetarle para que no se rompa la aguja o puedan ponerle bien la vacuna. Y lo peor de todo, esa mirada de “mamá, ¿por qué dejas que me hagan esto?” que me atormenta el resto de la semana. Y luego a cruzar los dedos para que no le dé fiebre.

PROS:

  1. A pesar de los cambios, siempre puedes preguntar a la enfermera cuándo hay que ponerle al niño la próxima vacuna. Además, hay sitios como la Asociación Española de Pediatría que publican el calendario oficial de vacunas.

  2. Creo que las vacunas son útiles, evitan males mayores.

¿Vosotras os hacéis tanto lío como yo con las vacunas? ¿Tenéis claro cuándo tenéis que llevar a vuestros hijos a que les pongan la siguiente? ¿Dónde consultáis cuándo es la próxima vacuna?

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04Dic/13

… de poner lavadoras (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Esta nueva entrega de mi Diccionario maternal de hoy viene de la mano de nuestra amiga la letra L, de lavadora. Y no me refiero hoy al electrodoméstico en sí, sino al hecho de poner lavadoras. Porque, siendo sincera, yo no puse una lavadora hasta irme de casa de mis padres.

Luego, con la convivencia con el futuro Tripadre, alguna pusimos y nos fuimos familiarizando con el aparato en cuestión. Pero en cuanto nació el Mayor aquel gesto de poner la lavadora fue repitiéndose cada vez más hasta que, a día de hoy, en esta casa se pone la lavadora día sí, día no. Aunque la semana en que se pone varios días seguidos tampoco nos es desconocida.

Los peores días son los del fin de semana, por aquello de lavar la ropa del cole y la del Tripadre. Y eso que ya he puesto otra con dicha ropa pocos días antes. A todo esto, hay que cruzar los dedos para que los Trastos no vengan con alguna súper mancha del cole, lo que implica un lavado exprés con el jabón de la abuela. O que no haya habido escapes indeseados por la noche, que todavía no me explico cómo puede salir un pañal medio seco y el pijama y ropa de cama empapados. Y hablando de escapes indeseados, mejor no os cuento lo que supone una caca radioactiva del Peque con escape por el lateral.

Pensaréis que después de tanta lavadora el fin de semana, empiezo el lunes sin poner ninguna. Pues no, que el lunes hay que lavar la ropa de esos dos días en casa. Os aseguro que no entiendo cómo pueden mancharse tanto en sólo un par de días.

Creo que sólo me he alegrado de poner la lavadora cuando estaba preparando la ropa de mis bebés. Me parece que se me escapó alguna lagrimilla (o un montón de ellas) cuando puse aquella lavadora con sus bodys y pijamitas. No me imaginaba yo que mi bebé venía tan grandote que la mitad de aquellas ropitas de primera puesta ni siquiera las llegó a estrenar. Sus hermanos siguieron el mismo camino. Recuerdo haber mirado toda aquella mini ropa y pensar que era mentira que un bebé pudiera entrar ahí, que eso era para una muñeca algo grandecita. Bueno, ahora que lo pienso, muy desencaminada no iba…

CONTRAS:

  1. Si poner la lavadora ya es tedioso, separar la ropa es algo que no soporto. ¿Qué pasa con las camisetas que son blancas y azules, por ejemplo? Vale, me diréis que va con la ropa de color. De acuerdo, pero me da por pensar… ¿el blanco seguirá ahí cuando la saque de la lavadora?

  2. Otra duda existencial que me asalta es ¿por qué siempre se pierde la pareja del calcetín que más les gusta? A los que le tienen más rabia siempre aparecen intactos.

  3. Creo que las lavadoras traen demasiados programas. Os aseguro que yo me pierdo con tanta opción. Además, yo soy de las que se lee el manual e intenta descifrar qué programa elegir con cada tipo de ropa. De verdad que lo intento, pero, al final, siempre acabo poniendo el mismo, el que mejor me funciona.

  4. También creo que las lavadoras tienen demasiados botones y, junto con el hecho de que hay algunas que vienen con lucecitas y sonidos, es una pelea constante para hacerle entender al Peque que aquello no es un juguete gigante.

  5. Muy en consonancia con el contra anterior va el hecho de que a todos los niños les encanta meter cosas en la lavadora, como nos ven a nosotras, o sacar la ropa si ya está llena. No es la primera vez que me encuentro toda la ropa esparcida por el suelo de la cocina y al Peque con una camiseta en la mano tirándola al suelo. Y dentro de lo malo, sacar es menos malo porque cuando les da por meter… que la pareja del calcetín favorito no aparecerá, pero el coche de la semana sí. El otro día batimos récord en casa cuando, entre la ropa mojada, saqué de dentro de la lavadora una vieja cámara de fotos que aún funciona funcionaba y la tenía guardada como oro en paño para dársela a mis hijos cuando fueran un poco más mayores e hicieran sus primeros pinitos en el mundo fotográfico.

  6. Poner la lavadora implica otras muchas cosas, como tender la ropa, recogerla después, doblarla, plancharla y, finalmente, colocarla en su sitio. La lavadora es sólo la punta del iceberg.

PROS:

  1. Poner lavadoras y andar todos los días con ropa por aquí y ropa por allá me ayuda a saber de qué prendas dispone cada uno en esta casa.

  2. Agacharse para meter la ropa en la lavadora, sacar la ropa mojada y cargar con ella hasta el tendedero es un ejercicio físico. La próxima vez que alguien me pregunte si hago ejercicio, ¿puedo contestarle que sí, que hago lavadoring? ¿Valdría?

