Queridísimo Mayor:
Esta semana cumples 12 años y estoy más asustada que cuando cumpliste los terribles dos. En mi cabeza, tus doce años se me presentaban lejanos y la barrera entre el niño que tenía entonces en brazos y el proyecto de adulto en el que te estás convirtiendo. Recuerdo cuando cumpliste dos años y tuve que dejar de buscarte ropa en la zona de bebés para pasar a la de niños. Ahora, con doce, hemos dejado la zona de niños para pasarnos a la de adolescentes ¡o incluso adulto!
Me siento un poco descolocada porque empiezas una nueva etapa en tu vida (¿ya podemos decir que eres preadolescente?) y no sé si lograré estar a la altura. Quiero acompañarte, como siempre he hecho, pero tus hormonas me lo ponen difícil. A veces te comportas como un adolescente de quince años, otras sigues siendo mi niño pequeño buscando cosquillas y echándote encima de mí para jugar los dos, como hemos hecho tantas veces cuando eras más pequeño.
Sin embargo, a pesar de las hormonas que ya empiezan a hacer de las suyas, Papá³ y yo estamos felices porque vemos que tienes un corazón enorme. Aunque te pelees con tus hermanos y ahora estás a millones de distancia de ellos, juegas y te diviertes con ellos, les cuidas y te preocupas por cualquier cosa que les ocurra. Y me tienes alucinada porque te das cuenta de cosas de adultos sin que nadie te diga nada y quieres que se te cuenten las cosas como a los mayores porque ya no eres un niño.
Queridísimo Mayor, en la semana de tu cumpleaños solo tengo un deseo para ti (a parte de salud): no dejes de ser tú mismo porque eres una bellísima persona. Iré cogida de tu mano, como he hecho siempre, en esta nueva etapa de tu vida. No cambies nunca, mi niño.
Te quiero hasta donde acaban los números.