… de las pasadas Navidades de 2013

Piña de Navidad

Como ya dije en la anterior entrada, estas Navidades han sido algo atípicas, pero muy familiares. La primera buena sorpresa nos la dio el Tripadre cuando nos confirmó que podría cogerse vacaciones casi los mismos días que los Trastos. Y que había hecho todo lo posible para evitar que le llamasen del trabajo (algo bastante habitual). Así que podría pasar tiempo con los niños. Y con esta buena noticia comenzamos las vacaciones.

Sin embargo, si ésta es la arena, la de cal vino de mano de los virus. Aquí, menos el Mayor, nos hemos puesto malitos todos. Todos. Empezó el Mediano junto al Tripadre. Nada grave. Pero ahí estaban los mocos y las toses. Cuando estos dos empezaron a levantar cabeza, caí yo y después el Peque. Bronquitis los dos. A fecha de hoy, el Peque sólo tiene mocos y algo de tos. Yo sólo tengo tos, ya casi nada. Pero el día de Reyes me apareció una contractura en el cuello que aún me dura hoy. Se conoce que no me he tenido que portar todo lo bien que debería cuando Melchor, Gaspar y Baltasar decidieron darme tal obsequio el mismo 6 de enero por la tarde.

Otra cosa que se nos fue al garete fue una escapada que el Tripadre anhelaba a la nieve. No os lo he dicho, pero a su familia le encanta esquiar. A toda. Mi suegra es la única que no esquía. Y yo que siempre he ido en vacaciones a mi pueblo, en plena Extremadura, donde la nieve es casi como una leyenda urbana, no tengo ni idea de mantener el equilibrio en unos esquíes. Es más, ponérmelos ya sería un logro personal para mí.

No me malentendáis. La nieve me encanta. La idea de estar tomando chocolate caliente mientras unos copazos caen pausadamente a través de la ventana me encanta. Pasear por un camino nevado me encanta. Hacer muñecos de nieve también me encanta. Y tirarme por una pendiente en el mini trineo con mis hijos por supuesto que también me encanta. Pero de esquiar no tengo ni idea.

Durante todos estos años al lado del Tripadre, varios han sido los intentos de que yo aprendiera. Lo más fácil es apuntarse a un curso. Pero no siempre hay dinero para ello. Y cuando podría haberlo habido, aquí la menda estaba embarazada o dando el pecho. Así que he pasado unos 12 años esquivando a los esquíes con mi suegra, haciéndonos compañía mutuamente.

Así que os podéis imaginar que el hecho de no poder ir a la nieve no ha supuesto una gran pena para mí. Del Tripadre no puedo deciros lo mismo. Pero a cambio hemos podido disfrutar de unos días más en familia y en casa la mar de tranquilitos que han alimentado mi alma.

Otra gran sorpresa navideña nos la ha dado el Peque, quien aguantó asombrosamente bien las noches clave de la Navidad, a saber: Nochebuena y Nochevieja, que las pasamos en casa de las abuelas. Hasta las 2 y las 3 de la mañana estuvo despierto el colega. Obviamente no estaba como una rosa, pero aguantó para mi asombro. Lo que suelo hacer cuando son tan pequeños es acostarles en las cunas de viaje que tienen en sus respectivas casas las abuelas. Lo que implica que tengo que pasarme media comida (si no entera) intentando dormir al niño, perdiéndome la gracia de la noche en cuestión. Y después, de madrugada, levantarle y meterle en el coche (momento en el que aprovecha para despertarse). Y al llegar a casa, de vuelta a su cuna y volver a dormirle. Y cruzar los dedos para que ya no se despierte hasta el día siguiente. Algo tardecito a poder ser. Esto fue así las dos primeras navidades del Mayor y el Mediano. Y la primera del Peque. Así que di por sentado que este año sería igual. Y que también sería el último en la que se repetiría este ritual. Pero como le vimos tan dicharachero, esperamos a acostarle. Y esperamos. Y esperamos. Y nos dieron las 2 de la mañana y ya pusimos rumbo a casa. Todos a la cama. Y hasta el día siguiente. Ahí es nada.

CONTRAS:

  1. El hecho de estar pachucha hizo que me convirtiera en piltrafa humana, sobre todo por las tardes. Así que no tuve cuerpo para hacer un montón de cosas que tenía pensadas, como galletas, panettone, manualidades navideñas con los niños, ponerme al día con el blog, etc.

  2. Las noches, que podía haberlas aprovechado para descansar, me las pasé tosiendo. Me levantaba cansadísima.

  3. Nos quedamos sin pelea de bolas de nieve.

  4. El horario y rutinas del Peque se vieron trastocadas hasta más no poder. Lo que no tendría por qué ser un problema si no fuera porque los mayores ya han empezado el cole y el Peque tiene que acoplarse a los horarios de sus hermanos.

PROS:

  1. Hemos estado a nuestro aire, entrando y saliendo cuando nos apetecía. Vamos, vacaciones en familia. Es el mejor regalo de Reyes que me han dado.

  2. Ha sido fantástico poder pasar tiempo los cinco juntos. A lo largo del día, suelo verles a todos ellos, pero ellos no siempre coinciden. Últimamente, el Tripadre estaba viendo al Peque los viernes, sábados y domingos. Y a los mayores les veía porque es él quien les levanta y prepara para el cole. Así que poder pasar tiempo todos juntos, sin llamadas ni ordenadores de por medio, ha sido fantástico.

  3. Poder disfrutar de la Nochebuena y la Nochevieja como hacía años que no lo hacía. Hay que ver lo bien que sienta una gamba sin preocuparse de si estará o no dormido el niño en la cuna o levantarse corriendo porque le has oído llorar.

  4. Disfrutar de la magia de la noche de Reyes. El Tripadre y yo nos tememos que al Mayor le quedan uno o dos años para descubrir el pastel. Así que nos hemos esmerado para que toda la parafernalia de esa noche siga envuelta en un haz de magia.

  5. Hemos tenido la visita del Ratoncito Pérez en plena Navidad. A poco se junta con los Reyes Magos. Y es que al Mayor se le ha caído su primer diente. Pero esto lo dejo para otra entrada, pues creo que lo merece.

Como veis, a veces las cosas no nos salen como habíamos planificado. Y a veces, sólo a veces, resultan mejor que como las habíamos pensado ;-).

¿Tienes algún contra o pro más? ¡Cuéntamelo! :)

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