… de dejar abierto el portátil encima de la mesa (II)

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Habrá quien piense, tras la entrada anterior, que aprendí la lección, que no me iba a la cama sin cerrar el portátil. No podéis estar más errados. Es cierto que, tras el susto inicial y visualizar a mi hijo tirando el ordenador de la mesa (si había podido quitar las teclas, ¿de qué más podría ser capaz el angelito?), hubo una época en la que cuidé y mimé a mi viejo portátil. Le daba los buenos días, las buenas noches, lo cerraba cuando no lo usaba y hasta le hubiera traído un café si me lo hubiera pedido. Por otra parte, mi Trasto también pasó una temporada sin acercarse al aparato en cuestión.

Más de uno estará pensando que por qué ese interés en dejar abierto el ordenador si no lo estaba usando. La respuesta es Skype. A estas alturas supongo que a todo el mundo, lo use o no, le sonará la palabreja. Por si acaso: Skype es un programa como antes el Messenger, sólo que te registras con cualquier correo que ya tengas, permite mensajes en tiempo real y, para los más aventajados, llamadas telefónicas pero sin teléfono. ¿Y por qué tanto interés en Skype? Pues porque mi Marido lo usa mucho en el trabajo y, cuando tenemos que hablar, en vez de llamarnos por teléfono (reservado a cosas importantes y urgente o ambas) o mandarnos mensajitos sms (antes no había Whatsapp ni nada, el móvil sólo servía para lo que es, vamos, para hablar), hablábamos por Skype. Ahora viaja más que antes, también por trabajo, y dado que el programita en cuestión también admite vídeo llamadas, pues en casa lo usamos como si fuera el mando de la tele. Obviamente, para poder recibir un mensaje del tipo “hoy llego tarde” por Skype, el ordenador debe estar encendido, lo que en un portátil significa con la tapa levantada.

Pues bien, con el tiempo, volví a retomar malas costumbres. En parte, confiada porque ahora el Trasto Mayor pedía permiso antes de acercarse al portátil. Ahora ya estaba también por aquí el Trasto Mediado, pero éste no había tenido experiencia previa con ese cacharro que tenía mamá sobre la mesa. La verdad es que tampoco se había interesado por él, así que yo estaba tranquila al respecto.

Una mañana me levanté y fui a hacer unas gestiones con el ordenador. Vi algo raro en la pantalla y al principio pensé que alguno había estado trasteando y me había cambiado el protector de pantalla. En esas andaba yo, pensando cómo leches habían sido capaces, cuando me di cuenta. Aquello que mis ojos veían no eran una imagen chula sino un golpe en toda regla en la pantalla que había provocado un derrame. Que nadie me pregunte cómo porque yo soy de letras y de ordenadores sólo entiendo el reiniciar. Sólo puedo decir que está relacionado con que las pantallas son de plástico duro y que por dentro tiene algo así como un líquido que reacciona a la luz de lo que estemos viendo, supongo que algo parecido a las televisiones de plasma. Para más información, consulten con un experto en la materia. Yo lo consulté con mi Marido, quien tuvo a bien explicármelo, pero yo sólo entendía palabras sueltas, a saber: roto, arreglar, roto, roto, costar una pasta, roto, roto, ¡roto!

Según investigaciones e interrogaciones posteriores, he aquí el relato de cómo creo que acontecieron los hechos. Marido se levantó para levantar a los Trastos, vestirlos, darles el desayuno y llevarles al colegio como todos los días que hay clase (los fines de semana, la cosa cambia). Yo me quedé en la cama avalada por los despertares nocturnos que por aquel entonces tenía el Trasto Pequeño. Una vez desayunados y listos, los Trastos mayores pasaron al salón a “hacer tiempo”. Marido se queda en la cocina preparándose para la mañana que le esperaba en el trabajo. Antes de ir al cole, la tele no se pone. Quedarse tranquilos en el sofá es un concepto que mis hijos no entienden, sean las 8 de la mañana o las 11 de la noche. Así que decidieron jugar a tirarse cosas. En el salón no hay muchos juguetes, algún peluche como mucho. Pues el día anterior, el Mediano decidió llevarse al salón un muñeco de la bañera, de esos que son de goma y que disparan agua. En concreto, el de la foto que ilustra esta entrada. Como ya he dicho, era de goma, no vi peligro y dejé que se lo llevara. Pero el muñequito en cuestión tiene una base de plástico que le hace flotar. Y esa fue mi perdición. Bueno, esa y la puntería que se gastó el Mediano cuando, al hacerle un pase del muñeco en cuestión al Mayor, dio de pleno en la pantalla del ordenador. Marido ni se enteró, no sonó a roto, no había pasado nada. Los Trastos, que tontos no son, no dijeron tampoco esta boca es mía. Todos al cole, todos contentos.

La sorpresa me la llevé yo horas después. Cómo al final se arregló el ordenador, es otra historia para no dormir. Para resumir, diré que el mes que me quedé yo sin portátil, los Trastos se quedaron sin aparatos tecnológicos.

CONTRAS:

  1. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo seguro que soy capaz de tropezar más veces e incluso caerme si llega el caso. Aún así, dudo de que aprenda la lección.

  2. He dejado el Skype, salvo para los viajes del Marido. Ahora me he enganchado al Whatsapp.

  3. Lo de la reparación del ordenador fue de traca. No se lo recomiendo a nadie.

  4. Dos Trastos pululando, dos incidentes con el portátil. Miedo me da cuando el Pequeño llegue a los dos años, edad en que los Mayores realizaron su trastada. Pienso poner cerrojo en la puerta, a ver si evitando la tentación evito el peligro.

PROS:

  1. El ordenador ha pasado a otra habitación. Intento acordarme de apagarlo cada noche, no todas lo consigo. Cuando voy a la cama, muerta de sueño, y lo veo con la tapa levantada, muchas veces bajo la cabeza y me digo a mí misma que en el estudio no entran los niños. Me meto en la cama con los dedos cruzados. Y las piernas y las orejas también, por si acaso.

  2. El ordenador no lo han vuelto a tocar. Sólo se acercan a él en presencia de un adulto. De otros aparatos (como la tele o el iPad del trabajo de mi Marido), no puedo decir lo mismo. Pero eso queda para otro día.

  3. El mes que estuve sin ordenador, me desenganché. Pero cuando volvió a estar entre mis manos, lo cogí con unas ganas… Ahora sí que le llevo un café todos los días.

Conclusión: el ordenador no es algo de primera necesidad. Lo sabemos todos. No todo el mundo tiene ordenador y no pasa nada. Lo sabemos. Estar unas semanas sin poder entrar en Internet no es el fin del mundo. Lo sabemos. Pero es mejor no probar. Y sobre todo, mantengan los ordenadores alejados de los niños. Sus nervios y sus bolsillos se lo agradecerán.

17 comentarios en «… de dejar abierto el portátil encima de la mesa (II)»

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