Pues ya se acabó el primer curso escolar con coronavirus. Estamos ya en la primera semana de vacaciones de verano de los peques. A mí me resulta muy raro decir esto porque yo era de las que pensaban que el primer año de colegio después de la pandemia (o mejor dicho, durante la pandemia) no iba a durar. Yo era de las que no daban un duro por la vuelta al cole de los niños este curso. Estaba convencida de que volverían a cerrar los colegios o, al menos, que iban a poner a alguna de la clase de mis hijos en cuarentena ¡Pero qué equivocada estaba!
En septiembre me veía con todas las papeletas para que alguno de mis hijos volviera a casa con las clases a distancia. A ver, entiéndeme, con tres hijos en tres cursos distintos, me parecía que era más que probable que a alguno lo confinaran de nuevo. Solo cruzaba los dedos para que el positivo de la clase no fuera mi hijo y, de serlo, que no tuviera síntomas o los tuviera de forma leve.
Así que fui muy pesada con el uso de la mascarilla y las rutinas al llegar a casa: quitarse las zapatillas en la entrada, quitarse la ropa también en la entrada (puse un cesto para que les resultara más fácil), tirar la mascarilla desechable a la basura y lavarse las manos. Estoy segura de que mis hijos darán fe de lo insistente que he sido durante todo el curso con este tema.
Sin embargo, a pesar de todas estas precauciones en casa y de las que me consta que han tenido por parte del colegio; estoy convencida de que el hecho de que ninguno de mis hijos se haya contagiado ha sido más cuestión de suerte que otra cosa. Y digo que no se ha contagiado ninguno, al menos que nosotros sepamos, porque aún cabe la posibilidad de que alguno sea asintomático y no nos hayamos enterado.
De verdad que me cuesta mucho creer que ya le hayamos dado carpetazo a este curso escolar con coronavirus. Y no solo eso, sino que lo hacemos con un corte de mangas que me sabe a gloria. Aunque esto no significa que vaya a relajarme con respecto a mis hijos y las rutinas que ya hemos establecido. Especialmente a lo que se refiere al lavado de manos y el uso de la mascarilla en espacios cerrados o abiertos si hay más gente cerca.
Pero después de tanta tensión, de mandarlos al colegio sin saber qué podrían traer a casa en la mochila, de ver cómo compañeros suyos tenían que guardar la cuarentena por ser convivientes de un positivo… en fin, después de tantas cosas, ahora puedo respirar algo más tranquila. Además, Papá³ y yo ya tenemos cita para vacunarnos dentro de unas semanas. Ahora solo falta que se decidan a vacunar a niños y adolescentes (que parece ser que sí respecto a estos últimos). Pero eso ya daría para otro post, así que no voy a tocar más el tema.
Ahora solo queda esperar a que el próximo curso sea, si aún no del todo normal, sí lo más parecido posible. De momento he leído que se van a recuperar las ratios por clase habituales, pero no tienen nada claro si los peques tendrán que volver a colegios e institutos con la mascarilla. Yo no tengo especial interés en dejar la mascarilla en casa, pero si así fuera, solo espero que sea porque la situación está controlada y no porque haya prisas.
CONTRAS:
No voy a decir que he estado aterrada estos nueve meses del año escolar, pero sí que he estado preocupada todo el curso. Tenía la sensación de estar viviendo con el peligro constante.
PROS:
No que querido decirlo antes para no gafarlo todo en el último momento, pero el último día de curso del último de mis hijos (todos acabaron la misma semana, pero en días distintos) sentí que me quitaban un peso de encima.
Mi gratitud y mi admiración va hoy a todos los colegios y a tantísimos profesores que han logrado hacer de este atípico curso escolar con coronavirus lo más parecido a un curso normal.