Qué despiste tengo. Resulta que aún tengo cositas que contaros de estas Navidades. Así es, mientras todo el mundo está dedicando sus entradas al Carnaval y a San Valentín, aquí llego yo hablando de otras cosas. En fin, yo soy así. El caso es que estas Navidades aprovechamos para hacer y decorar galletas con niños. ¿Qué niños? Pues los tres míos y mis dos sobrinos. Ya veis, que faltaban peques en casa y nos los trajimos de fuera, jejeje…

Todo empezó porque mi cuñada y voy vimos que se iba a hacer un taller para niños de galletas decoradas cerca de casa. Y nos pareció una idea fantástica para hacer un día con los peques, por aquello de salir de casa y hacer algo distinto. Pero madre mía, qué caro era. Que, oye, vas tú sola con un niño y pase, pero si vas con dos niños, pues ya se te pasaba de precio. Al menos a mi cuñada y a mí. Y, además, resulta que los niños no iban a hacer las galletas, sino solo a decorarlas. Total, que por unas cosas y por otra, el plan se nos fue al garete.

Pero claro, ahí estaba yo, fascinada por la idea de tenerles entretenidos un día decorando galletas. Y solté la pregunta: ¿por qué no os venís el sábado a casa y que los niños hagan y decoren las galletas? Uf, mira que va a ser mucho lío. Que no, mujer, además, tenemos a Papá³ para que nos ayude si empiezan a desmadrarse.

Más o menos, aquella fue la conversación. Y el sábado quedamos en mi casa. Tempranito, para que diera tiempo a hacer las galletas por la mañana, que se enfriaran y poder decorarlas por la tarde. Respecto al rato de hacer las galletas, sólo diré que la harina fue la gran protagonista. Eso sí, ver a cinco micos con sus mini delantales, remangados todos hasta los codos, metiendo las manos en la masa y amasándola fue súper divertido. Menos mal que la harina no mancha…

Hicimos las galletas, con formas navideñas (estrellas, campanas, muñecos de nieve…) porque estábamos en Navidad, pero también se nos coló algún dinosaurio y algún coche. Era de esperar, pues eran cuatro niños frente a una niña. El día anterior hice un poco de glasa con azúcar glas y agua, pero no para decorar, que no veía yo a los peques muy diestros con la manga pastelera. Hice la glasa para poder pegar el fondant a la galleta. Compré también fondant (ahora lo tienen en los supermercados) y, como ya tengo colorantes en casa, pues no nos hizo falta nada más.

Teñir el fondant fue también de risa, pues les sorprendía acabar con las manos algo coloreadas. Menos mal que se va con agua, jejeje… Pues entre teñir, cortar y pegar en las galletas, se nos fue un buen rato. Acabó toda la mesa llena de sprinkles y era un caos bastante acogedor. Cuando mi cuñada y yo quisimos darnos cuenta, cada niño había hecho una o dos galletas y se había ido a ver la tele. Nos quedamos ella y yo solas decorando galletas. Los niños iban y venían. Al final, terminamos de decorar las galletas y llegó la hora de merendar. Las galletas decoradas por uno mismo siempre saben más ricas.

CONTRAS:

1. Meterse en la cocina con niños siempre es un poco caótico. Si no quieres acabar limpiando de más, es mejor que no entren.

PROS:

1. A pesar del caos, hacer esas galletas con los peques fue súper divertido. Es increíble la imaginación que tienen y las cosas que se les ocurren.

2. Fue un día fantástico. Estuvieron entretenidos todo el día e hicimos algo distinto para variar. Y ellos acabaron encantados con sus súper galletas hechas por ellos mismos, desde la masa hasta la decoración.

Creo que esto sentó un precedente en casa. El Mediano me dijo el otro día que a ver si volvíamos a hacer lo de las galletas, pero esta vez con magdalenas y de los Minions. ¡Y lo peor es que yo me lo estoy pensando! Así que no os extrañe si dentro de un tiempo aparezco por aquí con un tutorial sobre cómo hacerlas, jejeje…