
En casa, hace tiempo que el ordenador de sobremesa (ese grandote con su torre, su teclado, su pantalla y su ratón) pasó a ser un simple elemento decorativo recoge-polvo encima de una mesa a la que, por otra parte, no le sobraba el espacio. Primero por el trabajo de mi Marido y después por comodidad mía, los portátiles entraron pisando fuerte. Junto a mi primer portátil y el disco de arranque, también me vino en la caja la mala costumbre de dejar el aparato abierto, con la tapa levantada, vamos. Esto no tendría la mayor importancia si no fuera porque los Trastos siempre andan a sus anchas por aquí como si fueran los reyes de la casa.
La primera vez que tendría que haber puesto el ordenador portátil a buen recaudo fue cuando Mayor apenas contaba con 2 tiernos años y el Mediano aún estaba bien custodiado en la tripa de la que escribe. Recuerdo que acababa de pasar de la cuna a su cama de mayor y que le daba por levantarse al despertarse. Era sábado y yo aún estaba en la cama. Le oí levantarse. Le oí ir hacia el salón. Y durante un momento, no oí nada más. En ese instante, debí de sospechar, pero ¡ay!, es que estaba tan a gusto en la cama… Primer error.
Al poco, empecé a oír un “click”. Y luego otro. Y otro. Y otro… Yo aún seguía en la cama con los dedos cruzados para ver si encendía la tele y podía remolonear un poco más. Click. Porque hay que ver qué rápido se hacen los niños con las nuevas tecnologías. Click. Aprenden a poner el vídeo en lo que tú aún andas leyendo las instrucciones. Click. Pues bien, mi entonces único hijo sabía perfectamente encender y apagar la tele. Click. Pero aquel día no fue la tele lo que le llamó la atención. Click. Qué va. Click. ¿Pero por dónde iba, que me pierdo? ¡Ah! Sí. Por los “clicks”. Mi mente repasó rápidamente todos y cada uno de los juguetes que había en el salón buscando al autor de ese sonido. Click. Como no encontré ninguno, empecé a repasar mentalmente los que tenía mi hijo en su habitación. Click. Tampoco di con el susodicho. Click. Incapaz de dar con el artefacto en cuestión, click, me levanté más por curiosidad que por otra cosa. Click. Cuando llegué al salón, vi al angelito, click, con su chupete puesto, click, y sus pequeñas manitas con su pequeños deditos, click, quitando con gran cuidado y paciencia, click, las teclas del portátil, click, una a una. He de agradecerle, click, que las fuera poniendo pacientemente al lado del ordenador. Click. Hasta la barra espaciadora había logrado desprender mi Trasto con ayuda de sus pequeñas uñitas. Click.
Os podéis hacer una idea de la impresión que me dio ver mi portátil despojado de lo que lo hacía ordenador, sus preciadas teclas. Por un momento pensé que ahí se terminaba la vida útil del aparato, por otra parte, prácticamente nuevo. Menos mal que con paciencia pude recomponer el teclado. Aunque la “B” sufrió daños irreparables y durante un tiempo estuve evitando palabras con dicha letra. Si alguien piensa que aprendí de mi error, que se pase el próximo día por aquí y le demostraré cuánto se equivoca.
CONTRAS:
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Es un tostón cerrar el ordenador para abrirlo otra vez. Pero si tienes Trastos pululando por la casa, es una opción a plantearse seriamente. Click.
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Igual que es una pérdida de tiempo levantar la tapa, también lo es volver a entrar en las páginas web que visitas todos los días. Con lo fácil que es darle a recargar… Click.
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Todo lo anterior adquiere un nuevo matiz si tienes que recomponer las teclas una por una para poder mirar tu correo. Es para pensárselo. Click.
PROS:
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Una vez que vuelves al ordenador, si lo has dejado abierto, puedes seguir exactamente por donde lo dejaste. Esto incluye seguir poniendo las letras por donde las dejó tu hijo. Click.
Siento no poner más argumentos a favor de dejarse el portátil abierto. Click. La imagen de las teclas esparcidas por la mesa, aun habiendo pasado 3 años, no deja de estar presente en mi memoria. Click.
Hola, acabo de descubrir tu blog en Yahoo, y encontró que es realmente impresionante. Voy a mirar hacia fuera para Bruselas. Agradecería si seguir escribiendo sobre este tema en el futuro. Mucha gente se beneficiará de su escritura. ¡Salud!