Si alguien me hubiera preguntado hace 10 años que cuántos hijos quería tener, le hubiera dicho que dos niñas. Así, sin pestañear. Más que una respuesta habría sido un acto reflejo, como cerrar los ojos al estornudar o levantar la pierna cuando te dan justo en ese punto de la rodilla. Quiso el destino que el primero fuera niño. Al destino también se le antojó que el segundo fuera otro niño. El destino ya se partió de risa cuando el tercero también fue niño. A mis niños no los cambio por ninguna niña por muy trastos que puedan llegar a ser, que quede claro. Y por muchos juegos de peleas que hagan, tampoco.
Sin embargo, si pienso sobre el tema, no puedo evitar hacer una lista con los pros y contras de tener tres (no uno ni dos, sino tres) vástagos.
CONTRAS:
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Jamás habrá una falda o un vestido en casa que no sea mío. Eso significa que mi ropa es mía y me la pongo cuando quiero. No hay posibilidad de error al colocar la ropa. La mía, quiero decir, de calzoncillos estoy hasta el gorro.
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No podré hacer trenzas ni coletas. Esas me las guardo para mi sobrina, si se deja. Esto, bien pensado, un día de colegio a las ocho de la mañana y con la hora pegada al culo podría ser un pro tan grande como una casa.
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Nada de muñecas en casa. Lástima. A esas las tenía controladas. Ahora me toca aprenderme la alineación del Madrid, del Manchester United y del Cuenca. Porque en esta casa no nos gusta el fútbol pero el Mayor nos ha salido futbolero (cosas del colegio, en clase enseñan las letras y en el recreo los equipos de fútbol) y se ve cualquier partido que retransmitan si le dejamos, ya sea un Madrid-Barça o un Pinto-Zafra.
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Nada de confidencias madre-hija despellejando al novio de turno o dando consejos con la experiencia propia y ajena que una lleva a sus espaldas. Todo mi saber, poco o mucho, cae en saco roto. Qué pena.
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Los Trastos son tres. Marido y yo sólo dos. Yo soy de letras, pero está claro que ellos son mayoría. No nos podemos dividir… al niño que queda. Puestos a dividir siempre habrá uno con dos Trastos. Miedo me da el día que ellos sean conscientes de esto y lo usen en su favor.
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Te confías. Cuando nace el primero no sabes nada. Cuando nace el segundo crees saberlo todo. Al mes te das cuenta de que ése había sido el mayor error de todos. Cada niño es de su padre y de su madre… aunque sean los mismos.
PROS:
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Toda la ropa de mis hijos es reutilizable. Nada se tira, todo se aprovecha una y otra vez hasta que le queda pequeña o se rompe. Ya no hay que salir corriendo porque ha dado un estirón. Basta con abrir la caja de ropa del mayor. Obviamente esto no sirve para el primero, es lo malo de estrenar ropa siempre.
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Las compras de ropa se terminan pronto. Porque por mucho que la ropa pase de un hermano a otro, siempre se compra ropa a cada uno, aunque sea una triste camiseta. Ahora, lo de las tiendas de ropa para niños es un mundo aparte. Un mundo que se divide en tropecientos pasillos rosas para las niñas y dos o tres (cuatro con suerte) para los niños. Y en estos pocos pasillos lo que más abunda son un mismo modelo de pantalón en dos colores distintos (claro y oscuro) y camisetas de colores con dibujos como Spiderman, los Simpson o Rayo McQueen.
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Los juguetes se comparten. Todos. Puede que a uno le guste más la pelota y a otro los coches, pero son juguetes de niños. Esto puede parecer sexista. Quizás lo sea. Si alguno de mis hijos me pidiera para su cumpleaños una muñeca o una plancha de juguete, se lo regalaría. Pero no lo hace. Y de la misma manera que no voy a comprarle un camión y obligarle a jugar con él, tampoco le voy a regalar una muñeca y pedirle que se dedique a hacerle peinaditos.
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Y hablando de peinados. Todo aquel que haya tenido contacto con una niña sabrá que antes o después son muy dadas a peinar a todo aquel que se les ponga a su altura. Por muchos tirones que te den, tú pones buena cara y sueltas un “con cuidado, princesa, que me haces un poquito de daño”. Pero por dentro piensas “maldita la hora en que le dejé que me peinara”. Yo eso me lo ahorro… a menos que alguno me salga con vocación de peluquero.
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Puedo inculcarles a mis hijos el buen trato hacia las mujeres. Si alguna me lee, que piense en ese capullo que tan mal la trató. Seguro que pensó que si no tenía una madre que le dijera que portarse así es de gilipollas. Bueno, pues yo confió en ser esa madre.
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Cuando nace el tercero ya eres consciente de que no va a ser ni como el primero ni como el segundo. Es el tercero y es él y sus circunstancias. Algunas cosas te las conoces, pero sabes que pueden no funcionar. Si funcionan, bien. Si no lo hacen, ya no te desesperas. Respiras e intentas otra cosa.
Conclusión: me quedo con mis niños. Y las bragas son mías. Os dejo, voy a llamar a Seur para anular el envío. Creo que me los voy a quedar otro año más, a ver qué tal se portan. Para algo son mis Trastos. Punto pelota.
¡Buenísimo! Otro pro: iremos tres veces «ideales de la muerte» vestidas de madrina de boda (eso espero) 😉
Jajajaja… Pues sí, tres veces madrina… No veas cómo le fastidia eso al Tripadre, que se va a quedar al lado en la boda… Ya le he dicho que, si quería ser padrino, tenía que haber afinado más, jajajaja 😀