Archivos de la categoría: Cachivaches

26Abr/13

… del peluche de algodón

Peluche natural.

Peluche natural.

Mi hijo Mediano tiene piel atópica. Esto significa que toda la ropa ha de ser de algodón para evitar los dichosos granos. Pero no sólo la ropa, también están incluidos los juguetes. Con todos los peluches que tenía el Mayor, no le sirvió ni uno porque todos eran, en mayor o menor medida, de poliéster. Y, de la misma forma que encontrar prendas sólo de algodón es relativamente fácil, encontrar un muñeco de este material puede convertirse en una ardua cruzada.

Fue en su primer cumpleaños cuando se encontró, al fin, con dos peluches de algodón. Un perro azul y su osito polar, con el que aún hoy se va a la cama todas las noches. Al ser de algodón, ya no hay problema de que lo abrace y se lo arrime porque no provocará alergias en su piel. Encontrarlos fue toda una odisea porque cuando preguntabas por ellos te miraban con cara rara. Como si estuvieras pidiendo peras al olmo. Pero bueno, esto fue hace tres años y medio.

Según dicen los médicos, cada año se incrementa el número de niños atópicos, aunque siguen sin saber a qué es debido. Con el Peque, tengo la mosca tras la oreja. Ningún pediatra ni enfermera nos ha sabido decir a ciencia cierta si es o no atópico. Le salen algunos granitos de vez en cuando que se van como vienen, nada que ver con las ronchas que tuvo el Mediano. Puede ser, simplemente, dermatitis, muy común entre los bebés.

Pero, ante la duda, y teniendo ya un niño atópico en la familia, por el cumpleaños del Peque, también decidimos regalarle un muñeco de algodón al que pudiera aferrarse sin temor en sus ratos de juego o sueño. La tienda donde encontramos los de su hermano no nos valía, pues no queríamos que fueran dos muñecos iguales. Algunos pensaréis que podríamos haberlos comprado de otro color. Nosotros también barajamos esa idea… hasta que vimos que no había oferta de colores para esos muñecos.

Pregunté a amigos, a familia, lancé la pregunta en Twitter y Facebook e investigué por internet. Pero nada. Nadie sabía dónde vendían esos seres extraños que yo me empeñaba en llamar “peluches de algodón”. Y en internet, lo único que encontré fueron muñecos hechos a mano que se nos escapaban del presupuesto.

Al final, tras mucho buscar y estando ya a punto de tirar la toalla, dimos con éste simpático amiguito. ¿De algodón? Pues no lo sé. La ardilla venía en una súper caja en la que se podía leer, en letras bien grandotas, “100% natural”. Me acerqué, cogí la caja y empecé a buscar la composición del muñeco porque ¿qué significaba exactamente cien por cien natural? Tras cinco vuelta a la caja sin encontrar lo que buscaba, una dependienta tuvo a bien apiadarse de mí y vino a ayudarme. Miró la caja, miró la etiqueta del muñeco e incluso miró el papelito con las ¿instrucciones? que venía dentro. Y nada, a parte de que era muy natural todo, no encontramos los materiales concretos de los que estaba hecho el peluche.

Al final, lo compramos y se lo regalamos. Ahora le va un poco grande, pero mi niño crecerá y podrá manejarlo sin problema. Sin embargo, si un día le salen granitos, no me va a quedar más remedio que sospechar del muñeco.

CONTRAS:

  1. No entiendo cómo es tan difícil encontrar peluches de algodón. Sobre todo, teniendo en cuenta que el número de niños atópicos crece cada año.

  2. La desinformación que existe al respecto. Tener la piel atópica es una alergia equiparable a ser celíaco o no tolerar el huevo. Cuando digo “atópico” no estoy hablando en un idioma extranjero.

