El otro fin de semana quedé con unas amigas mías. Somos amigas desde la universidad y, aunque nuestras vidas se han ido distanciando, seguimos haciendo por vernos. Y cuando nos reencontramos, nos ponemos al día y seguimos como cuando íbamos a clase. Esta última vez que quedamos, una de ellas me preguntó si me parecía bien que viniera un chico que también venía con nosotras a clase. Según me dijo, tenía ganas de conocer a mis hijos. Como me pilló desprevenida, le dije que sí, pero no entendía bien por qué alguien que, por muy amigo de mi amiga que fuera, no era amigo mío. Había sido un compañero. Tras la universidad, sólo le he visto en contadas ocasiones. Lo que a mí no me importa. Pero no deja de sorprenderme ese interés en conocer a mis hijos cuando ni él ni yo tenemos interés en vernos. De hecho, no nos vemos si no es a través de esta amiga en común.
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… del chupete

Basándome sólo y exclusivamente en mi experiencia personal, puedo concluir que 1 de cada 3 niños prefieren el chupete. Por tanto, 2 de cada 3 pasan del artefacto en cuestión sin que los padres tengan que hacer absolutamente nada.
Sigue leyendo… de dejar abierto el portátil encima de la mesa (II)

Habrá quien piense, tras la entrada anterior, que aprendí la lección, que no me iba a la cama sin cerrar el portátil. No podéis estar más errados. Es cierto que, tras el susto inicial y visualizar a mi hijo tirando el ordenador de la mesa (si había podido quitar las teclas, ¿de qué más podría ser capaz el angelito?), hubo una época en la que cuidé y mimé a mi viejo portátil. Le daba los buenos días, las buenas noches, lo cerraba cuando no lo usaba y hasta le hubiera traído un café si me lo hubiera pedido. Por otra parte, mi Trasto también pasó una temporada sin acercarse al aparato en cuestión.
Sigue leyendo… de dejar abierto el portátil encima de la mesa (I)

En casa, hace tiempo que el ordenador de sobremesa (ese grandote con su torre, su teclado, su pantalla y su ratón) pasó a ser un simple elemento decorativo recoge-polvo encima de una mesa a la que, por otra parte, no le sobraba el espacio. Primero por el trabajo de mi Marido y después por comodidad mía, los portátiles entraron pisando fuerte. Junto a mi primer portátil y el disco de arranque, también me vino en la caja la mala costumbre de dejar el aparato abierto, con la tapa levantada, vamos. Esto no tendría la mayor importancia si no fuera porque los Trastos siempre andan a sus anchas por aquí como si fueran los reyes de la casa.
Sigue leyendo… de ser el tercero
Cuando nace el tercero ya está todo hecho. Has leído, te has informado, has preguntado. Sabes qué consejos te han sido más útiles y cuáles más inútiles. Sabes de quién te fías más a la hora de pedir ayuda y de quién no. Has aprendido a tomarte las cosas con calma. Ya no aspiras a tener la casa limpia las 24 horas del día los 7 días de la semana. Has establecido un nuevo orden de prioridades. Antes te daba vergüenza ir por la calle hablando con tu bebé o darle el pecho en un restaurante. Ahora eso queda para las primerizas.
Sigue leyendo… de ser el segundo
El primer hijo puede ser primero y único. Pero algunas veces, los padres decidimos darle al primero un compañero de juegos (otro error común es pensar que jugarán juntos sólo por ser hermanos, lo que es verdad en la mayoría de los casos pero no en todos). No queremos dejar al primero sólo en el mundo, vemos que podemos y nos ponemos manos a la obra… bueno, ya me entendéis.
Sigue leyendo… de ser el primero
Lo de ser el primer hijo está muy trillado. Pero no por eso deja de ser menos interesante, ¿no? Ahora, después de tener tres Trastos, no consigo recordar en qué invertíamos el tiempo libre Marido y yo. Quizás haya una neurona en el cerebro, una neurona maternal, que nos impida a las madres recordar ese tiempo. Y quizás lo haga para que no nos demos con la cabeza en la pared, por idiotas. Que si ahora estoy muy cansada, que si no me da tiempo, que si ya lo haré luego o mañana, que si me levanto de la cama aunque sean las ocho de la mañana porque me he despertado (nota a mi yo del pasado: ¡date la vuelta y sigue durmiendo, tonta!).
Sigue leyendo… de tener tres hijos
Si alguien me hubiera preguntado hace 10 años que cuántos hijos quería tener, le hubiera dicho que dos niñas. Así, sin pestañear. Más que una respuesta habría sido un acto reflejo, como cerrar los ojos al estornudar o levantar la pierna cuando te dan justo en ese punto de la rodilla. Quiso el destino que el primero fuera niño. Al destino también se le antojó que el segundo fuera otro niño. El destino ya se partió de risa cuando el tercero también fue niño. A mis niños no los cambio por ninguna niña por muy trastos que puedan llegar a ser, que quede claro. Y por muchos juegos de peleas que hagan, tampoco.
Sigue leyendo… de escribir un blog
Lo he pensado mucho, mucho. ¿Escribo un blog o no? ¿Tendré tiempo y dedicación o no? ¿Me pica la nariz o es un estornudo? ¿Blogger o WordPress? Después de pensarlo mucho, al final me he decidido a escribir un blog personal. Ésta ha sido mi lista de pros y contras para ello:
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