Hace poco has cumplido los catorce años. Te está cambiando el cuerpo, la voz y casi me aventuraría a decir que tu forma de pensar. Si te miro a los ojos, aún puedo ver un atisbo del niño que fuiste, sin embargo, también veo tus ganas de ser mayor y de dejar atrás todas esas cosas que ahora consideras infantiles pero que un día te encantaban.
Siento vértigo al verte crecer tan rápido, no voy a mentirte. Aunque sé que es parte de tu aprendizaje hacia la madurez, me da miedo que salgas al mundo tú solo. No sé si sabré estar a la altura de tu viaje y eso me aterra. Así que solo puedo prometerte estar siempre ahí para ti: para cuando me necesites y también para cuando no te haga falta una madre pesada y preocupada.
Eres el primero es pasar por esto de la adolescencia y se nota porque reclamas tu espacio y tus cosas. Ahora más que antes quieres diferenciarte de tus hermanos por encima de todo y ya no aguantas las «cosas de niños» que ellos aún tienen. Pero, como ellos, sigues disfrutando de las cosquillas y los arrumacos, aunque cada vez los pides menos. Por eso me hace muy feliz cuando vienes a darme un abrazo o un beso, porque sé que es posible que, con el tiempo, vayan escaseando.
Te estás convirtiendo en un adulto y solo espero en que tu padre y yo te hayamos enseñado lo suficiente para que hagas las elecciones correctas. Y si no fuera así, ya sabes que apoyo y amor no te van a faltar. Sigue siendo tan buena persona como hasta ahora y sigue saliendo al mundo con la confianza de quien tiene detrás una familia que le quiere.
Muy feliz cumpleaños, Mayor. Te quiero hasta donde acaban los números, ya lo sabes.