Mi mesita del salón es pequeñita y muy cuca. Tiene las patas blancas y creo recordar que el resto es oscuro. Es muy cuca porque, también hablo de memoria, tiene un cajón oculto que solo se abre tirando hacia arriba de la tabla superior. A veces la recuerdo entre el sofá y el mueble de la tele en todo su esplendor.
Y hablo en pasado no porque ya no esté, sino porque ya no la veo. En la mudanza, compramos muebles del salón nuevos porque los del mini piso no encajaban en el nuevo salón. Fue lo único que compramos. Y a mí me hacían ilusión mis muebles nuevos. Pero cuando nos mudamos del todo, tuve que ponerle un mantel, un hule, a la mesita del salón porque ahí era donde mi Trastos pintaban, merendaban, hacían manualidades algunas veces y los deberes otras. Todo para proteger la mesita del salón.
Pero de ese primer hule han pasado ya casi tres años. Y obviamente, varios manteles. Tanto es así que ya apenas recuerdo mi mesita… Reconozco que, cuando limpio a fondo el salón, quito el hule y la limpio bien. Ya ves qué tontería, pues estando tapada, la superficie apenas se mancha. Pero lo hago para que no se me olvide cómo era.
Y entonces descubro con horror las marcas de algún lápiz o tenedor travieso al que le pareció divertido dar unos «golpecitos» en la mesa. Limpio, levanto, veo el cajón, recuerdo la ilusión con la que la compré y la vuelvo a tapar. Lista para el caos de los niños otra vez.
CONTRAS:
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Va en serio, apenas recuerdo cómo era mi mesita del salón. Se ha convertido en zona de combate diaria.
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Sí, las patas son blancas. Pensaba que se ensuciarían poco, pero no. De hecho, limpio las patas tantas veces como el hule.
PROS:
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Sé que algún día el hule irá al cajón y solo lo sacaré en contadas ocasiones, cuando mis Trastos sean más mayores y más cuidadosos. Hasta entonces viviré de los recuerdos.
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Está claro que ni mi casa, ni mucho menos mi salón, son dignos de estar en Pinterest o Instagram. Pero es que esta es una casa con niños. Aquí no vivimos en una revista o en una foto bonita, simplemente vivimos.
Me encanta, qué curioso cómo cambian las cosas cuando llegan los hijos. Yo recuerdo cuando mi casa tenía figuras para decorar. No es que mi hijo me las haya roto, es que no tengo tiempo de limpiarlas. Así que al altillo han ido (otras a la basura) hasta que pueda sacarlas. Piensa en positivo, si no tuvieras el hule tendrías un jarrón y figuritas que limpiar. Si en el fondo tus trastos piensan en ti! Jajaja. Besos!
Visto así, es cierto que ellos lo hacen para que haya menos que limpiar, jejeje… Yo también he quitado muchas de esas figuritas. Aunque ahora tengo menos, sí que tengo alguna (de viajes y regalos básicamente), pero esas están en alto. Aunque llevo un tiempo queriendo quitar algunas y dejar solo unas pocas por lo mismo: tener menos que limpiar ?