Ando un poco frustrada últimamente, planteándome todo lo que me rodea y todo lo que vivo. No es nada nuevo si te digo que lo que más ocupa mis pensamientos es mi maternidad y mis hijos. Ya sabes, las típicas dudas de madre, de si lo estaré haciendo bien, de si podría hacerlo mejor, de en qué estoy fallando. Y creo que mis expectativas de la maternidad y de mis hijos tienen mucho que ver en ello.
Según mi madre y, por lo que yo recuerdo, yo fui una niña muy tranquila. Me entretenía sola horas y horas, pues para pasármelo bien y jugar me bastaba mi imaginación. Lo mismo me pasaba un buen rato jugando con mis ponys que con mis pinturas y un libro para colorear. Y si no, me ponía a leer un libro o un tebeo. O directamente me ponía a escribir mis propias historias. Jamás necesité a nadie para jugar.
Cuando fui algo más mayor y llegó la primera consola, aquella Nintendo con Mario Bross, también me gustaba jugar con ella. A veces mi hermana se unía a la partida. Y disfrutábamos las dos. O yo sola. Daba igual. Pero no gritaba ni insultaba al juego si no me pasaba la pantalla. Y, cuando mi madre nos dejaba ver la tele, eso es lo que hacíamos, ver la tele. Yo prestaba atención a la pantalla, no se me ocurría hacer otra cosa mientras.
Además, tampoco fui niña de palabrotas. Aún hoy, digo muy pocas. No me encuentro a gusto diciéndolas. Creo que el idioma español es muy rico y siempre hay otra manera de decir las cosas. Pero reconozco que, entre las que digo, «joder» y «mierda» son las que más se me escapan. Por otro lado, siempre hacía caso a mis padres. Si mi madre o mi padre me decía que eso no se tocaba, yo no lo tocaba. Si me decían que no saltara en el sofá, yo no saltaba. Y si me decían en la calle que no me alejara, yo no me alejaba.
Pero supongo que, si hablas con mi madre, te dirá que me peleaba con mi hermana y que alguna que otra trastada hice. Es normal. Era una niña pequeña. Pero creo que en líneas generales fui una niña bastante tranquila, obediente y responsable.
Y con esa imagen me convertí en madre. En mi cabeza, me decía que haría muchas manualidades con mis hijos, que me sentaría con ellos para que no las hicieran solos, que jugaría con ellos a juegos de mesa o con sus muñecos porque quería estar ahí con ellos. No quería que acabaran jugando solos.
Sin embargo, todo este castillo de naipes (porque no puedo llamarlo de otra manera), se me vino abajo según el Mayor iba creciendo. No se entretenía solo, pero tampoco aguantaba mucho sentado jugando con sus coches, un libro, pintando ni nada. En contra de lo que te aconsejan siempre con los niños, yo ponía la tele a ver si se sentaba un poco. Pero nada. Él ha sido siempre muy activo. Como sus hermanos. Ninguno de ellos (y mira que tienen distintas edades, pero se comportan igual) se sienta a pintar, a dibujar ni a hacer manualidades más allá de los cinco primeros minutos. Leen, pero no les apasiona la lectura como me apasionaba a mí. Dicen palabrotas, costumbre que solo he podido reducir pero no erradicar, y, obviamente, se pelean entre sí, como todos los hermanos.
Cuando les dejo jugar a la consola, lo hacen de pie, saltando y moviéndose. Cuando ponemos la tele, igual, no paran quietos. Ninguno. De hacer caso, mejor no te cuento. No sé la de veces que he dicho que el sofá es para estar sentado y no de pie.
Y yo, bueno, yo iba a ser una madre con mucha paciencia. No iba a gritar y siempre, siempre estaría dispuesta a jugar con mis hijos. Además, no me iba a importar que se ensuciaran, pero es que no veas lo que cuesta quitar algunas manchas…
Nada, absolutamente nada de todo esto que yo me había imaginado se ha cumplido. Mis expectativas de la maternidad y de mis hijos no se han cumplido. Sin embargo, con esto no quiero decir que no me guste mi familia ni mis hijos. No, no no. Lo que quiero decir es que yo no estaba preparada para unos hijos tan activos, tan llenos de vida y con tanta curiosidad por todo.
