… de tener un conejo como mascota

Tener un conejo como mascota

A finales del año pasado, aumentamos la familia. Podría decir que decidimos tener un conejo como mascota, pero más bien me hicieron una encerrona. Papá³ se desentendió un poco a sabiendas de que él poco iba a poder cuidar al animalito y no le parecía justo votar que sí si luego él no iba a tener tiempo para cuidarlo. Y, mis hijos, como te puedes imaginar, me pusieron ojitos que ríete tú del Gato con Botas. Al final, acepté. Llevamos ya unos meses con el conejo en casa y, como ha habido quien me ha preguntado cómo es tener un conejo como mascota, hoy vengo a contarte nuestra experiencia.

Ya he contado por aquí que mis hijos quieren tener un perro, pero yo aún no les veo lo suficientemente responsables para ello. Lo que significa que, de entrar un perro en casa, todo su cuidado recaería sobre mí. Yo ya he tenido perro y sé lo que es. Por una parte es cierto que dan mucha compañía, pero tampoco negaré que, ahora mismo, yo no estoy preparada para tener un perro. La otra opción lógica sería un gato, ¿por qué?, pues no sé pero cuando dices que no quieres tener perro todo el mundo pregunta por el gato. Papá³ no soporta los gatos (traumas infantiles, creo), así que también están descartados en casa. Reptiles e insectos ya los descarto yo sola. Y peces ya tenemos, solo que no son nada achuchables, por lo que mis hijos no los cuentan como mascotas. Vamos, hasta caracoles hemos tenido también, pero tampoco entran en la definición de mascota de mis hijos.

Así que la opción era un animalito más pequeño, que pudiera vivir en una jaula, que mis hijos pudieran achuchar y que no hiciera mucho ruido (razón por la que los pájaros también fueron descartados). De pequeña yo tuve un hámster y me gustaba mucho. Jugaba mucho con él, salvo cuando hibernaba. Y por ahí tiré: pequeños roedores. Mis hijos tuvieron claro que, con estos requisitos, querían un conejo. Y así, una tarde de noviembre, nos volvimos a casa con una mascota.

Mis hijos estaban encantados: podían abrazarle, jugar con él, cuidarle… Pero en la primera visita al veterinario le descubrieron un parásito y tuvimos que darle antibiótico y dejar de jugar con él para que no se pusiera nervioso y se recuperase lo antes posible. Nos contaron que el bichillo era peligroso, pues podría matar al conejo. Me ahorro los detalles. Pero aquel esfuerzo y aquellos cuidados dieron su fruto y el conejo salió adelante. Se recuperó perfectamente y pudimos ponerle las vacunas y el chip de identificación correspondientes que, por lo visto, marca la ley.

Mis hijos al principio estaban como locos con el conejo y todas la mañanas, antes de irse al colegio, le daban de comer y comprobaban si tenía agua suficiente. De la limpieza de la jaula siempre me he encargado yo. Y, por las tardes, lo traían al salón para que estirase las patas y poder jugar con él. No se podía pedir más. Pero unos meses después, la realidad es que ya no le visitan por las mañanas (salvo que yo se lo recuerde) y que, por las tardes, los deberes mandan y el conejo pasa a segundo plano. Es cierto que podrían sacar al conejo mientras estudian o hacen las tareas, pero hemos acordado que el conejo no entra a las habitaciones. Te recuerdo que mis hijos duermen en dos habitaciones, así que imagínate la batalla campal que podría formarse. El conejo solo entra en el salón, también por su propia seguridad (nos comentaron que la cocina, con todos sus recovecos y sus cables, siendo el conejo un animal pequeño que puede colarse por muchos sitios, no era un lugar seguro para dejarlo libre).

