El otro fin de semana quedé con unas amigas mías. Somos amigas desde la universidad y, aunque nuestras vidas se han ido distanciando, seguimos haciendo por vernos. Y cuando nos reencontramos, nos ponemos al día y seguimos como cuando íbamos a clase. Esta última vez que quedamos, una de ellas me preguntó si me parecía bien que viniera un chico que también venía con nosotras a clase. Según me dijo, tenía ganas de conocer a mis hijos. Como me pilló desprevenida, le dije que sí, pero no entendía bien por qué alguien que, por muy amigo de mi amiga que fuera, no era amigo mío. Había sido un compañero. Tras la universidad, sólo le he visto en contadas ocasiones. Lo que a mí no me importa. Pero no deja de sorprenderme ese interés en conocer a mis hijos cuando ni él ni yo tenemos interés en vernos. De hecho, no nos vemos si no es a través de esta amiga en común.
Esto me hizo pensar en los amigos que he ido haciendo hasta el momento. A fecha de hoy, y sin contar a los que aún haré a lo largo de mi vida, mis amigos han quedado reducidos a dos grupos. Los que estuvieron y se fueron. Y los que vienen y van pero siempre están. Los demás sólo han sido compañeros (de colegio, de instituto, de trabajo, de universidad, de cursos…).
Los amigos que estuvieron y se fueron ya no son amigos. Ahora con conocidos. Te los encuentras por la calle y no dices “ésa es amiga mía”. Lo que dices es “a ésa la conozco yo”. A mí me duele. Y duele porque esa persona una vez fue mi amiga, lo que implica confidencias, alegrías y penas compartidas. Y ahora todo eso se ha esfumado. Quizás haya sido falta de interés, incompatibilidad de agendas, vidas que ahora ya nada tienen que ver… Si fue por ambas partes, todavía se lleva mejor. Pero algunas veces me ha pasado que he intentado mantener esa amistad pese a que nuestras vidas llevasen caminos distintos y tanto esfuerzo no ha servido para nada.
Siempre me acuerdo de una entonces amiga que, estando yo embarazada del Mayor, la invité a venir a mi casa porque siempre iba yo a verla a ella y ella nunca a verme a mí, a pesar de que nos separaban los mismos 20 minutos en coche. Pues bien, mi amiga tuvo a bien decirme que eligiera: si venía a verme en ese momento, no vendría para conocer a mi bebé cuando naciera; pero que si no iba en ese momento, vendría después del parto. Yo fui tonta. Tan de sorpresa me pilló aquello, que sólo pude decirle que eligiera ella. Por si a alguien le interesa, aquella amiga vino a mi casa antes de que yo diera a luz. Y después de aquella visita no he vuelto a verla. El Mayor tiene ya 5 años. No le conoce a él ni a sus hermanos. Vamos a buscarle las dos caras a la moneda.
CONTRAS:
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Este tipo de amigos fueron muy buenos amigos mientras duró la amistad. De no haber sido así, sólo hubieran sido compañeros. Y la amistad duró mientras se compartieron los mismos intereses. Se acaba la carrera, te mudas de casa, cambias de trabajo y nunca vuelves a saber de ellos si no es oídas. Una amistad que no resiste los cambios de la vida no es una amistad sólida.
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Aún hoy, cuando pienso en ciertas personas, me da pena que nos hayamos distanciado tanto. Eran buenas amigas y seguro que siguen siendo buenas personas.
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Cuando pienso en otras personas, sin embargo, me alegro de que ya no formen parte de mi círculo de amistades. Con el tiempo, he visto que su amistad no era tal, sino sólo interés que te quiero, Andrés. Alguien dijo que el tiempo pone a todo el mundo en su lugar. Cierto.
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Como ya dije, toda historia tiene dos versiones. Yo aquí cuento la historia bajo mi punto de vista. Y bajo mi punto de vista, no creo que nadie pueda reprocharme nada. Siempre he contestado a las llamadas y he respondido a los mensajes o mails que me han enviado. Nunca he optado por el silencio, algo que no todos pueden decir.
PROS:
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Llega un momento en que decides que esa persona sólo es un conocido para ti. Y yo al menos vivo más feliz.
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Te das cuenta de que no eran verdaderos amigos. Tan importante es saber quiénes son tus amigos como quiénes no lo son.
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Has aprendido una lección sobre la amistad de verdad y la amistad como espejismo. No la olvides.
Conclusión: ahora valoro a mis amigas por lo que son en cada momento. Disfruto de su amistad e intento conservarla. Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Pero si no, no es el fin del mundo. Hay que mirar hacia delante. Punto pelota.
Que fuete me parece lo de tu amiga que te da a elegir que o va ahora o luego cuando nazca 😮 Yo también te digo que desde el embarazo y más luego después del parto, se me han afinado las amistades, gente que eran «amigas» y han pasado completamente de mi y de la niña, y gente que eran «conocidas» y ahora veo un montón y están ahí siempre que las necesito…
Ya ves… Yo entiendo que cuando se tienen hijos, las prioridades e intereses ya no son los mismos de antes, pero no entiendo ese «dejar de lado». Suerte que los hijos también nos traen otra perspectiva sobre las cosas que importan y las que no. Además, así sólo se quedan los buenos amigos, ésos que de verdad merecen la pena 🙂