  3. La desidia de algunas tiendas. Entro y pregunto si tienen muñecos de algodón, se entiende que si los hay, al menos uno me voy a llevar, pagando, que no busco que me lo regales. Y la respuesta de la/el dependiente es: “ahí están los peluches, mírales la etiqueta”, señalando a un armario entero lleno de muñecos. Cariño, acabas de perder una clienta. Es más, acabas de perder bastantes porque entiendo que no soy la única madre que está buscando este producto. Vale que tiene una características especiales, pero si eres un poco avispado, puedes explotar ese mercado. Ley de la oferta y la demanda, ¿te suena?

  4. Igualmente, me parece fatal que no ponga exactamente de qué material está fabricado un producto. Por muy natural que sea, eso a mí no me vale. Quiero saber el material y la proporción que se usó para fabricarlo. ¿Qué pasa si mi hijo es alérgico al algodón? Sí, ya sé que suena muy raro, pero ¿alguien puede asegurarme al cien por cien que no hay nadie en todo el planeta que sea alérgico al algodón? Alergias más extrañas hay por ahí.

  5. Es un rollo tener que andando siempre la etiqueta. Primero de la ropa y después de los peluches.

PROS:

  1. Al final encontré el peluche. Espero que se rompa porque como tenga que salir a buscar otro me van a dar los siete males.

  2. Al igual que pasó con la tarta, mi Peque aún es pequeño para enterarse de qué va esto. También le pasó al Mediano. Pero, al igual que el Mediano se fue encariñando con su osito a medida que crecía, espero que el Peque se encariñe de su ardilla con el tiempo.

Cuando nace un niño, comprarle ropa de algodón parece lo más lógico. La composición de los muñecos es igual de importante. Creo que algunos fabricantes deberían tomar nota. Como ya he dicho, es un mercado aún por explotar.

22Abr/13

… de viajar con niños

Esta semana en Madresfera, el tema de la semana son los viajes con niños. Y como yo, trimadre, algo del asunto creo que sé, he pensado en compartir aquí mi experiencia. Además, sortean la silla Assure de Graco Baby España. Teniendo en cuenta que el Mediano va a pasar dentro de poco al grupo 2-3, nos vendría de maravilla. Así que aquí vamos.

Cuando era pequeña, irnos al pueblo significaba madrugar. Y mucho. A eso de las 4 o 5 de la mañana ya andábamos levantadas mi hermana y yo. Que no despiertas. Cuando llegábamos a casa de mi abuela, apenas se había levantado ella. Había dos razones para tal madrugón. Una era que así hacíamos el camino durmiendo y no nos mareábamos. Lo que tenía su lógica, pues antes no existían las carreteras de ahora y yo sólo recuerdo curvas y más curvas. Que yo me durmiera o no, era otra historia. La otra razón era que había menos coches. Y eso también era verdad, aunque lo que sí recuerdo son muchos camiones…

El caso es que aquello de madrugar para irnos de viaje fue algo que llegué a odiar profundamente. Suerte que al Tripadre tampoco le convence. Así que nosotros solemos salir después de desayunar. Quien crea que dicha hora es sobre las 9 anda muy errado. Siempre hay un Trasto que se descuelga. Uno que, ese día, por la razón que sea (que le venga bien a él, por ejemplo), decide que el desayuno que se suele tomar en 10 minutos, ese día va a durarle media hora larga.

Después está el tema de las maletas. Que siempre intentamos tirar… digo… meter cuidadosamente en el coche, como si estuviéramos jugando al Tetris. Vamos, que sólo nos falta la música del juego. Pero siempre hay algo que no se puede meter hasta ultimísima hora. La bolsa de la comida, por ejemplo. Teniendo un bebé de un año, todavía andamos con los purés y las rutinas de comida. Cuando llega la hora de comer, tiene que comer. Da igual si estamos en casa o en plena carretera sin un área de servicio a la vista. Porque ésa es otra. Te tiras todo el viaje viendo una tras otra hasta que necesitas una, cuando, misteriosamente, desaparecen hasta después de media hora (si hay suerte).

Tras las maletas, llega la hora de encajar, digo… sentar a los Trastos. Una vez sentados y abrochados, encajamos el resto de bolsos. Y ahí que nos vamos. Rumbo a lo desconocido. A los 10 segundos de salir, el Mayor ya está preguntando cuánto queda para llegar. Da lo mismo que vayamos al centro comercial que está a 5 minutos o a la playa, que se tardan 5 horas.

