… del día en que mi hijo casi se ahoga en la piscina

Mi hijo casi se ahoga en la piscina

Dicen que la vida puede cambiarte en un momento. Suena exagerado, pero me temo que es cierto. Al principio de este verano mi hijo casi se ahoga en la piscina. Aún no había cogido soltura al nadar y se quitaba los manguitos sin separarse del bordillo, siempre bajo mi atenta mirada. Pero un día decidió hacer algo para lo que no estaba preparado.

Debido a la operación del año pasado, este invierno se perdió muchas clases de natación. Además, no le hacía gracia ir, así que la mitad del curso no volvió a ir a la piscina. La consecuencia fue que, aunque él lo intentaba, en verano aún necesitaba un apoyo para meterse en el agua y no hundirse.

Sin embargo, el Peque no es tonto y pronto se dio cuenta de que los manguitos los usaban los niños más pequeños que él. ¡Pero él ya es mayor! Me decía que le daba vergüenza ponerse los manguitos, sin embargo, era consciente de que aún los necesitaba.

Así que empezamos a quitárselos primero cuando Papá³ o yo nos metíamos con él en el agua. Pero él quería más, así que nos pedía que se los quitáramos cuando estaba solo y en la parte menos profunda de la piscina y siempre pegado al bordillo. Así empezamos a hacerlo. Siempre vigilándole, claro.

Sin embargo, un día fuimos a una piscina más grande que el Peque no conocía. Y, sin manguitos, se le ocurrió hacerse un ancho. Al ser una piscina más grande que la que él estaba acostumbrado, el ancho también era mayor. Y lo que en la de siempre no le costaba mucho esfuerzo, en la grande no pudo hacerse el ancho.

A mitad de camino nos dimos cuenta de que empezaba a llorar. El Peque se estaba hundiendo y a duras penas era capaz de sacar la cabeza. Ese día había mucha gente en la piscina y el socorrista no se dio cuenta. Sin pensármelo dos veces, me tiré a por él al agua. El Mayor, que en ese momento también estaba bañándose, también le vio y empezó a nadar hacia él. Prácticamente llegamos los dos a la vez.

Al final, no pasó nada, a parte del susto que nos llevamos todos. El Peque no se ahogó ni tragó agua y al rato ya estaba otra vez tan contento. Todo acabó bien.

CONTRAS:

  1. Puede resultar muy cansado oír siempre aquello de que no hay que quitar la vista de los peques ni un solo momento. Quizá hasta pienses que es exagerado. Pero la triste realidad es que es verdad. Nunca sabes qué gran idea se le puede ocurrir a tu peque ni las consecuencias que puede tener. Mejor prevenir que curar.

PROS:

  1. Desde aquel día, el Peque ha sido más cauteloso. Cuando se quitaba los manguitos no se separaba del bordillo. Ahora ya no los necesita, se maneja bastante mejor, ¡menudo cambio ha dado! Sin embargo, hasta cuando juega con sus hermanos o con otros niños en la piscina, siempre les dice que él no se aleja del bordillo.

  2. Además, dice que tiene que coger fuerza en las piernas. Por eso ahora me pregunta si esta comida o aquel alimento hará más fuertes sus piernas. Vamos, que casi diría que come mejor.

  3. Aunque ya nada mucho mejor y ya no se hunde como al principio del verano, el Peque es más consciente de sus limitaciones en el agua. Asume que hay cosas que no puede hacer… todavía. Así que se esfuerza más en conseguirlo, pero con precaución.

  4. Me alegró mucho comprobar que mis hijos se cuidan entre ellos, aunque luego se pasen el día peleando. En cuanto vio lo que pasaba, el Mayor no dudó en ir a rescatar a su hermano.

  5. Papá³ y yo también hemos aprendido de esta experiencia.

¿Tu peque te ha dado alguna vez algún susto parecido?


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