Llevamos una época en casa en la que las peleas de hermanos están a la orden del día. Yo ando desesperada. No hay día en el que uno no se queje de su hermano o el otro no me venga llorando porque ha recibido un golpe, aunque sea sin querer.
Mis hijos no paran de chincharse. Siempre hay uno molestando a los demás o intentando que sus hermanos hagan lo que y cuando él quiere. A veces cuela, otras no. Y entonces surge el conflicto. Sé que esto es normal, discutir con los hermanos les ayuda a hacer frente a otros conflictos en la vida. Al menos eso he leído.
También han caído en mis manos artículos que afirmaban que los niños son más propensos a las peleas y juegos físicos por aquello de la testosterona masculina. Y esto, después de ver luchas de cojines volando por el salón o una torre de tres niños a punto de caerse, me lo creo. Aunque, como ya sabes, también es cierto que, al no haber niña en casa, no tengo manera de saber si las niñas también juegan a lo bruto. Pero, por lo que recuerdo de mi infancia, me parece que no tanto como los niños.
Todo suele empezar con una simple discusión: yo quiero jugar a este juego pero el otro quiere jugar a otra cosa. Hablan entre ellos pero, si no alcanzan un acuerdo «amistoso», la cosa pasa a mayores. Y esto puede ser un golpe o un insulto. O directamente el que no se ha salido con la suya viene a buscarme con el grito de «¡Mamáaaaaaaaaaaa!».
No me gusta meterme en sus cosas e intento que ellos mismos resuelvan sus conflictos, pero cuando hay golpes de por medio o palabrotas, intento mediar. Lo curioso es que estas peleas muchas veces acaban en juegos. Más de una vez he ido a separarles y, cuando he llegado, me los he encontrado partiéndose de risa tirados en el suelo. Lo que yo creía que eran llantos no eran más que risas.
Quizás sea por la edad, pero el Mayor es el que menos entra al trapo. Se las ingenia bastante bien para negociar con sus hermanos y salirse con la suya la mayoría de las veces. Pero hay ocasiones en las que los otros se dan cuenta y le plantan cara.
Me repito a mí misma que son cosas de niños, propias de su edad y que les ayuda en su desarrollo como personas. Pero a veces me olvido y me puede más el clima caótico que la cordura y todos los artículos psicopedagógicos que haya podido leer y recordar en ese momento. Soy humana.
CONTRAS:
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La verdad es que me sorprendo a mí misma manteniendo la calma en la mayoría de las ocasiones. Pero a última hora de la tarde o si han tenido un día muy movidito, me puede el cansancio y me desespero.
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Al tener tres niños, es raro que haya en casa un rato de paz y de llevarse bien a la vez. Si no es el Mayor con alguno de los otros dos, son el Mediano y el Peque. Por lo general, siempre hay uno tranquilo y otros dos discutiendo. Y así van pasando los días.
PROS:
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Me dice mi abuela que no me desespere, que mientras mis Trastos están discutiendo entre ellos, la verdad es que se están entreteniendo. Vamos, que es una manera de no aburrirse. Visto así…
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En el fondo, sé que estas discusiones y peleas no son más que juegos que les ayudan a formar su personalidad. Espero estar a la altura y ayudarles a manejar la frustración y enfado, a la vez de ser capaz de darles herramientas para manejar estas situaciones. ¡Qué complicado es esto!
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Cuando eran más pequeños, no había peleas en casa. Al contrario, el mayor siempre ha cuidado el pequeño. Y sigue siendo así, no te creas, pero las peleas han aumentado. Quiero pensar que esto también es un fase y que, con el tiempo, pasará. No digo que siempre vayan a estar de acuerdo en todo, no. Pero espero que logren llegar a acuerdos o a respetar que el otro no tenga su misma opinión.
¿Tus peques también se pelean? ¿Cómo lo llevas tú?
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Mucho peor sería que no las hubiera. Que no hubiera interacción entre ellos. Que se ignorasen. Claro que desesperan pero piensa en lo que tú y ellos se van a reír el día de mañana recordándolas Animo!!!!
Nosotros estamos igual. De pelea a pelea, insultos, palabrotas, patadas, puñetazos, mordiscos… Una locura. Recuerdo que mi hermana y yo tambien estabamos todo el dia peleando duro y ahora nos adoramos, pero mo fue así hasta que me marché a Madrid con 18 años. Debió ser una locura para mi madre. Ya ves que no es solo cosas de chicos.
Mucha paciencia!
Aquí aún no hemos llegado a esa fase pero creo que me voy a desesperar bastante. Me cuesta soportar las peleas, las discusiones o los gritos porque sí. Por otra parte, entiendo que es parte de su aprendizaje y en niños especialmente chinchosos ¡hasta de su diversión! A ver qué es lo que me encuentro en casa.
Mi madre y su hermano mellizo se pasaban la vida peleando y chinchándose, mi pobre abuela decía que era como vivir en mitad del campo de batalla, cuando se daba la vuelta se los encontraba agarrados por los pelos. Un verano en la casa de vacaciones mi tío le tiró una piedra a mi madre desde la escalera de entrada con tan mala suerte que mi madre miró hacia arriba en ese momento y la piedra le dio de lleno en un ojo. Tuvo hemorragia y desprendimiento de retina y aunque la llevaron a un montón de especialistas no recuperó la vista de ese ojo. Pues mi abuela contaba que mi tío lo llevó mucho peor que mi madre, que mi madre como le hicieron mucho caso, la mimaron mucho y la llevaron de viaje a varios sitios para ver médicos pues estaba bien y contenta, no tuvo ningún complejo y como desde entonces le pusieron gafas presumía de que la hacían parecer mayor. En cambio mi tío lo pasó fatal, dejó de comer, apenas hablaba, casi pierde el curso, le creó un trauma tremendo porque encima mientras atendían a mi madre mis abuelos lo dejaban a cargo de su abuela, que era una mujer muy tradicional y lo obligaba a rezar un rosario cada día para que Dios lo perdonara por haber dejado tuerta a su hermana. Después de aquel incidente parece que ya nunca más volvieron a pelear.
Eso sí, a día de hoy lo sigue llevando mejor mi madre que él, ella habla de ello con naturalidad y sin ningún complejo y a mi tío no se le puede ni mencionar porque se le saltan las lágrimas. Hace un par de años que operaron a mi madre de ese ojo para ponerle una prótesis porque ya lo tenía muy mal mi tío no paró de llorar ni un segundo en todo el tiempo que duró la operación, todos estábamos tranquilos y él hecho un guiñapo.