Dos años, dos, llevamos en esta casa. Dos años ya que llevo esperando que Papá³ saque la taladradora. En el sentido más literal del término, se entiende (golosonas… :D). Al principio, yo estaba embarazada del Peque, así que poco podía hacer, no por falta de ganas, sino por tener una tripa inmensa que, junto a las náuseas constantes, dejaba poco margen de maniobra a este cuerpo serrano. Así que Papá³ empezó su etapa de manitas con muchas ganas.
Él solito puso todas las bombillas y lámpara de la casa. Estuvo aquí cuando trajeron los muebles nuevos y también cuando la mudanza con los muebles viejos. Se encargó de que los eletrodomésticos estuvieran en su sitio justo a tiempo para cuando nos vinimos definitivamente a vivir aquí. Colocó cortinas, accesorios del baño (no todos, pero sí muchos), montó las librerías que nos trajimos del minipiso y sus correspondientes libros y hasta estuvo cuando pusimos las mamparas en los baños.
Además, argumentaba que hacer todas esas cosas le distraía de su trabajo (muy absorbente por otro lado) y que, aunque acababa muy cansado físicamente, mentalmente le venía muy bien. Con estas expectativas pensé que quizás su etapa de sí, lo haré, pero no te digo cuándo había quedado atrás. En pleno énfasis de lo que yo imaginé como una nueva etapa de Papá³, compramos un par de estanterías para las habitaciones de los niños, unos colgadores para escobas y fregonas y un tendedero para la terraza. A la espera de encontrar unas cortinas o estores que me gustaran para nuestro dormitorio y el estudio y de tener la liquidez para comprarlas, estas decidimos comprarlas después.
Después nació el Peque, Papá³ tuvo que ocuparse de los cuatro los primeros meses cuando llegaba a casa. Y todo lo de la casa quedó relegado a un segundo plano. Esta vez, a la espera de que todo se normalizara y volviéramos a coger nuestra nueva rutina. Cuando logramos esto, Papá³ tuvo un pico de trabajo que ya va para año y medio. Así que de la taladradora mejor no hablamos.
Cuando está en casa, o está trabajando con el ordenador o está con los niños. Si tiene tiempo libre, lo que no tiene es ganas de hacer de manitas. Así que la manitas de la casa he empezado a ser yo. Pero claro, yo puedo montar un escritorio de Ikea para que el Mayor tenga un sitio adecuado para hacer sus deberes o puedo arreglar un rodapié que se haya despegado. Lo que no me atrevo a hacer es coger la taladradora porque temo dejar la pared llena de agujeros. Eso es cosa de Papá³. Así lo hemos decidido en esta casa.
El tendedero en la terraza logré que lo pusiera el verano pasado. Es decir, un año después de comprarlo. Las estanterías y los colgadores para la escoba y la fregona aún siguen en sus cajas. Ahora, además, se nos ha roto el toallero del baño, así que ha ido directamente a engrosar la lista de cosas para taladrar. Ya nos lo tomamos a guasa, pero no puedo evitar sentir a veces que aún nos seguimos mudando…
CONTRAS:
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Entiendo perfectamente que después de una semana agotadora laboralmente, lo que menos le apetezca a Papá³ sea hacer de manitas. Pero esto implica que aún haya cajas con cosas por colocar por la casa.
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Algunas cosas como los colgadores, no son urgentes. Pero otras, como las estanterías sí que son necesarias. Ayudarían a que no hubiera determinadas cosas de los Trastos por el medio (como algún juguete grande) porque, como su sitio final será la estantería, no les he buscado otro sitio.
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De vez en cuando, le recuerdo a Papá³ que hay algunas cosas por ahí esperando a que él saque un ratito la taladradora para colocarlas. Muchas veces le molesta que yo se lo recuerde y acabamos medio discutiendo.
PROS:
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Que Papá³ esté poco disponible para hacer de manitas en casa me ha dado la oportunidad de ponerme a prueba yo misma.
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Como hay algunas cosas que aún no están puestas, esto me da la oportunidad de cambiar de idea respecto a dónde colocarlas según van creciendo los Trastos y van cambiando sus necesidades.
Como digo, ya me lo tomo con humor. No me queda otra. El otro día un familiar me dijo la frase con la que ilustro esta entrada de hoy. Se la envié inmediatamente a Papá³. Se rió. A él tampoco le queda otra. Pero una cosa tengo clara: el día que él saque por fin la taladradora yo voy a sacar la lista de cosas para taladrar. Espero que ese día Papá³ esté de buen ánimo porque ya se van acumulando las cosas. ¿Conseguiré que lo haga todo o sólo una parte? Y en este último caso, ¿cuánto tiempo tendrán que esperar las cosas que se hayan quedado fuera?
Por suerte mi marido es un manitas, ahora bien cuando le dices que arregle algo lo hace, pero al cabo de seis meses, jejejejje!!!
Jajaja… entonces sólo tienes que recordárselo una vez 😉
El mío es el mejor cocinero del mundo. Así que compré un taladro y señalé lo que quiero colgar, poner, colocar… Como yo me veo negada, espero a que venga mi padre para ayudarme. Porque mi paco, es el mejor cocinero del mundo. Bricomanía, ni mencionarlo 😉
Bueno, no se puede tener todo. Y si es buen cocinero, la taladradora mejor tu padre 😉
Al mío más allá de limpiar los baños no se le puede pedir nada. Lo va dejando todo para mañana, para mañana, para mañana y yo sé que trabaja mucho, que llega muy tarde y que los fines de semana quiere desconectar, pero es que llevo 2 meses pidiéndole que me ponga un colgador con ventosa que se e ha caído del baño, porque yo por más que aprieto no aguanta ni el peso de una toalla. Y ahí sigue el cacharro, muerto de asco junto al lavabo.
El mío, sin embargo, lo de los baños es superior a él. Creo que la última vez que los limpió fue cuando yo estaba embarazada ¡del Mayor! Aunque él dice que no, pero tampoco me demuestra que estoy equivocada, jejeje 😀
Te aseguro que utilizar un taladro no es nada dificil… Eso si, en esta casa ni tenemos. Cuando se rompe algo descuekgo el telefono: «papi, me atore montando el escritorio de la niña, cuando te pasas?»
Claro, si no tienes taladradora en casa, ¡no podéis usarla! Me encanta el truco 😉