Así que, las mañanas que puedo, le saco yo al salón. Y, por las tardes, muchas veces mis hijos los sacan de la jaula y me lo dejan a mí. Al principio, teníamos que estar muy pendiente del conejo porque yo tenía alguna maceta en el suelo y había que evitar que se comiera las plantas. De nuevo, por su propia seguridad, pues no todas las plantas son inocuas para estos animales. Por lo tanto, estábamos en una disyuntiva: o el conejo o las plantas. Ni podíamos dejar al conejo siempre en su jaula ni yo quería renunciar a las plantas. La solución fue comprar un estantería para ponerlas en alto, alejarlas del suelo y, por tanto, del alcance del conejo.

Tener un conejo como mascota

Respecto a las heces y pises del conejo, antes se las hacía por donde quiera que fuera. Pero parece que, al crecer, esto está más controlado. Se las sigue haciendo, por supuesto, pero muchísimo menos que antes. Afortunadamente, las cacas de conejo son bolitas consistentes que se pueden recoger fácilmente. Y el pis se limpia también con un poco de papel de cocina o la fregona. Vamos, que no es un problema grave. Solo hay que vigilar que no se suba al sofá ahora que ha aprendido a hacerlo de un salto.

También hubo quien nos advirtió de que podría roer patas de sillas y mesas (que son de madera) y los cables. Pero en esto hemos tenido suerte. A nuestro conejo no le llama lo más mínimo la atención. Y digo que es cuestión de suerte porque sé que no todos los conejos son así. De igual modo que hay perros que muerden zapatillas y otros que no. Pues algo así pasa con los conejos: suerte. Yo no hago nada.

De igual forma, tampoco roe los barrotes de la jaula. Nos indicaron que podría hacerlo para desgastarse los dientes, pero que podríamos evitarlo dándole suficiente heno y cosas que pudiera roer (bola de heno, juguetes de madera…). Así lo hicimos y el conejo no roe barrotes. Lo que no sé es si es por estar razón o porque, de igual manera que no muerde cables, tampoco muerde la jaula.

Y, hablando de la jaula, tengo que reconocer que tengo que barrer alrededor porque, al moverse, saca heno y cacas que van al suelo. Estoy pensando en poner la jaula en una caja, obviamente con las paredes muy bajas, para evitar que todo se esparza por el resto de la habitación. Pero aún no he encontrado que, de tamaño, sea un poco más grande que la jaula. Así que, de momento, sigo con el cepillo.

En cuanto al animal en sí, tengo que reconocer que, a pesar de todo, estoy encantada. Ahora mismo estoy tecleando con él al lado, debe de estar a gusto porque creo que se ha dormido. Y eso que tiene todo el salón para él solo. Pero, después de unas carreras, se ha ido a una cajita que le tenemos (de nuevo con las paredes recortadas) y que parece que le gusta meterse ahí para dormitar. No hay que sacarle a dar un paseo (como pasa con los perros) y tampoco da ruido. Es achuchable, se puede jugar con él y también da compañía. A todos nos encanta verle echarse carreras por el salón o saltar al sofá (aunque luego haya que bajarle). Creo que es el tipo de mascota ideal para nuestra familia.

CONTRAS:

  1. Sigue sin gustarme limpiarle la jaula, es una tarea más que he asumido yo… al menos de momento.

  2. Tampoco me gusta que mis hijos ya no vayan a echarle de comer antes de irse al cole o que le hagan poco caso por las tardes. Así que se lo tengo que recordar yo.

PROS:

  1. Parece ser que mis hijos están contentos con su nueva mascota y ellos mismos se han dado cuenta de que aún no están listos para tener una que requiera más responsabilidad.

  2. Aunque se les olvide a veces, reconozco que se han vuelto más responsables gracias a su cuidado.

  3. ¡No huele! Manteniendo la jaula en buen estado, limpiándola cada varios días, no hay mal olor. Además, al conejo (como a los gatos) no hay que bañarlo.

  4. A menudo pienso que el conejo tiene lo bueno de los perros y lo bueno de los gatos. Puede que sea cosa mía, pero de verdad que lo creo: no hay que sacarlo a pasear, da compañía, se puede jugar con el animalito, es independiente, se deja acariciar y coger… Sí, puestos a elegir mascota, creo que hemos elegido la más adecuada para nosotros.

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