Es el primer verano que paso con el blog. La gran mayoría de cosas que esto implica me pilla de nuevas. Aunque aquí relato cosas cotidianas que ocurren de verdad o que pienso sinceramente, soy algo recelosa con la intimidad de mi familia y la mía propia. Por eso, no he dicho cuándo ni dónde nos íbamos de vacaciones este año.
Hemos estado dos semanas fuera, más o menos. La primera escala ha sido en la playa, donde hemos ido con mis suegros, cuñados y sobrinos. Y ha sido un no parar. Pensé yo que podríamos desconectar y relajarnos en las rutinas que tan por el camino de la amargura nos traían al final de curso. Y al menos yo no me he podido relajar ni 15 minutos seguidos. Si no era porque había que irse ya a la playa, era porque había que comer ya o, si no, porque era la hora del baño.
Y yo a todos lados con el Peque. Pendiente del reloj. Y los Trastos mayores trasteando con sus primos. Y el Tripadre sin poder despegarse del móvil porque hubo lío en la oficina y tuvo que solucionarlo desde la distancia. Y, también voy a decirlo, el Tripadre y yo un poco mosqueados por comentarios y acciones que cuestionaban nuestra forma de educar a nuestros hijos.
Personalmente, no culpo a nadie. El problema radica en tratar a todos los niños iguales cuando no lo son y en no querer ver que cada padre tiene una forma de educar a sus hijos que sólo es válida porque funciona con él como padre (o madre) y con su hijo. Otro padre y otro hijo tendrá otra forma válida y, de la misma manera que nuestra forma no funcionaría con ellos, su forma no funciona con nosotros. El Mayor y el Mediano son distintos, lo que vale con uno no sirve para el otro. Eso es aún más acusado cuando se trata de primos. A esto le sumamos comentarios al Tripadre del tipo “apaga ya el móvil” cuando no podía hacerlo o comentarios a mí como “hay que ver, este niño todo el día en el carro cuando lo que quiere es suelo” mientras que yo no daba a basto entre purés y lloriqueos.
Además, hay que añadir que cada uno en su casa tiene sus rutinas y su forma de hacer las cosas. El ritmo de mi casa no se parece en nada al que tiene mi madre o mi cuñada en las suyas. Yo soy pausada, mi hermana es un culo inquieto. Yo tengo que vestir a un Trasto mientras el otro intenta saltar en la cama. Mi cuñada viste a mi sobrina mientras mi sobrino se entretiene tranquilamente coloreando dinosaurios. Yo tengo que subirme de la piscina media hora antes para bañar al Peque y ducharme yo antes que el resto de mi familia para que nos dé tiempo a ir a cenar a la hora estipulada con los demás; mientras que mis suegros y cuñados (sobrinos incluidos) están listos media hora antes de la cena.
Como os decía, un no parar. Algo pude relajarme a la orilla de la playa, buscando conchas con el Mediano y el Mayor mientras el Peque quedaba a recaudo del Tripadre y abuelos. También he tenido mis momentos de paz cuando me iba a la cama justo después de cenar para que el Peque mantuviera, dentro de lo posible, su rutina mientras que el resto se quedaba paseando o tomándose una cerveza. Era entonces cuando aprovechaba para intentar responder a vuestros comentarios.
CONTRAS:
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Durante esos días playeros, creo que, a parte del viaje en coche, cambiamos unas rígidas rutinas por otras. Menos rígidas, sí, pero rutinas al fin y al cabo que me impidieron relajarme como pensaba.
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El Tripadre y yo volvemos con un poco de mal sabor de boca por los comentarios recibidos.
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Queda demostrado, una vez más, que salir de viaje con tres niños pequeños es complicado. Mejor no os cuento cómo iba el coche. El famoso juego del Tetris al lado del maletero resultaba pan comido.
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Por mucho que se quieran mantener las rutinas de los bebés, se pierden y es difícil volver a instaurarlas. Si ya os hablaba hace poco del famoso por un día no pasa nada, imaginaos 15 días fuera de casa.
PROS:
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Mentiría si no os dijera que, a pesar de todo, está bien cambiar de aires.
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Los Trastos mayores han venido encantados. No por la playa en sí, que al Mediano no termina de convencerle, sino por haber pasado unos días con sus abuelos, tíos y primos.
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He de confesar que he pasado ratos apartada del resto de la familia (incluyo a ambas capas de la cebolla), pero ha sido decisión mía, por querer hacer las cosas a mi manera y no a la de los demás. Así que eso también me lo apunto a mi favor. Además, esos ratos me han servido para relajarme un poco.
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También mentiría si no dijera que algunas veces me han echado una mano con el Peque. Y entonces pude terminar mi cena tranquilamente.
Quería que me hubiera salido una entrada más alegre, pero es que este año los días en la playa se han teñido de un sabor agridulce. No sé muy bien por qué, la verdad. El Tripadre y yo aún andamos dándole vueltas al asunto.
Uf… tengo yo un post preparado sobre comentarios 😀
Si encima vienen de la propia familia, con la que te toca pasar un par de semanas… ¡buf! Qué manía con meterse donde no le llaman.
Ohhhmmmmmmmmm, ea, ya pasó 🙂
Ya he leído tu entrada (es lo que tiene contestar tarde los comentarios, jeje) y me ha encantado.
La verdad es que este año hemos tenido que aguartar muchos comentarios y no todos han caído bien… pero, ciertamente, ya pasó 😀
¡Besotes!
Quizás las expectativas eran muy altas y si no se cumplen pues no acaban de convencer del todo.
Pues muy bien esto de salir. Está claro que unas rutinas debes de mantener, pero es diferente, pero claro los niños comer, dormir y entretenimiento deben tener estén donde estén.
Respecto a los comentarios ajenos… en fin, lo habitual, que el «vecino» se cree que su opinión ddebe imponerse…
Salu2
La verdad es que otros años ha sido distinto, no nos lo esperábamos para nada. Por eso nos ha chocado tanto…
Con los mayores, las rutinas son otra cosa, más flexibles. Pero al Peque hay que mantenérselas aún, por muy verano que sea y por mucho que «estropee» los planes de los demás.
¡Besotes!
Qué pena que no hayan sido los días fabulosos que esperábais, pero al menos los Trastos lo pasaron bien 😀
Nosotros nunca hemos ido de vacaciones tanto tiempo con familiares (un fin de semana a lo sumo), pero si ya en una simple comida, o cena, hay que oír de todo, me imagino que en quince días… buf! Para quitarte las ganas de volver con ellos! 🙁
Sí, sí, los Trastos han disfrutado muchísimo. Ha estado bien cambiar de aires.
Nosotros solemos pasar unos días en verano con la familia de mi marido para irnos a la playa y, luego, en invierno, también suelen caer algunos para ir a la nieve. Así que imagínate…
Esperemos que sólo haya sido esta vez y no se repita más veces porque, si no, seguramente nos tendremos que replantear irnos tantos días todos juntos…
Besotes.