  3. El olor de la ropa recién lavada me encanta.

Bien, me han salido poquitos pros, pero qué queréis que os diga. Tengo lavadora porque es indispensable, pero lo nuestro es una relación de amor-odio. La maternidad implica muchas cosas y una que seguro que no os dijeron es la cantidad de lavadoras que ibais a tener que poner.

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20Nov/13

… de la koiné (maternidad de la A a la Z)

AZ de la maternidad

Buscando palabras que abarquen todas las letras de mi particular Diccionario de la maternidad (dentro de la Maternidad de la A a la Z de Trimadre a los Treinta), me he topado con esta palabreja tan rara koiné. Podéis encontrar su definición oficial en la RAE y también la recoge la Wikipedia.

No voy a repetirme, así que daré un par de pinceladas. Históricamente, koiné es una lengua hablada en el mundo helenístico tras Alejandro Magno. Es un dialecto griego que se diferencia del griego clásico básicamente en la pronunciación. Como curiosidad, el griego del Nuevo Testamento es koiné. Lingüísticamente, se llama koiné a una lengua común resultado de la unión de algunas variedades idiomáticas.

Y dicho todo esto, seguro que ahora sí intuís por dónde voy. Tras las definiciones, he llegado a la conclusión de que en mi casa hablamos koiné. Y no me refiero a un dialecto griego antiguo, no. Me refiero a la segunda acepción de la RAE. Y, una vez establecido que aquí hablamos koiné, tengo la obligación de deciros que soy traductora y bilingüe, pues hablo perfectamente tanto el castellano como koiné.

Palabras como “che”, “papae”, “má”, “anna”, “abua”, “papapi”, “aha”, “pepe”, “pi” o “eie” (por decir algunas) están en uso constante en nuestra casa. Y básicamente soy yo quien las comprende y las traduce al resto del mundo. Incluida, a veces, mi propia familia.

Pero, claro, si yo soy la traductora, ¿quién es el miembro de la familia que habla koiné? Pues el Peque, quién si no. Ese pequeñajo con lengua de trapo se ha dado cuenta de que en ocasiones los gestos no le valen, por mucho que señale con el dedo y yo crea que se va a descoyuntar el hombro, y que en el lenguaje oral tiene un increíble instrumento para hacerse entender. Con año y medio, habla muchísimo y puede tirarse hablando veinte minutos seguidos sin parar. Lo malo es que la gran mayoría de las veces, sólo él se entiende. Mientras le oigo muy atentamente (cogiendo notas en mi libreta de koiné-español), sonrío, asiento y le digo cosas como: “claro, hijo”, “di que sí” o “ajá” temiendo el día que haya examen sorpresa. Yo me he considerado siempre alumna aplicada, de las que no le gusta dejarlo todo para el último día, así que estudio koiné a diario. Pero no sé yo si voy por buen camino…

CONTRAS:

  1. Como el koiné-hablante es un mico de 18 meses que no habla bien nuestro idioma, es complicado encontrar el significado de una palabra nueva. A veces, puedo tardar días.

  2. Es frustante cuando el Peque dice una palabra nueva en koiné y todos los de la habitación me miran esperando traducción… y resulta que yo estoy tan perdida como ellos.

  3. Si no fuera porque estoy segura de que cada bebé habla su propio koiné, publicaría un diccionario de koiné y creo firmemente que me haría rica. O al menos ganaría dinero para salir del paso. Seguro.

PROS:

  1. Una vez desentrañado el significado de una palabra, es divertido sentarse a ver cómo los demás intentan descubrir a qué se refiere el Peque… y no dan pie con bola. Pero no soy tan mala, a los cinco minutos ya les estoy chivando la respuesta.

  2. Es gratificante que el Peque vaya adquiriendo más vocabulario y que consiga hacerse entender con él. Aunque dicho vocabulario esté plagado de palabras en koiné…

  3. Seguro que cuando erais pequeñas teníais un lenguaje secreto con vuestra hermana o mejor amiga que sólo entendíais vosotras. Era genial que nadie más os entendiera, ¿verdad? Yo estoy reviviendo aquello con el Peque ahora, pero también lo reviví con el Mayor y el Mediano en su momento.

  4. Suerte que el Peque también está aprendiendo nuestro idioma. “Papá” y, sobre todo, “mamá” las dice a la perfección. Pero a diferencia de sus hermanos, quienes dijeron antes “mamá” que “papá”, el Peque dijo antes “papá”, para gran satisfacción de su progenitor. Luego se dio cuenta de que quien iba a quedarse en casa con él todos los días era yo y empezó a decir “mamá” de forma desmesurada. A peloteo no le gana nadie.

Para terminar y como sé que lleváis un buen rato dándole a la cabeza para ver si sabíais qué palabras son las que dice el Peque, he decidido no dejaros con la intriga. A continuación, el significado de las palabras antes mencionadas en el koiné propio de esta casa:

  • che → coche

  • papae → mariposa (sólo el Peque sabe por qué)

  • → más o “dame eso que quiero y que lo quiero ahora mismo”. Suele acompañarse de un insistente movimiento de dedo acusador al objeto de deseo en cuestión

  • anna → rana

  • papapi → Peppa Pig o cualquier animal grande y rosa

  • aha →hola

  • pepe → Pepe, en concreto, el Burro Pepe

  • pi → pito (suele ir acompañado de un tocamiento de órgano reproductor masculino)

  • eie → iPod, toma el nombre de una foto de su prima que hay en dicho aparato y que le encanta ver una y otra vez

  • abua → agua

Quien las haya acertado todas está invitada el próximo fin de semana a casa. Tarta y café corren por mi cuenta.

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