Cuando era pequeña, mi madre gritaba mucho. De hecho, ahora sigue gritando bastante, por ejemplo, cuando habla por teléfono. Así que yo me prometí a mí misma que nunca, jamás, gritaría a mis hijos. Bueno, pues es una de esas cosas que no soy capaz de cumplir. Aunque lo intento. Me levanto por la mañana y, mientras desayuno, me digo a mí misma que hoy no voy a gritar, por muy de los nervios que me pongan.
En honor a la verdad, tengo que decir que hay días que lo consigo y no pego ni un grito. Pero, haciendo honor a esa misma verdad, confieso que también hay muchos días en los que alzo la voz y, lo peor de todo, casi sin darme cuenta.
Al Tripadre también le pasa. Supongo que es algo que va con el carné de madre o padre. No es algo que me guste. No me siento orgullosa de eso. Pero intento (intentamos) ponerle remedio.
Ahora bien, lo que no soporto es que otras personas griten a mis hijos. Porque una cosa es que su padre o yo les gritemos para que hagan caso, que pasamos con ellos la mayor parte del tiempo, y otra muy distinta es que les grite alguien que sólo está con ellos a ratos y, lo más importante, no son ni su padre ni su madre.
Pero lo peor de todo, ya no es que les griten a los mayores, sino que empiezan a gritarle al Peque para que no toque según qué cosas. La última vez que esto ocurrió, el Peque se asustó tanto del grito que se puso a llorar desconsoladamente. Es muy sentío el pobre, qué le vamos a hacer.
Cuando le digo a la persona en cuestión que no grite, siempre me encuentro con la misma respuesta: “es que si no, no hace caso”. Bueno, pues hay otra manera. Te levantas, le miras (contacto visual, muy importante) y le dices porqué está mal lo que está haciendo y que no lo haga más. De acuerdo que esto no es mano de santo, vale que hacerlo de esta manera tampoco es garantía de obtener los resultados deseados, pero, sinceramente, con los gritos pasa igual.
De verdad que no entiendo esa libertad que tiene la gente (familia especialmente) para gritar a los niños de otros. A mí me da la impresión (que puede o no ajustarse a la realidad) de que estas personas creen que no sé educar a mi hijos, o que al menos no lo estoy haciendo del todo bien, y, por tanto, se sienten en la obligación de intervenir.
No me parece mal que su tía les regañe si están haciendo algo mal, pero siempre y cuando yo no haya tomado antes cartas en el asunto (por ejemplo, si no estoy en ese momento o no me he dado cuenta de lo que ha pasado). Lo que me parece fatal es que no me dé la opción de ser la primera en reprenderles. O, sobre todo, que lo haga gritándoles a las primeras de cambio.
CONTRAS:
-
Como he dicho, gritar a mis Trastos es algo que intento evitar cada día. No entiendo por qué los demás tiran por el camino fácil.
-
Empezar a gritar a los niños es entrar en un círculo vicioso: les gritas para que hagan caso, de manera que a la larga, si no gritas, no hacen caso. Al final, acaban acostumbrándose a los gritos y hay que buscarse otras formas. Así que, ¿por qué no saltarse la fase de los gritos y pasar directamente a buscar otras alternativas?
-
Las réplicas. Es lo que peor llevo de todo. Viene mi hermana y les grita. Le digo que no les grite, que se lo diga de otra manera. Bueno, pues a pesar de ser mis hijos, siempre me tiene que contestar, lo que implica que pone en duda mi autoridad (muchas veces, incluso delante de mis hijos).
-
Gritar durante todo un día suele acabar con dolor de garganta por la noche.
PROS:
-
Identificado el problema, se puede poner remedio. Como digo, yo intento buscar otras formas de decir las cosas para que me hagan caso.
-
A veces, pegar un grito es necesario. Por ejemplo, si van a tocar un enchufe o se empeñan en cruzar la calle solos cuando más coches vienen. A parte de casos así, creo que siempre hay una alternativa al grito.
-
Sigo intentando que los demás respeten nuestra forma de hacer las cosas.
-
A veces, son mis Trastos quienes me llaman la atención: “mamá, estás gritando mucho”. Me alegra que tengan esa confianza para decírmelo. Entonces yo les digo que es cierto, respiro hondo y sigo con la regañina, pero en un tono más bajo. ¿Funciona? A veces sí, otra no. vamos, lo mismo que pasa con los gritos.
No sé si vosotras sois de las que gritáis o no. ¿Intentáis ponerle remedio? ¿Qué es lo que mejor os funciona para no gritar? Deja un comentario y cuéntamelo porque hay días en que mi neurona no da más de sí y me quedo sin ideas ;-).
yo no grito ni queriendo ni sin querer, no me da la voz, soy directamente de lanzar cosas XD
pero esos gritos de alarma tb pueden ser contraproducentes y lo sé porque mi hermana es muy gritona. un día mi sobrino encontró en el parque un clavo y se lo llevó a la boca, ella le gritó y el del susto se lo tragó! O_O
Pues yo grito, pero dentro de mis posibilidades… por mucho que me esfuerce, mis gritos no son muy altos… Ahora, que visto tú eres de tirar cosas, mejor no me pongo a tu alcance cuando te cabrees, jejeje 😉
¡Madre mía! ¿Qué pasó con el clavo? Tienes razón, a veces un grito de alarma, puede provocar lo que se trata de evitar con él… A mí aún no me ha pasado… cruzaré los dedos…
¡Besotes!
