Décimo aniversario de bodas

Décimo aniversario de bodas

Esta semana es el aniversario de Papá³ y servidora. Hacemos diez años de casados. Las bodas de aluminio las llaman. Ahí es nada. Y, pues eso, que dos lustros y tres hijos después, aquí seguimos. Dándolo todo y trabajando en nuestra relación con la misma ilusión que al principio. Así que hoy toca una entrada ñoña como ninguna (si no quieres pasteleo, aún estás a tiempo de cerrar la página 😀 ).

La fecha de la boda era la que yo quería y tuve la suerte de que en aquel 2005 todo encajara: la estación, el día, el mes y el sábado. Nos hubiera gustado que fuera una boda de tarde porque pensábamos que así la gente estaría menos cansada, pero al final tuvo que ser a mediodía.

Mi vestido era palabra de honor y lo más bonito era el pecho y su parte de atrás. Era blanco entero, pero yo estuve como un mes diciéndole a Papá³ que sería rojo. Como unos días antes de la boda, le dije que algo de color tenía. Le mentí. Y, a pesar de que estaba convencida de que no me había creído, cuando caminaba hacia él del brazo de mi padre, pude leer en sus labios cómo le decía a su madre que el vestido era blanco.

Papá³ estuvo un buen rato temblando hasta que me vio recorrer el pasillo. En parte de puro nervio (¿en serio pensaba que yo podría no aparecer?) y en parte porque se había puesto malo en su despedida de soltero y el día de la boda estaba con fiebre alta. Le recuerdo totalmente pálido viéndome llegar.

Nada más llegar a la puerta, me paré, respiré hondo y entonces le dije a mi padre que adelante. Y empezamos a andar. En contra de todos mis temores, ni me enredé con el vestido ni caí al suelo ni al sentarme me pillé el velo con el culo. Ríete tú, pero en esto era en lo único que pensaba la noche antes.

Y nos casamos. Mil fotos, mil pétalos de rosas y millones de granos de arroz. Y una felicidad inmensa. Llegamos al coche y estaba repletito de globos. A mis Trastos les hubiera encantado. De ahí nos fuimos a un parque precioso a hacernos las fotos del álbum. A pesar de todos los pronósticos de los demás, ese día de octubre no llovió y salieron unas fotos preciosas.

De vuelta al banquete, nos perdimos el cóctel. Una pena, pues todo el mundo dijo que había estado espectacular. Y en la comida recuerdo que se me cerró el estómago. Sentada en la mesa principal, con mi ya marido al lado, recuerdo mirar a todas las mesas y flipar. Toda aquella gente estaba allí por nosotros. Y todos nos miraban y sonreían. Y yo tampoco podía dejar de sonreír.

El primer baile lo hicimos en el mismo salón del banquete. En ese momento era yo quien estaba nerviosa a más no poder. Papá³ se pegó mucho a mí, me agarró bien fuerte, juntó su frente con la mía y me dijo que solo estábamos él y yo, en un salón vacío, bailando juntos. El resto del mundo dejó de existir.

La fiesta de después fue genial. Todo el mundo bailó, disfrutó, rió y, después de un descanso no planeado, todo volvió a empezar. Recuerdo que mis tacones me estaban matando. Pero como era la novia y nadie podía decirme nada, creo que me los quité. Con un imperdible, mi madre me recogió la cola del vestido para que no me la pisara y los invitados se pensaron que me había cambiado de ropa.

A todo esto, Papá³ seguía sudando por la fiebre y más pálido que de costumbre. Pero aguantó el tipo hasta que nos fuimos de la fiesta. La mitad de los invitados se quedaron allí y me consta que al día siguiente desayunaron bocatas en un bar de al lado.

Algún día, me encantaría volver a repetir la boda. Sin fiebres, sin nervios, sin tanto estrés. Sería más íntima, pero igual de divertida. Y con unos invitados excepcionales que no pudieron ir a la primera: nuestros peques.

De aquel día me quedo con las mariposas en el estómago y el cariño de la gente. Pero, sobre todo, me quedo con el amor que nos unía a Papá³ y a mí. Nunca pensé que se pudiera querer tanto a alguien que no es de tu familia. Y hay que ver cuánto me equivoqué porque, desde aquel día, quiero a Papá³ mucho más. Me ha demostrado ser un amigo y confidente como ninguno, el mejor padre que jamás hubiera podido soñar para mis hijos y un compañero maravilloso en este impredecible camino que es la vida.

Hoy no traigo contras ni pros. Hoy solo traigo el ferviente deseo de seguir a su lado, riéndonos juntos y apoyándonos el uno en el otro como hasta ahora. ¡Vamos a por las de porcelana, mi amor!


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2 comentarios en «Décimo aniversario de bodas»

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