Para sobrellevar el viaje y que no se haga eterno, nosotros hemos optado por los DVDs portátiles. Hace tiempo, cuando el Mayor sólo era un mico avispado y el Mediano era el pequeño, los compramos. Una selección de películas y series para cubrir el viaje y ya. Pero no todo es de color de rosa… y en mi casa menos ;-).

CONTRAS:

  1. No sé porqué, pero siempre se les antoja ver la película que no está puesta. Así que tengo que sacar mis dotes de contorsionista (cero, para quienes no me conozcan) y cambiar el disco. Teniendo en cuenta que el aparatejo en cuestión va enganchado al reposacabezas y que los cables no da para ponérmelo delante y maniobrarlo a gusto, tengo que retorcerme hacia atrás y siempre acabo mareada. Aunque, ahora que lo pienso, la próxima vez conduzco yo y que se las apañe el Tripadre para cambiar el DVD :-).

  2. De momento, el Peque no opina, pero los otros dos mayores tienen mucho que decir. Por lo general, uno quiere ver justo lo que no quiere ver el otro y viceversa. Es un bucle infinito que creo que podría durar hasta llegar a nuestro destino.

  3. El sonido. Siempre parece estar bajo, aunque a mí me vaya retumbando en los oídos. Será que yo tengo el aparatejo justo detrás de la nuca y ellos no.

PROS:

  1. Las pelis de los viajes son las únicas que mis Trastos ven de principio a fin. Porque van abrochados a la silla, ya lo sé. Pero no por eso me dan menos ganas de meter las sillas del coche en el salón un sábado a eso de las ocho de la mañana.

  2. Entre que no pueden levantarse y el chacachá del coche, a veces, se dice, se comenta, se rumorea… que se quedan dormidos. Nunca más de media hora, que nadie se lleve a engaño.

  3. Una vez solucionado el tema de qué ver y llegados a un consenso (de nuevo me viene a la mente el rey Salomón), parece que, tras 10 minutos de recursos (que ya me río yo del Tribunal Superior de Justicia), los Trastos están dispuestos a ver la película elegida hasta el final… o hasta que se duerma el que se ha salido con la suya, circunstancia que aprovechará el otro para pedir un cambio de película (véase el contra 1).

El caso es que, aún no sé cómo, entre Dora y Lorax, conseguimos llegar a nuestro destino. Además, desde que empecé a coger el coche sola, me he dado cuenta de que, para que no me desconcentren (aún estoy verde en esto de la conducción), me vienen genial. Y como el Mayor ya ha aprendido a encenderlo él solo, ya casi ni tengo que molestarme en cambiar el disco. Espero que los DVDs portátiles no se rompan nunca porque el día que eso pase, me veo corriendo a la tienda a por otro con la misma prisa que si de la lavadora se tratara.

Por cierto, estoy segura de que, si esto lo escribiera el Tripadre, la historia cambiaría bastante… se siente, la que escribe es moi ;-).

27Mar/13

… del plástico del carro

Plástico del carro.

Estos días en los que llueve día sí, día no, son muchas las madres que hemos tenido que echar mano al plástico del carro. El Pequeño usa ahora mismo un carro de paseo, más ligero y menos pesado que el trío que tenía antes (ya os hablaré otro día de los tipos de carros, que es un mundo a parte). El carrito en cuestión venía con un plástico. ¿Y esto qué es? Pues eso, un plástico que se le pone al carro y que protege al bebé de la lluvia, el viento o el frío.

Antes de salir de la tienda con el carro nuevo (que en aquel entonces era nuevo para el Mediano), viendo que tenía plástico, pedí que me enseñaran cómo ponerlo. La dependienta, muy amablemente, me dio las directrices pertinentes para acoplarlo perfectamente al carro. La verdad es que me pareció tan fácil que pensé que no me daría problemas. El carro lo compramos a principios de verano, así que el plástico quedó guardado hasta que llegó el otoño con sus lluvias.

