Me lo venía oliendo desde el verano, pero estas Navidades lo he confirmado: mis hijos ya no duermen igual. Desde que eran bebés y más pequeños hasta ahora, se ha producido una evolución del sueño. Y he de decir que, para mí, ha sido a mejor.
Tengo que empezar diciendo que mis hijos nunca han tenido un mal dormir. Siempre digo que por el día no han parado nunca, lo que era agotador para mí, pero es rozar la almohada y caer rendidos. Algo bueno tendría que tener esa actividad diaria (de día). Incluso fueron bebés que se despertaban pocas veces por la noche.
Pero sí que han sido madrugadores. Daba igual que hubiera o no colegio, desde siempre se han despertado entre las 7 h y las 8 h de la mañana. Sé que hay peques que se despiertan incluso antes, así que no voy a quejarme. Pero es cierto que el hecho de que te despierten todos los días sobre la misma hora, tengas más sueño o menos, no le gusta a nadie.
Desde hace un tiempo, después de cenar solemos poner una peli «para mayores». Es decir, nada de dibujos o animación, sino películas con personas reales, de carne y hueso. Y siempre y cuando al día siguiente no haya clase.
Esta nueva costumbre obviamente es más por el Mayor que por los otros dos. Él aguanta despierto la película entera y la disfruta. El Mediano y el Peque suelen dormirse a lo largo de la peli. El Peque a veces no pasa de los primeros 15 minutos. Pero da igual, luego les llevamos dormidos a la cama y ya está.
Antes de esta costumbre, cuando se acostaban los Mayores, les tenía que recordar que, como al día siguiente no había clase, tenían que quedarse en la cama al menos hasta las 8 de la mañana. El caso es que, de un tiempo a esta parte, quizás también por la peli de la noche, que retrasa un poco la hora de irse a la cama, mis Trastos han empezado a levantarse bastante tarde. En Navidades, la hora de levantarse rondaba las 10 h de la mañana. Aunque más de un día, el Peque se levantó sobre las 12 h.
Esto me ha dado tiempo a mí para dormir más también. Tanto es así que creo que a mí también me ha cambiado el sueño. Desde siempre, dormía no más de 8 horas y me levantaba tan fresca. Siempre me ha gustado remolonear en la cama, pero una vez que sonaba el despertador, era incapaz de dormirme. No te digo nada si el «despertador» en cuestión era un mico diciéndome que ya era de día y que si nos levantábamos.
Sin embargo, ahora suena el despertador y muchos días me vuelvo a dormir. Además, estas Navidades yo también me he despertado más tarde que antes. Incluso algún día he dormido casi 12 horas del tirón y no, no fueron los días de Navidad y Año Nuevo.
Si me pongo a pensarlo, creo que duermo más porque sé que mis hijos no van a despertarme tan temprano como hace unos años y que, aunque ellos se despierten, no dependen tanto de mí. Es cierto que siguen viniendo a la cama y se meten un ratito. Pero luego desayunan solos, los tres. No tengo que levantarme para prepararles el desayuno. Me levanto para estar con ellos.
CONTRAS:
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Es genial poder levantarse a las 11 h de la mañana, pero en vacaciones, si ya de por sí no me cunde el día como cuando mis Trastos se van al cole, a esas horas ya tengo perdida la mañana.
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Cuando soy yo la primera que se despierta, me da apuro levantarme de la cama, no vaya a ser que me oigan mis Trastos y se levanten ellos también. Así que no aprovecho ese ratito sola y me quedo dando vueltas en la cama, esperando que alguno se despierte solo.
PROS:
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Nunca le había cogido gusto a eso de poder dormir hasta tarde. Pero tengo que decir que un auténtico gustazo.
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Por supuesto, el pro más grande de todos es que mis hijos no madrugan demasiado en vacaciones. A los pocos días de acabar las clases, cogen otro ritmo y empiezan a dormir más.
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Los días siguen siendo agotadores (en serio, ¿de dónde sacan tanta energía?), pero las mañanas se vuelven algo más tranquilas.
¿Has notado que tu peque haya cambiado también su sueño?
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