Siempre pensé que yo no era madre de parques: no disfrutaba yendo con mis hijos a los columpios o a ver los patos del lago, tampoco me atraía la idea de que mis Trastos se trajeran toda la arena posible a casa. Sin embargo, ahora ya no estoy tan segura de que no me guste ir al parque con niños.
Siendo sincera, creía que no me gustaba ir al parque con mis hijos porque yo soy más bien casera. No soy de las que se les cae la casa encima y tampoco me agobio estando dentro todo el día con mis hijos. Por eso, salir al parque era más por ellos que por mí. Y casi me sentaba como una obligación.
Para empezar, siempre tenía que estar atenta a que alguno no se cayera en el tobogán o tenía que estar empujando en los columpios. Mis hijos nunca se cansaban de balancearse y quienes más lo sentían eran mis endebles brazos. Y eso si no había algún niño o niña con la manía de pasar por encima (a veces literalmente) de los más pequeños.
Además, por lo general el más pequeñín siempre decía echar a correr hacia el sentido contrario al que nos dirigíamos los demás. Con la consecuencia de tener que salir yo detrás corriendo hacia él mientras arrastraba conmigo a los mayores.
Vamos, que llegaba a casa «muerta matá», como si volviera de un decatlón. Porque, claro, la mayoría de las veces que me aventuraba a salir al parque, iba yo sola con los Trastos. Y, muy a mi pesar, no podía dividirme en dos o tres partes de mí misma.
Y eso sin contar la fauna del parque. Y no, no me estoy refiriendo a animales o bichos. Hay padres y madres (sobre todo estas últimas) que me hacen dudar de las famosas «tribus de madres». Más que sentirme acompañada, o simplemente entendida, por ellas; me siento juzgada. Así que prefería ir al parque cuando no había otros niños. Sí, lo sé, es algo difícil no coincidir.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte todo esto ha cambiado. Mis tres hijos ya saben columpiarse solos, juegan en los columpios respetando a los demás y, lo más importante, se hacen respetar y se protegen entre sí. No les duelen prendas si tienen que decirle a otro niño que no se cuele o que tenga cuidado con su hermano pequeño.
He pasado de estar todo el rato detrás de ellos a ser mera observadora de su juego. Porque, tengo que reconocerlo, siempre estoy atenta a lo que hacen y cómo se desenvuelven. Curiosamente, ahora las quejan que más me llegan son las de las discusiones que tienen entre ellos.
He empezado a pasar de las madres y padres del parque, sobre todo de quienes tienen niños más pequeños. Que alguna vez han tratado de aleccionarme en la crianza de mis hijos, más mayores que los suyos, dándome ganas de contestar aquello de «arrieritos somos…» o lo de que, para criticar hijos ajenos, hay que esperar a que los propios tengan, al menos, 90 años; por si hay que tragarse las propias palabras.
CONTRAS:
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Sea por lo que sea, puedo decir que ahora disfruto más del parque y que salgo más relajada. Porque relajada, lo que se dice relajada del todo, creo que no lo estaré nunca, ni aunque mis hijos sean ya personas adultas.
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Sigo disfrutando más cuando estoy en casa, pero intento disfrutar cada momento. Y ahora que ya son más mayores, lo voy consiguiendo un poco más en el parque.
PROS:
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Es fantástico ver que ya no me necesitan tanto encima de ellos para jugar en los columpios. Ni siquiera para aprender a balancearse. ¡Al Peque le ha enseñado el Mediano!
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Tampoco tengo que salir corriendo detrás de ninguno. Ya han aprendido que el parque es un sitio grande y, aunque no tienen que estar pegados a mí, tampoco puede alejarse tanto que no nos veamos.
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Al poder sentarme tranquilamente a vigilarles mirarles, puedo disfrutar yo también del aire libre. Mi nueva afición es ver moverse las hojas de los árboles al compás del aire. Muy zen, lo sé 😀
¿A ti te gusta ir al parque con tu peque o lo temes como lo temía yo?
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Nosotros en El Barrio tenemos un parque pequeñito y muy recogidito por lo que es más cómodo para los peques. Los más mayores, por contra, se aburren más pero siempre hay un balón y ya sabes q con un balón no hay niños jejeje. A mí sí se me cae la casa encima. Así q cualquier plan en la calle me parece estupendo 😁
A mí me hacía gracia el parque cuando mi bichilla era súper bebé y se subía por primera vez en los columpios, en plan tranquilo. Luego echó a andar, a ver la muerte en cada esquina, y desde entonces me estreso y ya lo voy a odiar de por vida. Ahora estamos en una fase más tranquila, porque se gestiona sola en los columpios, pero aún así ¡mi rencor hacia el parque permanece!
Aaay como te entiendo.
Falta mucho respeto en los parques