… de ir a la guardería

Agenda guardería

Ha llegado el día. El Peque ha empezado la guardería. Lo hace igual que antes lo hicieron sus hermanos, pero un año más tarde. Los Mayores fueron al cumplir un año, el Peque al cumplir dos. Reconozco que lo deseaba y temía casi a partes iguales.

Por un lado, él y yo hemos estado juntos dos años, con todos sus días y todas sus noches. No nos hemos separado nada más que unas pocas horas de vez en cuando. Y, cuando lo hemos hecho, se ha quedado con sus abuelos. Benditos abuelos. El Peque es mi peque, el último, el que completa esta familia de cinco. Que empiece la guarde es sólo un indicador más de que se está haciendo mayor. Igual que cuando dejó la cuna para dormir en su cama de mayor. El verano que viene seguramente ya no use ni pañal. Y adiós a mi bebé. Se acabó.

Por otro lado, los dos hemos estado juntos dos años, con todos los días y todas sus noches (no, no es un dejâ vu…). Llevo dos años en modo bebé. Pendiente de sus horas, sus comidas, sus pañales… Renunciando a ir a sitios, aguantando comentarios no pedidos, que me miraran como si estuviera loca por anteponer a mi hijo al resto del mundo, incluida yo misma… En fin, que yo ya iba necesitando un espacio, un rato para mí. Como dije en la entrada de mi cumpleaños, necesito empezar a oír mis propios pensamientos. Y ese rato a solas me lo dan las cuatro horas que pasa en la guardería.

El Peque ha tenido periodo de adaptación. Empezó el día 1 de septiembre, lunes, una hora. Le llevamos sus hermanos y yo. Entró tan feliz. Yo creo que estaba investigado qué era aquello. Y cuando se quiso dar cuenta, se encontró solo. Por “solo” quiero decir sin mí. Me dicen que ni lloró, pero que me llamó un par de veces. Cuando aparecimos para buscarle, ahí sí que se le soltaron las lágrimas y se acercó a mí rápidamente.

Al día siguiente, mi Peque ya sabía dónde iba y dejó bien claro que no quería ir. Se fue llorando. Me dijo su profesora que, una vez dentro de la clase, se le pasó el llanto, pero que miraba a la puerta. Cuando fuimos a recogerle sus hermanos y yo, vino corriendo a mí. Esta vez sin llorar. Para alivio mío.

El tercer día estuvo dos horas. Siguió diciendo que no quería ir. Le recogí sin lágrimas. Le dijo adiós a su profe y nos fuimos a casa.

El cuarto día, jueves, le llevó Papá³. La despedida en casa fue dura porque al irse con su padre y separarse de mí, volvió a llorar. Afortunadamente, le recogí sin llorar.

El viernes y el lunes siguiente, le volvió a llevar Papá³. Dijo que no quería ir a la guarde, pero se fue sin llorar. Cuando sus hermanos y yo fuimos a buscarle, salió contento. El camino a casa se lo pasó contándonos con su lengua de trapo el cuento que le había contado ese día la profe.

El martes se quedó las cuatro horas. Me dijo su profesora que se quedó mirando a la puerta sobre la hora a la que solía ir a por él, pero sólo eso. Ni lágrimas ni nada. Ese día también empezaron el cole los Mayores, así que fui yo sola a recoger al Peque. Lo primero que hizo nada más verme fue preguntar por sus hermanos.

El pasado viernes ya se fue contento a la guardería. Es más, ese día tuve que llevarle al médico y se enfadadó porque quería irse con Papá³ a la guarde y no conmigo al médico. Nada más salir de la consulta me dijo que quería ir a la guarde.

Como veis, ha sido cosa de una semana. En siete días ha pasado de no querer ir a enfadarse por no ir. Ahora ya me quedo más tranquila… supongo… 😉

CONTRAS:

  1. Qué duros son los primeros días. Yo los había visto, pero no sufrido. El Mayor no soltó ni una lagrimita ni me hizo un triste puchero. No me dijo ni adiós. Ni el primer día ni el segundo ni ninguno. El Mediano algún pucherillo me hizo, pero ahí quedó la cosa. Así que con el Peque me he vuelto a sentir madre primeriza y he sufrido en mis carnes lo mal que se pasa cuando se quedan llorando.

  2. Sé que está bien en la guarde, la profe me dice que dejó de llorar nada más entrar, sé que es así y, además, tengo confianza en la guardería, pues la misma a la que fueron sus hermanos; pero no puedo evitar darle vueltas toda la mañana a cómo lo estará pasando… Seguro que no soy la única a la que le pasa esto, ¿verdad? Sé que me entendéis.

  3. Los primeros días yo era un pato mareado. Había olvidado lo que es estar sola y no daba pie con bola. Tenía pensado sentarme a escribir alguna entrada, ordenar la casa, limpiarla… Y se me pasó la mañana haciendo tonterías. Lo único de provecho que hice fue poner una lavadora, tenderla y ordenar la ropa de la anterior tanda.

  4. Como no podía ser de otra manera, el Peque ya está con los mocos y un poco pachucho. Espero que la cosa quede ahí. Por si las moscas, he empezado a darle el jarabe del osito.

PROS:

  1. Ahora que sé que el Peque va feliz y contento a la guarde y que se lo pasa bien, estoy más tranquila y he empezado a centrarme. Aún tengo que acostumbrarme a la nueva rutina, pero espero poder aprovechar al máximo estas horas a solas.

  2. Es genial recogerle de la guarde y que empiece a contarme lo que ha hecho y el cuento del día. Muchas veces no le entiendo, con su lengua de trapo… pero es maravilloso que me lo cuente. ¡Sus hermanos no soltaban prenda!

¿Qué tal vuestro periodo de adaptación? ¿Ya lo habéis superado o seguís con él? ¿Ha sido mejor o peor que el nuestro? Está claro que ninguno de mis tres hijos ha reaccionado igual al ir a la guardería.

¿Tienes algún contra o pro más? ¡Cuéntamelo! :)

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.