Y estoy cansada. Cansada de repetir las cosas. Y también tengo miedo. Miedo de no ser capaz de educar a mis hijos. Ahora me dirás que esto que estoy contando hoy aquí lo piensan todas las madres del mundo. Y es verdad. Pero cuando alguien que no te conoce te dice a la cara que lo estás haciendo mal, todas estas dudas y estos miedos crecen. Y acabas dándole más valor a las palabras de una persona desconocida que a cualquier otra cosa, por muy obvia que sea. Entonces te sientes juzgada, por todo, sientes que no lo estás haciendo bien, te llenas de más dudas y más miedos. Y en vez de disfrutar de tus hijos, te pasas el día regañándoles para que se ajusten más a lo que pensabas que a lo que realmente es. Y es entonces cuando empiezas a hacerlo mal.
CONTRAS:
-
Todo esto es una batalla interna. Primero deshacerte de tus expectativas es duro. Pero luego, las críticas lo ponen todo patas arribas si no estás muy segura de ti misma. Que es lo que me ha pasado a mí. Así que todos los días lucho contra mí misma para evitar ciertos pensamientos negativos y centrarme en lo bueno.
-
Sé que no debería darle tanta importancia a los comentarios de una persona extraña y ajena a mi familia. Pero ya sabes que, cuando tienes algo en la cabeza y alguien hace hincapié en ello, ese comentario parece ser la chispa que faltaba para desatar las más grandes culpas y los más terribles pensamientos.
PROS:
-
Sé que soy buena madre, aunque haya aspectos que pueda (y deba mejorar). Pero si te digo que la maternidad es un mundo lleno de dudas y de críticas ajenas, sé que sabrás de lo que hablo.
-
Identificar esos miedos es un paso para eliminarlos. Lo sé. Pero es un trabajo duro. Aunque cueste creerlo, acabo todos los días mentalmente exhausta.
¿Alguna vez te has sentido juzgada o criticada? De ser así, ¿cómo te afectó?
[google-translator]
Las dudas siempre nos acompañan en este camino y, creo, que es día que no lo hagan es que habremos dejado de interesarnos por la maternidad. Estaremos tan seguras de todo que, posiblemente, esa cuando cometamos los verdaderos errores.
Ánimo.
Cuando dudo sobre si lo estaré haciendo bien o no, me repito lo que acabas de comentar tú: si dudo es porque me preocupa. Lo que creo que es buena señal. Si no me preocupara, me daría igual. Y, como dices tú, en ese caso es cuando más equivocaciones cometería.
Muchas gracias por tu comentario 🙂
Mi niño tiene poco menos de año y medio pero, o cambia mucho, o ya se ve que precisamente tranquilo no va a ser. Cuando aguanta ,as de 5 minutos haciendo algo ya aplaudo con las orejas. Y hasta ayer me planteaba si me ha salido hiperactivo…porque, como siempre, caigo en la comparación con otros niños de edad parecida. MAL HECHO. Yo tampoco esperaba tal movimiento.
Por otro lado, pasa de la gente que es muy cansina. ¡La opinologia es deporte nacional! Sé que es ,as fácil decirlo que hacerlo pero, ánimo!
Nosotros también nos hemos llegado a plantear el tema de la hiperactividad, pero no. Solo son niños que no paran quietos. Y siendo tres, hay días que acabo mental y físicamente exhausta. Entonces, cuando bajo la guardia, es cuando me asaltan todas las dudas. Será el cansancio, me digo. Pero todos los días es lo mismo.
Respecto a la gente, digamos que las opiniones me dan más igual. Intento no hacerles mucho caso. Pero las acusaciones, esas sí me afectan y son las que más daño me hacen.
Muchísimas gracias por tus ánimos.
Lo primero. Gracias por un post de verdad. Realista. Lo q tú cuentas nos pasa al 100% de las madres. Y vayamos por puntos.
Yo creo q al final de cada etapa nos quedamos solo con lo bueno. Cuando apruebas un examen te ha parecido fácil. Cuando tus hijos ya no son bebes casi todas las madres dicen q sus hijos eran buenísimos. No nos acordamos de las noches sin dormir o de los miedos de los primeros meses. A ti y a tu madre os pasa eso. Os habéis quedado con lo bueno de tu niñez. De esos ratos jugando sola y de los días tranquilos pero seguro que también hubo de los otros. Aparte de esto, no compares niñas con niños que hay una diferencia abismal ni los tiempos de nuestra niñez con los de ahora, que anda que no ha cambiado esto en 20 años. Desde los estímulos de los niños hasta el ritmo del día a día y el tren de vida.
