Cuando era pequeña, insistí e insistí e insistí… (bueno, creo que lo habéis pillado) a mis padres para tener un perro en casa. Que yo recuerde, tuvimos tres: los dos primeros fueron cosa de mis padres, pero el tercero, ay, el tercero fue por pura cabezonería mía. Fue una perra preciosa, hija de una perrita de una prima de mi madre, que tuvo a bien dárnosla para que nos la lleváramos a casa. La perrita en cuestión estuvo con nosotros unos 13 años, se murió de vieja el año antes de que me casara. No sin antes haber traído al mundo otros dos cachorritos preciosos (uno de los cuales fue a parar a la casa de un compañero de trabajo de mi padre).
El caso es que, tan pesada me puse, que mi madre me dijo que, cuando yo tuviera mi propia casa, ella me regalaría un perro. Y, ¿qué queréis que os diga? Al principio me parecía una buena idea, pero ahora es una amenaza en toda regla. Con tres niños en casa, uno de ellos de un año, ni el Tripadre ni yo nos vemos con un perro, que al final es como un niño más. Sé las bondades de tener animal de compañía, como he dicho, tuve perro en casa de mis padres y mis abuelos tenían perros y gatos (y gallinas, cabras y burro). Sin embargo, creo que ahora no es un buen momento para tener perro (y el gato está descartado, pues al Tripadre no le caen nada bien… traumas infantiles, no puedo contaros más).
Sin embargo, yo sí que quería algún animalillo en casa. Tras arduas deliberaciones (mentira ;)), el Tripadre y yo decidimos (allá en la era A.T. o lo que es lo mismo, antes de los trastos) tener peces. ¡Menuda experta en el tema me volví! Bueno, sin explayarme mucho, diré que los peces siguen con nosotros… ellos y sus crías, que en esta casa somos muy prolíficos hasta los peces.
Pero hace poco se nos han unido un par de miembros más a nuestra familia animal (y no, no me refiero a un nuevo Trasto en camino ni a los alevines de mis peces). Todo empezó un día de esos de lluvia con una visita a casa de unos de los abuelos. A ver, ¿qué animal sale con la lluvia? ¡Los caracoles! Pues eso, que nos volvimos a casa con un caracol dentro de una caja.
Como vi que el Mayor le cogía cariño, le cuidaba y se preocupaba por que le diéramos de comer, me fui a por una tortuguera o como se diga. Vamos, una caja de plástico transparente con asa y con tapa por la que circula el aire y con una mini tapa que se abre para echarles de comer. Y ahí mudamos al caracol. Y el Mayor tan encantado que incluso se lo llevó a clase un día. Y, lo más increíble de todo, volvió con la caja entera y el caracol vivito y coleando.
A los pocos días, nuestro caracol se subió a una pared, se pegó a ella y ahí se quedó unos cuatro o cinco días. Empezaron a asaltarme las dudas… mira que si el caracol se ha puesto ahí para morirse… de hambre, suponía porque por más lechuga fresca que le echaba, no se dignaba a bajar a comer.
Una vez más, trasteando por Internet, aprendí que, para mantenerlos, hace falta una capa de tierra, del mismo tipo que la de donde se encontrara el caracol (tierra de maceta, en mi caso). Pues ahí se la puse. ¿Y el caracol? Pues en su pared. Entonces llegó la otra abuela con otro caracol. Enterada de lo emocionado que estaba el Mayor con su caracol, en cuanto vio uno no dudó en guardarlo para traérselo. Resumiendo, dos caracoles. Como la caja en la que teníamos al primero se dio un golpe que, aunque no llegó a romperla, sí que hizo una grieta por donde se escapaba el agua que le echábamos, me fui a por otra igual pero más grande. Y le eché una buena capa de tierra, como unos dos dedos, y agua, para mantener la humedad. Y ahí metimos a los dos caracoles.
Y, ahora sí, ambos salieron de sus conchas. Supongo que se presentaron o lo que sea que hagan los caracoles… Sin comerlo ni beberlo, habíamos armado un caracolario. El primer caracol hizo un hueco en la tierra (no me preguntéis cómo porque para mí sigue siendo un enigma) y ahí pasa la mayor parte del tiempo. El segundo es más explorador y se le ve más… ¡por favor! ¡Qué largo puede ser un caracol!
CONTRAS:
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Si sois asquerositos/as, no tengáis caracoles porque babosos son un rato.
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La cajita es de plástico, así que hay que tener mucho cuidado con las caídas y golpes, no se vaya a romper y luego toque encontrar al caracol. Os aviso, lo de que los caracoles son lentos es un mito. Les he visto recorrer la caja en muy poco tiempo. No os fiéis de ellos ;).