Me acuerdo perfectamente del día en que lo usé por primera vez. El Mayor venía del colegio y la lluvia había acompañado durante todo el día. Así que me hubiera dado tiempo de sobra a sacar el plástico y montarlo en el carro. Pero tan convencida estaba de que el acople sería fácil que lo dejé para el último momento. Cinco minutos antes de la hora a la que solía salir, saqué el plástico y me dispuse a montarlo con el niño ya sentado. Por lógica deduje qué parte iba enganchada al manillar del carro. A partir de ahí, la lógica me dejó de lado.

Aquellas aperturas, aquellos velcros… ya no sabía si eran para enganchar a los hierros del carro o para que el niño sacara la mano, en plan me gusta conducir. Y a todo esto, el reloj corriendo. Al final, nublada por las prisas, lo puse como buenamente pude. Con mi niño mirándome con cara extrañada porque no sabía ni por dónde andaba yo, si por delante o por detrás, si por arriba o por abajo… Yo no hacía más que acordarme de la dependienta y de su buena madre. Con cariño, eso sí.

A los pocos días, más tranquila, sin niño y con más tiempo, me dispuse a montar el plástico en el carro y, al final, conseguí que me quedara como a la de la tienda. “No es tan difícil”, pensé, “en el fondo, está claro dónde va cada parte”. Bueno, pues sí, estaba claro… hasta que, después de un tiempo sin usarlo, lo necesité otra vez. Una foto. Le tenía que haber hecho una foto el día que lo montaron en la tienda. Porque, ésa es otra, el carro sí viene con un pequeño manual de instrucciones sobre cómo montarlo. Pero el plástico del demonio no.

CONTRAS:

  1. O yo soy la más patosa del mundo mundial o el artilugio está hecho a mala baba. Coño, que ni que estuviera jugando al Tetris… no tiene ni una indicación para saber qué lado va arriba y cuál abajo.

  2. Más les valdría a los fabricantes no poner tanta etiqueta innecesaria y repetitiva y poner un simple papelito con las instrucciones de montaje. Parece que hablo de una estantería de Ikea, pero, en serio, ¿soy yo la única que se siente así? Estoy convencida que monto antes la estantería que el plástico del carro.

  3. Hay varios tipos de plástico. Algunos tienen una especie de ventanita en la parte de arriba. El mío no. La echo de menos cuando entro en algún sitio porque tengo que retirar el plástico entero, salvo del manillar del carro. No sea que me quede a vivir en la tienda por no salir lloviendo sin haber podido poner el plástico.

PROS:

  1. A pesar de las dificultades para ponerlo como es debido, a pesar de lo inútil que me hace sentir, a pesar de todo, he de reconocerle la gran utilidad que tiene para que el niño no se moje o no tenga excesivo frío.

  2. El día que consigo ponerlo a la primera me siento capaz de todo. Si me lo propusiera, creo que podría dar con la fórmula de la fusión fría.

Llegados a este punto, seguro que alguna pensará que he aprendido de mis errores y que el plastiquito ya no me da más quebraderos de cabeza. Pues la verdad es que no me los da… salvo cuando necesito ponerlo. En estos tres años sigo casi como aquella primera tarde. Sólo os diré que lo saqué hace un mes o así, con las primeras lluvias, y ahí sigue, llueva o haga sol, no vaya a ser que, si lo quito con el buen tiempo, no sea capaz de ponerlo cuando vengan de nuevo los días nublados amenazantes de lluvia. A poner el plástico no habré aprendido, pero a ponerme a intentarlo con más tiempo sí. O si no, a no quitarlo, por lo menos, hasta julio.

26Feb/13

… del chupete

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Basándome sólo y exclusivamente en mi experiencia personal, puedo concluir que 1 de cada 3 niños prefieren el chupete. Por tanto, 2 de cada 3 pasan del artefacto en cuestión sin que los padres tengan que hacer absolutamente nada.

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