Bueno, pues ya es oficial: estamos en la «nueva normalidad». Personalmente, este término me chirría. Esto de normal tiene bien poco, en mi opinión, quizá llamarlo «nueva realidad» hubiera sido más acertado. En cualquier caso, la cuarentena ya pasó y creo que es el momento de hacer balance de todo lo que hemos pasado. Estos fueron para mí los contras y pros de nuestro confinamiento en casa. A ver si son muy diferentes de los tuyos.
Así para empezar, el comienzo de la cuarentena fue horrible porque me puse mala y, entre el estar con fiebre y el no saber muy bien qué estaba pasando (es como una gripe fuerte dijeron), fueron días de verlo todo muy negro. Además, se juntaba que, aunque Papá³ estaba en casa (afortunadamente la situación no le pilló viajando), estaba trabajando. A esto se le unió el telecolegio, que al principio ni profesores ni niños ni padres dábamos pie con bola. Había que aprender a manejarse con el ordenador y las nuevas aplicaciones y había que hacerlo para ayer para no perder días lectivos.
Así que, con todo esto encima, yo me sentía inútil porque no podía ayudar en nada en casa y fue Papá³ quien se encargó de la casa, la compra, la comida, el colegio, los niños y de mí. Lo malo de esto es que estuve fuera de servicio varias semanas, pero lo bueno es que estuve en casa y me recuperé. Y una vez que volví a ser yo, la carga de trabajo en casa fue más llevadera porque Papá³ y yo trabajamos en equipo.
Respecto al colegio en casa, aunque ya te hablé de los deberes, creo que no te conté que al principio mis hijos se comportaban como si estuvieran de vacaciones y, a los pocos días de publicar la entrada sobre los deberes, el colegio nos dio un toque de atención. El Mayor y el Mediano no estaban entregando sus deberes a tiempo o lo hacían de forma incompleta o, directamente, no las entregaban. Se habían relajado tanto, que tocó revisar tareas y recuperarlo todo a marchas forzadas. Y, claro, además llegaron los exámenes de final de trimestre y hubo que dar el do de pecho. De nuevo, Papá³ y yo les ayudamos a estudiar y así pasamos tardes enteras explicando temas.
Pero el esfuerzo de mis hijos dio sus frutos y han conseguido aprobarlas todas. Y aquí, permíteme mención especial al Mayor, quien este año cambiaba de ciclo y empezó la ESO. Así que, cuando ya le iba cogiendo el ritmo a esta nueva etapa escolar, cerraron los colegios y mandaron a los niños y adolescentes a casa. Yo tuve la sensación de que todo el trabajo de los profesores para que los alumnos se adaptaran a la nueva etapa se había tirado por tierra y creo que tocará repetir esfuerzos el curso que viene.
Cuando llegaron las fases, me sentí muy rara. Era como sacarse una asignatura porque todos los días cambiaban lo que se podía o no podía hacer. Yo salía a comprar nerviosa por si lo estaba haciendo bien o si se me habría olvidado alguna medida de seguridad. Me entraba ansiedad en el supermercado y me duraba casi hasta la noche. No quería salir de casa y, según las fases avanzaban y se podía salir a más sitios, yo lo pasaba peor. Incluso ahora, en la nueva normalidad, evito salir de casa si no es imprescindible. Me siento rara, me encuentro nerviosa y lo paso mal. Pero entiendo que quizá es un efecto colateral de habernos tenido que quedar en casa sin poder apenas salir. Y confío en que esta sensación y estos miedos vayan pasando y desapareciendo.
Respecto a volver a ver a la familia, tengo que confesar que he evitado ir a casa de mis padres hasta casi el último momento, pues mi abuela estaba allí. Mi abuela ha cumplido este año 92 primaveras y tenía verdadero pavor de ser la causa de que enfermara. A mis padres también, por supuesto, pero creo que se me entiende lo que quiero decir. Yo sabía que todos estaban bien porque hablaba con mis padres a menudo y con eso me conformaba. De hecho, ya hemos visto a mis padres, pero sigo sin haber visto a mi abuela. Aunque me parece que lo haré pronto. Y sobre lo de celebrar los cumpleaños en cuarentena, toda una experiencia, por cierto, ya te hablé aquí, así que no voy a repetirme.