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Hay que mantener la cajita limpia. Esto implica quitar la lechuga vieja y reemplazarla por otra fresca. La tierra también hay que cambiarla, aunque no tan a menudo como la comida.
PROS:
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No hay que sacarles a que hagan sus necesidades.
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No sólo de lechuga vive un caracol. Leí por internet que les gusta la zanahoria. Yo le he echado un par de trocitos, además de un poco de calabacín. Los míos prefieren sin lugar a dudas éste último. ¿Será que está más blando y mis caracoles son un poco vaguetes?
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Tener un caracol implica una responsabilidad más para el niño. Vale que al final os va a tocar a vosotros, pero se puede aprovechar para inculcar un poco de responsabilidad a los peques.
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Hemos guardado la cajita pequeña por si quieren sacarlos de paseo o volver a llevárselos al cole. Os garantizo que ese día son el rey de la clase.
Al parecer, los caracoles son hermafroditas, así que, visto lo mucho que nos gusta procrear en esta casa, no descarto tener pequeños caracolitos dentro de un tiempo… Os mantendré informados.
Sólo se me ocurren dos palabras: ¡qué asquito! :-O Me dan un repelús… y con lo que les gustan a mis niños… ni se me hubiera ocurrido tener unos en casa, bastante trabajo (y asco) me da el bicho tortuguil! Te admiro, sobre todo porque no se te hayan muerto los peces (si encima han criado, qué fuerte, queremos fotos!!!) Los míos murieron todos por no sé qué rollo de la vejiga natatoria, se les hinchaba y se giraban y… RIP. Y otra tortuga que tuvimos se fue al cielo de los anfibios, porque según el de la tienda de animales «se acatarró». Tus niños tienen una suerte que te cagas, (y los bichos de tu casa también!) Un beso 🙂
P.S. No sé si enseñarles tu foto a mis niños, que como se empeñen en tener uno…
P.S. Puedes dedicarte a la acuicultura, o a fabricar cremas con baba de caracol! 😉
Yo es que soy poco asquerosa para estas cosas 😀 Lo de la tortuga no lo descarto, pero espero que sea dentro de un tiempo, jejeje… Siento lo de la otra tuya, tuvo que ser un disgusto para tus niños…
Pues lo de tus peces es raro, raro que a todos les pasara lo mismo (lo de la vejiga natatoria sí lo había oído). Lo mismo un día os presento a los míos también ;). La verdad es que es genial verles nacer y crecer.
S les enseñas la foto a tus hijos, luego no me eches la culpa a mí si te toca cuidar al caracol también, jejejeje…
Reconozco que lo de la crema con baba de caracol se me ha pasado por la cabeza 😀
¡Besotes!
¡Pedazo de caracol! Parece un hipopótamo. Nosotros de momento los vamos a liberar por algún prado cercano a casa, donde no se coman las flores de papá fredolic. 😀 Para cuando le lleguen las ganas de animal de compañía a minifredolic me apunto el caracol, a ver si cuela…
¡Un abrazo!
Veo que no soy la única que pensaban que eran bichos pequeñitos 🙂
Creo que nosotros aguantaremos con estos los que se pueda, pero como críen haremos una visita al parque más cercano, que yo tampoco quiero que se coman mis plantas 😉
Lo mismo puedes negociar y aceptan caracol en vez de perro… ¡Suerte! 😀
Besotes.
No nos dejes con las ganas, y cuenta los traumas del tripadre con los gatos! xD Y es cierto que un perrito al final es como un bebé mas, porque faena da, yo lo quiero con locura vaya, eso no me lo quita nadie, pero uff a veces…
Me encanta lo de los caracoles, cuando leí que pusiste creo que en tuiter algo de caracoles pensaba que es los tendrías para cenar (que eso sí que me da repelús) jajajajaja
Como te crien y se te llene eso de microcaracoles ya verás, Maria Isabel tiene razón, dedicate a las cremas con baba de caracol que dicen que van muy bien 😛
Jajaja… Os he dejado con la curiosidad :D. Venga, cuento la versión corta: ¿sabes aquello de que a los gatos no hay que mirarles fijamente mucho tiempo? Pues el Tripadre, cuando era pequeño, no lo sabía… Pero ya no se le olvida y, desde entonces, le tienen una manía a los gatos grande, grande…
Si crían, os lo cuento y os pongo fotos ;). Y oye, lo de las cremas me lo estoy pensando, que tal como están las cosas no hay que descartar ninguna oportunidad de negocio 😉
¡Besotes, guapa!