Bueno… en mi casa crecí con gritos, y gritos no de voz alta… sino de los que te meten el miedo en el cuerpo… quizás por eso me he demostrado a mí misma que se puede educar sin gritos.
Me ha gustado tu post!♥
Yo me he propuesto mejorar en eso de mis gritos e intentar reducirlos al mínimo o, incluso, suprimirlos. De eso se trata también la educación. Educamos a nuestros hijos y, en el camino, los padres vamos aprendiendo cosas nuevas.
Me alegra que te haya gustado la entrada. Después de escribirla, me enteré que existía el Reto del rinoceronte naranja. ¿Lo conocías?
¡Besotes!
Yo también soy gritona tbien por mi trabajo, y no sirve de mucho, y también intentó evitarlo, pq ni funciona, ni me ggusta hacerlo. A veces no puedo evitar un ¡¡para!! Pero siempre procuro no gritar ni perder los nervios.
Ufff… es que si tienes un trabajo en el que tienes que alzar la voz, supongo que es mucho más complicado llegar a casa y parar, ¿no?
Es curioso que, aunque gritemos, nos hayamos dado cuenta que no sirve de mucho. Mi suegra suele decir que ella gritaba más que nada para desahogarse ella porque la verdad es que el grito no le servía con los niños. ¿Será por eso que gritamos aunque nos demos cuenta de que no surge efecto?
Muchas gracias por tu comentario :-).
¡Besotes!
aaaaiiiisss Arusca, que te puede decir esta casi vieja, que tu ya sabes en las licencias que una hermana se puede llegar a permitir, ya te conté en un correo para tu consuelo. Perder los nervios con tres hijos tan pequeños y gritar yo te lo justifico aunque no es solución.
Personalmente a mi lo que mejor me a funcionado es una mirada de esas que congelan y funden asta el acero, eso es tan cierto como te lo digo, esas miradas se la lance a mis hijos, incluso a mi hermana, y a mi madre….o quien a osado meter la patita en mis asuntos, asta mi jefa a visto mis miradas matadoras, y miro fijamente sin decir absolutamente nada!!! mano de santo.
Un abrazo
Sí, es verdad, me contaste lo de tu hermana. Te debo un correo, a ver si saco tiempo. Menos mal que sé que me comprendes ;).
Voy a probar lo de la mirada. Y, si funciona, voy a emplearla también con el resto del mundo. A ver si así, sin levantar la voz, consigo hacerme oír.
Como siempre, ¡gracias por tus consejos! 🙂
Besotes.
Yo grito mucho al hablar (sobre todo cuando algo me calienta o me indigna), y confieso -para mi vergüenza- que con los niños más de un grito se me escapa a diario. Y lo peor de todo es que ellos, esponjitas que todo lo retienen y todo lo imitan, de vez en cuando meten unos rugidos que ni te cuento 🙁
Voy a hacer como tú, intentar proponerme cada mañana no ponerme en modo mono aullador.
Un beso 🙂
Al Tripadre también le pasa. Es hablar de algo que le apasiona o le indigna y ya está levantando la voz. Lo hace con todo el mundo, sin darse cuenta. Con los niños también.
Como bien dices, los peques son esponjas. Por eso cuando reconozco en ellos un comportamiento mío que no me gusta, es como una llamada de atención hacia mí misma que me sirve para intentar corregirlo.
Espero que el propósito mañanero te sirva de algo. A mí hay días que me funciona. Pero, para empezar, creo que no está mal recordarlo cada mañana. Ya me contarás tus progresos ;).
¡Besotes!
Yo grito mucho… A veces creo que soy una maldita histérica… Estoy intentando recopilar mucha información para aplicar el método del rino naranja… Chica, por probar que no sea… Quizá el intentar ser consciente de ello me ayude, o eso es lo que creo… Lo que me faltan son recursos para cuando llegue el momento grito… ¿Qué hacer?
En resumen tengo que solucionar este problema. No quiero ser una histerias toda mi vida…
Ahora soy yo la que dice… ¿¿¿¿Algún consejo????
Un besazo!! 😉 Genial el post!
Estoy convencida de que lo de gritar va con el rol de madre porque yo antes apenas gritaba. De hecho, lo odiaba con todas mis fuerzas… y sin embargo, ahora…
A mí lo del reto del rinoceronte naranja me parece genial. Todo con tal de acercarme un poquito más a la madre que pensaba que iba a ser cuando no tenía hijos, jejeje…
Yo he leído que si tienes la necesidad de gritar, te vas a otra habitación y gritas, pero a mí no me convence. Sin embargo, también he leído que, para que no se olvide el reto, una opción es llenar la casa de cosas naranjas y rinocerontes. Incluso llevar ropa naranja y cosas así. Eso me gusta más.
En cualquier caso, yo también ando investigando lo del reto, para tener otras opciones en vez de gritar. Si encuentro algo interesante, te lo mando. Te sigo debiendo un mail ;).
¡Besotes!
Yo también intenté lo del rinoceronte y se me escapó antes de que pudiera pegarle el priimer grito jajajaja. En serio, creo que si no grito no me hace caso, ya se ha acostumbrado y pasa de todo. A veces intento hacerlo por las buenas, lo digo una vez, ella mira desafiante, repito…repito….ella sigue impasible….y tachánnnnn a gritar, sólo asi reacciona. Desesperada de la vida, que le voy a hacer.