Segundo. Cuando me convertí en madre me juré que nunca criticaría a los niños de los demás ni a sus madres. Primero porque me puede pasar a mí lo mismo y segundo porque, ya lo he dicho más veces, ninguna madre hace nada pensando que es malo para sus hijos, por lo que ella lo está haciendo lo mejor posible. Por lo cual, cada una en su casa sabe lo que hace. Es por ello también que no suelo hacer caso de las críticas de los demás a no ser que sea gente muy cercano, que al igual que yo no haría nada malo a los hijos, ellos tampoco me dirían nada para hacerme daño, si no por mi bien. Solo a ellos escucho y no siempre 😜
Tercero. Expectativas. Yo también tenía. Muchas. Niños guapos, limpios y listos. Q sepan inglés, hagan algún deporte, toquen algún instrumento. Sean educados, saluden. Que sepan comportarse. Y al final he decidió que quien espera desespera y que hay q disfrutar del día a día. Día que se portan bien, aprovechamos y hacemos mil actividades y en la cena algún premio. Cualquier chorrada. Un huevo Kinder, un capítulo extra de las tortugas ninja o una tortura de besos en la cama de mamá. Día que se portan mal a la cama castigados a las 9 y así yo me relajo en el sofá 😂😂. Esta técnica de momento me está resultando pero seguramente dentro de un mes ya no y tendré que buscar otra. Y seguiremos viviendo el día a día.
Por último, cambia el chip. Para tus hijos tú y solo tú eres la mejor madre del mundo. Y claro q aburren y cansan y repetimos todo mil veces y hay días buenos, días malos y días peores. Pero al final del día, cuando duermen en sus camitas con esas caras de angelitos felices sabes que lo estás haciendo bien, que ellos son felices y que solo son niños. Y ojalá nunca cambien y sigan tan gamberros, tan pillos y tan inocentes a la vez y sigan saltando en el sofá de tu casa porque te enfadas cuando los ves así pero por dentro sonríes cuando les ves tan felices y sabes que tú eres parte de esa felicidad.
Mucho animo en esa batalla interna pero suelta lastre y disfruta. Déjalos un fin de semana en casa de los abuelos y veras que muchas de las cosas que te enfadan las echas de menos cuando no están. 😘😘😘
Marrod, te agradezco muchísimo tu comentario. Escribí esta entrada un poco de desahogo, un poco por si alguna otra madre se siente así, que sepa que no es la única.
Llevo una temporada no muy buena, dudando de muchas cosas, especialemente de la maternidad, y ver que hay gente que me comprende ayuda mucho.
Lo de los exámenes me ha sacado una sonrisa. Es cierto. Cuando hemos superado algo es cuando nos damos cuenta de que no era para tanto. Lo superamos, lo logramos, no fue tan complicado como pensábamos antes. En esta etapa, que espero superar también algún día, confío en poder mirar atrás y decirme que no fue para tanto.
Sobre las críticas, yo tampoco critico ni juzgo a otras madres ni a otros niños. Entiendo, como dices tú, que cada una lo hacemos lo mejor que sabemos y podemos. Mi error ha sido esperar el mismo comportamiento hacia mí.
Además, como comentas tú, siempre intento pensar que, aunque la estén liando, si mis hijos se están riendo, es que son felices. Y eso debería hacerme feliz a mí. Es verdad, mis tiempos de niña no son como los de ahora, ni los niños son iguales a las niñas. Ni mejores ni peores, solo diferentes. Y a mí todo esto me pilló por sorpresa.
Me apunto la recomendación. ¡Espero ser capaz de llevarla a cabo! 🙂
Suscribo cada una de las palabras de este post excepto cuando nombras a tu hermana porque yo no tuve, pero hasta la niña que fuiste es muy igual a la que fui yo. En resumen, me he sentido igual y me sigo sintiendo muchas veces. La crítica ajena duele pero creo que más duele la autocrítica porque yo me he dado cuenta de que me juzgo mucho y mal, a veces con razón y otras sin ella, y pasa factura. Sin embargo queda aprender de los errores, de los nuevas etapas que están por venir y sobre todo mantener el listón a un nivel realista, porque por más que queramos es imposible no meter la pata. Creo que por mucho que nos arrepintamos de cada grito, al mirar a nuestros hijos se confirma eso de «lo estamos haciendo bien» y sólo por eso merece la pena que nos perdonemos nuestros propios errores. Un abrazo preciosa ❤
Ay, la dichosa autocrítica. Esa es la peor porque nos susurra al oído que quizás las críticas de los demás son ciertas. Es un pensamiento nocivo que siempre está al acecho.
Al final del día, siempre me paso por sus camas a arroparles y a darles otro beso de buenas noches. Entonces, viéndoles tan tranquilos, pienso que quizás no lo esté haciendo tan mal. Como tú dices, siempre vamos a cometer errores. El caso es si sabemos perdonárnoslos a nosotras mismas. Y esto es lo que más me cuesta.
Un abrazo y muchísimas gracias por tu comentario.