Mis hijos no han sido niños de pedir salir a la calle. Aunque hemos salido varias veces, la verdad es que no han sido más de diez en toda la cuarentena. A veces querían salir, pero no estaban en la franja horaria asignada para ellos y, al decírselo, lo han entendido muy bien. La verdad es que me ha sorprendido lo bien que mis hijos han asimilado toda la situación del confinamiento.
En cuanto a mí, la verdad es que ahora mismo todo me parece demasiado pronto o muy precipitado. Entiendo que hay que levantar negocios, reactivar la economía y todo eso; pero personalmente siento que, tras tantos meses metida en casa sin salir, para mí es demasiado pronto para ir a una terraza a disfrutar de este recién estrenado verano. Inconscientemente dejo de respirar cuando me cruzo con algún desconocido (no te digo nada si no lleva mascarilla) y pensar en la vuelta al cole me pone tremendamente nerviosa (más por la incertidumbre sobre cómo será la vuelta que por la vuelta en sí). Pero, como decía antes, supongo que todo será cuestión de irse acostumbrando, pues lo que tampoco puedo hacer es seguir quedándome encerrada en casa.
CONTRAS:
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Entiendo que toda esta situación nos ha pillado por sorpresa a todos, pero las informaciones con cuenta gotas, las que iban rectificándose sobre la marcha y todo eso no me daba seguridad ninguna. Así que decidí leer solo a Boticaria García para no liarme más con tanta sobre información.
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El Estado de alarma ha sido algo que afortunadamente jamás había vivido y el no saber cuánto iba a durar también me ponía nerviosa. Curiosamente, pasado el primer mes me sentía a salvo en mi casa con el Estado de alarma y fueron las fases lo que me creaba ansiedad.
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Tener el colegio en casa ha sido duro. Mi más sincera admiración a todos los profesores. Pero dicho esto, es cierto que aguantar las quejas día tras día de mis hijos por los deberes me sacaba de quicio. A sus profesores no les decían que no querían hacer las tareas, que esperasen un momento o que eran malísimos por obligarles a hacer deberes. ¡Me lo decían a mí!
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De las tareas de casa, mejor no te hablo. A estar los cinco juntos (más la perra) todo el día encerrados en casa, con el consiguiente desorden y caos que esto conlleva, súmale la desinfección a las tareas de limpieza y de hacer de comer.
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Las peleas de mis hijos. Llegando casi a discutir por el aire que respiraban. De hecho, esto no ha cambiado. Normalmente, esto sucede en verano y se termina con la vuelta al cole. Salen de casa, ven a sus amigos y, cuando vuelven a casa después de las clases, no están tan saturados de sus hermanos. Pero estar todos los días juntos, tantos días, desde por la mañana hasta la noche, ha originado que la paciencia para soportarse unos a otros haya ido menguando. Y en vez de volver al cole, toca empezar el verano.
PROS:
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Suena a tópico, pero esta situación me ha hecho valorar aún más si cabe a mi familia. Hemos sido muy afortunados en muchos sentidos y por ello estaré eternamente agradecida.
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Papá³ y yo hemos comprobado una vez más que formamos un gran equipo.
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Me he vuelto más cuidadosa (y un poco más paranoica, la verdad); aunque ya antes me lavaba mucho las manos (especialmente al volver de la calle), me cambia de ropa en casa y siempre he sido de las de llegar a casa y ponerme mis zapatillas de estar por casa nada más entrar por la puerta.
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Por fin hemos conseguido organizarnos con las comidas y las cenas. Hemos cogido soltura a la hora de planificar menús. Parece una tontería junto a todo lo que ha pasado, pero la verdad es que estoy muy orgullosa, aunque aún tengamos cosas que mejorar en el menú.
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He puesto en práctica técnicas que me enseñaron cuando estaba en tratamiento por ansiedad. Y Papá³ ha sido mi gran apoyo en los momentos de más intranquilidad (que han sido varios, para qué decir otra cosa)
Esto no ha pasado, la amenaza sigue ahí fuera. Sigue cuidándote y cuidando de los tuyos.
Foto: Ben Garratt en Unsplash.