El sábado pasado se alienaron los planetas y conseguí dormir hasta las 10 de la mañana, lo que tarde para mí. ¿Y por qué esto es excepcional? Pues porque los niños estaban en casa, no fue porque estuvieran en casa de sus abuelos ni porque Papá³ y yo nos hubiéramos escapado en plan romanticón ni nada. Me desperté tan contenta que pensé: “esto tengo que contarlo en el blog”. Más que nada, para que quede constancia de tamaña hazaña 😉
Era sábado por la noche y el Peque estaba ya en la cama durmiendo a pierna suelta. Los Mayores, como creo que ya es costumbre en casa, se iban a acostar tarde porque se quedaban viendo una peli que ellos llaman “de Mayores”. Estas pelis no son de dibujos, son con personas de carne y hueso, pero aptas para los niños. Para Papá³ y para mí no es que sean muy de mayores, pero al menos pasamos ese rato con los niños y a todos nos encanta.
Por lo general, después de cenar, nos acomodamos los cuatro en el sofá y el Mediano y yo solemos acabar dormidos como troncos. Papá³ rara vez se duerme y el Mayor solo a veces. Como era de esperar, el Mediano se quedó frito y, al poco, le seguí yo. Cuando me desperté eran ya las dos de la madrugada. A mi alrededor todos dormían, incluido Papá³. Me desencajé como pude del sofá y de la llave de judo que parecía haberme hecho el Mediano.
Intenté despertar a Papá³. Esto ya de por sí es tarea ardua, pero si yo también estoy medio dormida, la cosa se complica. Llevé al Mediano dormido a la cama y volví para volver a despertar a Papá³. Cada vez que lo intentaba me decía cosas como “ya voy” o “estoy despierto”. La última vez que le desperté, me dijo que ya se levantaba del sofá con unos ojos abiertos que me hicieron sospechar que ya había conseguido mi objetivo. Apagué la tele, cogí al Mayor y le acosté. Y yo me fui a la cama.
Estaba convencida de que Papá³ vendría detrás. O a lo peor, que se volvería a quedar dormido pero que despertaría al poco y se vendría conmigo a la cama. En serio, yo estaba tan cansada que me quedé frita con el roce de la almohada. Ya no me desperté en todo lo que quedaba de noche.
Hasta las 6:45 h de la mañana, cuando el Peque asomó por la puerta y vino a despertarme sutilmente. Con un ojo medio cerrado miré el reloj y me dije para mí que aquello no podía ser, ¡era demasiado temprano! Estiré una mano y vi que Papá³ aún no había vuelto a la cama. Me lo imaginé durmiendo en el sofá y, para que el Peque no fuera a despertarle y dejarle dormir un ratito más… metí al Peque en la cama.
Media hora bien larga se tiró hablando y cantando. Ya me estaba haciendo a la idea de tener que levantarme con él y estaba dándole vueltas a la cabeza para ver cómo leches me las apañaba para que no despertase a Papá³ cuando… me quedé frita. Y el Peque también.
Al ratito oí una puerta y unos pasitos. Miré al Peque y allí estaba dormidito a mi lado. Miré hacia la puerta de la habitación, pero allí no había nadie. ¿Serían imaginaciones mías? ¡Qué más daba! Seguí durmiendo. A eso de las 10 h de la mañana abrí los ojos. El Peque seguía durmiendo junto a mí. No me podía creer que me hubiera despertado yo sola. No podía creerme que el Peque y yo nos hubiéramos vuelto a dormir porque, por lo general, tanto él como yo, una vez que nos despertamos no podemos volver a conciliar el sueño. ¡No podría creer que fueran las 10 de la mañana!
Me quedé en la cama, calentita y junto al Peque. Al rato él también se despertó y juntos nos fuimos al salón. Ya eran las diez y media y pensé que, en el caso de que el niño despertara a Papá³, ya era buena hora para ponerse en marcha. Mi sorpresa fue llegar al salón y encontrarnos la televisión encendida, al Mediano viéndola y a Papá³ despierto a su lado.
No me dio ni los buenos días. “¿Habrás dormido bien, no?”, me dijo con un poco de sarcasmo. Al parecer, tras decirme que ya estaba despierto (con los ojos abiertos y todo, recordemos) se volvió a dormir. Se despertó al rato porque tenía frío (normal) y, en vez de irse a la cama, decidió echarse otra manta por encima… por no levantarse, me dijo. Y cuando el Mediano se despertó, fue directo al salón. Vio a su padre y le despertó. Llevaban ya una hora así.
CONTRAS:
-
Papá³ me dijo (en broma) que le había “abandonado”. En mi defensa diré que de verdad que creía que, tras verle despierto (o eso creía yo), vendría detrás de mí a la cama. Os aseguro que si yo me hubiera despertado durante la noche y hubiera visto que no estaba acostado, habría ido a buscarle. Pero aquella noche yo dormí del tirón. Papá³ me argumenta que cuando yo me quedo frita en el sofá (prácticamente todas las noches), él se asegura de que me despierto, me levanto y me voy a la cama.Y es cierto que lo hace.
-
Se ha pasado varios días recordándomelo e intentando darme un poco de penilla. En mi defensa diré que cuando él me despierta a mí, él está despierto; pero que, cuando yo le tuve que despertar a él, yo estaba medio dormida y sólo podía pensar en llegar a mi cama. Y además acosté a los dos Mayores.
PROS:
-
Lo bueno de que Papá³ se quedara dormido en el sofá es que tuve la cama para mí sola. Dormí a pierna suelta, nunca mejor dicho.
-
Cuando se despertó el Peque le metí en la cama y, como se quedó dormido, yo también me dormí. Así que la satisfacción fue doble.
-
Papá³ ha comprobado lo que es que le despierte temprano un niño un fin de semana. Normalmente la que se levanta los sábados y domingos soy yo, dejando a Papá³ que duerma en la cama sin que nadie le moleste. Por eso yo madrugo todos los días de la semana: de lunes a viernes me despierto a las 7:15 h cuando suena el despertador y los fines de semana, cuando se levanta el primero (que suelen ser el Mediano o el Peque entre las 7 y las 8 de la mañana).
No sé cuándo volverán a alinearse los planetas. Pero he de decir que aquella mañana fría de enero me supo a gloria poder quedarme en la cama hasta tarde, poder despertarme yo sola y remolonear un poco hasta que el Peque también se despertó y tuve que levantarme. Siento mucho que Papá³ se quedara solo durmiendo en el sofá (como digo, no fue mi intención), pero mi alegría es mucho mayor que la pena. ¡Hacía muchísimos años que no me despertaba yo sola tan tarde!
jejeje qué bien dormir tantas horas y plácidamente!! después de tanto madrugar un día de dormir bien y mucho es muy bueno y sienta genial 🙂
¡Ay! Lo que daría yo por uno de esos despertares tardíos y a solas.Pero creo que van a pasar meses (no digo años por no traerme el gafe sobre mi cabeza) hasta que yo pueda vivir algo así.
Eso me pasó el día de reyes, a las 9:30!!!! La peque no se levantaba porque decía que si lo hacía y pillaba a los reyes igual se llevaban los regalos jajajajaja